Las tres
lunas con heridas de muerte en el corazón, cada una llora en silencio
intentando ocultar sus lágrimas (inútil cuando una luna es espejo de la otra...
y ésta noche han llorado tanto que hasta un simple mortal adivinó las lágrimas
de las embrujadas)... pero el orgullo hace que las tres lleven su duelo a
carcajadas.
Me he vestido de negro y
llevo ése collar de calaveras al cuello recordándome que soy la Dulce Muerte. No era
mi propósito hacer tristes remembranzas ni conjurar hechizos de luna fatala,
solo repasaba las páginas amarillentas de mi diario.
Veneno de nicotina corre
en mis venas y enciendo una luctuosa vela de doble flama... incienso de
opium... y el león domado reclamándome en el espejo porque no acudo a la cita:
- Estamos esperándote.
- Lo siento, estoy
ocupada escribiendo.
- Estás pensando en él.
- Si... pienso en él.
- Me duele que lo quieras
tanto.
- No seas tonto... sabes
que te amo.
- Como a un hermano.
- Eres mi hermano, mi
amado y mi amante.
- No, solo soy tu mascota
de cama.
- ¿Vas a empezar con eso?
- No... perdóname.
Sus ojos se velan de
lágrimas.
- Sabes que debo de
seguir escribiendo...
- Entiendo.
Huyo de su mirada de mar
en borrasca, apago la vela y cubro el espejo.
Liliana Celeste Flores Vega - 2008
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