in girum imus nocte et consumimur igni

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martes, 27 de agosto de 2019

Serenidad



Ella era una dama antigua de escudo heráldico y blasón,
gustaba de cosas añejas, de leer novelas de amor,
escuchaba a Beethoven al atardecer
y rezaba mucho el rosario...
ella disfrutaba de la garúa, del otoño, de las noches luniplenas,
de las estrellas fugaces a las que pedía un deseo
y no faltaba a la misa los domingos por la mañana.

Él era un caballero sin época definida,
vestía con capa, sombrero y bastón,
gustaba de fumar en pipa, de leer biografías heroicas,
escuchaba a Wagner en las tardes y coleccionaba dagas, floretes y espadas...
él disfrutaba de los ocasos desde el balcón de su casa vieja,
de las largas caminatas en el malecón
y tomaba un vaso de coñac cuando hacía frío.

Una tarde predestinada los dos coincidieron
en el paseo vespertino en la alameda,
se miraron a los ojos como si de antaño se conocieran
(quien sabe la historia que encadenaba sus almas),
él, galante la saludó quitándose el sombrero e hizo una reverencia,
ella le correspondió esbozando una sonrisa,
él le ofreció el brazo, ella lo tomó.

Semanas más tarde unieron sus vidas
(sus historias inconclusas) frente al altar
y se embarcaron juntos hacia la eternidad.


lunes, 19 de agosto de 2019

Duendes



Cada vez que quiero huir hago maletas y me escapo a otra vida
pero al desempacar sucede que los duendes vinieron conmigo
escondidos entre los pliegues de mis vestidos.

Y me desbaratan los planes de una vida modesta,
me visten de lentejuelas y boas de plumas, me lisonjean en la barra de un cabaret,
traen al pianista que me compone canciones, al caballero galante de gustos exquisitos,
para completar la farsa invitan al triste poeta de ojos azules
y me obligan a ahogar mi llanto entre carcajadas de vino y oropel.

Y si vuelvo a hacer maletas se las arreglan para venir conmigo
ya sea colgados de mi falda o siguiendo mis pisadas como sabuesos,
siempre ávidos de arruinarme los planes de una vida honesta
me exigen fingir melodramas en un escenario
sin dejarme tiempo de llorar mi propia comedia.

Y con aquellos duendes siempre vienen los fatuos amores
el caballero triste que me ama y protege compartiendo mi infortunio
no tarda en llegar el noble conde que me desea y compra mis caricias
y para darle un tinte sangriento al drama
no olvidan al desdichado que muere jurándome amor.

Si me escapo amparada en la noche borrando mis huellas
y logro encontrarme con el Arcángel Azul de mis fantasías
no tardan los duendes en encontrar mi rastro
y se las arreglan para que la historia de amor
termine laureada como una desgarradora tragedia.

Y ahora que tengo a todos los personajes en la plaza
los duendes no disimulan sus sonrisas sarcásticas
pero esta vez seré yo la que escriba la última página.


viernes, 9 de agosto de 2019

La espera


Era noche oscura, era noche de luces fantasmas... en el bosque vagaba la niebla mientras que un joven elfo vestido a la antigua con una capa gris que arrastraba sobre la hojarasca caminaba pensativo en la senda agreste... su rostro anguloso era pálido y el viento despeinaba sus largos cabellos cenicientos. Un búho lo vigilaba a escondido entre el ramaje verdinegro de un añoso árbol frondoso.

- ¡Qué tranquila está la noche! – exclamó – los lobos no aúllan.

Y meditaba en silencio cuando un ruido semejante al crujir de la madera vieja llegó a sus oídos...

- ¿Quién anda por ahí? – interrogó al viento.

El crujido se hizo mas intenso, se escucharon lontanos lamentos como llantos cansados, como quejidos de torturados, como estertores de moribundos... el joven elfo se estremeció, pero esperaba a su novia, la bella doncella sacerdotisa de la luna. Entonces tomó coraje y se apoyó en el tronco de un árbol gigantesco dispuesto a enfrentar todo peligro.

El crujido se alejaba y se acercaba desorientándolo, ya tenía su puñal en la mano... de pronto el árbol en el que estaba apoyado se estremeció... él se apartó despavorido... todo era noche... todo era sombra... todo era crujidos.

Una mano gélida se posó sobre su hombro, él giró sobresaltado... era su novia que sonriente llegaba a la cita.

- Amado mío – dijo risueña – soy yo... no te asustes.
- ¿No escuchas esos espantosos lamentos que salen de las entrañas de los árboles? – le preguntó el joven abrazándola con el afán de protegerla de lo ignoto.
- ¡Ah!... sólo son las almas de los árboles muertos – respondió ella casi riendo a carcajadas – descienden a las profundidades de la tierra... dentro de algunos siglos se convertirán en diamantes.

El joven se sonrojó. Se besaron y tomados de la mano se encaminaron a la gruta de los ensueños.

miércoles, 7 de agosto de 2019

El vampiro suicida


Camina envuelto en las gélidas nieblas de una noche de invierno por callejuelas antiguas y decadentes, viste de negro y sus largos cabellos oscuros hacen más pálida su cadavérica faz en donde sus ojos relucen como dos carbunclos.

Despojo de una raza inmortal que duerme en los sepulcros, hace cinco centurias vaga añorando los lejanos tiempos pasados de su juventud, antes desafiaba a los cazadores, ahora ofrece su pecho desnudo fatigado de vivir y de deambular bajo la luz eléctrica que finge un falso día entre edificios, clubes y automóviles.

Ya casi amanece... llega a una iglesia y blasfemando se enfrenta al sol naciente, orgulloso y desafiante como un réprobo, saca una estaca de debajo de su capa ¡y se la hunde en el corazón!

jueves, 1 de agosto de 2019

Skuggor


Sus ojos encendidos por el deseo son como rubíes de fuego que reflejan la lumbre del Averno. La palidez de su rostro se acentúa con el contraste de sus largos cabellos negros tan oscuros como un cielo sin estrellas.

Camina por las callejuelas decadentes envuelto en su capa oscura que simula las alas de un demonio cuando la ahueca el viento, ese toque gótico en su figura, sus caballerosos modales y su romanticismo oscuro completan la alegoría del vampiro.

No puede ocultar su origen inmortal aunque vista de carne y hueso. Hechicero, nigromante y alquimista, guerrero que empuña una espada de niebla, señor de la dorada foresta, demonio de los templos y ángel de los sepulcros, no le sirve su disfraz de humano pues su aura azul resplandece en las tinieblas.

No despreciaré el cortejo de tan noble caballero, quien todas las noches acude a la función de éste miserable teatro parisino, teniendo seguramente compromisos dignos de sus blasones como una velada en la mansión de la marquesa o una partida de whist en el salón del duque. Descortesía sería no aceptar el ramo de rosas rojas que ha enviado a mi camerino.

Con el ramo me envió una esquela en la que me confiesa sus sueños obsesivos: “Desde la primera vez que os vi interpretando a Gretchen sueño que dejáis abierta la puerta de vuestro balcón y yo, vistiendo las galas de Mefisto, invado la privacidad de vuestro recinto. Hermosa, desnuda e indefensa os encuentro y bebo vuestra sangre hasta dejaros muerta”.

Inconfesables placeres de un noble, como respuesta le enviaré esta esquela: “Para agradeceros rosas y devoción, esta noche os prometo dejar abierta la puerta de mi balcón y quedarme quieta como un cadáver para satisfacer vuestras obsesiones necrofílicas”