in girum imus nocte et consumimur igni

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domingo, 6 de diciembre de 2015

Noche de Luna Negra

Noche de Luna Negra

Mi mente aún no se recupera de la visión atroz de aquella noche maldita, hace una semana, en la que el Guerrero de la Luna se ofreció voluntariamente al sacrificio ritual de la Huaca de la Luna de los Muertos condenándose a ser la próxima victima de la Diosa que cena y danza con los cadáveres.

Me atrevo a correr la cortina de lo irreal para averiguar que sucedió con el Príncipe de las Nieblas. Noche sin luna o mejor dicho, noche de luna negra. Mi espejo de tinieblas me muestra una extraña escena: La Fantasmala viste sus galas negras y luce sus joyas de plata, sentada frente al espejo le da los últimos toques a su tocado, asegura su velo tejido con hilos de noche con espinas de rosas blancas y baja las escaleras tan bella como una viuda siniestra... en el descanso del séptimo piso le da el alcance un caballero vestido con la elegancia de un noble de la corte de Francia llevando duelo, lleva sus cabellos color cobre atados en una coleta y los ojos verdes sombreados en negro, le ofrece con galantería su brazo a la sombría dama ella le da un beso en la mejilla y lo enlaza.

Los dos descienden por las escalinatas de piedra patéticamente iluminadas por antorchas mortecinas adosadas a los muros de piedra hasta el tercer piso de la atalaya de ámbar. Entran a un amplio salón adornado con cuadros blasfemos y amoblado con elegantes muebles de madera tallada, ella toma asiento en una butaca doble, él sirve dos copas de vino, le ofrece una y se sienta a su lado... brindan… charlan placenteramente, él la mira con arrobamiento, ella le sonríe coqueteándole tras el velo. Sus coloquios son interrumpidos por el repiqueteo de una campanilla, ella se angustia, él aprieta sus manos entre las suyas para calmarla, se pone de pie y abre de par en par las puertas del balcón... él le hace un gesto para que se acerque, ella se niega, él insiste… finalmente la bella dama de negro se asoma por el balcón.

La Fantasmala asoma por el mirador con los atavíos de la luna negra… abajo en el patio, el Guerrero de la Luna, vistiendo su armadura de argento y portando la mítica espada la saluda hieráticamente. Ella le corresponde con una sonrisa triste… el Guerrero de la Luna desenvaina su espada, la luce y la hoja resplandece como un rayo de luna en la negrura de la noche arcana, la clava en tierra y seguidamente se despoja de su armadura. Finalmente se queda en gregüescos y camisa blanca, echa hacia atrás su cabellera dorada con ese aire de arrogancia en él característico, la dama enlutada desprende una rosa blanca de su tocado y se la lanza, él la recoge y la estruja hasta hacerse sangrar la mano con las espinas. n lontananza se distinguen las siluetas de cuatro jinetes espectrales a toda marcha.

Los Cuatro Caballeros de la Muerte llegan presurosos. Los cuatro corceles caracolean bajo el balcón desde donde La Luna Negra se abanica con desfalleciente aspaviento de dama antigua... los cuatro jinetes malditos saludan a la damisela, ella cierra de golpe el fino abanico y ellos hieren a sus corceles con las espuelas, obligándoles a correr en círculos alrededor del Guerrero de la Luna.

Liliana Celeste Flores Vega - abril 1991




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