in girum imus nocte et consumimur igni

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jueves, 17 de enero de 2008

Un Vampiro invadiendo mis sueños

Un Vampiro invadiendo mis sueños (mayo 1991)

A un mes exacto de la noche en la que el espejo fue quebrado, los hilos de luna con los que la Hechicera Fantasma me había atado jalaron de mis manos obligándome a trazar un círculo mágico y respondiendo a la magia del pentagrama surgió de la noche un esquelético unicornio fantasma, lo monté y me llevó en alas del viento a un bosque sombrío... no sabía si soñaba o deliraba, desmonté de la criatura de fábula y me sentí una con la noche y mis pies dibujaron los primeros pasos de una danza febril y desbocada... y fue en medio del vértigo de aromas y lunas vagas que dos brazos masculinos ciñeron mi cintura deteniendo bruscamente el loco remolino de mi danza.

El vampiro me atrajo hacia sí, hundió su rostro en mi cabellera y susurró mi nombre en mi oído: “Celeste, acompáñame”... produciéndome un estremecimiento con la frialdad de su aliento que resbaló de mi cuello a mis hombros desnudos... no fue temor la sensación que me estremeció, diría que fue una oscura excitación al sentir su pecho tan cerca del mío y un deseo vehemente de saciar un apetito desconocido. El vampiro levantó mi rostro con una leve caricia, entonces pude verlo: Era el guerrero que se embozaba en su capa de tinieblas pero esta vez llevaba los atavíos de un caballero que asiste a una mascarada, pasó uno de sus dedos sobre mis anhelantes labios, echó hacia atrás su oscura cabellera dejando al descubierto su cuello, me hizo un gesto que no tuve necesidad de descifrar y clavé mis colmillos desgarrando su piel para beber el licor que con su calidez apagó aquella sed inexplicable.

Descansamos un momento recostados sobre la hojarasca, el cielo era un lienzo oscuro tachonado de diamantes gélidos... el vampiro acarició mis cabellos y aprovechándose de la dulce embriaguez que me envolvía recorrió mi anatomía con caricias... deslizó los tirantes de mi camisón dejando mis senos descubiertos, mordisqueó suavemente mis pezones, se incorporó para desabrocharse la camisa y con viril empuje unió su pecho al mío desflorando así a la vampira con la cópula que los inmortales practican, gemí como una paloma herida, él acalló mis gritos con su boca y al embrujo de sus besos fui cediendo bajo sus caricias correspondiendo a sus deseos con apasionada inocencia... sació su ímpetu sobre mi fragilidad de niña que aún no cumplía quince primaveras, el vampiro hizo suya a la hechicera y la magia del bosque se confabuló para que un elfo oscuro sedujera a una sílfide de alas ligeras.

Satisfecha la sed de sangre y de lujuria, paseamos por el bosque y él me enseñó a descubrir la belleza de la noche que florece oculta de la mirada ignorante de los hombres... así llegamos a lo más enmarañado del bosque y entre las raíces retorcidas de un viejo y retorcido roble se abría la negra boca de una entrada subterránea... el vampiro apartó las malezas y las ramas quebradas, me tomó de la mano y me invitó a descender por la oscura escalinata, mis pies vacilaron pero me aferré a él, mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y bajamos tantos peldaños que creí que él me conducía al infierno... finalmente desembocamos en una gruta y tras la cortina de agua de una cascada se encontraba una pétrea sala tan magnifica como los salones de los enanos bajo la montaña, una hornacina custodiada por dos dragones de piedra dominaba la pared principal y en ella estaba un candelabro con un cirio que arrojaba una luz fantasmal.

El vampiro se acercó a la hornacina, tomó el candelabro lo puso en mis manos y me besó en la frente... se acercó a una mesa de madera tallada en donde reposaban varios pergaminos añejos, los extendió y me hizo un gesto para que me acercara a primera vista estos me parecieron en blanco pero bajo la luz del cirio que yo sostenía aparecieron extraños signos y cuadros cabalísticos... él estudió los pentáculos y anagramas hasta que un murciélago le trajo el mensaje que la luz de la mañana amenazaba al horizonte y tuvimos que partir por ignotas sendas.


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