Desperté,
estaba envuelta en la capa de Aiec Paec y acostada sobre un lecho improvisado,
busqué al guerrero inmortal con la mirada y lo vi a la orilla de un enorme lago
azul espejo en el que no había reparado antes asegurando la vela de una balsa
hecha con totoras, por un momento me sentí aturdida pues no comprendía como no
había podido ver el lago antes pero lo entendí cuando vi a mí alrededor, al
parecer Aiec Paec me había traído hasta allí mientras yo dormía.
Aiec
Paec me tomó entre sus brazos y me subió a la balsa, tomó los remos... mientras
nos alejábamos de la orilla del lago que se encuentra entre las nubes contemplé
las ruinas humeantes de lo que fuera el magnífico centro ceremonial de
Tiahuanacu, un estremecimiento recorrió mi cuerpo al divisar el Portal del Sol
derrumbado y partido en dos... mis ojos no pudieron apartarse de la visión de
las ruinas hasta que llegamos al centro del lago y el pasaje astral se abrió,
levanté mis ojos y vi a Aiec Paec quien también miraba hacia la lejana orilla
pero no observaba las ruinas, vigilaba la distancia y el dolor por dejarlos a
ellos sobre la realidad de una región devastada se posó sobre sus ojos
indefinidos entre azul y verde como una sombra.
Aiec
Paec remó un poco más hasta que la balsa entró a la columna de luz, aquella luz
nos envolvió y por un instante solo existió ese destello argentino y gélido...
una sacudida... y la luz se desvaneció en suave neblina que flotó por un
momento sobre la superficie de las aguas azules, cuando se disiparon por
completo pude ver que ya no estábamos en el centro del lago, estábamos en medio
de un inmenso mar... me arrebujé en la capa del guerrero inmortal y cerré los
ojos desalentada por la panorámica inacabable de agua. Aiec Paec remó en el Mar
de la Eternidad infatigablemente, por momentos yo despertaba de mi sueño y solo
divisaba cielo y mar, cielo y mar... entonces volvía a cerrar los ojos
dejándome mecer por el suave vaivén de las olas. Creí que habíamos navegado por
una eternidad cuando Aiec Paec aseguró los remos y dejó que la corriente
llevara la balsa; se recostó a mi lado, instintivamente busque el calor de su
cuerpo y lo interrogué con la mirada...
él dejó escapar un leve suspiro, acarició mi mejilla y me besó tiernamente en
los labios, aquel beso me confortó y me acurruqué en su pecho.
Un
rayo de luz hirió mis ojos y los abrí, amanecía pero aún la visión del panorama
era sólo de cielo y mar. Aiec Paec estaba despierto pero no había querido
despertarme quitándome el abrigo de su cuerpo; supe que él tenía que seguir
remando y me resigné a arrebujarme con su capa lo mejor que pude... intenté
mantenerme despierta pero la inmensidad del Mar de la Eternidad volvió a
abrumarme entonces fijé mis ojos en la espalda de Aiec Paec, había atado su larga
cabellera color azabache en una coleta y el movimiento monótono de sus hombros
al remar terminó por hundirme otra vez
en el sueño. Al atardecer la calina nos rodeó pero entre la bruma pudimos
divisar las costas de Néphula.
Llegamos
a la Playa del Silencio de noche, entonces la vi: Entre nieblas azules,
espectral y lejana, casi irreal en su fantasmagoría se alzaba la Torre de
Ámbar... Aiec Paec dejó la balsa atracada en el roquerío e hizo ademán de
tomarme entre sus brazos pero yo le dije que intentaría caminar pues sentía las
piernas entumecidas y deseaba moverlas para entrar en calor, él me ayudó a
ponerme de pie pero me alzó en vilo al verme flaquear. A unos pocos pasos un
guerrero estaba sentado sobre una roca, al vernos se puso de pie poniendo en manifiesto
su magnífico porte: Su larga cabellera oscura estaba atada en media coleta,
vestía un elegante uniforme de gala de
terciopelo, sobre éste llevaba una coraza que relucía con un brillo
argentino y una espada con empuñadura de rubíes colgaba de su cinturón, pero lo
que más me impresionó fueron sus ojos ígneos como dos carbunclos.
- Lars a vuestras órdenes - dijo haciéndome una reverencia marcial - si no lo recordáis yo soy vuestro guardián personal y...
- Yo cuidaré de ella como cuando era una niña, el mismo Príncipe de la Muerte me la encargó - dijo Aiec Paec con una severidad que no imaginé en su semblante, por un instante ambos se miraron como si midieran sus poderes, finalmente Lars cedió haciendo una cortés reverencia que se notó fingida y diplomática - ¿Trajiste el carruaje? – preguntó Aiec Paec y Lars le respondió asintiendo con la cabeza sin ocultar el brillo furioso de su mirada de fuego.
Liliana Celeste Flores Vega - 2002