Hans recorría la
decadente ciudad en dónde había crecido. Las callejuelas estrechas, sucias y
mal iluminadas. Sonó la alarma de la fábrica, las callejuelas se llenaron de
los obreros que con prisa se dirigían a sus pequeños departamentos en los
edificios tugurizados. El sudor de las personas se mezclaba con el olor rancio
de las frituras de los puestos de comida de las esquinas.
Hans nunca creyó que extrañaría aquel lugar tan miserable pero ahora, en la soledad de la base espacial del planeta yermo en el que se encontraba, la cápsula de simulación virtual que proyectaba sus recuerdos era su único entretenimiento.
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