in girum imus nocte et consumimur igni

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martes, 27 de agosto de 2019

Serenidad



Ella era una dama antigua de escudo heráldico y blasón,
gustaba de cosas añejas, de leer novelas de amor,
escuchaba a Beethoven al atardecer
y rezaba mucho el rosario...
ella disfrutaba de la garúa, del otoño, de las noches luniplenas,
de las estrellas fugaces a las que pedía un deseo
y no faltaba a la misa los domingos por la mañana.

Él era un caballero sin época definida,
vestía con capa, sombrero y bastón,
gustaba de fumar en pipa, de leer biografías heroicas,
escuchaba a Wagner en las tardes y coleccionaba dagas, floretes y espadas...
él disfrutaba de los ocasos desde el balcón de su casa vieja,
de las largas caminatas en el malecón
y tomaba un vaso de coñac cuando hacía frío.

Una tarde predestinada los dos coincidieron
en el paseo vespertino en la alameda,
se miraron a los ojos como si de antaño se conocieran
(quien sabe la historia que encadenaba sus almas),
él, galante la saludó quitándose el sombrero e hizo una reverencia,
ella le correspondió esbozando una sonrisa,
él le ofreció el brazo, ella lo tomó.

Semanas más tarde unieron sus vidas
(sus historias inconclusas) frente al altar
y se embarcaron juntos hacia la eternidad.


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