Mi cuerpo estaba
entumecido con una rigidez casi pétrea, yacía en una duna semienterrada por las
rojas arenas calcinadas y la sed me atormentaba. El veneno corría rápidamente a
través de mis venas y el sueño vencía mis cansados ojos, yo sabía que si cedía
moriría... y deseaba morir...
Cerré mis ojos y
me preparé para descender a la oscuridad cuando escuché que una voz gritaba mi
nombre, pero el grito me llegó solo como una sombra del sonido demasiado lejana
como para abrigar esperanzas y cedí a la oscuridad que me arrastraba. Me hundía
en un torbellino sanguinolento y oscuro, deseaba seguir cayendo y cayendo pero
de pronto un golpe seco me arrancó la deliciosa sensación de vértigo... me
estaba hundiendo en las arenas y mi cuerpo estaba petrificado, sin embargo era
una sensación agradable, carente de dolor... cuando mi voluntad estaba a punto
de ceder nuevamente aquella lejana voz gritó mi nombre pero ésta vez me llegó
una imagen con el sonido lejano y angustioso: La silueta de un hombre de largos
cabellos oscuros embozado en una capa de tinieblas... algo dentro de mí se
rebeló contra la fuerza que me arrastraba inexorablemente al olvido, un
tamborileo insistente que fue correspondido por un redoble dentro de mi pecho
que en un principio me pareció ajeno y luego reconocí como los latidos de mi
corazón.
Intenté luchar
pero ya era demasiado tarde, mi cuerpo estaba petrificado, perdida toda
sensibilidad, solo la angustiosa sensación de que mis esfuerzos eran inútiles.
Mis ojos empezaron a cerrarse en contra de mi voluntad y mi corazón empezó a
latir más lentamente pero de pronto unas gotas de lluvia humedecieron mis
resecos labios y bebí aquellas gotas
saladas, pasaron por mi seca garganta y fue tan vivificante como beber
del manantial de la vida, mi corazón empezó a bombear sangre y ésta sangre
circuló por mis venas devolviéndole la
sensibilidad a mi cuerpo petrificado.
Recuperé mis fuerzas y luché para no quedar enterrada por las arenas y
lo logré, entonces abrí los ojos: Estaba entre los brazos de un hombre que
lloraba y besaba mis mejillas y mis labios con desesperación, pero no era el
hombre embozado en la capa de tinieblas que yo había visto cuando el veneno me
convertía en piedra, era un hombre joven de largos cabellos dorados y hermosos
ojos azules, más hermosos empañados por el cristal de las lágrimas que me
habían salvado la vida.
El hombre de
largos cabellos oscuros estaba sentado con la espalda encorvada y la cabeza
echada hacia delante, con la frente tocando sus rodillas y el cabello cayéndole
sobre el rostro, recostado a un muro de piedra semiderruído frente a nosotros
en una postura absolutamente
desconsolada parecía formar parte de las ruinas de lo que a mi confuso
entendimiento le pareció un templo destruido por el poder de un dios furioso y
malvado. Al sentir mi mirada sobre él levantó su rostro, aún incrédulo me dijo:
- Creímos que te habíamos perdido – extendió su brazo hacia mí y sentí sus fríos dedos acariciando mi
mejilla, pude ver que tenía la muñeca atada con un jirón de tela que estaba
totalmente embebido en sangre – intenté... despertarte dándote de beber mi
sangre... pero... no entiendo, las lágrimas...
El hombre joven de
cabellos dorados aún me sostenía entre sus brazos cuando el hombre de largos cabellos oscuros
me abrazó. Era placentero sentir ése doble abrazo, una dulce somnolencia me
envolvió, me sabía protegida y estaba agotada, cerré los ojos deseando quedarme
dormida con la cabeza apoyada sobre el pecho del hombre joven de cabellos
dorados y cobijada por el abrazo del hombre de la capa de tinieblas cuando un
estruendo nos sobresaltó a los tres: en el horizonte una centella roja surcaba
el cielo...
- ¡Jian Oog se llevó los dos cetros! - exclamó una voz de trueno y frente
a nosotros surgió un guerrero inmortal, sus largos cabellos negros como la
noche enmarcaban su pálida faz en la que sus ojos irreales indefinidos entre
azul y verde fulguraban de rabia - ¡Estás con vida! - exclamó al verme y su
semblante se suavizó por una vaga
sonrisa.
Un segundo después
de que el guerrero inmortal terminó de hablar un resplandor azul estalló a su
lado y apareció una hermosa mujer de rubia cabellera alborotada que le llegaba
a la cintura, una línea dibujada con terracota destacaba en su níveo rostro
sombreando sus ojos semejantes a dos turquesas, su belleza salvaje era una
amalgama de fragilidad y fuerza, delicada como una princesa pero algo innato en
ella la delataba como guerrera.
- ¡No encuentro a Coalechec!... y mi amaru... ¡mi amaru está muerto! -
exclamó desesperada y el hombre de largos cabellos oscuros abrió los labios
para decir algo pero fue interrumpido por la súbita aparición de un joven
guerrero de largos cabellos dorados que caían como una cortina de oro sobre sus
espaldas, jadeaba y sus ojos de un azul profundo rutilaban de ira.
- ¡No está!... Coalechec no está en ningún lado... lo busqué... entre las
ruinas - dijo el joven guerrero agitado - Shia, encontré esto - dijo
entregándole a la hermosa mujer un garrote que ella tomó como si la pesada arma
fuera ligera.
- Shia, Xiuel... Jian Oog se llevó los dos cetros, vamos tras él - dijo
el hombre de la capa de tinieblas dirigiéndose a la hermosa mujer y al joven
guerrero - Aiec Paec, cuídala... llévala
a la Torre de Ámbar – añadió, me levantó entre sus brazos y me entregó al
guerrero inmortal, quien me recibió devotamente - nosotros iremos tras ése
miserable.
Vi como el hombre
joven de dorados cabellos se ponía de pie y Xiuel se fusionaba con él formando
un solo ser, silbó y dos corceles de tormenta descendieron velozmente del
cielo, él montó uno de los corceles, el hombre de la capa de tinieblas montó el
otro y le ofreció su mano a Shia ayudándole a subir a la grupa del
fantasmagórico corcel, en un instante eran solo dos puntos de luz oscura en la
inmensidad del cielo nocturno.
Me cobijé en el
pecho del guerrero inmortal, su contacto fue reconfortante, un aura lila me
arrebujó suavemente y el sueño descendió sobre mis párpados como una caricia
dejando atrás mi confusión, la angustiosa pesadilla y las dunas de rojas
arenas.
Liliana Celeste Flores Vega - 2002
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