Cada vez que
quiero huir hago maletas y me escapo a otra vida
pero al desempacar
sucede que los duendes vinieron conmigo
escondidos entre
los pliegues de mis vestidos.
Y me desbaratan
los planes de una vida modesta,
me visten de
lentejuelas y boas de plumas, me lisonjean en la barra de un cabaret,
traen al pianista
que me compone canciones, al caballero galante de gustos exquisitos,
para completar la
farsa invitan al triste poeta de ojos azules
y me obligan a
ahogar mi llanto entre carcajadas de vino y oropel.
Y si vuelvo a
hacer maletas se las arreglan para venir conmigo
ya sea colgados
de mi falda o siguiendo mis pisadas como sabuesos,
siempre ávidos de
arruinarme los planes de una vida honesta
me exigen fingir
melodramas en un escenario
sin dejarme
tiempo de llorar mi propia comedia.
Y con aquellos
duendes siempre vienen los fatuos amores
el caballero triste
que me ama y protege compartiendo mi infortunio
no tarda en
llegar el noble conde que me desea y compra mis caricias
y para darle un
tinte sangriento al drama
no olvidan al
desdichado que muere jurándome amor.
Si me escapo
amparada en la noche borrando mis huellas
y logro
encontrarme con el Arcángel Azul de mis fantasías
no tardan los
duendes en encontrar mi rastro
y se las arreglan
para que la historia de amor
termine laureada
como una desgarradora tragedia.
Y ahora que tengo
a todos los personajes en la plaza
los duendes no
disimulan sus sonrisas sarcásticas
pero esta vez
seré yo la que escriba la última página.
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