Y a pesar de mi ira y tristeza no podía controlar el deseo
que sentía por Jeraseth. Fui a buscarlo a la villa, subí a nuestra alcoba y lo
encontré sentado en el lecho rasgueando algunas notas de aquella canción en su
guitarra, vi un vaso y media botella de whisky sobre el velador.
— ¡Lilith! — exclamó con sorpresa al verme — no te esperaba,
pensé que estabas molesta.
— ¡Estoy furiosa! — exclamé acercándome a él, anticipando
mis acciones dejó la guitarra a un lado y se puso a la defensiva.
Me detuve firmemente frente a él y con todas mis fuerzas le
di una, dos, tres bofetadas… le hubiera dado una cuarta si no fuera porque me
empezó a doler la mano. Jeraseth las recibió sin inmutarse, ni siquiera se
limpió el hilillo de sangre que le escurría del lado izquierdo del labio
inferior. Sostuvo mi mirada desafiante e hizo una mueca dándome a entender “¿Eso
es todo?”
En respuesta me senté a horcajadas sobre sus piernas, tomé
su rostro con ambas manos y le di un beso, un beso que lo tomó tan de sorpresa
que no supo corresponderme.
— ¡Abre la boca! — le exigí presionando las articulaciones
de su mandíbula, él cedió y lo besé apasionadamente introduciendo mi lengua
dentro de su boca.
Lo besé largo rato degustando el sabor a licor que tenía su
boca. La alcoba estaba cálida pesar de que las puertas del balcón se
encontraban abiertas, en la chimenea ardían algunos leños y en el aire flotaba
un ligero aroma de sándalo. Jeraseth puso sus manos en mi cintura, pero yo me
liberé con enfado de su abrazo.
— ¡Tus manos entrelazadas y detrás de tu nuca! — le ordené,
él obedeció con una sonrisa dispuesto a dejarme hacer.
Le desgarré la camisa para lamer su cuello, morder sus
hombros, retorcer sus pezones y acariciar su vientre. Jeraseth soportó mis ataques
sin moverse y mordiéndose los labios para no emitir ni un gemido. Sentía su
miembro viril enhiesto y caliente presionando contra mi pubis, pero mantuvo sus
manos entrelazadas detrás de su nuca.
Me puse de pie para quitarme el vestido y le indiqué que se
desnudara. En la espalda aún tenía las marcas del látigo que le dejé en nuestro
anterior encuentro.
— ¡No me toques! — le grité cuando hizo un ademán de tomarme
entre sus brazos para llevarme al lecho — siéntate al borde de la cama con las
piernas separadas.
Obedeció, ya conocía ese juego. Me arrodillé entre sus
piernas para lamer con ansias su sexo. Luego levanté mi rostro, sabía que le
mostraba la imagen de una bacante ebria de deseo, con las pupilas dilatadas y
los labios enrojecidos… introduje dos dedos en mi boca y los chupé para
ensalivarlos, él ya sabía lo que venía a continuación.
Se apoyó con una mano sobre la cama, levantó un poco las
caderas y con la otra mano sujetó sus testículos para facilitarme el acceso a
aquella zona de su cuerpo. Tanteé su entrada y él se relajó para facilitar mi
propósito, se tensaba con los dildos pero le gustaba cuando usaba mis manos. Lentamente
lo penetré con mis dedos, sus jadeos me confirmaron que lo disfrutaba y volví a
atender con mi boca su miembro viril. Sentía mis entrañas latiendo y mis
fluidos goteando.
— Sigue — murmuró entre jadeos — así quiero tenerte siempre,
de rodillas a mis pies, devorando mi verga como una puta.
Tuvo suerte que yo reaccionara retirando mis dedos de su
interior antes de que mi rabia revelara mi aspecto bestial. Me incorporé y lo
tumbé sobre la cama con un zarpazo, mi mano se había transformado en una garra
y le dejé tres arañazos ensangrentados cruzando su pecho. De inmediato me monté
a horcajadas sobre él y me empalé con su miembro erecto que se deslizó en mis
entrañas húmedas y palpitantes. Jeraseth alargó la mano y estrujó uno de mis
pechos.
— ¡Te dije que no me tocaras! — exclamé dándole un zarpazo
en la mejilla — mantén tus manos entrelazadas y detrás de tu nuca.
Obedeció con una sonrisa a pesar del arañón que le había
dejado en el rostro y empecé a cabalgarlo furiosamente.
— ¿Ya aprendiste la lección, hijo de Nergal? — le pregunté
sin dejar de moverme de arriba para abajo mientras apretaba su tráquea — no
matarás ni lastimarás a mis amigos.
Jeraseth sostuvo mi mirada, se mordió los labios y asintió levemente.
Retiré mi garra de su cuello y seguí cabalgándolo hasta que el placer me
envolvió en una oleada cálida y me desvanecí jadeante sobre su pecho. En ese
momento él aprovechó para tomarme de las caderas y hacerme dar la vuelta quedando
encima de mí, empezó a embestirme bufando como un animal salvaje y colocó una
mano alrededor de mi cuello.
— ¿Y tú, princesa pleyadiana, también aprendiste la lección?
— me preguntó mientras ejercía la presión suficiente para dificultarme la
respiración — si no me rechazas no tendré motivos para matar o lastimar a tus
amigos.
Me negué a responder y Jeraseth ejerció un poco más de
presión, sujeté su brazo para hacerle saber que estaba empezando a apretar demasiado
fuerte, pero él no desistió, repitió la pregunta y asentí… entonces retiró su
mano y me besó apasionadamente. Rodeé sus caderas con mis piernas haciendo
traba con mis tobillos y enlacé mis brazos alrededor de su cuello, Jeraseth sabía
lo que yo quería cuando hacía eso, se levantó sosteniéndome entre sus brazos y
me llevó a la terraza.
Bajo el cielo azul y púrpura desplegué mis alas de plumas
blancas y él desplegó las suyas, esas alas oscuras y membranosas semejantes a
las de un murciélago y que él pretendía que eran parecidas a las de un dragón.
Sus alas habían sido restauradas y mejoradas con implantes mecánicos después de
que Vesphurs se las desgarrara a zarpazos y mordiscos la vez que se enfrentaron
en duelo.
Nos elevamos en el cielo en una cópula aérea. Sentí su energía
cargada de pasión emanando de la abertura de su pecho y su intención de hacer
lazos. El nido de mi pecho, en donde se están gestando las dos gemas que hemos
procreado, se abrió para recibir su energía que alimenta a nuestras gemas y correspondí
a su deseo entrelazando su lazo rojo con hilos azules que se extendieron
buscando la abertura de su pecho. Lo sentí estremecerse llegando al orgasmo y
su placer desencadenó en mí una deliciosa oleada de sensaciones.
Descendimos y nos quedamos tendidos sobre la hojarasca, estábamos
exhaustos pero satisfechos y complacidos por el nuevo lazo que habíamos creado.
Finalmente estábamos en paz.
— Creo que esta noche se celebra el cumpleaños de uno de tus
amigos — me comentó mirando el cielo en el que empezaban a aparecer unas
estrellas pálidas — ¿Te gustaría que fuéramos?
— Sí — le respondí — será la
primera celebración en el Reino del Este.
Cuando llegamos encontramos una celebración sencilla pero
amena. Los carromatos de los cíngaros estaban dispuestos en un círculo y unidos
por cadenetas de telas coloridas y campanillas, supe que también era un hechizo
de protección. Leo estaba rodeado de sus amigos, vestido a la usanza de su clan
y su cabellera dorada cayendo como una cascada de rizos hasta su cintura, sonrió
al vernos y nos acercamos. Lo saludé con un abrazo y él me correspondió con un
sonoro beso en cada mejilla, luego le extendió la mano a Jeraseth. Sabía que se
me notaban las huellas que la mano de Jeraseth había dejado alrededor de mi
cuello y él tenía la marca de mi zarpazo sobre su mejilla.
— ¿Ya empezaron con la fase tóxica? — nos preguntó Leo con
una sonrisa divertida, pero en su mirada había una advertencia que Jeraseth
entendió.
— ¡Brindemos! — exclamó César pasándonos una bota de vino.
Luego Jeraseth y yo dimos una vuelta por el lugar. Había una
mesa larga con bocadillos, varias fogatas, bailarinas, músicos y saltimbanquis
por doquier. Nos encontramos con Mordred quien estaba conversando con un grupo variopinto
de artistas circenses.
— Necesito hablar con ella por un momento — le dijo a
Jeraseth quien asintió, pero indicándome que no demorara demasiado.
Mordred me tomó de la mano y me llevó hasta la mesa, allí me
levantó la barbilla y examinó las huellas que Jeraseth me había dejado en el
cuello.
— ¿Esta vida fue la primera vez que le dijiste a Jeraseth que
no te quedarías con él? — me preguntó frunciendo el ceño, yo asentí — entiendo,
no está acostumbrado a que lo rechaces. Tuvieron suerte, las leyes de Gaia
evitaron que Jeraseth hiciera algo peor y Nergal arregló lo mejor que pudo el error
que cometió su hijo para evitar que su nombre se viera involucrado en un serio problema.
— Ya estamos en paz, Mordred — le dije — no quiero volver a hablar
del asunto.
— Entiendo, él recibió su castigo y no queda más que aceptar
como arreglaron el incidente — dijo Mordred — pero ¿sabes lo que hubiera hecho Jeraseth
en un mundo medieval? ¿te imaginas tu aldea arrasada por el fuego mientras que
él te llevaba a la fuerza en su caballo o tu castillo sitiado por sus tropas y
tu gente muriendo de hambre hasta que tú aceptaras entregarte a él?
No era necesario que me lo dijera, ya lo había pensado.
— ¿Ahora entiendes el recelo de mi madre por los segundos
consortes rojos? — me preguntó — los rojos son arrogantes y violentos, se
obsesionan con las azules.
— Jeraseth nunca se había comportado así — le refuté
intentando disculpar a mi segundo consorte.
— Porque nunca lo habías rechazado — me refutó airado.
— Jeraseth me ama — le respondí.
— No lo dudo, te ama, pero también está obsesionado y los
celos pueden convertirlo en una amenaza — prosiguió — ya has visto cómo
reaccionó ante una negativa de tu parte: dile que no y verás tu ciudad asediada
por sus ejércitos, dile que no y verás tu mundo bombardeado por sus naves, dile
que no y verás el bosque celta ardiendo.
Sabía que Morrigan no aprobaba mi unión con Jeraseth, pero
nuestro matrimonio era una alianza con los anunnakis pactada por Killa y Nergal
desde antes de nuestros nacimientos. Incluso Nergal no se había enojado cuando
me presentaron a otros pretendientes rojos pues decía que su hijo y yo estábamos
hechos el uno para el otro. Hace un mes había escuchado a Morrigan conversando
con Nimué, ellas esperaban que yo pidiera la anulación de mi matrimonio con
Jeraseth para tomar a Lucien como primer consorte y a Mordred como el segundo, se
habían desilusionado al comprobar que mi deseo por Lucien solo era por el
cuerpo que él estaba ocupando y que nunca desposaría a mi hijo. En esos
momentos los músicos empezaron a tocar esa canción.
Run for
your life
The empress
is here, torture and fear
Run for
your life
The beast
has appeared, the end is near
Había supuesto que el apuro de traer de otra realidad al
pequeño Merlín era una precaución ante una eminente amenaza de Sheithan, ahora
comprendía a quien llamaban la bestia.
Merlin, son
of a fallen angel
Merlin, a
legend of the past
Foretold
the story of two dragons
Fighting
for the land
His name will
live forever
— No, Jeraseth no se volverá como Sheithan — le dije a Mordred,
pero la duda me amargó la boca y ensombreció mi corazón — él no es el hijo del
dragón.
— Cálmate, Lilith — me dijo acariciando mi mejilla —
Jeraseth no se volverá como Sheithan porque yo no lo permitiré, yo soy el hijo
del dragón.
— Entonces ¿serás tú quien incendies aldeas y asedies castillos?
— le pregunté.
— No, yo soy el hijo del dragón que luchará para proteger las
tierras celtas — me respondió — ahora ve con él, pero recuerda, estaré
vigilándolo.
Jeraseth estaba conversando con el grupo de artistas
circenses, me dirigí a su encuentro, pero Morrigan se me interpuso.
— Debemos de hablar sobre tu
segundo consorte — me dijo Morrigan, sabía que tarde o temprano tendríamos esa
conversación y estaba preparada.
— No te preocupes — le respondí — cuando mi hija Luana tenga
la edad y la experiencia necesaria para ocupar el Trono de la Luna abdicaré
entregándole la corona y el cetro, entonces me marcharé con Jeraseth a nuestra
villa en el bosque de otoño en el Reino del Eterno Ocaso. Hace tiempo tomé esa decisión,
además es lo que Luc quería que hiciera.
— Tú no te puedes marchar ni abdicar, eres la reina de las
tierras celtas hasta que llegue tu tiempo de ascender — me dijo para mi
sorpresa — Lilith y Lucipher deben de estar juntos.
— Lilith y Lucipher son dos títulos que no volverán a usarse
— le respondí — Luc fue el último Lucipher, ese título murió con él. Y yo
renuncié al título de Lilith, subí al Trono de la Luna con mi verdadero nombre,
yo soy Lily Anne la gris.
— Puedes llamarte como quieras, pero sigues siendo Lilith —
me refutó — y mi hijo es…
— ¡Tú hijo no puede recibir el título de Lucipher solo
porque un puñado de idiotas lo llamen así! — exclamé y me di cuenta que mi voz había sido
un graznido, mis manos se habían convertido en garras y mis alas, con plumas
afiladas como navajas de argento, estaban desplegadas. Morrigan dio un paso
atrás y bajó la cabeza.
— Mi hijo es el hijo del dragón —
murmuró — y tú no puedes escapar de tu destino, te llames Lilith o Lily Anne la
gris… tú vislumbraste tu futuro cuando tomaste el cetro en el centro del laberinto,
te viste sentada en un trono en lo alto de una colina, estabas vestida de
blanco y tenías un cetro de plata coronado por un zafiro… a tu lado se alzaba otro
trono donde estaba sentado un guerrero vestido de negro, él llevaba la armadura
del dragón y empuñaba una espada de hielo llameante…
— Es cierto — le respondí recordando esa visión — y yo llevaba
un anillo de oro con un rubí en el dedo anular, este mismo anillo que me dio Jeraseth
cuando nos casamos… vi una planicie, bosques, castillos y fortalezas en la
lejanía… el guerrero que estaba sentado a mi lado llevaba la armadura del
dragón, pero el cielo detrás de nosotros era azul y púrpura. Tal vez tengas
razón y ese guerrero sea tu hijo… entonces confía en el destino, los dos se
llevarán bien.
— Créeme que es lo que más deseo por el bien de todos — me respondió
Morrigan — si uno de los dos cede tal vez se lleven bien, pero mi hijo no será
quien…
— No tienes que decirlo, Morrigan
— le respondí volviendo a mi apariencia habitual — yo me encargaré que sea Jeraseth
quien ceda. Y tú, toma a tu hijo y termina de criarlo, todavía se comporta como
un niño en el real. Jeraseth no agachará la cabeza ante un dragón de peluche.
Morrigan asintió y se retiró. Me dirigí a donde me esperaba
Jeraseth, noté que estaba a la defensiva y supe que había visto mi encuentro
con Morrigan y mi transformación.
— ¿Qué pasó? — me preguntó preocupado.
— Pasó que le dejé en claro a Morrigan que tú eres mi
segundo consorte y nunca pediré la anulación de nuestro matrimonio — le expliqué
tratando de no exagerar el asunto.
— ¿Por qué nuestro matrimonio es una alianza con los
anunnakis? — me preguntó.
— Porque te amo — le respondí, le eché los brazos al cuello
y le di un beso.
Fuimos a sentarnos con el grupo de juglares rojos que solían
invitarse por iniciativa propia a todas las celebraciones que se hacían en el
astral azul, estaban conversando y bebiendo vino alrededor de una de las hogueras.
Un rato después Mordred se nos unió con una fuente de bocadillos.
— Eso no alcanzará para todos,
traeré otra fuente — dijo Jeraseth poniéndose de pie, supe que era un pretexto
para que Mordred pudiera hablar libremente conmigo.
Mordred se sentó a mi lado. Esperaba sus preguntas, advertencias
y reclamos, pero al parecer ya había hablado con su madre.
— Dame una oportunidad, te juro que no te defraudaré — me
dijo.
— ¿Cuándo te convertirás en el dragón que empuña la espada
de hielo? — le pregunté.
— Cuando tú te conviertas en Lily Anne la blanca — me
respondió.
— ¿Tendré que caer a un abismo y luchar contra un balrog? —
le pregunté usando la referencia.
— Ya caíste — me respondió — pero no es necesario que luches
contra el balrog, será suficiente con que lo domestiques.
Jeraseth regresó con una bandeja de jamones, salchichas y
quesos. Tomó un pedazo de salchicha bastante grande y se lo embutió en la boca
a Mordred quien no tuvo más opción que tragársela. Luego se sentó a mi izquierda
y me hizo lo mismo, aunque con más delicadeza.
— ¿No les parece extraño que Mortwuld no esté en la
celebración? — les pregunté para iniciar una conversación, pero ellos se
alzaron de hombros.
Pasamos un rato más conversando, bebiendo y comiendo con los
juglares. De vez en cuando miraba al resto de personas buscando a Mortwuld,
pero no lo encontré.
— Mi amor, ya es hora de que regresemos a la villa — me dijo
Jeraseth y luego se dirigió a Mordred quien estaba bastante ebrio — ¿vienes con
nosotros?
— Ni loco — le respondió Mordred trastabillando al ponerse
de pie — la última vez que fui intentaste emborracharme con ese licor de bayas
rojas.
— Te prometo que no volveré a hacerlo — le dijo Jeraseth
sujetándolo del brazo.
— No confío en tu palabra — farfulló Mordred apoyándose en Jeraseth.
— El licor de bayas rojas te cayó mal y fui yo quien tuvo
que limpiar todo tu vómito de la alfombra, no quiero repetir la desagradable experiencia
— le respondió Jeraseth — además ya estás borracho, no necesito darte de beber
más trago.
— Tus argumentos son buenos, entonces los acompaño — aceptó Mordred
tambaleándose.
Llegamos a la villa prácticamente arrastrando a Mordred.
— Yo me hago cargo de ponerlo cómodo — me dijo Jeraseth
llevando a Mordred a nuestra alcoba y haciéndome un gesto indicándome que los
dejara solos por un momento — mientras tanto trae los cigarros que se quedaron en
la biblioteca.
— ¿Estuviste leyendo? — le pregunté gratamente sorprendida.
— No, tú los dejaste allí — me respondió — te digo que los
traigas ahora para que luego no me los estés pidiendo cuando ya estemos en la
cama.
Fui a la biblioteca por los cigarros, cuando calculé que Jeraseth
había tenido el tiempo necesario para convencer a Mordred, subí a nuestra
alcoba. Los encontré a ambos desnudos en la cama… y Mordred estaba
profundamente dormido.
— ¿Qué pasó, lo pusiste demasiado cómodo? — le pregunté a
Jeraseth tomando un cigarro.
— Si, y se ha quedado dormido encima de mi brazo — me
respondió fastidiado.
— Al menos no te vomitó encima — le dije encendiendo el
cigarro en la flama de una vela.
— ¿Y ahora que hacemos? — me preguntó Jeraseth sacando su brazo
de debajo de Mordred.
— Pues échale una manta encima — le respondí dando una calada
— no le vaya a dar frío y luego tengas que limpiar aguas menores.
Liliana Celeste Flores Vega – 18 de agosto del 2021
Canción: Merlin - Legends for the Past - Freedom Call
Imagen: Luis Royo