Cuentan las
leyendas que hace milenios en las tierras de Zoth, que se encuentran al otro
lado de las áridas montañas cetrinas, gobernaba el Emperador Thrand.
Al principio
reinó con benevolencia pero luego se obsesionó con alcanzar la inmortalidad.
Convocó a los hechiceros y alquimistas de los cuatro confines del mundo para
que le ofrecieran sus pócimas y hechizos, todos le dijeron que conocían maneras
de alargar su vida y mantenerlo con salud y vitalidad por muchos años pero
ninguno le ofreció la vida eterna pues eso era una abominación para los Dioses.
Pero un día llegó
al reino una bruja de Aghar, la isla maldita que se encuentra en los mares de
la aflicción y que es evitada por los marineros pues es habitada por brujos
heréticos que practican la magia negra. Y ella le ofreció al Emperador lo que
buscaba.
Obviamente la
inmortalidad tenía un precio. La bruja le dijo que si quería burlar a la Muerte
debería de ofrecerle sacrificios y así lo hizo el Emperador. Cada día, al
atardecer, sacrificaba a uno de sus súbditos elegido por la bruja para que la
Muerte no lo tocara.
Durante años los
habitantes de Zoth vivieron sumidos en la miseria, el dolor y el temor... no
podían marcharse porque los soldados del Emperador tenían la orden de matar a
cualquiera que quisiera cruzar las fronteras y además los caminos eran
vigilados por lobos espectrales invocados por la bruja.
Pero como en todas
las historias surgió un héroe que vino de tierras lejanas con una espada
bendita... El elegido mató a los lobos espectrales, luego llegó al castillo,
mató a la bruja, se abrió paso hasta el trono y clavó su espada bendecida por
los Dioses en el pecho del cruel Emperador. Y los habitantes de Zoth alabaron
al héroe, danzaron de alegría y organizaron un festín.
Pero aquí no
acabó la historia, el cadáver del Emperador yacía en el trono mientras los
nobles que agasajaban al héroe brindaban y comían en el salón. Entonces a la
medianoche el cadáver del Emperador abrió los ojos y la boca, lanzó un grito
horrible y empezó a absorber la vida y las almas de los que celebraban su
supuesta muerte.
Y así,
sosteniendo ese grito espeluznante, el Emperador fue absorbiendo toda la vida
que lo rodeaba... Personas, animales y hasta las plantas que eran alcanzados
por el hálito mortal se secaban hasta convertirse en polvo... Algunos
consiguieron cruzar las fronteras del reino pero la Muerte se extendió por todo
el continente y alcanzó a todos los seres vivos.
Entonces no quedó
más vida que el Emperador pudiera absorber y se quedó sentado en su trono
reinando sobre la muerte. Y pasaron los siglos y el Tiempo que todo lo desgasta
y consume... El Emperador se fue debilitando y lo alcanzó el olvido.
Hace un par de
décadas unos desafortunados marineros fueron arrojados por la tormenta a las
costas del continente y vieron que la Muerte se había retirado y la Vida volvía
a florecer. Muchos valientes aventureros repoblaron el continente pero nadie se
atreve a atravesar las montañas ni acercarse a las tierras malditas de Zoth
pues se dice que el Emperador, ahora convertido en un esqueleto pero vivo aún,
aguarda que algún incauto se acerque lo suficientemente para alimentarse y
volver a reinar.