El anciano vivía
solo en la casona de la esquina rodeado de libros, mapas, astrolabios y demás
objetos indescriptibles. Era un hombre anacrónico y estrafalario, de costumbres
extrañas.
Los vecinos
empezaron a preocuparse por su salud mental, entonces llamaron al servicio
social para que lo visitaran.
Una tarde un
asistente social tocó a su puerta, el anciano lo dejó pasar.
— ¿Vive solo?
— Si, no necesito
de nadie.
— ¿Cómo se
mantiene?
— Recibo rentas
de unas propiedades que tengo en el extranjero.
— ¿Y a qué se
dedica? ¿En qué se entretiene?
— Colecciono
vidas.
El anciano abrió
el libro que tenían entre las manos, murmuró unas palabras arcanas, un destello
dorado inundó la estancia y el asistente social quedó atrapado entre las
páginas.
El anciano colocó
el libro en el librero. Las desapariciones ya estaban causando sospechas,
tendría que irse a otra ciudad.