in girum imus nocte et consumimur igni

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jueves, 31 de enero de 2008

La visita del Guerrero de Fuego

La visita del Guerrero del Fuego (escrito en 1989)

Mi prometido me había dicho que iría a buscar a un sabio quien moraba en el destierro para que le ayudara a descifrar unos pergaminos mágicos... Andras me había dicho que tenía que asistir a una ceremonia... así de que no me quedó mas remedio que ver una película hasta que el sueño aleteó a mi lado.

Apagué el televisor, me lavé la cara y me puse mi camisón... me acosté y me arropé pero acostumbrada a recibir visitas del más allá no podía conciliar el sueño, me sentí tentada de invocar a los espectros pero mi prometido me había prohibido hacerlo y solo me permitía recibir a Andras, mi guardián, en mi aposento.

Sin mi prometido y sin mi guardián la noche se me hacía muy larga, finalmente el tedio me hizo cerrar los ojos y caer en un sueño vacío... mi intuición me sacudió de mi letargo, por los caminos astrales cabalgaba un espectro... un relámpago de fuego en mi jardín, aullidos de lobos... me incorporé sobresaltada en mi lecho.

En medio de mi estancia estaba de pie con desparpajo el Guerrero del Fuego... me sonrió con descaro, echó hacia atrás su cabellera azabache, permitió que su capa negra se deslizara y cayera al suelo... dejó su espada, se acercó a mí, me saludó con un gesto de caballero pero sus ojos azul zafiro recorrieron mi desnudez con irreverencia.

Me apresuré a cubrir mis hombros con mi bata, él me dijo: “No temas Luna Fantasma... no te lastimaré, soy un caballero... me presenté para saludarte pues supe que ésta noche estarías sola, creí que te agradaría charlar un rato conmigo”

Y sin esperar mi consentimiento se sentó a mi lado. Le respondí algo turbada: “Mi prometido no tardará en llegar y aunque eres su camarada no me parece correcto que te encuentre aquí”

Me sonrió, acarició mi mejilla y me respondió: “Él no vendrá ésta noche pues ha ido a buscar al sabio desterrado para consultarle si es posible reemplazarme en el ritual”

El Guerrero del Fuego continuó: “La Muerte era mi esposa, ahora estamos divorciados... tú sabes que ella está prisionera en la torre, para liberarla se necesita el poder de los cuatro elementos y que uno de sus amantes ofrezca voluntariamente tres veces su sangre... pero el Guerrero del Este no quiere que yo participe en la ceremonia”

Yo sabía que los Cuatro Caballeros de la Muerte representaban a los cuatro elementos, pero ¿quién ofrecería su sangre tres veces?... aunque el Guerrero del Fuego me intimidaba, venció mi curiosidad y le pregunté: “¿Quién será el guerrero que ofrecerá tres veces su sangre para liberar a La Muerte?”

El Guerrero del Fuego me respondió: “El guerrero que ofrecerá tres veces su sangre puso su espada y su vida a tus pies porque tú eres la marioneta fantástica que La Muerte maneja... él está loco porque se embriagó con el brebaje de la luna”... y concluyó con una siniestra risotada.

Cuando supe que el guerrero que se ofrecería como víctima era el Guerrero de la Luna de los Hielos le pregunté al Guerrero del Fuego cuándo celebrarían el ritual... él volvió a acariciar mi mejilla, acercó su rostro al mío insolentemente casi rozando mis labios con los suyos percibí su respiración jadeante y su deseo impuro.

Deslizó su mano desde mi mejilla hasta mi mentón, levantó mi rostro obligándome a fijar mis ojos en los suyos, la mirada del espectro me envolvió en su hipnotizante misterio, sentí una de sus manos deslizándose por mi hombro, bajó los tirantes de mi camisón y dibujó el contorno de mi seno.

Sentí su aliento en mi cuello... con la otra mano acarició mi nuca forzándome suavemente a ofrecerle mi garganta, sus labios se deslizaron húmedos por mi cuello y mis hombros... me tumbó engañosamente en el lecho, reaccioné y le di una bofetada con todas mis fuerzas.

Recibió la bofetada sin inmutarse... solo su oscura cabellera se estremeció con el golpe, me sonrió con malicia, se relamió la sangre que brotaba de sus labios en un fino hilillo, y me dijo: “El fuego no puede reemplazarse... me necesitarán en el ritual, deberías de ser más amable”

Indignada hice ademán de repetir el golpe, él se puso de pie y añadió: “Veo que mi presencia te desagrada... me retiro, solo te diré que todos estamos reunidos sobre la realidad y pronto haremos el ritual, el Señor de los Dos Cetros se levantará de su tumba y el Templo de la Luna que yace bajo las arenas del Tiempo será desenterrado”

Aunque deseaba hacerle muchas preguntas no retuve al aparecido, sostuve su mirada afirmándole que su visita no me complacía... él resentido se puso su capa, tomó su espada, me lanzó un beso insolente y se marchó montando su brioso corcel bermejo dejándome perdida en divagaciones acerca del Señor que resucitaría y del Templo de la Luna.

martes, 22 de enero de 2008

Los Cuatro Caballeros de la Muerte

Los Cuatro Caballeros de la Muerte (1988)

Era una de ésas tardes en las que el ocaso es de bronce por las cenizas del verano y el bochorno vespertino nos vuelve perezosos y apáticos... para distraer mi caluroso aburrimiento tomé la Biblia y salí al jardín para leer sentada en mi escalera mientras que tomaba el fresco.

Cuando cayó la noche entré a mi casa, cené y no teniendo nada más que hacer decidí descorrer la cortina que cubría mi espejo y practicar sortilegios para conjurar a los espectros... disipadas las nieblas que cubrían el misterio el espejo me mostró una vasta llanura en donde cabalgaban cuatro jinetes: El primero era un guerrero con armadura de plata con adornos de oro, llevaba su rubia cabellera atada en una coleta y una espada rutilante en la mano, montaba un hermoso corcel blanco con crines de argento. El segundo era otro guerrero con una armadura dorada que contrastaba con sus largos cabellos negros, llevaba una lanza, una espada y un escudo, montaba un brioso caballo bermejo y lo seguía una manada de lobos. El tercero era un caballero vestido de negro con una insignia roja en el pecho, sus largos cabellos castaños que despeinaban el viento cubrían su rostro, llevaba solo un puñal al cinto y montaba un animoso caballo bruno. El cuarto jinete era el misterioso caballero que me visitaba, pero había cambiado su capa de tinieblas por una de piel de zorro y llevaba su espada al cinto, montaba su fantasmagórico corcel esquelético.

Borré la visión con un par de pases y conjuré otro sortilegio, tenía curiosidad de espiar a la princesa encantada de la torre de ámbar: Ella estaba tumbada en su diván de terciopelo granate vestida con un camisón negro y a sus pies su eterno enamorado, el joven guerrero que había conseguido la mística espada desafiando los secretos de la montaña de los hielos eternos.

Cubrí el espejo con un velo negro, me puse mi camisón y me acosté, esperaba, como todas las noches, a mi misterioso amante pero como lo había visto cabalgando por la llanura con sus camaradas imaginé que demoraría y decidí pasar el tiempo leyendo un libro que había dejado pendiente la noche anterior sobre mi velador pero me sentí envuelta por un cansancio zalamero, apagué mi lámpara, el chirrido de los grillos era una cortina musical persuadiéndome al sueño... dormida escuchaba el traqueteo de los cascos de los cuatro caballos como si quisiera meterse en mis sueños de castillos y muñecas, un relincho conocido se coló por la ventana de mi dormitorio, una mano gélida se introdujo ente mis sábanas buscando mis hombros desnudos, el vaho de su respiración anhelante en mi mejilla y un beso en mi cuello me hicieron abrir los ojos, le sonreí a mi amante y enlacé su cuello con mis brazos invitándolo a que me bese en los labios, él me besó y me dijo: “No te enojes pero he venido con tres compañeros”... entonces reparé en los tres espectros que eran los tres jinetes con los que lo había visto cabalgar en la llanura.

Tomé mi bata, cubrí mis hombros y le respondí: “No me enojo, me alegra de que me presentes a tus compañeros, los vi cabalgando en la llanura por la magia de mi espejo, diles que son bienvenidos... ¿por casualidad ustedes son los Cuatro Jinetes del Apocalipsis?”... añadí en broma pero ellos me miraron serios y asintieron.

Pasada la primera impresión les sonreí hospitalariamente, mi amante se sentó en el lecho a mi lado y me dijo: “Nosotros preferimos llamarnos los Cuatro Caballeros de la Muerte... ellos me pidieron que los traiga para presentarte sus saludos, espero no haberte incomodado”

El primero en presentarse fue el caballero del corcel blanco, se acercó a mi, hizo una reverencia y me dijo: “Yo soy el Guerrero del Trueno... mi reino está en el norte, manejo el aquilón y mi poderío es sobre todas las criaturas que habitan en los bosques y en las cavernas de la tierra”

El segundo en presentarme sus respetos fue el caballero del caballo bermejo, me saludó con aire marcial y me dijo: “Yo soy el Guerrero del Fuego... mi reino está en el sur, manejo el austro y mi poderío es sobre todas las criaturas infernales que habitan en el fuego”

El tercero en saludarme fue el caballero del corcel bruno, con una sonrisa afable me dijo: “Yo soy el Caballero de los Mares... mi reino está en el oeste, manejo el céfiro y mi poderío es sobre todas las criaturas que habitan en las aguas”

Después de ésa presentación no me parecieron tan espantables y le dije a mi amante: “Ustedes representan a los cuatro puntos cardinales, los cuatro vientos, los cuatro elementos... eso te deja a ti el reino del este de donde sopla el euros y la potestad sobre todas las criaturas que habitan en la bóveda aérea... entonces tú eres...”

Un relámpago azul cortó mis palabras, un frío glacial invadió la habitación y el gélido vapor se condensó para dar forma a un espectro conocido: El joven guerrero de dorados cabellos... vestía un elegante traje de terciopelo negro con galones de plata, saludó a los cuatro caballeros quienes correspondieron su salutación con afecto y me dijo: “Saludos mítica princesa... he venido a presentarte mis respetos”

Yo le manifesté: “Yo te conozco, te he visto con la princesa de la torre, eres el Guerrero de la Luna de los Hielos... ¡felicitaciones por haber conseguido la mística espada!... veo que eres compañero de los Cuatro Caballeros, ¿eres tú el hidalgo quien representa a La Muerte?”

Y él me respondió: “La Muerte es una dama que se viste de nieblas, sus ojos son un cielo que de hermosos matan, ella es la princesa encerrada en la torre... yo la amo con locura y desenfreno... mi vida le he consagrado, mi muerte ella ha dictaminado y por eso a tus pies vengo a poner mi espada pues en éste mundo tú llevas el misterio de sus ojos en tu mirada”

Mi amante añadió: “Mi amor, tú sabes que eres una con la luna, es La Muerte quien te ha atado con sus mágicos hilos... ahora debemos de marcharnos... no temas caminar en el sendero oscuro pues yo te llevaré de la mano”

El Guerrero de la Luna desapareció entre nieblas, los cuatro jinetes montaron sus corceles y se marcharon.

sábado, 19 de enero de 2008

Luna de diciembre

Luna de diciembre

Sé que todas estas visiones pueden ser catalogadas de ensoñaciones pero una vez me sucedió algo muy extraño mientras estaba despierta y consciente: Yo tenía ocho años... recuerdo que era diciembre... una noche de diciembre...

No era muy tarde... tal vez serían las siete u ocho de la noche. Se había ido el fluido eléctrico (era algo cotidiano en aquellas épocas en la que los terroristas ponían bombas en las torres que abastecían de electricidad a la ciudad) y encendimos los lamparines que por costumbre teníamos preparados en una mesa en la sala. Mi madre y mi tía se pusieron a escuchar las noticias en el radio a pilas, me aburrí y decidí acostarme temprano, encendí una vela y me retiré a mi dormitorio.

Puse la vela frente al espejo y me dispuse a desenredar y trenzar mi cabello... tenía el peine en la mano y me miré al espejo pero no vi mi reflejo... respiré sobre el espejo y lo froté con la manga de mi camisón para limpiarlo creyendo que estaba empañado, entonces una silueta difusa se empezó a formar, seguí frotando el espejo para aclarar el que yo creía que era mi reflejo pero no lo era... cuando la silueta se definió el espejo me devolvió la imagen de un muchacho de unos catorce o quince años, de cabello rubio y ojos azules... por un instante nos quedamos mirándonos a los ojos estupefactos... él acercó su mano al espejo tanteando el vidrio, yo hice lo mismo... el vidrio había dejado de ser sólido para trasmutarse en una cortina de niebla y nuestros dedos se rozaron, un escalofrío recorrió mi espalda... al unísono retiramos nuestras manos... volvimos a mirarnos desconcertados, ambos examinamos nuestras manos... le sonreí, él volvió a poner su mano sobre el cristal invitándome con un gesto a que hiciera lo mismo, habiendo perdido el temor inicial lo hice... nuestros dedos volvieron a rozarse... un resplandor azul empezó a manar de ambos... una luz gélida que era como una caricia de invierno... entonces un golpe de viento apagó mi vela dejándome en tinieblas y el espejo volvió a ser de vidrio.

Volví a encender mi vela pero el hechizo se había desvanecido... desilusionada, me acosté deseando sentirme envuelta otra vez en el resplandor azul que se desprendía del aura del muchacho cuando vino Adramelech.

- ¿Fuiste tú quien abrió el portal o fue él? – me preguntó mi guardián muy enojado.
- No lo sé – le respondí temerosa – se fue el fluido eléctrico, encendí una vela y la puse frente al espejo... cogí mi peine para peinarme, me miré... el espejo parecía empañado, lo humedecí con mi aliento y lo froté con la manga de mi camisón... y sucedió...
- Te advertí que el espejo era peligroso – me dijo mi guardián con acento severo – no sé si felicitarte o enojarme contigo, acabas de hacer tu primer hechizo de magia absurda pero si las cosas se complican me culparán de irresponsable e ineficaz – murmuró para sí mismo – pequeña... no temas, no estoy enojado... dime, ¿el muchacho también estaba frotando el espejo? – yo asentí - ¿alcanzaste a vislumbrar si él también tenía una vela encendida? – yo volví a asentir – mmm... ¿cuándo sus dedos se rozaron una luz azul los envolvió a ambos? – asentí por tercera vez – maldición... hicieron un hechizo de magia absurda sincronizada...
- ¿Quién era ése muchacho? – le pregunté. 
- No puedo decirte quién es él – me respondió nervioso.
- ¿Por qué? – le pregunté intrigada.
- Eh… porque… porque no lo sé – en su semblante pude ver que estaba mintiéndome – sería un muchacho cualquiera, bueno, no tan cualquiera… de hecho que debe de ser un aprendiz de hechicero pero no tiene nada que ver contigo, olvídalo… y no vuelvas a hacer algo así con el espejo, no debes de volver a hacerlo.

Adramelech no me dijo más ésa noche.


Lógicamente su nerviosismo y su tenaz negativa de decirme quién era el muchacho aumentaron mi curiosidad de averiguarlo e imprudentemente lo desobedecí y practiqué conjuros para abrir el portal pero estos resultaron infructuosos.

jueves, 17 de enero de 2008

Un Vampiro invadiendo mis sueños

Un Vampiro invadiendo mis sueños (mayo 1991)

A un mes exacto de la noche en la que el espejo fue quebrado, los hilos de luna con los que la Hechicera Fantasma me había atado jalaron de mis manos obligándome a trazar un círculo mágico y respondiendo a la magia del pentagrama surgió de la noche un esquelético unicornio fantasma, lo monté y me llevó en alas del viento a un bosque sombrío... no sabía si soñaba o deliraba, desmonté de la criatura de fábula y me sentí una con la noche y mis pies dibujaron los primeros pasos de una danza febril y desbocada... y fue en medio del vértigo de aromas y lunas vagas que dos brazos masculinos ciñeron mi cintura deteniendo bruscamente el loco remolino de mi danza.

El vampiro me atrajo hacia sí, hundió su rostro en mi cabellera y susurró mi nombre en mi oído: “Celeste, acompáñame”... produciéndome un estremecimiento con la frialdad de su aliento que resbaló de mi cuello a mis hombros desnudos... no fue temor la sensación que me estremeció, diría que fue una oscura excitación al sentir su pecho tan cerca del mío y un deseo vehemente de saciar un apetito desconocido. El vampiro levantó mi rostro con una leve caricia, entonces pude verlo: Era el guerrero que se embozaba en su capa de tinieblas pero esta vez llevaba los atavíos de un caballero que asiste a una mascarada, pasó uno de sus dedos sobre mis anhelantes labios, echó hacia atrás su oscura cabellera dejando al descubierto su cuello, me hizo un gesto que no tuve necesidad de descifrar y clavé mis colmillos desgarrando su piel para beber el licor que con su calidez apagó aquella sed inexplicable.

Descansamos un momento recostados sobre la hojarasca, el cielo era un lienzo oscuro tachonado de diamantes gélidos... el vampiro acarició mis cabellos y aprovechándose de la dulce embriaguez que me envolvía recorrió mi anatomía con caricias... deslizó los tirantes de mi camisón dejando mis senos descubiertos, mordisqueó suavemente mis pezones, se incorporó para desabrocharse la camisa y con viril empuje unió su pecho al mío desflorando así a la vampira con la cópula que los inmortales practican, gemí como una paloma herida, él acalló mis gritos con su boca y al embrujo de sus besos fui cediendo bajo sus caricias correspondiendo a sus deseos con apasionada inocencia... sació su ímpetu sobre mi fragilidad de niña que aún no cumplía quince primaveras, el vampiro hizo suya a la hechicera y la magia del bosque se confabuló para que un elfo oscuro sedujera a una sílfide de alas ligeras.

Satisfecha la sed de sangre y de lujuria, paseamos por el bosque y él me enseñó a descubrir la belleza de la noche que florece oculta de la mirada ignorante de los hombres... así llegamos a lo más enmarañado del bosque y entre las raíces retorcidas de un viejo y retorcido roble se abría la negra boca de una entrada subterránea... el vampiro apartó las malezas y las ramas quebradas, me tomó de la mano y me invitó a descender por la oscura escalinata, mis pies vacilaron pero me aferré a él, mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y bajamos tantos peldaños que creí que él me conducía al infierno... finalmente desembocamos en una gruta y tras la cortina de agua de una cascada se encontraba una pétrea sala tan magnifica como los salones de los enanos bajo la montaña, una hornacina custodiada por dos dragones de piedra dominaba la pared principal y en ella estaba un candelabro con un cirio que arrojaba una luz fantasmal.

El vampiro se acercó a la hornacina, tomó el candelabro lo puso en mis manos y me besó en la frente... se acercó a una mesa de madera tallada en donde reposaban varios pergaminos añejos, los extendió y me hizo un gesto para que me acercara a primera vista estos me parecieron en blanco pero bajo la luz del cirio que yo sostenía aparecieron extraños signos y cuadros cabalísticos... él estudió los pentáculos y anagramas hasta que un murciélago le trajo el mensaje que la luz de la mañana amenazaba al horizonte y tuvimos que partir por ignotas sendas.


martes, 15 de enero de 2008

La Hechicera Fantasma

La luna llena brillaba en el cielo
más hermosa que en otros plenilunios
como si la magia le otorgara una belleza extraña
desde otro mundo.

Atraída por no sé que sortilegio
me acerqué al espejo: Vi a la princesa de la torre sentada
junto a la ventana, ella ovillaba una madeja de hilos de plata
y un joven guerrero de largos cabellos dorados
estaba arrodillado a sus pies
contemplándola con devoción sagrada.

La princesa se puso de pie y se acercó a su espejo,
a cada paso que daba se acercaba a mí
suplantando mi reflejo como una Hechicera Fantasma...
y cuando sus ojos estuvieron frente a los míos
un resplandor azul me envolvió
con la caricia del invierno.

Con una aguja de plata fue cosiendo los hilos de luna
mientras que el joven de largos cabellos dorados
la contemplaba a pocos pasos...
cuando terminó su extraño embrujo
mis manos se movían con las suyas
y sus ojos eran mi mirada.

Incrédula pero a la vez seducida
por tan rara magia que había conseguido
que ella pudiera manejarme desde su prisión
como si yo fuera su muñeca fantástica
no me percaté de que su sonrisa
disimulaba su maldad innata.

El joven de largos cabellos dorados se acercó,
la abrazó estrechándola amorosamente...
yo me sobresalté cuando sus brazos rodearon mi cintura
y supe que desde entonces yo era una con la Luna.

Liliana Celeste Flores Vega - diciembre de 1987

lunes, 14 de enero de 2008

Magia

Magia es una palabra
que puede crear ilusiones de la nada,
que puede crear sueños hermosos
con la luz de las estrellas
pero también puede convertirlos
en pesadillas siniestras.

Magia es una palabra
que puede ser sinónimo de hadas
danzando en un bosque florido
pero también demonios y espectros
bailan al compás de una varita mágica
en el inmundo Sabbath.

Magia es una palabra
que nos recuerda a Cenicienta
convirtiéndose en princesa
pero también nos trae el olor a carne quemada
de las brujas en la plaza.

Magia es una palabra
que para ella es niebla e invierno
en poesías paganas a la luna
pero para él es fuego devorando templos
y sangre derramada.

Liliana Celeste Flores Vega - 1987

viernes, 11 de enero de 2008

Romance Nocturno

La argentada luna indiscreta
rompe las tinieblas ciegas con sus puñales de plata...
apaciblemente pasa la noche serena
cae tibia la garúa.

Perezosamente dormito
entre las frías sábanas blancas...
el grillo insomne
toca una desvelada sonata.

Un soplo vaporoso y gélido invade mi alcoba
tiemblan los leves cortinajes...
el lecho se estremece al sentirse invadido
y mi piel presiente su contacto.

La efímera vana dibuja sombras a la luz del farol...
su virilidad me seduce y cedo complaciente a sus deseos impuros...
ahora llueve... huele a fango...
y en el lejano robledal gimen elfos pavorosos.

En el lodazal danzan las cicindelas perfumadas...
laten ansias lujuriosas...
llantos cansados llegan con los murmurios musicales del bosque...
en la lejanía, detrás de la tormenta, llora un ángel.

Liliana Celeste Flores Vega - 1988

viernes, 4 de enero de 2008

El espejo

El Espejo (escrito en abril del 2002)

Todo comenzó una noche incierta en los albores de mi infancia: El espejo se cubrió de nieblas azules las cuales al disiparse por un viento gélido que vino de no sé donde habían convertido el cristal con azogue en una ventana a un mundo de quimeras... la primera visión que tuve fue la de un bosque oscuro de árboles viejos y retorcidos, sin hojas, grises y carcomidos... entre las ramas torcidas se filtraba la luz de la luna, una luna llena macabra y amarillenta.

La segunda visión que recuerdo fue la de una torre muy alta... tenía muchas ventanas, balcones y miradores muy ornamentados pero solo una puerta, ésta era maciza y enorme. La tercera visión fue la de una llanura desolada y sombría por la que cabalgaba un jinete que se abrigaba con una tosca capa negra, no pude distinguir su rostro pues sus largos cabellos oscuros lo cubrían pero me pareció que llevaba una media careta de cuero... el corcel de éste caballero era horrible, entre verdoso y amarillento, esquelético y con las cuencas de los ojos vacías.

La siguiente visión que recuerdo fue del interior de la torre... una mujer bajaba las escaleras de piedra alumbrándose con la mortecina luz de la vela amarillenta del candelabro de plata que llevaba en la mano derecha, con la izquierda recogía su ceniciento vestido largo y vaporoso, tenía el rostro cubierto por un velo... abrió una puerta y dejó su candelabro sobre una mesita... en la habitación dormía un hombre joven de largos cabellos oscuros, su torso estaba desnudo y tenía huellas de azotes... la mujer se acercó a él dándome la espalda, se quitó el velo y lo dejó caer... se inclinó sobre el hombre... él se estremeció, supuse que estaba besándolo pero luego me di cuenta que estaba mordiéndolo y bebiendo su sangre… de improviso ella volteó y vi su rostro... era hermosa pero sus ojos no tenían pupilas.


Ahora puedo recopilar los acontecimientos en retrospectiva y tengo la fluidez de palabras requerida para narrarlos y describir hasta los más mínimos detalles que consigo recordar... he llegado a la conclusión de que aquellas visiones que me reveló el espejo cuando era niña son las piezas fundamentales del rompecabezas que me propongo reconstruir aunque en ése entonces solo eran para mí lienzos animados de los que no descifraba el significado.