in girum imus nocte et consumimur igni

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viernes, 22 de noviembre de 2019

Brujería


La hermosa condesa Eloísa fue acusada de brujería. El Tribunal de la Santa Inquisición había recibido muchas denuncias que declaraban haberla visto las noches de luna llena dirigiéndose al bosque en donde realizaba rituales blasfemos alabando a Satanás, algunos se atrevieron de acusarla de haber envenenado a su esposo, el conde Rodolph. El Inquisidor ya no podía ignorar las acusaciones contra la condesa y ordenó que la trajeran para comparecer.

Su proceso fue rápido. En un baúl de sus aposentos encontraron una túnica negra, grimorios y pócimas. Fue condenada a morir quemada en la hoguera. Dada su condición de noble esperaba, resignada a su triste suerte, el día del auto de fe en una celda del convento.

Y llegó el día. La condesa fue llevada a la plaza en donde la muchedumbre ya estaba reunida para verla arder en la pira. La subieron al tabladillo, la condesa completamente desconsolada pidió recibir la comunión antes de ser ejecutada pues a pesar de las pruebas encontradas ella insistía en su inocencia, la plebe se burló de ella pero el sacerdote, cumpliendo con su deber, se acercó y le dió la bendición.

Ya estaba atada al poste y la paja preparada a sus pies cuando en medio del alboroto un caballero templario irrumpió a todo galope. Era sir Francis, conocido y admirado por su valor en la última cruzada en Tierra Santa.

— ¡Detengan la ejecución, traigo una bula de perdón de nuestro Santísimo Pontífice! — exclamó el templario — la condena se cambia a reclusión en el Monasterio de Santa Clara. Yo mismo la llevaré.

No esperó respuesta del Inquisidor, subió al tabladillo, desató a la condesa que no pudo contener el llanto al ver a su salvador, la subió a su caballo y se alejaron de la plaza en la que los aldeanos vociferaban rabiosos pues querían ver arder a la condesa.

Días después Eloísa se encontraba a salvo durmiendo plácidamente en una habitación del Monasterio de Santa Clara. Mientras tanto, en las catacumbas del mismo, Sir Francis invocaba al demonio que tenía esclavizado gracias a los encantamientos de un libro misterioso que encontró en las lejanas tierras de Constantinopla, ese demonio ya le había concedido la muerte del conde Rodolph y ahora le concedería la venganza... Aquellos que habían acusado de bruja a su amada Eloísa recibirían un merecido castigo.

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