No podía permitir que un sultán la comprara como si ella
fuera una esclava, se la llevara al lejano Reino de Oriente y la encerrara en
su serrallo con sus otras concubinas para hacer uso de ella cuando lo deseara.
Se lo conté todo a nuestro hermano Loren, quien también se indignó. Juntos
fraguamos un plan para raptarla, teníamos casi todo listo para ir al Reino del
Norte, raptar a Karilen y huir cuando supimos que Beorn se nos había
adelantado.
Sin perder el tiempo organicé a un regimiento militar para
marchar hasta la fortaleza de Beorn e intentar rescatar a Karilen. Me presenté
ante mi padre y le pedí su consentimiento para partir pero él se negó
rotundamente diciéndome con indiferencia que lo que sucediera con Karilen era
problema de la gente del Reino del Norte. No podía creer que mi padre fuera tan
insensible, ella era su hija aunque fuera una bastarda y a él no le importaba
que en ésos momentos ella estuviera siendo violada o torturada por ése
miserable de Beorn quien tenía fama de ultrajar y desfigurar a las mujeres con
un hierro candente. Entonces enfurecido por su indolencia, le dije que iría con
o sin su permiso. Salí del palacio para dirigirme a las caballerizas, tomar mi
corcel de viento y largarme con mis soldados hacia las montañas del Reino del
Norte para rescatar a mi hermana pero en el patio los Guardias Reales me
atajaron y me redujeron... me llevaron al Salón de los Juicios y mi padre
ordenó que me azotaran.
En el cadalso, el verdugo me azotó mientras que mi padre,
observando indolentemente como el verdugo me desgarraba las espaldas, me decía
que yo era el Príncipe Segundo de los Cuatro Reinos y que no debería de
entrometerme en los asuntos del lejano reino del norte. Ejecutaron a mis
soldados en mi presencia, colocaron sus cabezas en picas en el patio. Después
me arrojaron a un calabozo.
Mi celda estaba custodiada por varios centinelas, uno de los
cuales se encargaba de traerme el desayuno, el almuerzo y la cena pero sin
dirigirme la palabra. Me aislaron totalmente. Creí que enloquecería… sólo pensaba
en mi amada hermana, en la manera de escaparme de la mazmorra para organizar un
batallón y rescatarla de la fortaleza de Beorn. Había decidido renunciar a mis
títulos y llevarme a Karilen al Reino del Sur, donde amparados en el anonimato,
pudiéramos vivir juntos amándonos.
Finalmente, convencido de la imposibilidad de escapar de la
celda en la que me había confinado mi propio padre, me resigné y me dije que
tarde o temprano él tendría que liberarme entonces yo podría vengarme tanto de
él como de Beorn.
Meses después Loren, con permiso de nuestro padre, me visitó
y me contó que Adrech, con la ayuda de nuestro tío Wargen y de su invencible
ejército de Guerreros Bestias, habían conseguido abatir la fortaleza de Beorn.
Mi hermano me dio detalles de cómo Adrech mató al miserable y arrojó sus
despojos a los lobos. También me tranquilizó al decirme que Karilen no había
sido torturada por Beorn y que ella se encontraba bien en el Palacio Invernal...
me alegré, aunque sentí rabia por no haber sido yo su salvador.
Pero mi alegría se trocó en desesperación y amargura cuando
pidiéndole a Loren más detalles de la salud de Karilen, él confirmó mis temores
diciéndome que ella había sido violada por Beorn y que durante su cautiverio
había tenido un hijo con él... sin embargo eso no hizo que dejara de amarla,
todo lo contrario... ahora solo pensaba en que Loren consiguiera interceder por
mí para que me liberaran, raptar a Karilen y huir con ella a tierras lejanas.
Un par de meses después, Loren volvió a visitarme para
decirme que la madre de Karilen había arreglado otro matrimonio
comprometiéndola ésta vez con un comerciante de las Tierras Doradas, viudo y
demasiado mayor para ella pero dueño de muchas minas de plata y estaño. Por
otro lado mi padre se negaba a darme el indulto.
Yo tenía que encontrar la manera de que me sacaran de
aquella celda así que como último recurso me negué a comer. Finalmente mi padre
se vio en la obligación de levantarme el castigo antes de que muriera de
inanición. Me sacó de la mazmorra en donde me tuvo cautivo por tanto tiempo
enfermo y macilento. Deseaba ver a Karilen pero mi condición física no me lo
permitía, no podía ni ponerme en pie entonces envié un mensaje para ella en el
que le prometía rescatarla.
Fingí resignarme respecto a Karilen y su matrimonio. Tracé
un plan, le pedí a Loren su apoyo y mi hermano aceptó cooperar conmigo para
rescatar a nuestra hermana. Una semana antes de la boda Loren le informó a
nuestro padre que haría un viaje al Reino de Oriente para comprar armas y
corceles de fuego, le pidió su permiso para llevarme pues me veía triste y
abatido. Nuestro padre mordiendo el anzuelo como Loren y yo lo habíamos
planeado, nos dio permiso para marcharnos cuando lo deseáramos. Salimos a la
mañana siguiente con un pequeño destacamento de jóvenes guerreros de confianza
ya informados de nuestros planes aparentando que íbamos hacia el Reino de
Oriente en viaje de negocios pero dimos un rodeo estratégico y nos dirigimos al
Reino del Norte.
Yo no veía la hora de tener a Karilen entre mis brazos,
llegamos al Reino del Norte aparentando ser invitados a la boda... pero nos
pareció muy extraño encontrar las calles desoladas cuando ya deberían de estar
engalanadas así de que indagamos en las tabernas y los guerreros nos dijeron
que la boda se había cancelado porque Karilen había huido con Adrech... no
podía entenderlo, yo le había prometido que la rescataría, me sentí tan
desilusionado... ella no había confiado en mí... pensó que le fallaría y huyó
con Adrech... me sentí decepcionado conmigo mismo.
Nos quedamos en una posada, Loren intentó tranquilizarme
diciéndome que si Karilen había huido con Adrech podía estar seguro que ella
estaba bien... pero a la hora de dormir empezaron a pasar cosas por mi cabeza...
sentí celos... Adrech era el segundo esposo de su madre, era maduro pero aún
bastante atractivo y temí que tal vez entre Karilen y él hubiera una relación
indecorosa. Traté de alejar ésos pensamientos y me repetí a mí mismo que Adrech
la había criado y que debería de amarla como un padre ama a una hija y que si
ellos habían huido juntos era porque él por fin había reunido el coraje para
sacarla de ése pozo de iniquidad.
Loren y yo tuvimos que ir con el destacamento al Reino de
Oriente para comprar las armas y los corceles de fuego, regresamos al Reino de
Occidente sin que nuestro padre sospechara de nuestro fallido intento de
rescate.
Estaba varado. Decidí esperar a que Karilen y Adrech se
comunicaran conmigo de alguna manera pero pasaron los meses y no lo hicieron.
Empezaron a correr rumores acerca de una relación amorosa entre Karilen y
Adrech... me negaba a creerlo repitiéndome que él había asolapado mis encuentros
con Karilen muchas veces pero ellos habían huido juntos, nadie sabía donde se
encontraban pero seguramente estaban viviendo juntos... en algún lugar, en
algún pueblito o tal vez en el bosque o en las estepas... entonces tal vez
ellos...
La incertidumbre y
los celos me estaban destruyendo. Decidí viajar al Reino del Norte para hablar
con Tareth, él era hijo de Adrech y si su padre tenía una relación ilícita con
mi hermana lo sabría.
Tomé mi corcel de viento y me dirigí presto al Reino del
Norte. Llegué al Palacio de Invierno y solicité hablar con la Señora Arannia, madre
de Karilen y regente de aquellas tierras… me recibió con desagrado pero su
rostro agrio cambió cuando le obsequié un collar de aurol y esmeraldas. Ella me
dijo que no sabía ni le importaba donde se encontraban Karilen ni Adrech.
Luego encontré a Meliben, la sobrina de la Señora Arannia que
anhelaba desposarse con Tareth, sentada en la pérgola del Jardín de Hielo
charlando amenamente con sus damas de compañía. Le pregunté por Tareth pero
ella se alzó de hombros.
El Palacio de Invierno era una mole pétrea de arquitectura
tosca carente de columnatas, volutas, cenefas, pilares, capiteles y otros
adornos churriguerescos… más parecía una fortaleza que un palacio pero los
enormes ventanales de mosaicos de vidrios de colores artísticamente trabajados son
hermosos al igual que las enormes puertas de madera talladas y tachonadas con
remates de plata. Busqué a Vannisa, la dama de compañía de Karilen... todo el
palacio tenía un aire sombrío, abandonado y entristecido que las antorchas
adosadas a los muros acentuaban... abrí la puerta de la biblioteca, entré y me
quedé estupefacto... estaba en tal estado que podría jurar que había sido
devastada por un tornado... Vannisa estaba allí, recogiendo los libros.
- ¿Qué sucedió? – le pregunté después de saludarla.
- Lionel... que gusto veros – me dijo recogiendo un grueso
volumen deshojado – anoche Tareth tuvo la idea de revisar los papeles de su
padre tratando de encontrar una pista de adónde pudo haber huido con Karilen
pero al parecer no encontró nada útil, destrozó los muebles y estantes del
gabinete como si los libros fueran los culpables. Luego bajó a la bodega, tomó
una botella de vino, una talega de tabaco y se largó al establo para
embriagarse en compañía de las bestias como hace todas las noches desde que Karilen
huyó con Adrech.
Debí de haberme quedado con Vannisa para ayudarla a recoger
los libros y poner en orden la biblioteca pero me urgía hablar con Tareth, me
disculpé con ella y me dirigí a las caballerizas buscando a Tareth. Efectivamente
lo encontré totalmente ebrio durmiendo entre las bestias, me sorprendió hallarlo
en tan lamentable estado.
- ¡Tareth, despertaos! – exclamé sacudiéndolo con
impaciencia, él se despertó de mal talante, me miró con sorpresa y enojo –
disculpadme por haberos tratado así pero... vengo desde el Reino de Occidente a
hablar con vos y os encuentro ebrio durmiendo entre las bestias como si fuerais
un vulgar palafrenero, sé que no habéis recibido la educación que yo recibí en
el Reino de Occidente pero sois hijo de Adrech, sois noble de nacimiento y
deberíais comportaros más decentemente.
- ¡¿Sabéis por qué demonios estoy en éste deplorable
estado?! – exclamó acomodándose las bragas que tenía desatadas como evidencia
de que después de haberse desquitado con los libros se había desfogado con los
animales - ¡Karilen… ella se fue con mi padre!
La afirmación volvió a golpearme.
- ¿Queréis decir que los rumores acerca de una relación
ilícita entre... entre ellos... son
ciertos? – le pregunté negándome a creer lo que era tan obvio.
- Sí... Karilen y mi padre... amantes... parece increíble –
respondió Tareth farfullando en medio de la torpeza del alcohol estrujando un
pliego de pergamino con el sello real de mi padre – Se rumoreaba que mi padre tenía
inclinaciones sexuales desviadas y una relación retorcida con Wargen desde que
eran jóvenes y fue el motivo por el que mi madre solicitó el divorcio. La
señora Arannia lo sabía cuando por mandato de vuestro padre la obligaron a
desposarse con él... ¿por qué creíais que se indignó tanto cuando le dijeron
que él sería su esposo?... era un insulto.
Yo recién me enteraba de aquellos rumores.
- ¿Queréis decir que vuestro padre y Wargen eran amantes? –
le pregunté sin poder creerlo, él asintió con un gesto de desagrado –
entonces... si vuestro padre tenía inclinaciones retorcidas… ¿cómo sucedió que
entre él y Karilen surgiera una ilícita relación amorosa?... no lo entiendo...
- ¡Ja... pues nosotros tampoco! – exclamó Tareth – La señora
Arannia nunca quiso compartir la alcoba con mi padre. Para nosotros mi padre era
amante de Wargen y amaba a Karilen como la hija que él, por ser varón, nunca
podría darle... era cotidiano verlos a los tres juntos, Wargen se los llevaba a
pasar temporadas en el Reino del Eterno Ocaso, nunca sospechamos de una
relación ilícita entre ellos hasta que el maldito de mi padre huyó con Karilen…
¡se la llevó sabiendo que yo la amaba y que ella era mi prometida!
Lo cogí de la camisa y lo zarandeé violentamente estallando
por los celos.
- ¡Karilen será mía! – exclamé furioso.
- ¡Soltadme!... ella es mi prometida... ayer buscando entre
los papeles de mi padre encontré esto – añadió entregándome el pergamino con el
sello real – leedlo... es de vuestro padre, órdenes del Emperador de los Cuatro
Reinos cancelando cualquier compromiso matrimonial que la Señora Arannia
hubiera arreglado para Karilen y concediéndome su mano.
No quise escuchar más. Tareth estaba demasiado ebrio como
para retarlo a duelo, lo arrojé sobre la paja y me marché.
Liliana Celeste Flores Vega - escrito en el 2002
Fragmento de una novela inconclusa
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