Los Dioses sin Nombre - Capitulo 01 – La posada de Los Faroles (2014)
Damon me llamó apenas llegó al aeropuerto y quedamos
de vernos en un par de horas en un café cerca de mi casa. Cuando nos
encontramos él ya había rentado una camioneta y me propuso irnos de viaje por
unos días ésa misma noche. Le dije que no estaba preparada, que no le había
dicho a mi madre ni tenía hecho mi equipaje, que mejor pasáramos ésa noche en
un hotel y partiéramos al día siguiente en la mañana pero él insistió y bueno…
cuando me sonríe de “aquella manera” nunca puedo decirle que no.
Pasamos por mi casa y le dije a mi madre que me iba
de viaje con Damon mientras metía algo de ropa en una mochila. Nos pusimos en
camino por la Panamericana Norte supuestamente con rumbo a Huaral pero él se desvió
a mitad de camino cerca del balneario de Ancón, supuse que se le había antojado
buscar un lugar solitario para estacionarse y jugar un rato en el asiento
trasero.
Efectivamente se detuvo en un camino alterno
bastante solitario pero no con el propósito que yo me había imaginado. Hizo
unas señales con las luces de la camioneta y en la oscuridad otra camioneta le
respondió… entendí de lo que se trataba y comprendí su apuro. Damon bajó de la
camioneta, me ordenó sentarme en el asiento al volante y me dijo que si “el
asunto se complicaba” simplemente metiera el acelerador y me regresara por la
carretera. Se acercó al hombre que había bajado de la otra camioneta y llevaba
dos maletas, las recibió y luego las acomodó en la maletera.
Felizmente “el asunto” se llevó a cabo sin
complicaciones pero yo estaba muy enfadada con Damon. Recordé que Luis era un hijo
de puta pero nunca había cometido la imprudencia de llevarme a “una entrega”,
él siempre me dejaba en el hotel o refugio campestre en el que estuviéramos hospedados.
Nunca me esperé verme en una situación como ésta por culpa de Damon. Cuando él
subió a la camioneta y volvimos a ponernos en la ruta le reclamé por eso, él
reconoció su estupidez y me pidió disculpas pero yo seguía molesta… saqué la
cajetilla de cigarros de mi bolso y encendí uno, a Damon le disgusta que fume pero
se merecía un poco de humo en la cara por lo que acababa de hacerme, él mismo
lo aceptó y en lugar de hacerme apagar el cigarro se limitó a abrir la
ventanilla.
Al poco rato me dio la curiosidad de saber que
contenían las dos maletas… ¿sería “polvito blanco” o armas?. Le pregunté a
Damon y él me respondió que una contenía “maca en polvo” y la otra “algo” que
teníamos que entregarle a don Faustino ésa misma noche, era urgente y él estaba
esperándonos en cierto lugar. Encendí otro cigarro, no me agradaba que nos
pasáramos la noche “haciendo entregas”… si había accedido acompañarlo en un
viaje tan intempestivo, dejando de ver el capítulo nuevo de “Breaking Bad”
dicho sea de paso, fue porque había supuesto que a esas horas ya lo tendría
atado a una cama para cabalgarlo a mi gusto.
Llegamos a un hotel casi perdido, un cartel muy al
estilo de los años 70s tenía escrito “Los Faroles”. Damon aparcó la camioneta y
bajamos llevando con nosotros las dos susodichas maletas. En la recepción
pedimos una habitación, Damon preguntó por don Faustino y el encargado nos dijo
que el señor nos estaba esperando en la terraza, ésta era una especie de
restaurante y cafetín con vista al malecón… en una mesa apartada se encontraba
don Faustino fumándose un habano.
Nos sentamos a su lado no sin antes pedir un par de
tazas de café. Don Faustino nos saludó campechanamente, llevaba su típico
poncho de lana marrón y su viejo sombrero de paja cubriéndole las facciones andinas,
su acento y forma de hablar hacían creer que era un simple campesino pero
nosotros sabíamos que él era un chamán, uno de los pocos “verdaderos” herederos
de una sabiduría ancestral. Las arrugas surcaban su piel curtida por el sol
pero sus vivaces ojos oscuros desmentían su edad, en más de una ocasión nos
había demostrado tener más resistencia que nosotros en los caminos de trocha
que había que cruzar para llegar a las huacas olvidadas. Don Faustino preguntó
por su encargo, Damon hizo ademán de abrir la maleta pero el chamán lo detuvo
diciéndole: “No, debemos de hacerlo en un lugar sagrado”. El encargado nos
trajo nuestros cafés y nos quedamos conversando un rato. Don Faustino me invitó
uno de sus habanos artesanales, los hacía él mismo mezclando tabaco con hojas
de coca. Definitivamente ésa noche a Damon le tocaba recibir humo en la cara.
Cuando terminamos nuestros cafés don Faustino sacó
una chata de chuchuhuasi que tenía bajo de su poncho y nos invitó a echarnos
unos tragos, Damon dijo que era hora de retirarnos a nuestra habitación pero yo
acepté la invitación… él me reprochó con la mirada, a pesar del relativamente
poco tiempo que llevábamos juntos yo conocía perfectamente el lenguaje de sus
ojos azules, pero ahora era su turno de esperar y aguantarse sus ganas de
follar.
Don Faustino nos contó la leyenda del gigante de
piedra, una curiosa formación pétrea que podía verse desde cierto punto del
malecón. Hace mucho tiempo fue un chamán que intentó abrir una puerta hacia “el
mundo de abajo” entonces los Apus lo castigaron, lo convirtieron en un gigante
de piedra y le dieron la misión de vigilar “al terror sin nombre que duerme en
la ciudad sumergida bajo el mar”.
Damon accedió tomarse un par de tragos. Empezamos a
escuchar una especie de cántico que venía de las olas y vimos que la bruma
marina empezaba a tomar formas casi humanas en la orilla, era la “hora de las
sirenas”… yo ya había contemplado ese fenómeno sobrenatural una vez que pasé
una noche en una casa de playa con Adrián pero era la primera vez que Damon lo
veía. Era algo muy bonito de ver pero había que respetarlo, las “sirenas” se
molestaban con aquellos que quisieran descubrir sus misterios… así que nos
despedimos de don Faustino y nos retiramos a nuestra habitación.
Damon puso la maleta que tenía “maca en polvo” bajo
la cama. Fui al baño y me quité la ropa para ponerme el corset y el bóxer de
encaje negro que llevaba en mi bolso. Salí empuñando un látigo, que aunque era
de esos casi de utilería que venden en las sexshops, cumplía en algo con su
función. Le ordené a Damon desvestirse y tumbarse en la cama boca abajo, él
sabía que se había portado mal y que se merecía un castigo… con el apuro con el
que había hecho mi equipaje olvidé llevar las muñequeras, las tobilleras y las sogas
pero supe improvisar… mis dos bufandas de gasa que si había metido en la
mochila sirvieron para atarle las manos y mis medias francesas para atarle los
pies.
Lo contemplé un buen rato, me excitaba mucho tenerlo
así atado a la cama, completamente expuesto y tan obediente para complacer mis
deseos… le di varios latigazos en la espalda y las nalgas pero ése látigo de
sexshop apenas le dejó unas leves líneas rojizas sobre la piel, entonces decidí
darle otro uso al látigo. Me coloqué entre sus piernas y empecé a acariciarle
las nalgas, le dije un poco en broma y un poco en serio que si tenía pensado
sacar del país “la maca en polvo” yo podía ayudarlo a llenar unas bolsitas y
metérselas en cierta parte de su cuerpo… él me respondió que me agradecía la
ayuda pero que Chris recogería la susodicha maleta. Le di un pellizco por su
insolencia de responderme, luego me unté dos dedos con vaselina y se los
introduje… él no puso resistencia a mi intromisión y se dejó hacer, masajeé su
próstata hasta que me respondió con ése delicioso ronroneo y arqueando la
espalda.
Cuando él estuvo adecuadamente dilatado retiré mis
dedos de su cuerpo y empecé a lubricar el mango del látigo que para algo podía
ser útil… pero entonces la luz de la lámpara se apagó, solté una maldición…
¿por qué tenía que irse la electricidad precisamente en ése momento?... busqué
a tientas la mochila de Damon a sabiendas que él siempre llevaba una linterna,
la encontré y la encendí, pero la linterna titiló débilmente y se apagó, las
baterías parecían estar descargadas. De la nada empezó a hacer frío, tanto frío
que la piel se me puso de “piel de gallina” y me empezaron a castañear los
dientes… Damon también se quejó del frío y añadió que ése no parecía un apagón
normal.
Decidí descorrer la cortina de la ventana para que
nos entrara algo de claridad del exterior y al hacerlo quedé estupefacta por la
cantidad de “fantasmas” que pululaban afuera… eran unas formas bastante definidas
de niebla de color perlado y emanaban una iridiscencia tan fuerte que hasta nos
iluminó un poco… me dije: “¿Por qué carajos cada vez que le voy a dar a Damon tiene que aparecer algo “del mas allá” a joderme la follada?”… era
frustrante.
Damon desde la cama me dijo: “Cerezas”… ésa era
nuestra palabra de seguridad acordada y me volví a su lado para desatarlo. Luego
ambos nos acercamos a la ventana para contemplar el espectáculo sobrenatural,
“los fantasmas de niebla” seguían pululando pero no los sentimos amenazantes… uno
de los tantos hermosos misterios que se puede contemplar guardando el debido
respeto como nos había enseñado don Faustino. Entre el rumor de las olas se
podía adivinar el dulce y melancólico canto de “las sirenas”, el frío se hacía cada vez más intenso y la
bruma marina nos dejaba un sabor salobre… inevitablemente el ambiente se nos
hizo macabramente romántico. Damon me abrazó amorosamente, lamió mi cuello y
mis hombros y sentí su virilidad reclamando ser satisfecha… nos besamos… ahora
era su turno de “llevar las riendas”… me tomó entre sus brazos, me tumbó sobre
la cama y me poseyó a su antojo.
Nos quedamos adormilados abrazados, ambos
completamente satisfechos y algo embobados por la danza fantasmagórica que
podíamos ver desde la cama. Yo ya había visto espectáculos parecidos con Luis
las dos veces que nos hospedamos en el Castillo de Chancay, aunque no habían
sido de aquella intensidad… ese par de veces “los fantasmas de niebla” se
disiparon con las primeras luces del alba. Supuse que sucedería igual pero de
pronto “los fantasmas de niebla” desaparecieron… mas bien fue como si hubieran
sido absorbidos por “la oscuridad”… una oscuridad turbia y maligna.
Un olor fétido como de pescado podrido invadió la
habitación y el rumor de las olas se volvió un cántico tenebroso en un lenguaje
arcaico y maldito… ambos habíamos visto cosas del mas allá que le helarían la
sangre a cualquier mortal sin inmutarnos pero ésta vez sentimos miedo, un miedo
visceral y primitivo… sin duda lo que había emergido del mar era algo muy
antiguo y don Faustino nos había advertido en repetidas ocasiones que si algo
nos hacía sentir miedo no deberíamos de enfrentarlo porque aún no estábamos
preparados para hacerlo, en ese caso sólo deberíamos de protegernos. Damon se
puso de pie y cerró la ventana, yo busqué en mi bolso la tiza consagrada y
tracé con rapidez los sellos de protección en las cuatro paredes y un círculo
alrededor de la cama.
Nos abrazamos como dos niños pequeños que le temen
al coco. No me da vergüenza confesar que literalmente estábamos temblando de
miedo y que infantilmente nos cubrimos hasta las cabezas con la colcha cuando
escuchamos un extraño ruido, era como si un hombre de gran tamaño con botas de
hule cargadas de lodo caminara torpemente por la terraza… sólo que nosotros
estábamos seguros que “eso” no era un hombre.
En algún momento antes del alba nos quedamos
dormidos, ¿o debería de decir que “eso” nos sumió en un estado de letargo?...
nos despertamos a media mañana y notamos que el lugar estaba extrañamente
silencioso. Nos aventuramos a salir de nuestra habitación y bajamos a la recepción
en donde encontramos al encargado dormido, aunque mas parecía desmayado, sobre
el mostrador… lo despertamos, estaba aturdido, parecía ebrio o drogado. Le
hicimos notar lo silencioso que estaba el hotel y le preguntamos sobre los
demás huéspedes, el encargado nos respondió que no había más huéspedes que
nosotros y don Faustino quien se había alojado en una de las habitaciones del
primer piso que daba a la terraza.
De inmediato fuimos a la habitación que nos indicó y
tocamos la puerta, al no obtener respuesta le pedimos al encargado que nos
abriera la puerta… fue entonces que encontramos a don Faustino desmayado en
medio de la habitación, el ventanal que daba a la terraza estaba abierto de par
en par y él se encontraba mortalmente pálido y helado. Lo abrigamos con una
frazada, abrió los ojos y al vernos empezó a balbucear… entendimos mas sus
gestos que sus palabras, miramos hacia la dirección que nos señalaba, entonces
notamos los charcos de agua y vimos la maleta abierta. Don Faustino balbuceó:
“El hombre pez se lo llevó”… Damon le preguntó que cosa se había llevado el
susodicho “hombre pez” pero don Faustino había caído en un estado de casi
autismo y no nos dijo más.
Damon llamó a una ambulancia, mientras tanto yo di
una rápida revisión a la habitación buscando los documentos de don Faustino, no
conocíamos a sus familiares e ignorábamos con que número telefónico podíamos
contactarlos… entonces encontré una hoja de pergamino debajo de la cama,
parecía haberse desprendido de un libro y tenía dibujos de unos símbolos
cabalísticos en tinta roja… debajo de la cómoda encontré otra hoja de
pergamino, ésta tenía dos párrafos de una letra muy confusa y junta, las
grafías eran de un alfabeto que no reconocí y también estaban hechos con tinta
roja… deduje que lo que había en la maleta había sido un libro, que lo que
fuera “el hombre pez” se lo llevó y dejó olvidadas esas dos hojas que se habían
desprendido muy posiblemente en un forcejeo con don Faustino… enrollé los dos
pergaminos y me los guardé.
Como enviada por los dioses llegó doña Carmencita
ofreciendo su mercadería, la anciana que vendía quesos era además una curandera
bastante conocida por los alrededores, ella me había enseñado a “pasar el huevo
para sacar el daño” y algunas otras cosas en las épocas que estuve con Luis y
acostumbrábamos quedarnos algunos fines de semana en el balneario de Ancón…
ella conocía a don Faustino.
Doña Carmencita miró a Damon con curiosidad y le
dijo muy segura de sus palabras: “Te pareces mucho a tu hermano”… Damon le puso
mala cara y luego me dijo: “¿Quién es ésta vieja que dice tonterías, acaso ella
sabe quien es mi hermano?”… iba a responderle: “Tal vez, ya hay internet en
estos lugares olvidados por la civilización” pero tuve la certeza que doña
Carmencita no se refería al hermano carnal de Damon… en fin, ella era bastante
anciana y era muy posible que a veces dijera algunas tonterías. La ambulancia
llegó y doña Carmencita se ofreció para acompañar a don Faustino al hospital e
informar a su familia.
Damon y yo subimos a nuestra habitación por nuestras
cosas, no queríamos permanecer ni un minuto más en ése maldito lugar. Nos
pusimos en camino de regreso a Lima. Damon había quedado con Chris de
encontrarse en un lugar de la selva y obviamente le era mas práctico regresar a
Lima, devolver la camioneta y tomar un avión… y yo ya tenía que regresar a mi
casa. Le dije a Damon que había encontrado “algo” en la habitación de don
Faustino e iba a enseñarle los pergaminos pero me acordé de lo que había dicho
el chamán respecto a abrirlos sólo en un lugar sagrado… le entregué los
pergaminos enrollados y le recalqué que los viera sólo bajo la protección de un
lugar sagrado, él me dijo que se los daría a Chris.
Una semana después Damon estaba de regreso en Lima y
nos encontramos en el hotel que queda a unas cuadras de mi casa, me dijo que le
había entregado a Chris la maleta de “maca en polvo” y los dos pergaminos… y
que don Faustino había fallecido, según los doctores a causa de un derrame
cerebral.
Lilina Celeste, julio del 2014
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