La luna llena brillaba en el cielo
más hermosa que en otros plenilunios
como si la magia le otorgara una belleza extraña
desde otro mundo.
Atraída por no sé que sortilegio
me acerqué al espejo: Vi a la princesa de la torre sentada
junto a la ventana, ella ovillaba una madeja de hilos de plata
y un joven guerrero de largos cabellos dorados
estaba arrodillado a sus pies
contemplándola con devoción sagrada.
La princesa se puso de pie y se acercó a su espejo,
a cada paso que daba se acercaba a mí
suplantando mi reflejo como una Hechicera Fantasma...
y cuando sus ojos estuvieron frente a los míos
un resplandor azul me envolvió
con la caricia del invierno.
Con una aguja de plata fue cosiendo los hilos de luna
mientras que el joven de largos cabellos dorados
la contemplaba a pocos pasos...
cuando terminó su extraño embrujo
mis manos se movían con las suyas
y sus ojos eran mi mirada.
Incrédula pero a la vez seducida
por tan rara magia que había conseguido
que ella pudiera manejarme desde su prisión
como si yo fuera su muñeca fantástica
no me percaté de que su sonrisa
disimulaba su maldad innata.
El joven de largos cabellos dorados se acercó,
la abrazó estrechándola amorosamente...
yo me sobresalté cuando sus brazos rodearon mi cintura
y supe que desde entonces yo era una con la Luna.
Liliana Celeste Flores Vega - diciembre de 1987
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