in girum imus nocte et consumimur igni

in girum imus nocte et consumimur igni

domingo, 22 de diciembre de 2013

Lord de las Nieblas

Nadie sabe su nombre...
es un vagabundo de largos cabellos cenicientos
y ojos sin color.

Se dice que es un noble guerrero que perdió el honor
y ahora vaga envuelto con un manto de neblina
cubriendo su vergüenza y arrastrando su dolor.

Con la armadura mellada, el escudo desvencijado,
la espada sangrante y el yelmo roto
emergió de su sepulcro
oculto en el lado oscuro de la luna
obedeciendo el conjuro
de un arcángel de ojos violetas.

Se dice que se volvió  mercenario
y que el devorador de almas le prometió la inmortalidad
si le trae a la princesa fugitiva que huyó hacia el mar.

Nadie sabe su nombre...
el vagabundo va siguiendo las huellas
del breve pie de la princesa sobre la arena.

Liliana Celeste Flores Vega - 1998

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Vampiro

Un vampiro surgió de su hondo sepulcro acre
turbando la castidad de mi sueño de somníferos.

Llegó montado en un corcel negro con ojos de fuego
su rostro cubierto por un antifaz,
la oscura cabellera como cortina de noche
sobre los hombros.

Impetuosamente se abalanzó sobre mí
sediento de mi sangre estaba el vampiro...
sus colmillos se clavaron en mi cuello
y bebió con frenesí.

Los fármacos me habían hecho olvidar la fecha
pero mi instinto se doblegó a sus caricias
reconociendo en el vampiro enmascarado
a mi príncipe de tinieblas.

Y mi pecho correspondió las ansias de su pecho,
le ofrecí mis labios para que libara el deseo
y mi cuerpo para que saciara su lujuria
que se desencadenó sobre mi piel desnuda.

Y las estrellas pagaron el precio
de una noche inflamada de voluptuosidad sagrada,
íncubo de mi alcoba, caballero de mis leyendas
entre sus brazos me sentí prostituta y reina.

El esposo tomó a su esposa y no hubo reproches
los besos no necesitaron de palabras
ni las caricias pidieron permiso
para invadir territorio prohibido.

Y el vampiro partió con el alba
dejándome ebria de sangre y saciada de impudor.

Liliana Celeste Flores Vega - agosto de 1999


lunes, 11 de noviembre de 2013

Preludios de Borrasca

Preludios de Borrasca

La Luna como un curvo puñal de plata... en la lejanía preludios de borrasca.

- Lo sabía, siempre la misma historia repetida de mar y luna... sabes que tengo el derecho de obligarte a permanecer a mi lado... pero no lo haré, muchas veces te he puesto cadenas y solo he conseguido que tu cariño se trocara en odio... no es necesario que esperes a que se cumpla un año y un día para quedar libre de los lazos que te atan a mí, yo te libero... puedes irte con él ahora mismo si así lo deseas.

Ni amenazas ni reproches... está sentado en el lecho abrazando un almohadón y me esboza una triste sonrisa que me duele más que un ardiente cuchillo clavado en las entrañas.  Tomo mi bolso de viaje... el espejo de denegrido marco de plata, la bola de cristal, los naipes mágicos... y no puedo seguir empacando.

- Te quiero...
- Lo sé, me quieres... pero no me amas.
- Te voy a extrañar...
- Seguiremos viéndonos por nuestras obligaciones como shamanes y por nuestros hijos.
- Si, seguiremos viéndonos... pero... ¿si necesito hablar contigo?
- Tienes el espejo.
- Eh... me refería a...
- Puedes escribirle a mi hermano.
- Si, claro.

El libro de sombras, un cofrecillo... termino de empacar.

- Bueno... me voy.
- Los senderos del limbo aún no son seguros, que te acompañe la escolta.
- Está bien... cuídate.

Salgo de la habitación y cruzo el amplio salón en penumbras pero antes de llegar al portón me detengo y regreso... él sigue sentado en el lecho con el almohadón aferrado entre sus brazos, al sentir mi presencia hace un movimiento y oculta su rostro con sus cabellos.

- ¿Olvidaste algo?
- Si.

Me acerco a él, levanto su rostro, su mirada empañada por las lágrimas... lo beso pero él esquiva mi boca.


- No... no quiero tu lástima.
- No es lástima... 
- Si vas a decirme que en la puerta te diste cuenta que estás enamorada de mi... 
- Simplemente sentí un deseo irresistible de besarte.

- ¿Un antojo?
- Si, un antojo por el embarazo.


Me ofrece sus labios y lo beso tumbándolo sobre el lecho.

- Hum... ahora tengo deseos de acariciarte y de hacerte otras cositas.
- Entonces... ¿debo de dejarme hacer todo lo que desees por el bienestar de nuestro bebé?
- Exactamente... todo lo que yo desee.

- Pero él debe de estar esperándote.
- Pues que espere o que se entretenga haciendo marejadas.

La Luna cobijada entre las sombras... en la lejanía el mar azotando los acantilados.

- ¿Puedo venir cuando tenga deseos de verte?
- Solo si de verdad deseas verme... no lo hagas por lástima.
- Te avisaré enviándote una libélula.
- No es necesario, tienes la llave, puedes venir cuando lo desees... yo siempre estaré esperándote.
- ¿Siempre?
- Si, siempre... sé que llegará el día en el que te aburrirás del ruidoso vaivén de las olas y buscarás el tranquilo abrazo de las tinieblas.



Liliana Celeste Flores Vega - marzo 2009

miércoles, 12 de junio de 2013

La danza de la hechicera fantasma

Y desde aquella noche en la que el Principe de la Muerte
puso en mis manos el cirio que nunca se apaga
Celesta danza en mis sueños como una bruja ebria de luna.

Cada luna llena la argentina risotada de la Hechicera Fantasma
quiebra mis sueños de noches vagas,
ella usa mis manos para trazar extraños signos
y mi voz para cantar sus apócrifas oraciones paganas...
cabalga sobre su espantable unicornio
acompañada por sus guerreros de ultratumba,
jinetes sobre esqueléticos corceles negros
y como tropel enajenado descienden sobre los sueños para cazar almas.

Ella es una vampiresa que sabe disfrazarse de cándida niña

y por igual usar ardides de ramera para seducir y engañar
a aquellos que ella escoge para saciar su sed de sangre.

Celesta es una bruja que sabe de las artes oscuras

y si un amante la satisface no duda en convertirlo
en un caballero de su séquito espectral,
entonces le otorga un corcel fantasmal y una espada...
y si el elegido honra a la luna en los altares de Sodoma,
flagela su cuerpo con látigos y hiere su carne con cuchillos
ella le revelará los secretos de la alta magia
que el Príncipe de la Muerte descifra bajo la luz de su cirio.

Y desde aquella noche maldita a los ojos de dios

la Hechicera Fantasma danza en mis sueños
embriagándome de luna y de magia.

Liliana Celeste Flores Vega - 21 de mayo de 1991

jueves, 11 de abril de 2013

Preludios de Morte

Preludios de Morte

Llego a casa... medianoche de preludios azules... la Fantasmala me sonríe desde mi reflejo en el espejo... la llamada de mi hassassin me saca de mis elucubraciones para descifrar su sonrisa enigmática.

La luna de plata entre nubes enmascaradas... teje, teje su tela la araña milenaria... la sílfide de alas ligeras danza con las libélulas.

Nos encontramos en el vagón que lleva a ninguna parte y me lleva al puente sobre la quebrada mudo testigo de nuestras promesas... en la torre de la iglesia del cura sin cabeza graznan dos cuervos, la sombra de la guadaña de Thanatos.

Compramos una botella de vino... no es nuestro acostumbrado refugio pero mejor así, aquí no hay huellas que los grises puedan seguir.

La carcajada argentina de la Degolladora en confabulación con la Emperatriz Niña de los cuentos de hadas.

El hada verde en coloquios de amor y muerte con el vampiro. Madrigales del poeta de la fantasía... horas consumidas por las flamas hasta que se hace el alba.

La niebla de la mañana nos trae esencia de jazmín... él acaricia mi vientre y el rocío empañando la ventana es preludio a mis lágrimas.

Pero él ignora mi ruego... acaricio su cabello mientras llora sobre mi regazo y recuerdo... recuerdo mis vidas en mundos rojos y azules, las guerras, las pestes y todas las veces en que por mandato de la Degolladora empuñé una daga y corté la garganta de un niño nacido de mi vientre... aquellos habían sido hijos habidos con mis guerreros, concebidos para ser sacrificados.

Burbujea sobre la cuchara... extiendo mi brazo, él clava la aguja en mi vena pero la retira.

Nos despedimos... no puedo evitar llorar.

Tomo el bus y paso por aquella casa ahora en ruinas en la que llevé mi convalecencia de aquél accidente y entre nubes de opio, sándalo y pachulí lo confundía con Thanatos velando al lado de mi cama... ¿lo seguiré amando cuando deje de ser él?


Liliana Celeste Flores Vega - abril 2008