in girum imus nocte et consumimur igni

in girum imus nocte et consumimur igni

martes, 29 de julio de 2014

Susurros

Los árboles se quedan sin alma.
Ondinas varadas entre las rocas
las olas azotan el risco, castillo en gris.
Los susurros del errante viajero del limbo
espejos rotos, pasión consumiendo velas de niebla.
Una fávila agoniza en el ocaso. 

Luna soñando con leyendas olvidadas
esperando el beso que la despierte.
Guerrero de fuego perdido en el desierto
corcel esquelético buscando la huella del jinete.
Luna esperando sin esperanzas
el espectro aparece al lado izquierdo del lecho. 

En una casona solitaria habita el viento
arpa eólica movida por suspiros.
La doncella tejiendo ilusiones con hilos de plata
regando con sus lágrimas su jardín de lirios.
Lobo albino en lontananza
melodías arcanas, la muerte callada. 

Frío acero en su mirada interrogando a la montaña.
El dragón duerme en el pozo
estatuas de arcilla vigilan su descanso.
En el camino caravana de peregrinos
escriben sus plegarias en la piedra gastada.
Las arañas contemplando el alba. 

Liliana Celeste Flores Vega - febrero 2007

lunes, 28 de julio de 2014

La mansión ancestral

Antañera y vetusta mansión
sobre la que hace centurias
olvidada por el mismo olvido
pesa una extraña maldición.

Me estremezco cuando atravieso sola los húmedos pasillos
pues temo que de entre las grietas de los muros
salga una mano huesuda a cogerme del vestido.

Desde los enormes ventanales
me espían sombras difusas y rostros horrendos
como si fueran las mismísimas caras del pecado materializadas.

En las tardes cuando estoy en la biblioteca leyendo
desde la torre lejana llega un sollozo como el de una alma en pena
o el de una mujer emparedada tras el muro.

No puedo dormir tranquila pues en las noches se escuchan
gemidos de ultratumba que parecen llantos de reos
que agonizan en despiadadas torturas.

Antañera y vetusta mansión
sobre la que hace centurias
olvidada por el mismo olvido
pesa la maldición de Dios.

Liliana Celeste Flores Vega - 1990

domingo, 20 de julio de 2014

Los Dioses sin Nombre 01 - La posada de los Faroles

Los Dioses sin Nombre - Capitulo 01 – La posada de Los Faroles (2014)

Damon me llamó apenas llegó al aeropuerto y quedamos de vernos en un par de horas en un café cerca de mi casa. Cuando nos encontramos él ya había rentado una camioneta y me propuso irnos de viaje por unos días ésa misma noche. Le dije que no estaba preparada, que no le había dicho a mi madre ni tenía hecho mi equipaje, que mejor pasáramos ésa noche en un hotel y partiéramos al día siguiente en la mañana pero él insistió y bueno… cuando me sonríe de “aquella manera” nunca puedo decirle que no.

Pasamos por mi casa y le dije a mi madre que me iba de viaje con Damon mientras metía algo de ropa en una mochila. Nos pusimos en camino por la Panamericana Norte supuestamente con rumbo a Huaral pero él se desvió a mitad de camino cerca del balneario de Ancón, supuse que se le había antojado buscar un lugar solitario para estacionarse y jugar un rato en el asiento trasero.

Efectivamente se detuvo en un camino alterno bastante solitario pero no con el propósito que yo me había imaginado. Hizo unas señales con las luces de la camioneta y en la oscuridad otra camioneta le respondió… entendí de lo que se trataba y comprendí su apuro. Damon bajó de la camioneta, me ordenó sentarme en el asiento al volante y me dijo que si “el asunto se complicaba” simplemente metiera el acelerador y me regresara por la carretera. Se acercó al hombre que había bajado de la otra camioneta y llevaba dos maletas, las recibió y luego las acomodó en la maletera.

Felizmente “el asunto” se llevó a cabo sin complicaciones pero yo estaba muy enfadada con Damon. Recordé que Luis era un hijo de puta pero nunca había cometido la imprudencia de llevarme a “una entrega”, él siempre me dejaba en el hotel o refugio campestre en el que estuviéramos hospedados. Nunca me esperé verme en una situación como ésta por culpa de Damon. Cuando él subió a la camioneta y volvimos a ponernos en la ruta le reclamé por eso, él reconoció su estupidez y me pidió disculpas pero yo seguía molesta… saqué la cajetilla de cigarros de mi bolso y encendí uno, a Damon le disgusta que fume pero se merecía un poco de humo en la cara por lo que acababa de hacerme, él mismo lo aceptó y en lugar de hacerme apagar el cigarro se limitó a abrir la ventanilla.

Al poco rato me dio la curiosidad de saber que contenían las dos maletas… ¿sería “polvito blanco” o armas?. Le pregunté a Damon y él me respondió que una contenía “maca en polvo” y la otra “algo” que teníamos que entregarle a don Faustino ésa misma noche, era urgente y él estaba esperándonos en cierto lugar. Encendí otro cigarro, no me agradaba que nos pasáramos la noche “haciendo entregas”… si había accedido acompañarlo en un viaje tan intempestivo, dejando de ver el capítulo nuevo de “Breaking Bad” dicho sea de paso, fue porque había supuesto que a esas horas ya lo tendría atado a una cama para cabalgarlo a mi gusto.

Llegamos a un hotel casi perdido, un cartel muy al estilo de los años 70s tenía escrito “Los Faroles”. Damon aparcó la camioneta y bajamos llevando con nosotros las dos susodichas maletas. En la recepción pedimos una habitación, Damon preguntó por don Faustino y el encargado nos dijo que el señor nos estaba esperando en la terraza, ésta era una especie de restaurante y cafetín con vista al malecón… en una mesa apartada se encontraba don Faustino fumándose un habano.

Nos sentamos a su lado no sin antes pedir un par de tazas de café. Don Faustino nos saludó campechanamente, llevaba su típico poncho de lana marrón y su viejo sombrero de paja cubriéndole las facciones andinas, su acento y forma de hablar hacían creer que era un simple campesino pero nosotros sabíamos que él era un chamán, uno de los pocos “verdaderos” herederos de una sabiduría ancestral. Las arrugas surcaban su piel curtida por el sol pero sus vivaces ojos oscuros desmentían su edad, en más de una ocasión nos había demostrado tener más resistencia que nosotros en los caminos de trocha que había que cruzar para llegar a las huacas olvidadas. Don Faustino preguntó por su encargo, Damon hizo ademán de abrir la maleta pero el chamán lo detuvo diciéndole: “No, debemos de hacerlo en un lugar sagrado”. El encargado nos trajo nuestros cafés y nos quedamos conversando un rato. Don Faustino me invitó uno de sus habanos artesanales, los hacía él mismo mezclando tabaco con hojas de coca. Definitivamente ésa noche a Damon le tocaba recibir humo en la cara.

Cuando terminamos nuestros cafés don Faustino sacó una chata de chuchuhuasi que tenía bajo de su poncho y nos invitó a echarnos unos tragos, Damon dijo que era hora de retirarnos a nuestra habitación pero yo acepté la invitación… él me reprochó con la mirada, a pesar del relativamente poco tiempo que llevábamos juntos yo conocía perfectamente el lenguaje de sus ojos azules, pero ahora era su turno de esperar y aguantarse sus ganas de follar.

Don Faustino nos contó la leyenda del gigante de piedra, una curiosa formación pétrea que podía verse desde cierto punto del malecón. Hace mucho tiempo fue un chamán que intentó abrir una puerta hacia “el mundo de abajo” entonces los Apus lo castigaron, lo convirtieron en un gigante de piedra y le dieron la misión de vigilar “al terror sin nombre que duerme en la ciudad sumergida bajo el mar”.

Damon accedió tomarse un par de tragos. Empezamos a escuchar una especie de cántico que venía de las olas y vimos que la bruma marina empezaba a tomar formas casi humanas en la orilla, era la “hora de las sirenas”… yo ya había contemplado ese fenómeno sobrenatural una vez que pasé una noche en una casa de playa con Adrián pero era la primera vez que Damon lo veía. Era algo muy bonito de ver pero había que respetarlo, las “sirenas” se molestaban con aquellos que quisieran descubrir sus misterios… así que nos despedimos de don Faustino y nos retiramos a nuestra habitación.

Damon puso la maleta que tenía “maca en polvo” bajo la cama. Fui al baño y me quité la ropa para ponerme el corset y el bóxer de encaje negro que llevaba en mi bolso. Salí empuñando un látigo, que aunque era de esos casi de utilería que venden en las sexshops, cumplía en algo con su función. Le ordené a Damon desvestirse y tumbarse en la cama boca abajo, él sabía que se había portado mal y que se merecía un castigo… con el apuro con el que había hecho mi equipaje olvidé llevar las muñequeras, las tobilleras y las sogas pero supe improvisar… mis dos bufandas de gasa que si había metido en la mochila sirvieron para atarle las manos y mis medias francesas para atarle los pies.

Lo contemplé un buen rato, me excitaba mucho tenerlo así atado a la cama, completamente expuesto y tan obediente para complacer mis deseos… le di varios latigazos en la espalda y las nalgas pero ése látigo de sexshop apenas le dejó unas leves líneas rojizas sobre la piel, entonces decidí darle otro uso al látigo. Me coloqué entre sus piernas y empecé a acariciarle las nalgas, le dije un poco en broma y un poco en serio que si tenía pensado sacar del país “la maca en polvo” yo podía ayudarlo a llenar unas bolsitas y metérselas en cierta parte de su cuerpo… él me respondió que me agradecía la ayuda pero que Chris recogería la susodicha maleta. Le di un pellizco por su insolencia de responderme, luego me unté dos dedos con vaselina y se los introduje… él no puso resistencia a mi intromisión y se dejó hacer, masajeé su próstata hasta que me respondió con ése delicioso ronroneo y arqueando la espalda.

Cuando él estuvo adecuadamente dilatado retiré mis dedos de su cuerpo y empecé a lubricar el mango del látigo que para algo podía ser útil… pero entonces la luz de la lámpara se apagó, solté una maldición… ¿por qué tenía que irse la electricidad precisamente en ése momento?... busqué a tientas la mochila de Damon a sabiendas que él siempre llevaba una linterna, la encontré y la encendí, pero la linterna titiló débilmente y se apagó, las baterías parecían estar descargadas. De la nada empezó a hacer frío, tanto frío que la piel se me puso de “piel de gallina” y me empezaron a castañear los dientes… Damon también se quejó del frío y añadió que ése no parecía un apagón normal.

Decidí descorrer la cortina de la ventana para que nos entrara algo de claridad del exterior y al hacerlo quedé estupefacta por la cantidad de “fantasmas” que pululaban afuera… eran unas formas bastante definidas de niebla de color perlado y emanaban una iridiscencia tan fuerte que hasta nos iluminó un poco… me dije: “¿Por qué carajos cada vez que le voy a dar a Damon tiene que aparecer algo “del mas allá” a joderme la follada?”… era frustrante.

Damon desde la cama me dijo: “Cerezas”… ésa era nuestra palabra de seguridad acordada y me volví a su lado para desatarlo. Luego ambos nos acercamos a la ventana para contemplar el espectáculo sobrenatural, “los fantasmas de niebla” seguían pululando pero no los sentimos amenazantes… uno de los tantos hermosos misterios que se puede contemplar guardando el debido respeto como nos había enseñado don Faustino. Entre el rumor de las olas se podía adivinar el dulce y melancólico canto de “las sirenas”,  el frío se hacía cada vez más intenso y la bruma marina nos dejaba un sabor salobre… inevitablemente el ambiente se nos hizo macabramente romántico. Damon me abrazó amorosamente, lamió mi cuello y mis hombros y sentí su virilidad reclamando ser satisfecha… nos besamos… ahora era su turno de “llevar las riendas”… me tomó entre sus brazos, me tumbó sobre la cama y me poseyó a su antojo.

Nos quedamos adormilados abrazados, ambos completamente satisfechos y algo embobados por la danza fantasmagórica que podíamos ver desde la cama. Yo ya había visto espectáculos parecidos con Luis las dos veces que nos hospedamos en el Castillo de Chancay, aunque no habían sido de aquella intensidad… ese par de veces “los fantasmas de niebla” se disiparon con las primeras luces del alba. Supuse que sucedería igual pero de pronto “los fantasmas de niebla” desaparecieron… mas bien fue como si hubieran sido absorbidos por “la oscuridad”… una oscuridad turbia y maligna.

Un olor fétido como de pescado podrido invadió la habitación y el rumor de las olas se volvió un cántico tenebroso en un lenguaje arcaico y maldito… ambos habíamos visto cosas del mas allá que le helarían la sangre a cualquier mortal sin inmutarnos pero ésta vez sentimos miedo, un miedo visceral y primitivo… sin duda lo que había emergido del mar era algo muy antiguo y don Faustino nos había advertido en repetidas ocasiones que si algo nos hacía sentir miedo no deberíamos de enfrentarlo porque aún no estábamos preparados para hacerlo, en ese caso sólo deberíamos de protegernos. Damon se puso de pie y cerró la ventana, yo busqué en mi bolso la tiza consagrada y tracé con rapidez los sellos de protección en las cuatro paredes y un círculo alrededor de la cama.

Nos abrazamos como dos niños pequeños que le temen al coco. No me da vergüenza confesar que literalmente estábamos temblando de miedo y que infantilmente nos cubrimos hasta las cabezas con la colcha cuando escuchamos un extraño ruido, era como si un hombre de gran tamaño con botas de hule cargadas de lodo caminara torpemente por la terraza… sólo que nosotros estábamos seguros que “eso” no era un hombre.

En algún momento antes del alba nos quedamos dormidos, ¿o debería de decir que “eso” nos sumió en un estado de letargo?... nos despertamos a media mañana y notamos que el lugar estaba extrañamente silencioso. Nos aventuramos a salir de nuestra habitación y bajamos a la recepción en donde encontramos al encargado dormido, aunque mas parecía desmayado, sobre el mostrador… lo despertamos, estaba aturdido, parecía ebrio o drogado. Le hicimos notar lo silencioso que estaba el hotel y le preguntamos sobre los demás huéspedes, el encargado nos respondió que no había más huéspedes que nosotros y don Faustino quien se había alojado en una de las habitaciones del primer piso que daba a la terraza.

De inmediato fuimos a la habitación que nos indicó y tocamos la puerta, al no obtener respuesta le pedimos al encargado que nos abriera la puerta… fue entonces que encontramos a don Faustino desmayado en medio de la habitación, el ventanal que daba a la terraza estaba abierto de par en par y él se encontraba mortalmente pálido y helado. Lo abrigamos con una frazada, abrió los ojos y al vernos empezó a balbucear… entendimos mas sus gestos que sus palabras, miramos hacia la dirección que nos señalaba, entonces notamos los charcos de agua y vimos la maleta abierta. Don Faustino balbuceó: “El hombre pez se lo llevó”… Damon le preguntó que cosa se había llevado el susodicho “hombre pez” pero don Faustino había caído en un estado de casi autismo y no nos dijo más.

Damon llamó a una ambulancia, mientras tanto yo di una rápida revisión a la habitación buscando los documentos de don Faustino, no conocíamos a sus familiares e ignorábamos con que número telefónico podíamos contactarlos… entonces encontré una hoja de pergamino debajo de la cama, parecía haberse desprendido de un libro y tenía dibujos de unos símbolos cabalísticos en tinta roja… debajo de la cómoda encontré otra hoja de pergamino, ésta tenía dos párrafos de una letra muy confusa y junta, las grafías eran de un alfabeto que no reconocí y también estaban hechos con tinta roja… deduje que lo que había en la maleta había sido un libro, que lo que fuera “el hombre pez” se lo llevó y dejó olvidadas esas dos hojas que se habían desprendido muy posiblemente en un forcejeo con don Faustino… enrollé los dos pergaminos y me los guardé.

Como enviada por los dioses llegó doña Carmencita ofreciendo su mercadería, la anciana que vendía quesos era además una curandera bastante conocida por los alrededores, ella me había enseñado a “pasar el huevo para sacar el daño” y algunas otras cosas en las épocas que estuve con Luis y acostumbrábamos quedarnos algunos fines de semana en el balneario de Ancón… ella conocía a don Faustino.

Doña Carmencita miró a Damon con curiosidad y le dijo muy segura de sus palabras: “Te pareces mucho a tu hermano”… Damon le puso mala cara y luego me dijo: “¿Quién es ésta vieja que dice tonterías, acaso ella sabe quien es mi hermano?”… iba a responderle: “Tal vez, ya hay internet en estos lugares olvidados por la civilización” pero tuve la certeza que doña Carmencita no se refería al hermano carnal de Damon… en fin, ella era bastante anciana y era muy posible que a veces dijera algunas tonterías. La ambulancia llegó y doña Carmencita se ofreció para acompañar a don Faustino al hospital e informar a su familia.

Damon y yo subimos a nuestra habitación por nuestras cosas, no queríamos permanecer ni un minuto más en ése maldito lugar. Nos pusimos en camino de regreso a Lima. Damon había quedado con Chris de encontrarse en un lugar de la selva y obviamente le era mas práctico regresar a Lima, devolver la camioneta y tomar un avión… y yo ya tenía que regresar a mi casa. Le dije a Damon que había encontrado “algo” en la habitación de don Faustino e iba a enseñarle los pergaminos pero me acordé de lo que había dicho el chamán respecto a abrirlos sólo en un lugar sagrado… le entregué los pergaminos enrollados y le recalqué que los viera sólo bajo la protección de un lugar sagrado, él me dijo que se los daría a Chris.


Una semana después Damon estaba de regreso en Lima y nos encontramos en el hotel que queda a unas cuadras de mi casa, me dijo que le había entregado a Chris la maleta de “maca en polvo” y los dos pergaminos… y que don Faustino había fallecido, según los doctores a causa de un derrame cerebral.


Lilina Celeste, julio del 2014