in girum imus nocte et consumimur igni

in girum imus nocte et consumimur igni

sábado, 13 de septiembre de 2008

La princesa, la sierpe y el rubí

Las campanas de la luna anunciaron medianoche...

La princesa escogió un vestido de encaje color azul para asistir a la fiesta que daba el duque en su mansión de los veintiún faroles. La princesa se peinó frente al espejo, sus mejillas estaban marchitadas por tantas noches de insomnio sufriendo por aquél hombre que la engañó. Secó sus lágrimas, llamó a su doncella y fue al baile.

Deslumbró a los nobles con su belleza, la noche fue de danzas y violines... cuando todos los invitados se retiraron ella se quedó en el balcón contemplando las lejanas montañas moradas.

Galantemente el duque la invitó a su alcoba, ella aceptó y subió con él a la recámara privada. El duque le dijo que se desnudara y le mostrara la herida que llevaba en el pecho. La princesa se despojó de su vestido azul y se mostró desnuda ante los ojos del duque... desnuda como una bella estatua de mármol que tenía en el lugar del corazón un triste rubí.

En silencio el duque se despojó de su uniforme de gala y se mostró desnudo ante los ojos de la princesa... desnudo como un viril gladiador que tenía en el lugar del corazón un agujero negro en donde se escondía una sierpe enroscada.

Bebieron nepente y fornicaron... cuando el sol despertó ellos se durmieron en el desordenado lecho revuelto. Cuando el sol se ocultó ellos se despertaron y contemplaron por la ventana la bola de fuego que se hundía en el horizonte entre matices sangrientos y de bronce.

La princesa tomó su vestido... entonces se dio cuenta de que su triste rubí ya no estaba, ahora tenía en medio de su pecho un agujero negro en el que enroscaba una pequeña sierpe... el duque sonrió maliciosamente y se quitó el disfraz: ¡Era Satanás!...

La princesa no se espantó, reconoció a su antiguo amante y sonrió derrotada... tomó la copa que él le ofreció y a modo de brindis murmuró: Siempre tú...

... y siguió bebiendo nepente.

Liliana Celeste Flores Vega - escrito en septiembre de 1999

martes, 9 de septiembre de 2008

La Espera

Era noche oscura, era noche de luces fantasmas... en el bosque vagaba la niebla mientras que un joven vestido a la antigua con una capa negra que arrastraba sobre la hojarasca caminaba pensativo en la senda agreste... su rostro anguloso era pálido y el viento despeinaba sus largos cabellos cenicientos. Un búho lo vigilaba a escondido entre el ramaje verdinegro de un añoso árbol frondoso.

- ¡Qué tranquila está la noche! – exclamó – los lobos no aúllan.

Y meditaba en silencio cuando un ruido semejante al crujir de la madera vieja llegó a sus oídos...

- ¿Quién anda por ahí? – interrogó al viento.

El crujido se hizo mas intenso, se escucharon lontanos lamentos como llantos cansados, como quejidos de torturados, como estertores de moribundos... el joven se estremeció pero esperaba a su novia, la bella doncella sacerdotisa de la luna. Entonces tomó coraje y se apoyó en el tronco de un árbol gigantesco dispuesto a enfrentar todo peligro.

El crujido se alejaba y se acercaba desorientándolo, ya tenía su puñal en la mano... de pronto el árbol en el que estaba apoyado se estremeció... él se apartó despavorido... todo era noche... todo era sombra... todo era crujidos.

Una mano gélida se posó sobre su hombro, él giró sobresaltado... era su novia que sonriente llegaba a la cita.

- Amado mío – dijo risueña – soy yo... no te asustes.
- ¿No escuchas esos espantosos lamentos que salen de las entrañas de los árboles – le preguntó el joven abrazándola con el afán de protegerla de lo ignoto.
- ¡Ah!... sólo son las almas de los árboles muertos – respondió ella casi riendo a carcajadas – descienden a las profundidades de la tierra... dentro de algunos siglos se convertirán en diamantes.

El joven se sonrojó. Se besaron y tomados de la mano se encaminaron a la gruta de los ensueños.

Liliana Celeste Flores Vega - escrito en 1990

viernes, 1 de agosto de 2008

Solo contigo

Que se haga el silencio
ordena a los duendes grises
que cierren las puertas y ventanas
para que el humano bullicio
no profane nuestro santuario impío.

Que apaguen las luces
quiero estar rodeada de abismo
disfrutando del éxtasis de la oscuridad
bajo el encanto de esta torre
ajena al mundo... solo contigo...

Liliana Celeste Flores Vega - marzo 2007

lunes, 21 de julio de 2008

Fúnebre

Mis ideas huyeron
unas fueron a esconderse en las ostras en el fondo del mar,
otras en los capullos de las flores aún no abiertas...
se escondieron en las nubes, en la niebla
cansadas de mis llantos y de mis lutos,
ellas deseaban fiestas y yo les di funerales,
deseaban antorchas y yo les di fuegos fatuos,
deseaban vestidos lujosos y yo les di harapos...
busqué sus huellas en la nieve, en la arena, en la ceniza.

Una tarde estaba yo sentaba al borde del abismo
y divisé un fúnebre cortejo
¡Eran mis ideas que volvían!, estaban heridas, sollozaban...
las abracé con ternura y las acogí en mi pecho
no sabían que yo había encontrado un tesoro en el ocaso,
que le robé los perfumes al bosque, las espumas al mar,
las nieblas al cielo, los diamantes al invierno...
ahora las vestiré de gala para que asistan al funeral
porque mientras estaban ausentes yo he muerto.

Liliana Celeste Flores Vega - enero del 2000

domingo, 29 de junio de 2008

Mater Tenebrae

Soy la madre del pecado, el origen de la malignidad
soy la siniestra hechicera, el copón viviente de la misa negra
soy la odalisca lujuriosa, la gran fornicadora de los aquelarres.

Mater Tenebrae

Siete semillas malditas nacerán de mi vientre,
hijos de los siete poderosos, lunas y luceros que nacerán de mis tinieblas.
Sin numero serán los frutos bastardos de mis ilegítimos amores,
hijos de aquellos que fueron el origen de todas las depravaciones.

Mater Tenebrae

Soy la Emperatriz del Eterno Ocaso, dama azul sentada en ígneo trono
que se levanta en el límite de un violáceo horizonte,
llevo en mi dedo la sortija escarlata forjada en el fuego primigenio.

Mater Tenebrae

Me temen porque no pueden descifrar mi misterio,
al que se atreva a levantar mi velo lo fulmino con la mirada...
me temen porque soy la inmortal que bebe veneno,
el que fornica conmigo debe de darme su vida en el ritual de la maza.

Mater Tenebrae

Soy la esposa de Satán, luna azul vestida de escarlata,
La Degolladora que se alimenta con sus niños.

Liliana Celeste Flores Vega - 1996

domingo, 15 de junio de 2008

Mausoleo

¡Mausoleo!

Cánticos sepulcrales,
fuegos fatuos azules
en la oscuridad honda y triste,
columnas de cristal,
sarcófago tallado en diamante.

¡Mausoleo!

Plegarias de ultratumba,
llanto del cielo,
la luna azul en silencio
meditando sobre enigmas
escritos en el agua.

¡Mausoleo!

Liliana Celeste Flores Vega - enero del 2000

viernes, 13 de junio de 2008

Vaporosa

Me acostaré vestida de encajes albos
para disfrazar mi inocencia perdida
simularé ser una novia esperando el sacrificio...
te esperaré... íncubo de mi lecho.

La noche se cubrirá de nieblas
para velar nuestros amores sacrílegos,
el amanecer se quedará dormido
y las sombras serán más densas.

Los fantasmas recorrerán la bóveda aérea
como un fatal preludio de violines quebrados
y las libélulas danzarán entre vapores azules y congelados
me entregaré a ti... vampiro de mi alma...

Liliana Celeste Flores Vega - 1989

jueves, 17 de abril de 2008

Atardecer

Con destellos color bronce
los últimos rayos solares se filtran
por la tosca ventana de pesados cortinajes
y simulan ser fuegos fatuos
donde danzan
las inquietas salamandras.

¡El atardecer!...
la belleza del ocaso es patética
y deja una extraña sensación en el alma,
es como una dulce tristeza que alegra
y es como una amarga alegría que entristece
tiene sabor a veneno y embriaga.

En el candelabro de plata denegrida
arden tres velas aromáticas
y la luz con la sombra mezclada
dibuja oscuros figurines
en el añoso muro
de piedra gastada.

En el espejo de marco tallado
se vislumbran vagos reflejos
de ignotos y olvidados fantasmas
y desde el pasadizo húmedo
llega el rumor de los pasos
de los muertos que nunca nacieron.

Liliana Celeste Flores Vega - enero de 1995

lunes, 7 de abril de 2008

Criptofilia

Entra sin miedo en mi jardín prohibido
siguiendo un camino sembrado de pan
entra conmigo a fondo perdido
y verás...
Entra sin miedo aún si estoy dormido
siguiendo la duda que marca el azar
entra conmigo a fondo perdido
y verás...
(Entra conmigo – Bushido – Morti)


Criptofilia

La noche guarda silencio sobre las tumbas... un ángel en cuyos labios enmudeció el canto divino es el guardián inmóvil de la sepultura que esconde mi secreto.

Monto mi unicornio fantasma y guiada por la luz de la pálida antorcha de la luna mortecina recorro el onírico sendero que limita con los caminos de la muerte. Llego al umbral ancestral vigilado por la esfinge, la mítica criatura no me formula enigmas pues aún no se responde ella misma como es posible que yo camine entre los vivos cuando mi corazón dejó de latir en el instante en el que mi amado cayó bajo el hechizo de Morpheus.

Traspongo el umbral que separa los dos mundos, no necesito de psicopompo pues conozco de memoria los caminos del Valle de la Muerte. Mi presencia no inquieta a los espectros que ya se han acostumbrado a ver mi vagarosa silueta nebulosa, que no es fantasma pero camina entre las sombras, deambulando por estas sendas... hasta los demonios me sonríen al reconocer en mí a la niña que danzaba entre las tumbas.

Cruzo el sendero flanqueado por dos hileras de árboles cetrinos, dejo a mi unicornio fantasma atado a un árbol carcomido por el tiempo. Sorteo las trampas del laberinto hecho con matorrales de rosas salvajes cuyas espinas se cobran el tributo de mi sangre, precio que pago gustosa solo por verlo... llego hasta la reja de hierro, la llave pende de mi cuello, abro el portón y atravieso el jardín prohibido, bouquet de jazmines azules y pálidos lirios.... finalmente llego a la mansión embrujada, la morada de la Luna Funeraria.

Las tímidas doncellas que vigilan su sueño me reciben con una reverencia. Subo las escaleras quedamente para no despertar a mi amado pues las campanas fúnebres aún no han anunciado la hora sonámbula con la que se inicia la mascarada fantasmagórica.

Entro a nuestra alcoba, mausoleo de cánticos nupciales que quedaron suspendidos en las notas del silencio. Enciendo los lamparines y perfumo la habitación con incienso de rosa, sándalo y jazmín... me quito el faldón desgarrado, la blusa y los botines... restaño mis heridas con infusión de manzanilla y me visto con un vaporoso camisón hecho de nieblas.

Descorro los plúmbeos cortinajes que protegen nuestro lecho y que fueron tejidos por las arañas milenarias criadas por la Degolladora en la cámara subterránea de su ancestral templo pétreo para resguardar su sueño de pesadillas y maleficios. Mi amado duerme entre sábanas hechas con hebras de noche y su inocente desnudez es tan pecaminosa como el descaro hierático de los ángeles de mármol que exhiben sus encantos viriles en los cementerios.

Su sueño es tan profundo que se asemeja a la muerte. Mis manos acostumbradas a tejer velos con hilos de luna y a escribir poemas sobre el agua recorren su anatomía insensible como la marmórea carne de los ángeles sepulcrales... y como el mármol su carne es fría e indiferente a las caricias de mis húmedos labios anhelantes de saborear su virilidad dormida. De tanto acariciarlo mientras duerme mis manos aprendieron a disfrutar la impasibilidad de su mutismo y mi carne reprodujo la frialdad ultraterrena de la suya.

Mientras que las campanas de la torre esperan que el hada de alas de libélula tire de las cuerdas mágicas yo me deleito recorriendo su desnudez con la misma devoción del escultor de la fábula que acariciaba las voluptuosas formas de la bella estatua pidiendo a los dioses que su amada Galatea cobrara vida... y como aquel escultor enamorado yo también espero el milagro de que su carne muerta bajo la magia de mis caricias se haga trémula.

Lo contemplo: Su oscura cabellera, tan negra como el ala del cuervo, cae en desorden sobre sus hombros haciendo que por el contraste su piel parezca más pálida de lo que es... sus venas se dibujan como líneas azules bajo la piel traslúcida de su cuello invitando a mi boca sedienta de su sangre añil a herirlo con mis vampirescos colmillos.

Bello como un dios pagano abstraído en el sueño eterno por un maleficio de la Luna celosa que lo ama con delirio y pasión loca... bizarro como un vampiro que en su andrógina hermosura no pierde la virilidad de su furiosa elegancia apócrifa. Mi amado es un príncipe de las tinieblas a quién la Diosa de la Muerte le otorgó con un beso el oscurecido don de unirse con las sombras para perpetuar su gallardía melancólica.

Repican las campanas respondiendo a mis conjuros de versos de argento... él se estremece bajo mis caricias... mi amado despierta, sus labios esbozan una ligera sonrisa al reconocer mis manos recorriendo con amoroso impudor su provocativa desnudez... el sonrojo no colorea sus pálidas mejillas pero sus labios se humedecen y su pecho se agita.

Entreabre sus ojos, abismos ígneos de profundidad infinita, en los que mi inocencia encontró su ruina seducida por sus embrujos de nigromante y las letanías que recitaba al borde del abismo en las noches de luna negra... basta una mirada suya para que quede ebria de beleño.

La noche desata su pasional danza, eufonía amorosa entre la dama blanca y el caballero negro... somos vampiros gracias a la maldición de la luna azul que se viste de plata, nuestras bocas se buscan para saciar mutuamente la sed de besos, el sangriento frenesí... él me expresa su ternura con furia y arrebato, sus celos dejan en mi cuerpo las huellas de su lujuria... yo le correspondo haciéndole conocer el placer del dolor torturándolo con dulces caricias.

Cuando se asoma el alba, la maldita virgen vestida de luz diáfana, mi amado vuelve a caer en su sueño... me quedo a su lado, mi cabeza reposando sobre su pecho... pero debo de irme, muy a mi pesar abandono el lecho... le doy un beso, lágrimas de plata ruedan por mis mejillas... al contemplarlo dormido comprendo que en los sueños del amor y de la muerte hay poemas sin palabras y melodías forjadas en el silencio.

Corro los cortinajes de nuestro lecho recitando la plegaria que en mi ausencia le dará hermosos sueños... antes de abandonar la mansión embrujada le ordeno a las doncellas que lo cuiden. Hago un ramillete con lirios y jazmines... cierro con triple golpe de llave el portón que da acceso al jardín prohibido y renuevo las trampas del laberinto.

Me protejo del sol cubriéndome con mi manto de oscuridad y cabalgo a todo galope el camino de regreso... le rezo a la luna para que algún día el hechizo se rompa y pueda despertar.

Y ésta es nuestra leyenda, nos amamos en los reinos oníricos... nuestro amor es un fantástico y trágico reverie en el limite de la vida y de la muerte... yo soy la hechicera de sus pesadillas, la princesa azul de sus sueños... él es el nigromante de mis sueños, el príncipe de la muerte de mis pesadillas.

Liliana Celeste Flores Vega, 2006

sábado, 5 de abril de 2008

Matinal fantasma

... Era el alba
y un fantasma matutino
recorría tristemente la senda abandonada
donde crece la hierba descuidada.

... Era el mediodía
y la sombra de la mañana
reposaba a la vera del camino semioculta en el ramaje
de un árbol tranquilo.

... Era el ocaso
y el espectro iluminado
se volvió pálido y huyó cuando las sombras
cayeron sobre el camino.

Liliana Celeste Flores Vega - 1993

lunes, 31 de marzo de 2008

Me pides lo imposible

Me pides lo imposible
y yo te lo concedo.
Mataré si debo
te ayudaré si puedo
solo dime que he de hacer
y si recuerdas tu sueño
dime, ¿estoy en él?
(Salomé – Enrique Bunbury)


Me pides lo imposible

- Dices que sabes quien soy.
- Eres Lilina, la princesa de las nieblas... eres la shaman de Celesta, la Dulce Muerte.
- Sabes mi nombre pero no me conoces... en mis venas fluye la esencia de la noche como savia venenosa, soy una vampiresa hambrienta de tinieblas y sedienta de sangre.
- Lo sé.
- No, no lo sabes... entiende que no soy una loca que escuchó demasiado black metal y leyó en exceso a Baudelaire... soy una bruja, la shaman de la Diosa de la Muerte.
- Y yo soy el shaman de Thanatos.
- No, no lo eres... pretendes serlo... por favor, ¿qué sabes tú del Príncipe de la Muerte?... él me hizo suya bajo la luna de diciembre, emponzoñó mis labios con sus besos y me enseñó a alabar el misterio de la noche arcana... inmolé mi pureza para satisfacer sus deseos de morbo, sangre y blasfemias... no lamento haber perdido la inocencia cada vez que él me lleva sobre su cadavérico corcel a cabalgar entre la tormenta rumbo a las regiones sombrías... bendigo ser impura, tan impura que él me lleva orgulloso a las orgías de Svartalfa.
- Lo sé, fornicas con los dioses.
- Si, soy la odalisca favorita del harén del Diablo... soy adicta a los besos inmortales... a vinagre mezclado con ceniza me saben los besos de los simples hombres.
- Quiero ser el shaman de Thanatos.
- Tendrás que beber la esencia de la noche y la muerte del santo grial infernal.
- Si, estoy dispuesto pero quiero beberla de tu boca.

Tomo aquél puñal que fue consagrado con mi sangre.

- Ve y gánate el derecho de beber la maldición de mi boca.

Recibe el puñal, me mira y se va. Sonrío, no lo creo capaz de cumplir con la prueba que demanda el ritual, bebo un sorbo del licor del hada verde y me recuesto en la dormilona a contemplar como las ramas de los árboles dibujan sombras maléficas en la ventana. Dulce y amarga somnolencia en la que recuerdo mis oníricos desvaríos:


Fantasmala

Cerré mis sueños a sus cortejos
pero él tiene las llaves de las puertas de mi aposento...
no puedo negar que es un caballero
pues ha respetado mi desnudez cuando duermo
dice que ser un íncubo no es su estilo
y aunque desea tomar mi mano entre las suyas
para cubrirlas de besos con toda devoción y respeto
yo he de darle permiso para hacerlo...
pero violenta mi voluntad
con poemas, elegías y serenatas
al pie de mi ventana bajo la luna de escarcha
aún si se desata la lluvia o es noche cerrada
no falta a la cita noctámbula
y la guitarra llora armonías todas las noches sin falta.

Mi alcoba ya no es baluarte contra su seducción
permiso tiene de doblegar mi deseo en sueños
pero él respeta mi intimidad
y aunque podría forzarme a ser su mujer en el lecho
no quiere apurar los hechos
y espera que yo lo acepte por propio deseo...
tiene la gentileza de anunciarse cuando desea visitarme
y no me fuerza a recibirlo si no estoy de humor de hacerlo
prefiere esperarme en cada esquina
de los oníricos senderos que acostumbro recorrer
en los astrales del ensueño...
guarda silencio pero me habla con los ojos
¡maldita sea su elocuente mirada
colmada de amatorio deseo!


Pienso en el caballero embozado que conozco en sueños, los arpegios gitanos inundan el silencio, abro los ojos y lo veo... sentado a mi lado, guitarra en mano, las sombras envolviéndolo.

- Estabas dormida cuando regresé y no quise despertarte.

No es aparición ni fantasma errante... se arrodilla a mis pies y me ofrece un envoltorio, lo abro: Un corazón yace en un blanco sudario.

- Mi reina, ¿me he ganado el derecho?
- Si.

Y de mis labios le doy de beber la esencia de la noche y la muerte.

Lilina Celeste, septiembre 1996

viernes, 14 de marzo de 2008

Los Ecos de la Noche

Noche oscura, noche amante...
solo noche con espíritu de noche... noche de luces fantasmas...
noche sombría que danza.

Dormiré con una rosa roja pensando en ti y deseando soñarte,
las lágrimas de la luna son nocturnal rocío perlado
sobre los desvelados pétalos de las tímidas flores pálidas.

Sensaciones barrocas, lejanos murmurios musicales...
tintinean las luces fantasmas... se encienden los preludios...
gimen los ecos de la noche.

Liliana Celeste Flores Vega - 1996

jueves, 31 de enero de 2008

La visita del Guerrero de Fuego

La visita del Guerrero del Fuego (escrito en 1989)

Mi prometido me había dicho que iría a buscar a un sabio quien moraba en el destierro para que le ayudara a descifrar unos pergaminos mágicos... Andras me había dicho que tenía que asistir a una ceremonia... así de que no me quedó mas remedio que ver una película hasta que el sueño aleteó a mi lado.

Apagué el televisor, me lavé la cara y me puse mi camisón... me acosté y me arropé pero acostumbrada a recibir visitas del más allá no podía conciliar el sueño, me sentí tentada de invocar a los espectros pero mi prometido me había prohibido hacerlo y solo me permitía recibir a Andras, mi guardián, en mi aposento.

Sin mi prometido y sin mi guardián la noche se me hacía muy larga, finalmente el tedio me hizo cerrar los ojos y caer en un sueño vacío... mi intuición me sacudió de mi letargo, por los caminos astrales cabalgaba un espectro... un relámpago de fuego en mi jardín, aullidos de lobos... me incorporé sobresaltada en mi lecho.

En medio de mi estancia estaba de pie con desparpajo el Guerrero del Fuego... me sonrió con descaro, echó hacia atrás su cabellera azabache, permitió que su capa negra se deslizara y cayera al suelo... dejó su espada, se acercó a mí, me saludó con un gesto de caballero pero sus ojos azul zafiro recorrieron mi desnudez con irreverencia.

Me apresuré a cubrir mis hombros con mi bata, él me dijo: “No temas Luna Fantasma... no te lastimaré, soy un caballero... me presenté para saludarte pues supe que ésta noche estarías sola, creí que te agradaría charlar un rato conmigo”

Y sin esperar mi consentimiento se sentó a mi lado. Le respondí algo turbada: “Mi prometido no tardará en llegar y aunque eres su camarada no me parece correcto que te encuentre aquí”

Me sonrió, acarició mi mejilla y me respondió: “Él no vendrá ésta noche pues ha ido a buscar al sabio desterrado para consultarle si es posible reemplazarme en el ritual”

El Guerrero del Fuego continuó: “La Muerte era mi esposa, ahora estamos divorciados... tú sabes que ella está prisionera en la torre, para liberarla se necesita el poder de los cuatro elementos y que uno de sus amantes ofrezca voluntariamente tres veces su sangre... pero el Guerrero del Este no quiere que yo participe en la ceremonia”

Yo sabía que los Cuatro Caballeros de la Muerte representaban a los cuatro elementos, pero ¿quién ofrecería su sangre tres veces?... aunque el Guerrero del Fuego me intimidaba, venció mi curiosidad y le pregunté: “¿Quién será el guerrero que ofrecerá tres veces su sangre para liberar a La Muerte?”

El Guerrero del Fuego me respondió: “El guerrero que ofrecerá tres veces su sangre puso su espada y su vida a tus pies porque tú eres la marioneta fantástica que La Muerte maneja... él está loco porque se embriagó con el brebaje de la luna”... y concluyó con una siniestra risotada.

Cuando supe que el guerrero que se ofrecería como víctima era el Guerrero de la Luna de los Hielos le pregunté al Guerrero del Fuego cuándo celebrarían el ritual... él volvió a acariciar mi mejilla, acercó su rostro al mío insolentemente casi rozando mis labios con los suyos percibí su respiración jadeante y su deseo impuro.

Deslizó su mano desde mi mejilla hasta mi mentón, levantó mi rostro obligándome a fijar mis ojos en los suyos, la mirada del espectro me envolvió en su hipnotizante misterio, sentí una de sus manos deslizándose por mi hombro, bajó los tirantes de mi camisón y dibujó el contorno de mi seno.

Sentí su aliento en mi cuello... con la otra mano acarició mi nuca forzándome suavemente a ofrecerle mi garganta, sus labios se deslizaron húmedos por mi cuello y mis hombros... me tumbó engañosamente en el lecho, reaccioné y le di una bofetada con todas mis fuerzas.

Recibió la bofetada sin inmutarse... solo su oscura cabellera se estremeció con el golpe, me sonrió con malicia, se relamió la sangre que brotaba de sus labios en un fino hilillo, y me dijo: “El fuego no puede reemplazarse... me necesitarán en el ritual, deberías de ser más amable”

Indignada hice ademán de repetir el golpe, él se puso de pie y añadió: “Veo que mi presencia te desagrada... me retiro, solo te diré que todos estamos reunidos sobre la realidad y pronto haremos el ritual, el Señor de los Dos Cetros se levantará de su tumba y el Templo de la Luna que yace bajo las arenas del Tiempo será desenterrado”

Aunque deseaba hacerle muchas preguntas no retuve al aparecido, sostuve su mirada afirmándole que su visita no me complacía... él resentido se puso su capa, tomó su espada, me lanzó un beso insolente y se marchó montando su brioso corcel bermejo dejándome perdida en divagaciones acerca del Señor que resucitaría y del Templo de la Luna.

martes, 22 de enero de 2008

Los Cuatro Caballeros de la Muerte

Los Cuatro Caballeros de la Muerte (1988)

Era una de ésas tardes en las que el ocaso es de bronce por las cenizas del verano y el bochorno vespertino nos vuelve perezosos y apáticos... para distraer mi caluroso aburrimiento tomé la Biblia y salí al jardín para leer sentada en mi escalera mientras que tomaba el fresco.

Cuando cayó la noche entré a mi casa, cené y no teniendo nada más que hacer decidí descorrer la cortina que cubría mi espejo y practicar sortilegios para conjurar a los espectros... disipadas las nieblas que cubrían el misterio el espejo me mostró una vasta llanura en donde cabalgaban cuatro jinetes: El primero era un guerrero con armadura de plata con adornos de oro, llevaba su rubia cabellera atada en una coleta y una espada rutilante en la mano, montaba un hermoso corcel blanco con crines de argento. El segundo era otro guerrero con una armadura dorada que contrastaba con sus largos cabellos negros, llevaba una lanza, una espada y un escudo, montaba un brioso caballo bermejo y lo seguía una manada de lobos. El tercero era un caballero vestido de negro con una insignia roja en el pecho, sus largos cabellos castaños que despeinaban el viento cubrían su rostro, llevaba solo un puñal al cinto y montaba un animoso caballo bruno. El cuarto jinete era el misterioso caballero que me visitaba, pero había cambiado su capa de tinieblas por una de piel de zorro y llevaba su espada al cinto, montaba su fantasmagórico corcel esquelético.

Borré la visión con un par de pases y conjuré otro sortilegio, tenía curiosidad de espiar a la princesa encantada de la torre de ámbar: Ella estaba tumbada en su diván de terciopelo granate vestida con un camisón negro y a sus pies su eterno enamorado, el joven guerrero que había conseguido la mística espada desafiando los secretos de la montaña de los hielos eternos.

Cubrí el espejo con un velo negro, me puse mi camisón y me acosté, esperaba, como todas las noches, a mi misterioso amante pero como lo había visto cabalgando por la llanura con sus camaradas imaginé que demoraría y decidí pasar el tiempo leyendo un libro que había dejado pendiente la noche anterior sobre mi velador pero me sentí envuelta por un cansancio zalamero, apagué mi lámpara, el chirrido de los grillos era una cortina musical persuadiéndome al sueño... dormida escuchaba el traqueteo de los cascos de los cuatro caballos como si quisiera meterse en mis sueños de castillos y muñecas, un relincho conocido se coló por la ventana de mi dormitorio, una mano gélida se introdujo ente mis sábanas buscando mis hombros desnudos, el vaho de su respiración anhelante en mi mejilla y un beso en mi cuello me hicieron abrir los ojos, le sonreí a mi amante y enlacé su cuello con mis brazos invitándolo a que me bese en los labios, él me besó y me dijo: “No te enojes pero he venido con tres compañeros”... entonces reparé en los tres espectros que eran los tres jinetes con los que lo había visto cabalgar en la llanura.

Tomé mi bata, cubrí mis hombros y le respondí: “No me enojo, me alegra de que me presentes a tus compañeros, los vi cabalgando en la llanura por la magia de mi espejo, diles que son bienvenidos... ¿por casualidad ustedes son los Cuatro Jinetes del Apocalipsis?”... añadí en broma pero ellos me miraron serios y asintieron.

Pasada la primera impresión les sonreí hospitalariamente, mi amante se sentó en el lecho a mi lado y me dijo: “Nosotros preferimos llamarnos los Cuatro Caballeros de la Muerte... ellos me pidieron que los traiga para presentarte sus saludos, espero no haberte incomodado”

El primero en presentarse fue el caballero del corcel blanco, se acercó a mi, hizo una reverencia y me dijo: “Yo soy el Guerrero del Trueno... mi reino está en el norte, manejo el aquilón y mi poderío es sobre todas las criaturas que habitan en los bosques y en las cavernas de la tierra”

El segundo en presentarme sus respetos fue el caballero del caballo bermejo, me saludó con aire marcial y me dijo: “Yo soy el Guerrero del Fuego... mi reino está en el sur, manejo el austro y mi poderío es sobre todas las criaturas infernales que habitan en el fuego”

El tercero en saludarme fue el caballero del corcel bruno, con una sonrisa afable me dijo: “Yo soy el Caballero de los Mares... mi reino está en el oeste, manejo el céfiro y mi poderío es sobre todas las criaturas que habitan en las aguas”

Después de ésa presentación no me parecieron tan espantables y le dije a mi amante: “Ustedes representan a los cuatro puntos cardinales, los cuatro vientos, los cuatro elementos... eso te deja a ti el reino del este de donde sopla el euros y la potestad sobre todas las criaturas que habitan en la bóveda aérea... entonces tú eres...”

Un relámpago azul cortó mis palabras, un frío glacial invadió la habitación y el gélido vapor se condensó para dar forma a un espectro conocido: El joven guerrero de dorados cabellos... vestía un elegante traje de terciopelo negro con galones de plata, saludó a los cuatro caballeros quienes correspondieron su salutación con afecto y me dijo: “Saludos mítica princesa... he venido a presentarte mis respetos”

Yo le manifesté: “Yo te conozco, te he visto con la princesa de la torre, eres el Guerrero de la Luna de los Hielos... ¡felicitaciones por haber conseguido la mística espada!... veo que eres compañero de los Cuatro Caballeros, ¿eres tú el hidalgo quien representa a La Muerte?”

Y él me respondió: “La Muerte es una dama que se viste de nieblas, sus ojos son un cielo que de hermosos matan, ella es la princesa encerrada en la torre... yo la amo con locura y desenfreno... mi vida le he consagrado, mi muerte ella ha dictaminado y por eso a tus pies vengo a poner mi espada pues en éste mundo tú llevas el misterio de sus ojos en tu mirada”

Mi amante añadió: “Mi amor, tú sabes que eres una con la luna, es La Muerte quien te ha atado con sus mágicos hilos... ahora debemos de marcharnos... no temas caminar en el sendero oscuro pues yo te llevaré de la mano”

El Guerrero de la Luna desapareció entre nieblas, los cuatro jinetes montaron sus corceles y se marcharon.

sábado, 19 de enero de 2008

Luna de diciembre

Luna de diciembre

Sé que todas estas visiones pueden ser catalogadas de ensoñaciones pero una vez me sucedió algo muy extraño mientras estaba despierta y consciente: Yo tenía ocho años... recuerdo que era diciembre... una noche de diciembre...

No era muy tarde... tal vez serían las siete u ocho de la noche. Se había ido el fluido eléctrico (era algo cotidiano en aquellas épocas en la que los terroristas ponían bombas en las torres que abastecían de electricidad a la ciudad) y encendimos los lamparines que por costumbre teníamos preparados en una mesa en la sala. Mi madre y mi tía se pusieron a escuchar las noticias en el radio a pilas, me aburrí y decidí acostarme temprano, encendí una vela y me retiré a mi dormitorio.

Puse la vela frente al espejo y me dispuse a desenredar y trenzar mi cabello... tenía el peine en la mano y me miré al espejo pero no vi mi reflejo... respiré sobre el espejo y lo froté con la manga de mi camisón para limpiarlo creyendo que estaba empañado, entonces una silueta difusa se empezó a formar, seguí frotando el espejo para aclarar el que yo creía que era mi reflejo pero no lo era... cuando la silueta se definió el espejo me devolvió la imagen de un muchacho de unos catorce o quince años, de cabello rubio y ojos azules... por un instante nos quedamos mirándonos a los ojos estupefactos... él acercó su mano al espejo tanteando el vidrio, yo hice lo mismo... el vidrio había dejado de ser sólido para trasmutarse en una cortina de niebla y nuestros dedos se rozaron, un escalofrío recorrió mi espalda... al unísono retiramos nuestras manos... volvimos a mirarnos desconcertados, ambos examinamos nuestras manos... le sonreí, él volvió a poner su mano sobre el cristal invitándome con un gesto a que hiciera lo mismo, habiendo perdido el temor inicial lo hice... nuestros dedos volvieron a rozarse... un resplandor azul empezó a manar de ambos... una luz gélida que era como una caricia de invierno... entonces un golpe de viento apagó mi vela dejándome en tinieblas y el espejo volvió a ser de vidrio.

Volví a encender mi vela pero el hechizo se había desvanecido... desilusionada, me acosté deseando sentirme envuelta otra vez en el resplandor azul que se desprendía del aura del muchacho cuando vino Adramelech.

- ¿Fuiste tú quien abrió el portal o fue él? – me preguntó mi guardián muy enojado.
- No lo sé – le respondí temerosa – se fue el fluido eléctrico, encendí una vela y la puse frente al espejo... cogí mi peine para peinarme, me miré... el espejo parecía empañado, lo humedecí con mi aliento y lo froté con la manga de mi camisón... y sucedió...
- Te advertí que el espejo era peligroso – me dijo mi guardián con acento severo – no sé si felicitarte o enojarme contigo, acabas de hacer tu primer hechizo de magia absurda pero si las cosas se complican me culparán de irresponsable e ineficaz – murmuró para sí mismo – pequeña... no temas, no estoy enojado... dime, ¿el muchacho también estaba frotando el espejo? – yo asentí - ¿alcanzaste a vislumbrar si él también tenía una vela encendida? – yo volví a asentir – mmm... ¿cuándo sus dedos se rozaron una luz azul los envolvió a ambos? – asentí por tercera vez – maldición... hicieron un hechizo de magia absurda sincronizada...
- ¿Quién era ése muchacho? – le pregunté. 
- No puedo decirte quién es él – me respondió nervioso.
- ¿Por qué? – le pregunté intrigada.
- Eh… porque… porque no lo sé – en su semblante pude ver que estaba mintiéndome – sería un muchacho cualquiera, bueno, no tan cualquiera… de hecho que debe de ser un aprendiz de hechicero pero no tiene nada que ver contigo, olvídalo… y no vuelvas a hacer algo así con el espejo, no debes de volver a hacerlo.

Adramelech no me dijo más ésa noche.


Lógicamente su nerviosismo y su tenaz negativa de decirme quién era el muchacho aumentaron mi curiosidad de averiguarlo e imprudentemente lo desobedecí y practiqué conjuros para abrir el portal pero estos resultaron infructuosos.

jueves, 17 de enero de 2008

Un Vampiro invadiendo mis sueños

Un Vampiro invadiendo mis sueños (mayo 1991)

A un mes exacto de la noche en la que el espejo fue quebrado, los hilos de luna con los que la Hechicera Fantasma me había atado jalaron de mis manos obligándome a trazar un círculo mágico y respondiendo a la magia del pentagrama surgió de la noche un esquelético unicornio fantasma, lo monté y me llevó en alas del viento a un bosque sombrío... no sabía si soñaba o deliraba, desmonté de la criatura de fábula y me sentí una con la noche y mis pies dibujaron los primeros pasos de una danza febril y desbocada... y fue en medio del vértigo de aromas y lunas vagas que dos brazos masculinos ciñeron mi cintura deteniendo bruscamente el loco remolino de mi danza.

El vampiro me atrajo hacia sí, hundió su rostro en mi cabellera y susurró mi nombre en mi oído: “Celeste, acompáñame”... produciéndome un estremecimiento con la frialdad de su aliento que resbaló de mi cuello a mis hombros desnudos... no fue temor la sensación que me estremeció, diría que fue una oscura excitación al sentir su pecho tan cerca del mío y un deseo vehemente de saciar un apetito desconocido. El vampiro levantó mi rostro con una leve caricia, entonces pude verlo: Era el guerrero que se embozaba en su capa de tinieblas pero esta vez llevaba los atavíos de un caballero que asiste a una mascarada, pasó uno de sus dedos sobre mis anhelantes labios, echó hacia atrás su oscura cabellera dejando al descubierto su cuello, me hizo un gesto que no tuve necesidad de descifrar y clavé mis colmillos desgarrando su piel para beber el licor que con su calidez apagó aquella sed inexplicable.

Descansamos un momento recostados sobre la hojarasca, el cielo era un lienzo oscuro tachonado de diamantes gélidos... el vampiro acarició mis cabellos y aprovechándose de la dulce embriaguez que me envolvía recorrió mi anatomía con caricias... deslizó los tirantes de mi camisón dejando mis senos descubiertos, mordisqueó suavemente mis pezones, se incorporó para desabrocharse la camisa y con viril empuje unió su pecho al mío desflorando así a la vampira con la cópula que los inmortales practican, gemí como una paloma herida, él acalló mis gritos con su boca y al embrujo de sus besos fui cediendo bajo sus caricias correspondiendo a sus deseos con apasionada inocencia... sació su ímpetu sobre mi fragilidad de niña que aún no cumplía quince primaveras, el vampiro hizo suya a la hechicera y la magia del bosque se confabuló para que un elfo oscuro sedujera a una sílfide de alas ligeras.

Satisfecha la sed de sangre y de lujuria, paseamos por el bosque y él me enseñó a descubrir la belleza de la noche que florece oculta de la mirada ignorante de los hombres... así llegamos a lo más enmarañado del bosque y entre las raíces retorcidas de un viejo y retorcido roble se abría la negra boca de una entrada subterránea... el vampiro apartó las malezas y las ramas quebradas, me tomó de la mano y me invitó a descender por la oscura escalinata, mis pies vacilaron pero me aferré a él, mis ojos se acostumbraron a la oscuridad y bajamos tantos peldaños que creí que él me conducía al infierno... finalmente desembocamos en una gruta y tras la cortina de agua de una cascada se encontraba una pétrea sala tan magnifica como los salones de los enanos bajo la montaña, una hornacina custodiada por dos dragones de piedra dominaba la pared principal y en ella estaba un candelabro con un cirio que arrojaba una luz fantasmal.

El vampiro se acercó a la hornacina, tomó el candelabro lo puso en mis manos y me besó en la frente... se acercó a una mesa de madera tallada en donde reposaban varios pergaminos añejos, los extendió y me hizo un gesto para que me acercara a primera vista estos me parecieron en blanco pero bajo la luz del cirio que yo sostenía aparecieron extraños signos y cuadros cabalísticos... él estudió los pentáculos y anagramas hasta que un murciélago le trajo el mensaje que la luz de la mañana amenazaba al horizonte y tuvimos que partir por ignotas sendas.


martes, 15 de enero de 2008

La Hechicera Fantasma

La luna llena brillaba en el cielo
más hermosa que en otros plenilunios
como si la magia le otorgara una belleza extraña
desde otro mundo.

Atraída por no sé que sortilegio
me acerqué al espejo: Vi a la princesa de la torre sentada
junto a la ventana, ella ovillaba una madeja de hilos de plata
y un joven guerrero de largos cabellos dorados
estaba arrodillado a sus pies
contemplándola con devoción sagrada.

La princesa se puso de pie y se acercó a su espejo,
a cada paso que daba se acercaba a mí
suplantando mi reflejo como una Hechicera Fantasma...
y cuando sus ojos estuvieron frente a los míos
un resplandor azul me envolvió
con la caricia del invierno.

Con una aguja de plata fue cosiendo los hilos de luna
mientras que el joven de largos cabellos dorados
la contemplaba a pocos pasos...
cuando terminó su extraño embrujo
mis manos se movían con las suyas
y sus ojos eran mi mirada.

Incrédula pero a la vez seducida
por tan rara magia que había conseguido
que ella pudiera manejarme desde su prisión
como si yo fuera su muñeca fantástica
no me percaté de que su sonrisa
disimulaba su maldad innata.

El joven de largos cabellos dorados se acercó,
la abrazó estrechándola amorosamente...
yo me sobresalté cuando sus brazos rodearon mi cintura
y supe que desde entonces yo era una con la Luna.

Liliana Celeste Flores Vega - diciembre de 1987

lunes, 14 de enero de 2008

Magia

Magia es una palabra
que puede crear ilusiones de la nada,
que puede crear sueños hermosos
con la luz de las estrellas
pero también puede convertirlos
en pesadillas siniestras.

Magia es una palabra
que puede ser sinónimo de hadas
danzando en un bosque florido
pero también demonios y espectros
bailan al compás de una varita mágica
en el inmundo Sabbath.

Magia es una palabra
que nos recuerda a Cenicienta
convirtiéndose en princesa
pero también nos trae el olor a carne quemada
de las brujas en la plaza.

Magia es una palabra
que para ella es niebla e invierno
en poesías paganas a la luna
pero para él es fuego devorando templos
y sangre derramada.

Liliana Celeste Flores Vega - 1987

viernes, 11 de enero de 2008

Romance Nocturno

La argentada luna indiscreta
rompe las tinieblas ciegas con sus puñales de plata...
apaciblemente pasa la noche serena
cae tibia la garúa.

Perezosamente dormito
entre las frías sábanas blancas...
el grillo insomne
toca una desvelada sonata.

Un soplo vaporoso y gélido invade mi alcoba
tiemblan los leves cortinajes...
el lecho se estremece al sentirse invadido
y mi piel presiente su contacto.

La efímera vana dibuja sombras a la luz del farol...
su virilidad me seduce y cedo complaciente a sus deseos impuros...
ahora llueve... huele a fango...
y en el lejano robledal gimen elfos pavorosos.

En el lodazal danzan las cicindelas perfumadas...
laten ansias lujuriosas...
llantos cansados llegan con los murmurios musicales del bosque...
en la lejanía, detrás de la tormenta, llora un ángel.

Liliana Celeste Flores Vega - 1988

viernes, 4 de enero de 2008

El espejo

El Espejo (escrito en abril del 2002)

Todo comenzó una noche incierta en los albores de mi infancia: El espejo se cubrió de nieblas azules las cuales al disiparse por un viento gélido que vino de no sé donde habían convertido el cristal con azogue en una ventana a un mundo de quimeras... la primera visión que tuve fue la de un bosque oscuro de árboles viejos y retorcidos, sin hojas, grises y carcomidos... entre las ramas torcidas se filtraba la luz de la luna, una luna llena macabra y amarillenta.

La segunda visión que recuerdo fue la de una torre muy alta... tenía muchas ventanas, balcones y miradores muy ornamentados pero solo una puerta, ésta era maciza y enorme. La tercera visión fue la de una llanura desolada y sombría por la que cabalgaba un jinete que se abrigaba con una tosca capa negra, no pude distinguir su rostro pues sus largos cabellos oscuros lo cubrían pero me pareció que llevaba una media careta de cuero... el corcel de éste caballero era horrible, entre verdoso y amarillento, esquelético y con las cuencas de los ojos vacías.

La siguiente visión que recuerdo fue del interior de la torre... una mujer bajaba las escaleras de piedra alumbrándose con la mortecina luz de la vela amarillenta del candelabro de plata que llevaba en la mano derecha, con la izquierda recogía su ceniciento vestido largo y vaporoso, tenía el rostro cubierto por un velo... abrió una puerta y dejó su candelabro sobre una mesita... en la habitación dormía un hombre joven de largos cabellos oscuros, su torso estaba desnudo y tenía huellas de azotes... la mujer se acercó a él dándome la espalda, se quitó el velo y lo dejó caer... se inclinó sobre el hombre... él se estremeció, supuse que estaba besándolo pero luego me di cuenta que estaba mordiéndolo y bebiendo su sangre… de improviso ella volteó y vi su rostro... era hermosa pero sus ojos no tenían pupilas.


Ahora puedo recopilar los acontecimientos en retrospectiva y tengo la fluidez de palabras requerida para narrarlos y describir hasta los más mínimos detalles que consigo recordar... he llegado a la conclusión de que aquellas visiones que me reveló el espejo cuando era niña son las piezas fundamentales del rompecabezas que me propongo reconstruir aunque en ése entonces solo eran para mí lienzos animados de los que no descifraba el significado.