Noche
de luna errática
Noche de luna errática. Estaba
recostada en mi cama leyendo un libro cuando me envolvió una somnolencia
extraña… la seductora fragancia del incienso de jazmín que se consumía en mi
mesa de noche me transportó a un harén y vi a una hermosa mujer con cabello
rubio largo hasta la cintura. Ella estaba vestida con un traje de odalisca de
seda color perla con bordados de hilo de oro que contrastaba con su piel de melocotón…
reía con una risa clara y danzaba, sus pies dibujan arabescos sobre la alfombra
y sacudía las caderas al son de un tambor imaginario… me miró y me coqueteó… empezó
a despojarse de sus velos… entonces me despabilé.
Me pregunté quien era ésa
mujer, me resultaba familiar aunque no era ninguna de las damas blancas que yo
conocía… su mirada de zafiro, su cabello de oro, su risa de cristal… pero ¿por
qué me coqueteaba y se desvestía frente a mi como si quisiera seducirme?... era
bella pero a mi no me gustan las mujeres.
Me levanté de la cama y me miré
al espejo, me desconocí… apenas me estaba volviendo a crecer el cabello, añoré
mi melena castaña que me llegaba casi hasta las caderas… pero fue necesario que
me la cortara.
Tomé otra varita de incienso y la
encendí. Volví a la cama y me arrebujé con una manta. En mis ensoñaciones divisé
la Torre de Ámbar y vi a la Fantasmala consultando su bola de cristal… yo era una
lechuza y volé hasta llegar al Templo de la Luna de la Muerte, me posé en el
dintel de la ventana de piedra y vi a la Diosa Milenaria barajando nuevamente
sus cartas… estaba cansada de los tejemanejes de las diosas y abrí los ojos…
frente a mi estaba el arcángel de mis pesadillas: Cabello de plata, ojos de
amatista y mandolina en mano… me sonrió y empezó con su serenata nocturna.
“Hermosa y fría como un rayo de
luna gélido
etérea y triste como una
melodía de viento
fantasmal como la Niña de la
Lámpara Azul de Eguren
melancólica como la Princesa de
Darío”
- Calla, mi bardo triste – le
dije cansada de sus baladas tan cursis – mejor dame a beber un trago del licor
de la luna de tus labios.
Me besó en la boca. Fue un beso
casto y puro, su boca es la copa donde libo ése licor que calma mis
inquietudes… bebí hasta que la dulce embriaguez me hizo esbozar una sonrisa. Luego
él se sentó a mi lado en la cama.
- ¿Recuerdas cierta conversación
que tuvimos hace casi catorce años?
Posó dos dedos sobre mi frente
y a mi memoria vino el preámbulo de aquella conversación. En ése entonces yo
era poco más que una niña… una tarde paseaba por la
alameda cuando una vieja y repulsiva gitana me cogió del brazo y con una mueca
asquerosa y rara puso en mis manos una carta de espadas... en la noche el Lobo aulló
una canción desentonada de puñales de plata… novia del Jinete de las Sombras que
se quedó con el vestido blanco, la corona de flores y las ilusiones quebradas:
- ¿Qué esperas, retirada del
mundo, luna de mis amores?
- Espero que el viento me traiga
los sordos ecos de los cascos del caballo cadavérico.
- Espera sin esperanzas, el
caballero a quien esperas ha muerto.
- Lo sé, ¿acaso mi hada madrina
no me prometió que él vencería a la Muerte?
Recordé que lloraba como una
condenada, a mis ojos las flores perdieron su color y hasta el alba me parecía
oscura.
- ¿Lo amabas? – me preguntó el
arcángel demoníaco que es mi guardián.
- No, no lo amaba – le respondí
bajo su escudriñadora mirada irreal – no niego que quise al Jinete de las Sombras
pero no lo amé… ahora que lo pienso creo que él me sedujo con sus hechizos de
magia negra.
- Es cierto. Hechizos que le
enseñó la Luna Gélida, ella le dio el poder para obnubilarte… pero no culpes
del todo a la magia oscura, te gustaba su porte y su arrogancia… lo quisiste y por
él derramaste lágrimas amargas sobre mi pecho, entre sollozos me decías que
querías morirte para estar a su lado – me recordó con algo de mofa el Bardo del
Infierno.
- Era casi una niña mas
enamorada del amor que del novio – le respondí preguntándome a que venía recordar
al espectro conjurado.
- Eras feliz cada noche que él
te llevaba a cabalgar sobre su cadavérico corcel desafiando
la tormenta rumbo a las regiones sombrías donde brillaba la mortecina Estrella
de la Muerte, bendecías ser impura, tan impura que él te llevaba orgulloso a
las orgías de Svartalfa – me dijo con una sonrisa sombreada de tristeza
– hasta…
- Hasta una vez en la que
estaba en el mirador de la poesía contemplando la
noche incierta de visajes turbios y melodías siniestras, la noche no anunciaba
tormenta pero algo funesto había tras las nubes negras – dije jugando con las
hebras de su cabello de plata – entonces tú llegaste con el abatimiento en tus
ojos violetas, me sonreíste con una sonrisa que no llegó a serlo, con aquél
gesto que se hace cuando se tiene que dar una mala nueva, llevabas un pergamino
lacrado con el sello real.
- La nueva decisión
de la Diosa Fatala con la orden absurda de desposarte con el Lobo que empuñaba
la Espada Flamígera – asintió bajando la mirada – en su defensa te diré que
ella no quería que te desposaras con él pero había dado su palabra, en su
contra te confieso que no era su intención enderezar lo torcido, solo quería
ganar tiempo mientras preparaba su próxima jugaba. Tú accediste a obedecer su
orden, fingiste llevar tu luto a carcajadas… pero a escondidas te encontrabas
con tu Caballero Fantasma bajo el amparo de la Fantasmala.
Recordé con una dulce nostalgia
aquella tarde lluviosa en la que los Llantos Cansados
del Bosque llegaron a mi vetusta mansión como errantes viajeros solicitando
posada, por ser amigos de los Elfos les abrí mis puertas cerradas y les ofrecí
buen vino añejo, el vino que no se libó en nuestras nupcias, y que dormía sus
sueños alcohólicos en la bodega cerrada.
No amé al Jinete de
las Sombras pero a él le debía haber sido la Reina de la Mascarada que vistió las
galas de la Dulce Muerte. Recordé aquella noche en la que los guerreros
cansados con sus espadas rotas llegaron a mi mansión siniestra, estaban sedientos
y les ofrecí vino y cerveza… encontraron el amor y el descanso entre los brazos
de mis doncellas... los cánticos de guerra fueron desterrados y muchos
descubrieron que eran poetas bajo un hechizo de gótico romanticismo. La
alborada no se atrevía a asomarse por los ventanales de la mansión maldita en
donde los fantasmas danzaban, las tristezas sonreían y los duelos cantaban. Las
armaduras se guardaron en el desván… mis caballeros vistieron capas de
terciopelo negro y mis damas trajes de miriñaque, mantilla y tafetán.
- Muchas veces
quise decirte que estabas danzando una canción equivocada pero eras tan feliz
siendo la reina de los vampiros que no me atreví a romper la esfera de cristal
que encerraba la fantasía del baile de máscaras – añadió con la culpa danzando
un vals en sus ojos amatistas – además... si te lo hubiera dicho la Degolladora
no me lo hubiera perdonado y en estos momentos mi cabeza estaría colgando de su
macabro cinturón.
- No te culpes, disfruté
mucho danzar ésa canción equivocada – le respondí sinceramente – fui la Dama
del Pecado que presidía la Misa Negra hasta que llegaron los gitanos. Cayó
la tarde sobre la plaza con remembranzas de España, un condenado alcahuete me
presentó a un Coplero… la noche me trajo perfume de claveles y una serenata
bajo mi ventana.
Mi arcángel bajó la mirada, él
había sido el condenado alcahuete.
- Salí al balcón para que el
bullicio que él estaba armando con su guitarra desafinada no despertara al
vecindario, escuché sus apasionados requiebros y sus gastadas palabras de amor
– añadí haciendo el recuento de los daños – no era el libreto que había
estudiado pero la función tenía que continuar pues las candilejas del patético
teatro estaban encendidas y había público esperando ver la obra… yo era la actriz
principal de la tragedia y el Coplero era el reemplazo que contrató la
compañía.
- Cierto, él es un reemplazo –
me confirmó mi arcángel.
- Me prometió estrellas únicas
y me amenazó con borrascas, finalmente me rendí a sus cortejos – proseguí sin
prestarle atención a la confesión que se había deslizado de los labios de mi
arcángel triste – no te culpo por haber sido el alcahuete ni culpo a la Luna de
los Muertos por haber forzado la situación con sus sortilegios quien sabe con
qué propósitos… lo acepté porque lo reconocí como el hombre que había visto en
mis sueños.
- ¿Estás segura que él es el
hombre que viste en tus sueños? – me preguntó, yo asentí – tal vez lo viste en
algunos de tus sueños, eso no lo dudo... pero ¿es el hombre que viste en ése
sueño del Templo de Kali?
- Si – le respondí aunque tenía
mis dudas – hasta lleva el mismo tatuaje.
- Entonces… ¿por qué lo han
relevado de su cargo de shaman? – me preguntó.
- No pasó la última prueba – le
respondí, esa había sido la explicación que me habían dado las diosas – él era
el hombre que había visto en ése sueño y en otros más, un hombre al que amé en
vidas pasadas… pero no era el elegido para empuñar la Guadaña.
Mi arcángel meneó la cabeza.
- Un juramento que hice a mala
hora me prohíbe decirte algo que debería de decirte pero puedo darte algunas pistas
para que tú lo adivines – me susurró como temiendo que las paredes pudieran
oírnos – tu misma has dicho que sabes que el Coplero es un reemplazo… ¿sabes a
quién reemplaza?
- Obviamente reemplazó al
Jinete de las Sombras – le respondí, mi arcángel volvió a menear la cabeza –
ambos fueron shamanes de Thanatos… pero ninguno era el heredero elegido que
empuñará la Guadaña.
Mi arcángel asintió pero en su
mirada había una sombra de derrota.
- ¿Recuerdas aquellas noches de
pasional desenfreno con el Nigromante? – me preguntó mi arcángel de cabellera
de plata, le devolví una mirada extrañada – vuestro primer encuentro fue una
cita a ciegas de mano de la locura… sus largos
cabellos oscuros caían sobre sus hombros, sus ojos eran oscuros pozos de
beleño y vestía un gabán negro… con él danzaste una lujuriosa danza en un
tálamo sobre las tumbas.
Entonces recordé aquél desvarío:
Llegué a la exposición de arte con los matices
bronces del atardecer, entré a la sala de arte, nerviosa como una muchacha en
su primera cita a ciegas y me detuve a contemplar sin interés una pintura.
Entonces percibí que el tiempo se detuvo, por un instante me quedé suspendida
en el silencio, el estruendo de un muro derrumbado, una ráfaga gélida… y desde
ultratumba el eco de sus pasos. Me preparé para un fantasmal abrazo pero sus
brazos ciñeron mi cintura, su aliento acarició mi cuello y me susurró una frase
cariñosa. Me estremecí, bajé los ojos y vi sus manos alrededor de mi talle,
llevaba un anillo de calavera… con el corazón latiéndome aceleradamente giré
para mirarlo, sus largos cabellos oscuros caían sobre sus hombros y vestía un gabán
negro.
Tomó mi mano, en
silencio salimos de la sala de arte y caminamos hasta la plazoleta, nos
sentamos en una de las bancas frente a la catedral y apoyé mi cabeza sobre su
hombro. La noche estaba serena, la gente que pasaba no nos miraba con
extrañeza, solo éramos una pareja de enamorados sentados en la plazoleta… él me
miró a los ojos, me reprochó mi incredulidad con la mirada y para que ya no
dudara me besó en los labios.
Fuimos a un café.
Luego caminamos sin rumbo por las callejuelas y terminamos pidiendo una
habitación en el hotel frente a la iglesia sobre las tumbas. Ya a solas en la
habitación los fuegos fatuos desataron su danza, nos besamos apasionadamente y
nos desvestimos con vehemencia… sus caricias cubrieron mi cuerpo con desenfreno
y me hizo suya en medio de fantasmales fuegos. Toda la madrugada turbamos el
bendito sueño de los muertos con nuestra lujuria… me quedé dormida entre sus
brazos exhausta y cuando desperté estaba sola abrazando la almohada.
- Si, recuerdo ése
encuentro con él – le confirmé – y también recuerdo otra noche de pasión
desbocada en el salón de la mansión… y sus besos cuando se escabullía
furtivamente en mi alcoba mientras dormía… pero sólo fueron sueños de opio y
hachís… engaños del Coplero anda tú a saber con que propósitos.
- Sueños de opio
que te hicieron madre de una niña bruja – me respondió con una sonrisa
sarcástica pero antes que yo protestara diciéndole que mi hija nació por obra y
gracia de la magia arcana, él me hizo otra pregunta – y hablando del Coplero…
¿lo amas?
- Yo misma me he preguntado que
siento verdaderamente por él – le respondí escudriñando mi corazón – pasión y
deseo, remembranzas de amoríos de vidas pasadas… una inexplicable necesidad física
de él... pero amor, lo dudo.
- La misma sangre corre por
vuestras venas – me dijo mi arcángel de mirada amatista.
- Lo sé, tenemos los mismos
ancestros – le respondí algo cansada del interrogatorio.
El alba despuntaba por la
ventana con matices grises, violetas y rosados.
- ¿Y qué hay del muchacho del
violín? – me preguntó mi arcángel siguiendo con el tema.
- Otro reemplazo, otro
candidato a empuñar la Guadaña que falló en el intento – le respondí sin
disimular un bostezo.
- ¿Lo amas? – me preguntó mi
arcángel recibiéndome en su pecho.
- No, sabes que hace un mes
corté los lazos del compromiso que me ataban a él y no le he llorado ni una
lágrima – le respondí acomodándome en el refugio de sus brazos.
- Parecías enamorada de él – me
dijo con cierto reproche.
- Llegué a quererlo – admití
cerrando los ojos – él espantó a los cuervos que acechaban en mi ventana,
durante nuestro noviazgo se comportó como un caballero y tenemos un par de
historias pasadas con bonitos recuerdos… pero agradezco que haya fracasado, si
hubiera pasado la última prueba me hubiera casado con él sin quejas ni reclamos…
sé que hubiera sido un buen esposo, es guapo y sabía complacerme en la cama…
también hubiera sido un excelente shaman, además es buen guerrero muy diestro
con el arco, valiente, responsable, noble e inteligente… siendo honesta él fue
el mejor prospecto que he tenido pero nunca hubiera podido amarlo… le conseguí
una carta blanca y espero que tenga una vida feliz… es noble, tiene buen
corazón… se lo merece.
-
Le conseguiste esa carta blanca por remordimientos, tú fuiste quien saboteaste
su última prueba – me dijo disimulando una risita cómplice – pero él te amó,
aún te ama y te seguirá amando… buscará una mujer que se parezca a ti, que
tenga tus ojos y tu cabello, tendrá un hijo con ella para darle un cuerpo a la
gema que procrearon… y nunca podrá olvidarte.
-
Y yo lo recordé siempre con cariño – dije ya casi dormida – ojalá que en una
próxima vida los dioses quieran que sea mi hermano… ése es el amor que puedo
darle.
Mi
arcángel acarició mis cabellos trayéndome remembranzas de mi infancia.
-
Me pesa en el corazón el terrible secreto que guardo – me murmuró pesaroso – sabes
que tanta cháchara se debe a que la Fantasmala y la Luna de los Muertos se han
puesto de acuerdo y tienen a otro pretendiente a punto de cantarte serenatas
bajo tu ventana. No vuelvas a pedirme un beso porque el licor que bebes de mis
labios es nepente que nubla tus recuerdos y te prepara para recibir con agrado
los cortejos de otro caballero… ésta vez será uno a quien te han atado con
hilos embrujados y con quien haz compartido muchas vidas, lo amarás por la maldita
virtud de aquella magia… y si ése falla en las pruebas ya tienen a otro candidato
en la lista… no puedo hablarte con palabras claras pero puedo decirte una
adivinanza: “Ni claveles de España, ni muguets de Finlandia, ni cardos de Rumania...
rosas inglesas para mi bella dama blanca... y no te quejes de las espinas, que
de todas las flores que he mencionado sé que es la que mas te agrada”
Me
despabilé de inmediato. Sospechaba que el licor de la luna que bebía de la copa
de su boca era nepente, por eso instintivamente siempre le pedía besos para
calmar mi dolor… pero aquella adivinanza disparó algo en mi.
-
¿Rosas inglesas? – le pregunté con el corazón latiéndome a mil revoluciones –
entonces… ¿debo de volver con el muchacho del violín?... ¿era él quién merecía
empuñar la Guadaña?, ¿lo arruiné todo
saboteando su última prueba, verdad?... que tonta fui, demostró que era el más
capaz de todos… ah, pero yo nunca hubiera podido amarlo.
Mi
arcángel dejó escapar un suspiro de derrota.
-
No pudo decirte más, princesita mía – murmuró cabizbajo y con tristeza.
-
Por favor, dime algo más – le supliqué tomando sus manos – sé que espero a un
hombre que amé mucho, con él me sentía completa… pero no lo recuerdo y las
diosas se aprovechan de eso para manipularme a su antojo y conveniencia, he
dejado que ellas me usen como su marioneta porque como shamana debo obedecer
sus mandatos y acatar sus designios… pero ya no soporto el vacío que tengo en
el corazón.
-
No esperes más a ése hombre, búscalo – me dijo escuetamente.
-
¿Cómo busco a alguien que no recuerdo? – le pregunté desesperanzada.
-
Es cierto… ya te has encontrado con él y por un momento te enamoraste de su
mirada triste pero no lo reconociste – me respondió sembrándome mas inquietud y
desconsuelo – la Degolladora me arrojará al mas horrendo pozo del infierno
cuando se entere que te dije lo que voy a decirte… búscalo con el corazón… su
recuerdo se esconde en tu memoria antigua, sus ojos son un reflejo de los tuyos.
-
Ya lo conozco y sus ojos son un reflejo de los míos – medité por un instante -
¿Vladlux, mi hermano de ritual?... tengo una gran empatía con él y me gusta
pero… no lo amo… además acabas de decirme que los muguets de Finlandia no son
para mí.
-
Lo siento mucho, no puedo decirte más… ya amaneció y debo irme – musitó mi
arcángel guardián – duerme princesita mía… duerme y busca al hombre que amas en
tu memoria.
Mi
arcángel me dio un beso en la frente y se fue. Me arrebujé en mi cama y cerré
los ojos… me hubiera gustado pedirle un último beso y beber un último trago de
nepente… pero ya no debería de libar de su boca, tenía que recordar… dormir y
buscar al hombre que amo en mi memoria… en mi memoria antigua.
Liliana Celeste Flores Vega - marzo 2007
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