Esa mañana una
anciana se acercó a la puerta de la comarca y pidió permiso para entrar y
ganarse algunas monedas contando cuentos y vendiendo chucherías en la plaza.
Los guardias, al verla tan benevolente y necesitada, le concedieron paso.
Muy pronto la
anciana se vio rodeada de personas mientras contaba historias del bosque donde
moraban los silfos, pequeños seres mágicos del aire, que concedían deseos si
uno conseguía atraparlos. También les vendió unos frasquitos con un polvo
brillante, dijo que era polvillo de alas de silfos y que podía curar casi todas
las enfermedades si se bebía una cucharada disuelta en un vaso con agua.
Muchos le
compraron esos frasquitos, más por ayudar a la pobre anciana que por creer en
los poderes mágicos de un cuento. Y al caer la tarde la anciana se marchó.
Pasaron los días
y Teodoro, un anciano que sufría de tos crónica, decidió probar la receta del
polvillo de alas de silfo y de inmediato se curó. Le contó su experiencia a los
demás habitantes de la comarca que no tardaron en hacer lo mismo y con asombro
vieron cómo se curaban de las enfermedades que los aquejaban. Mas el efecto
solo duraba dos días, era necesario repetir la dosis y ahora lamentaban no
haberle comprado más frascos a la anciana.
Entonces
decidieron ir al bosque para cazar silfos. Pero se llevaron una gran sorpresa
al descubrir que no eran unas pequeñas criaturas indefensas como les dijo la
anciana, estos seres eran altos y fornidos, con alas de libélulas, estaban
armados y sabían pelear muy bien.
Y los silfos capturaron
a los incautos aldeanos, luego los mataron y los cocinaron para comérselos,
pues los silfos comen carne humana.
Más tarde Turien,
el príncipe de los silfos, vio llegar al claro del bosque a la susodicha
anciana.
— Toma, Lucrecia
— le dijo Turien a la mujer entregándole una manzana dorada — hiciste un buen
trabajo, vinieron muchos aldeanos incautos. Cómo te prometí esta fruta te
devolverá la juventud y belleza por un año. Quédate a la fiesta, mañana te daré
más frasquitos con polen de flor dorada para que engañes a otros tontos.
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