Hilda despertó ésa mañana como todas
las mañanas, se bañó y se vistió para ir al colegio, tomó desayuno, alistó su
maleta y se fue.
Hilda estaba en el autobús mirando la ventanilla y
recordando los extraños sueños que tenía todas las noches. De pronto el autobús
chocó, dio varias vueltas de campana y cayó del puente hundiéndose en el río.
Hilda despertó en la orilla del río, se incorporó
adolorida pero no tenía ni un golpe, sólo se sentía atontada. Miró a su
alrededor buscando el autobús, los otros pasajeros, la ambulancia... pero no
había señales de estos, entonces pensó que la corriente la había arrastrado...
¿arrastrado fuera de la ciudad?, eso era absurdo... pero estaba en medio de una
pradera atravesada por un río cristalino, no había puentes, ni edificios, ni
casas, ni caminos asfaltados... empezó a caminar siguiendo un camino de
trocha... ¿dónde estaba?... siguió caminando hasta divisar un pequeño pueblo de
casas rústicas.
Estaba en medio de un mercado, el pueblo parecía un
pueblo de la India pero las personas estaban vestidas de forma diversa y
anacrónica: algunos como romanos, otros como bárbaros... ¡se parecían tanto a
la gente rara de sus sueños!... ¿soñaba?
Entonces dos soldados la interceptaron
y le interrogaron sobre su lugar de origen, quien era y que hacía en el mercado
sola y vestida de una forma tan extraña... ella no sabía como explicarse pues
no entendía la extraña lengua de los soldados. La llevaron a una carceleta, uno
de los soldados revisó sus pertenencias: un espejo, un lápiz labial y un
pañuelo que tenía en el bolsillo, su reloj y sus zapatos... le quitaron sus
cosas, le dieron un vestido de tela burda y sandalias tejidas... la metieron en
una mazmorra. Hilda lloró desesperadamente intentando despertar.
Al día siguiente le dieron un frugal desayuno: una
taza de té de hierbas y dos panes sin levadura. Luego los dos soldados la
llevaron con un vendedor de esclavos quien les dio un puñado de monedas por
ella. Hilda estaba aterrada pero afortunadamente el hombre la trató con
compasión y la colocó en el palacio de un sultán quien la entregó a su esposa.
Todo sucedía tan rápido que Hilda creía que aún
soñaba y se decía a si misma que no tardaría en despertar en su cama y se
reiría de ése sueño tan largo y fantástico, pero no sucedió así... pasaron las
semanas y los meses, aprendió la lengua extraña de esas gentes y trató de
adaptarse. Hilda se encargaba de lavar la ropa de la esposa del sultán, después
de todo no era tan malo... le daban buena comida, dormía en un cuarto pobre
pero limpio con otras esclavas... en general, la trataban bien.
¿Cuánto tiempo transcurrió?... tal vez un año. Por
su comportamiento humilde y acomedido ahora era una dama de compañía de la
esposa del sultán, se ocupaba de abanicarla, peinarla y otros menesteres.
Pero una fatal noche unos bárbaros atacaron el
palacio, mataron al sultán y a su esposa... casi todos los guardias del sultán
fueron masacrados y las esclavas violadas, entre ellas Hilda. Toda la noche
abusaron de ella, cuando se cansaron la arrojaron media muerta a una mazmorra.
En esa misma mazmorra estaban dos guardias personales del sultán, ellos habían
sido brutalmente golpeados porque el jefe bárbaro quería que ellos le dijeran
el lugar de cierto tesoro enterrado.
Durante varias noches los dos guardias fueron
torturados y ella ultrajada... finalmente Hilda y los dos guardias hicieron un
plan para huir: una noche, cuando uno de los bárbaros quiso usarla, ella se
hizo la enferma, el bárbaro entró a la mazmorra para abusar de ella allí mismo
y los dos guardias lo atacaron... huyeron por los túneles, fueron descubiertos
y se separaron... ella huyó con uno de los guardias por un túnel que llevaba
hacia el mar y el otro guardia se fue por un túnel que llevaba a las minas.
Días después, recuperados mas o menos de sus
heridas, Hilda y el guardia fueron disfrazados al mercado tratando de conseguir
alimentos y averiguar que había sucedido
con el otro guardia y se enteraron que los bárbaros habían anunciado una
ejecución en el árbol del tormento.
Fueron confundidos entre la multitud, no se habían
equivocado, se trataba del otro guardia que no pudo huir... los bárbaros lo
azotaron y le marcaron el rostro con un hierro candente para dejarlo después a
merced del populacho y las aves de rapiña. Hilda y el guardia no podían hacer
nada hasta que llegara la noche... volvieron horas mas tarde para liberar a su
compañero pero él se negó diciéndoles que estaba moribundo y no valía la pena
que ellos se arriesgaran por salvarlo.
Hilda y el guardia huyeron a otro pueblo en donde
empezaron a vivir como marido y mujer tratando de olvidar los sufrimientos,
pasados algunos meses la felicidad empezó a sonreírles... hasta un día en el
que Hilda estaba montando un caballo, éste se desbocó, ella cayó y se golpeó la
cabeza... al despertar estaba en un hospital y frente a ella vio a su madre
quien se arrodilló y dio gracias a Dios porque su hija había despertado del
coma.
El doctor le dijo que los bomberos la rescataron de
entre los fierros retorcidos del autobús, que hace más de un año estaba en coma
y que su recuperación había sido un milagro. Hilda volvió poco a poco a su vida
habitual pero no podía olvidar la extraña aventura que había vivido.
Y una noche tuvo un sueño: vio al guardia que había
sido su esposo, él estaba llorando frente a una tumba... entonces ella se
acercó a él y lo abrazó desde atrás... él al verla se estremeció creyendo que
alucinaba. Hilda le contó su historia, sus sueños, su mundo, el accidente...
pero el guardia aún incrédulo, abrió la tumba... la encontró vacía... entonces
la abrazó y la besó, le dijo que la había extrañado mucho... y ella le prometió
buscarlo cada noche en sus sueños.
Liliana Celeste Flores Vega - escrito en septiembre de 1990