Sueño de la caverna y la ceremonia
20 de enero del 2007
Soñé que estaba viviendo sola en una pensión. Era una
habitación grande y limpia pero fea, las paredes estaban pintadas de color gris
y tenía una ventana pequeña. De muebles tenía una cama, un ropero, un estante
con muchos libros y cintas de vhs, un televisor y una pc. Había una puerta que
parecía ser el baño. Creo que estaba trabajando en un proyecto secreto de
investigación porque tenía muchos papeles de gráficos, estadísticas y esas
cosas dispersos sobre la cama.
Entonces vinieron a visitarme Carmen y Mele, empezaron a
conversarme de cosas mundanas, de las fiestas de anime, de que estaban haciendo
las otras chicas, etc. Me aburrí y las largué de fea manera, extrañaba a Ingrid
(tuve la sensación de que no la había visto en varios días), iba a llamar por teléfono
a mi casa (tenía un teléfono de esos antiguos de marcado por disco de color
verde al lado de la pc) pero no había línea así que decidí ir. Salí del
edificio, caminé un par de cuadras por una calle un poco sucia y tomé un bus.
Todo el viaje del bus fue normal, llegué a mi casa y me recibieron mi madre e
Ingrid muy contentas, ellas me pidieron que dejara ése trabajo porque me
extrañaban mucho y yo decidí no regresar al edificio.
El sueño giró. Habían pasado varios días, yo estaba viviendo
otra vez en mi casa tranquila, sólo me lamentaba de haber dejado unos archivos
en la pc de mi habitación de la pensión pero no sé que eran.
Luego mi madre me dio una caja llena de libros y cosas que
eran de mi tío Ricardo (quien falleció el año pasado) para que las vendiera,
fui a una de esas ferias en donde se compran y venden libros usados y cosas
viejas. Me acerqué a un puesto donde atendía un señor anciano, sucio y
descuidado pero tenía un porte como el de Odín cuando se disfrazaba de mendigo
para camuflarse... le di varios objetos de bronce, libros y otras chucherías,
él me dio algunas monedas pero yo necesitaba más dinero, le mostré un libro
grueso con cubierta de tela y letras en relieve y él me dijo: “No, ése no debes
de venderlo”... y me dio más monedas sin que yo le diera otra cosa. Regresé a
mi casa, en el caminó ojeé el libro y era un libro de magia que recuerdo haber
leído alguna vez cuando era niña.
Después mi madre me dijo que fuera a limpiar el departamento
de mi tío para rentarlo, fui con un balde y una escoba, entré y vi una puerta
que en la realidad no existe, la abrí y había una escalera que iba hacia
abajo... bajé y atravesé un pasadizo que se notaba hecho por mano humana, tipo
catacumba... encontré otra escalera hecha en la roca, seguí bajando hasta
llegar a una caverna subterránea amplia de hechura natural... mientras bajaba
me decía: “Vaya, y yo que pensaba que todo esto se había derrumbado” (hago
paréntesis para explicar que cuando yo era niña siempre soñaba que en la
habitación de mi tío había una puerta que me llevaba a cuevas, grutas,
pasadizos subterráneos, etc)
Estaba en aquella caverna iluminada por un resplandor que
venía de la misma roca... al frente había un altar con escalinatas, como los de
las iglesias coloniales, pero tallado de manera burda... en los escalones había
muchas estatuas dispuestas en hileras: gárgolas, guerreros, príncipes y
doncellas... algunas eran de terracota, otras de mármol y otras de piedra. Entonces
dos estatuas de terracota que representaban a dos guerreras tipo oriental
empezaron a cobrar vida, me asusté e iba a salir corriendo pero me detuve y me
dije: “Ja, que tonta soy, pensaba huir cuando soy una shaman”... apunté con mi
dedo a una de las guerreras que iba a atacarme y dije: “En nombre de Lua,
conviértete en polvo”... la guerrera se convirtió otra vez en estatua de
terracota y luego se desintegró quedando solo un montículo de arenisca roja, a
la otra la destruí de igual manera. Las otras estatuas empezaron a cobrar vida
también, me preparé para destruirlas a todas pero sentí una presencia que me
vigilaba y “supe” que no debería de hacer eso... destruí mas o menos a la mitad
y a las otras las convertí en piedra de nuevo.
Luego subí muy feliz para contarle a mi madre y a Ingrid lo
sucedido pero me di con la sorpresa de que en mi sala estaba el susodicho
anciano de la feria de libros (pero ahora estaba limpio, vestido con una sotana
con capucha color marrón con un cintillo de oro atado a la cintura), me percaté
que la presencia que había sentido vigilándome en la caverna había sido él...
el anciano me dijo: “Ha llegado la hora de la prueba final”
Y volví a bajar acompañada del anciano, yo estaba vestida
con un vestido largo color perla y llevaba un tocado de flores blancas e iba
repasando mentalmente el susodicho libro de magia... mientras bajábamos escuché
cánticos gregorianos. Cuando llegamos a la caverna noté que ésta vez todo
estaba iluminado por antorchas... vi que en las escalinatas estaban las
estatuas que yo no había destruido y los montoncitos de arenisca de las que yo
había pulverizado... allí estaba un hombre vestido con una sotana y capuchón
tipo sacerdote... el anciano me hizo un gesto para que no avanzara mas.
Dos estatuas que representaban dos guerreros tipo persas
empezaron a cobrar vida e iban a atacar al hombre, él murmuró unas palabras
pero las estatuas seguían reviviendo y se lanzaron para atacarlo, ya iban a
golpearlo pero en el último momento apareció otro anciano vestido igual que el
anciano que me acompañaba, murmuró algo y los guerreros volvieron a ser de
piedra... el hombre de la sotana se quedó de pie cabizbajo como esperando
algo... los dos ancianos se miraron consultándose algo y el anciano que me
acompañaba me empujó para que ayudara al hombre de la sotana.
Me acerqué al hombre de la sotana para ayudarlo, otras dos
estatuas empezaron a cobrar vida, yo le murmuré unas frases en latín al tipo
pero él no tenía el poder para destruirlas aunque yo le “soplara” las frases
correctas... entonces, como ya se nos venían encima para golpearnos, empecé a
destruirlas hasta que todas quedaron hechas polvo.
Después todo cambió. El altar estaba dispuesto como para una
ceremonia... los dos ancianos estaban murmurando entre ellos... el tipo de la
sotana y yo estábamos frente al altar a la espera de lo que ellos tomaran una
decisión... entonces el tipo de la sotana bajó un poco su capuchón y me dejó
ver sus ojos.
El anciano que me acompañaba me preguntó: “¿Lo aceptas a
pesar de todo?”... y yo respondí que si. Entonces comenzó la ceremonia... los
dos ancianos empezaron a entonar un cántico extraño de notas graves que hacían
retumbar las paredes de la caverna, el fulano de la sotana tomó mi mano y me
puso en el dedo un anillo de plata con un diamante y me dijo: “Con éste anillo
confirmo mi deseo de desposarte”... yo le dije: “Pero yo no tengo un anillo
para ti”... y él me respondió con tono quejoso que yo no lo quería bla bla.
Luego nos besamos y cuando abrí los ojos ya no estábamos en
la caverna y tampoco estaban los ancianos... estábamos en el cuarto de mi tío y
yo pensé que como yo no le había dado un anillo la ceremonia no tenía validez.
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