in girum imus nocte et consumimur igni

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jueves, 19 de agosto de 2021

El hijo del dragón

Y a pesar de mi ira y tristeza no podía controlar el deseo que sentía por Jeraseth. Fui a buscarlo a la villa, subí a nuestra alcoba y lo encontré sentado en el lecho rasgueando algunas notas de aquella canción en su guitarra, vi un vaso y media botella de whisky sobre el velador.
 
— ¡Lilith! — exclamó con sorpresa al verme — no te esperaba, pensé que estabas molesta.
— ¡Estoy furiosa! — exclamé acercándome a él, anticipando mis acciones dejó la guitarra a un lado y se puso a la defensiva.
 
Me detuve firmemente frente a él y con todas mis fuerzas le di una, dos, tres bofetadas… le hubiera dado una cuarta si no fuera porque me empezó a doler la mano. Jeraseth las recibió sin inmutarse, ni siquiera se limpió el hilillo de sangre que le escurría del lado izquierdo del labio inferior. Sostuvo mi mirada desafiante e hizo una mueca dándome a entender “¿Eso es todo?”
 
En respuesta me senté a horcajadas sobre sus piernas, tomé su rostro con ambas manos y le di un beso, un beso que lo tomó tan de sorpresa que no supo corresponderme.
 
— ¡Abre la boca! — le exigí presionando las articulaciones de su mandíbula, él cedió y lo besé apasionadamente introduciendo mi lengua dentro de su boca.
 
Lo besé largo rato degustando el sabor a licor que tenía su boca. La alcoba estaba cálida pesar de que las puertas del balcón se encontraban abiertas, en la chimenea ardían algunos leños y en el aire flotaba un ligero aroma de sándalo. Jeraseth puso sus manos en mi cintura, pero yo me liberé con enfado de su abrazo.
 
— ¡Tus manos entrelazadas y detrás de tu nuca! — le ordené, él obedeció con una sonrisa dispuesto a dejarme hacer.
 
Le desgarré la camisa para lamer su cuello, morder sus hombros, retorcer sus pezones y acariciar su vientre. Jeraseth soportó mis ataques sin moverse y mordiéndose los labios para no emitir ni un gemido. Sentía su miembro viril enhiesto y caliente presionando contra mi pubis, pero mantuvo sus manos entrelazadas detrás de su nuca.
 
Me puse de pie para quitarme el vestido y le indiqué que se desnudara. En la espalda aún tenía las marcas del látigo que le dejé en nuestro anterior encuentro.
 
— ¡No me toques! — le grité cuando hizo un ademán de tomarme entre sus brazos para llevarme al lecho — siéntate al borde de la cama con las piernas separadas.
 
Obedeció, ya conocía ese juego. Me arrodillé entre sus piernas para lamer con ansias su sexo. Luego levanté mi rostro, sabía que le mostraba la imagen de una bacante ebria de deseo, con las pupilas dilatadas y los labios enrojecidos… introduje dos dedos en mi boca y los chupé para ensalivarlos, él ya sabía lo que venía a continuación.
 
Se apoyó con una mano sobre la cama, levantó un poco las caderas y con la otra mano sujetó sus testículos para facilitarme el acceso a aquella zona de su cuerpo. Tanteé su entrada y él se relajó para facilitar mi propósito, se tensaba con los dildos pero le gustaba cuando usaba mis manos. Lentamente lo penetré con mis dedos, sus jadeos me confirmaron que lo disfrutaba y volví a atender con mi boca su miembro viril. Sentía mis entrañas latiendo y mis fluidos goteando.
 
— Sigue — murmuró entre jadeos — así quiero tenerte siempre, de rodillas a mis pies, devorando mi verga como una puta.
 
Tuvo suerte que yo reaccionara retirando mis dedos de su interior antes de que mi rabia revelara mi aspecto bestial. Me incorporé y lo tumbé sobre la cama con un zarpazo, mi mano se había transformado en una garra y le dejé tres arañazos ensangrentados cruzando su pecho. De inmediato me monté a horcajadas sobre él y me empalé con su miembro erecto que se deslizó en mis entrañas húmedas y palpitantes. Jeraseth alargó la mano y estrujó uno de mis pechos.
 
— ¡Te dije que no me tocaras! — exclamé dándole un zarpazo en la mejilla — mantén tus manos entrelazadas y detrás de tu nuca.
Obedeció con una sonrisa a pesar del arañón que le había dejado en el rostro y empecé a cabalgarlo furiosamente.
 
— ¿Ya aprendiste la lección, hijo de Nergal? — le pregunté sin dejar de moverme de arriba para abajo mientras apretaba su tráquea — no matarás ni lastimarás a mis amigos.
 
Jeraseth sostuvo mi mirada, se mordió los labios y asintió levemente. Retiré mi garra de su cuello y seguí cabalgándolo hasta que el placer me envolvió en una oleada cálida y me desvanecí jadeante sobre su pecho. En ese momento él aprovechó para tomarme de las caderas y hacerme dar la vuelta quedando encima de mí, empezó a embestirme bufando como un animal salvaje y colocó una mano alrededor de mi cuello.
 
— ¿Y tú, princesa pleyadiana, también aprendiste la lección? — me preguntó mientras ejercía la presión suficiente para dificultarme la respiración — si no me rechazas no tendré motivos para matar o lastimar a tus amigos.
 
Me negué a responder y Jeraseth ejerció un poco más de presión, sujeté su brazo para hacerle saber que estaba empezando a apretar demasiado fuerte, pero él no desistió, repitió la pregunta y asentí… entonces retiró su mano y me besó apasionadamente. Rodeé sus caderas con mis piernas haciendo traba con mis tobillos y enlacé mis brazos alrededor de su cuello, Jeraseth sabía lo que yo quería cuando hacía eso, se levantó sosteniéndome entre sus brazos y me llevó a la terraza.
 
Bajo el cielo azul y púrpura desplegué mis alas de plumas blancas y él desplegó las suyas, esas alas oscuras y membranosas semejantes a las de un murciélago y que él pretendía que eran parecidas a las de un dragón. Sus alas habían sido restauradas y mejoradas con implantes mecánicos después de que Vesphurs se las desgarrara a zarpazos y mordiscos la vez que se enfrentaron en duelo.
 
Nos elevamos en el cielo en una cópula aérea. Sentí su energía cargada de pasión emanando de la abertura de su pecho y su intención de hacer lazos. El nido de mi pecho, en donde se están gestando las dos gemas que hemos procreado, se abrió para recibir su energía que alimenta a nuestras gemas y correspondí a su deseo entrelazando su lazo rojo con hilos azules que se extendieron buscando la abertura de su pecho. Lo sentí estremecerse llegando al orgasmo y su placer desencadenó en mí una deliciosa oleada de sensaciones.
 
Descendimos y nos quedamos tendidos sobre la hojarasca, estábamos exhaustos pero satisfechos y complacidos por el nuevo lazo que habíamos creado. Finalmente estábamos en paz.
 
— Creo que esta noche se celebra el cumpleaños de uno de tus amigos — me comentó mirando el cielo en el que empezaban a aparecer unas estrellas pálidas — ¿Te gustaría que fuéramos?
Sí — le respondí — será la primera celebración en el Reino del Este.
 
Cuando llegamos encontramos una celebración sencilla pero amena. Los carromatos de los cíngaros estaban dispuestos en un círculo y unidos por cadenetas de telas coloridas y campanillas, supe que también era un hechizo de protección. Leo estaba rodeado de sus amigos, vestido a la usanza de su clan y su cabellera dorada cayendo como una cascada de rizos hasta su cintura, sonrió al vernos y nos acercamos. Lo saludé con un abrazo y él me correspondió con un sonoro beso en cada mejilla, luego le extendió la mano a Jeraseth. Sabía que se me notaban las huellas que la mano de Jeraseth había dejado alrededor de mi cuello y él tenía la marca de mi zarpazo sobre su mejilla.
 
— ¿Ya empezaron con la fase tóxica? — nos preguntó Leo con una sonrisa divertida, pero en su mirada había una advertencia que Jeraseth entendió.
— ¡Brindemos! — exclamó César pasándonos una bota de vino.
 
Luego Jeraseth y yo dimos una vuelta por el lugar. Había una mesa larga con bocadillos, varias fogatas, bailarinas, músicos y saltimbanquis por doquier. Nos encontramos con Mordred quien estaba conversando con un grupo variopinto de artistas circenses.
 
— Necesito hablar con ella por un momento — le dijo a Jeraseth quien asintió, pero indicándome que no demorara demasiado.
 
Mordred me tomó de la mano y me llevó hasta la mesa, allí me levantó la barbilla y examinó las huellas que Jeraseth me había dejado en el cuello.
 
— ¿Esta vida fue la primera vez que le dijiste a Jeraseth que no te quedarías con él? — me preguntó frunciendo el ceño, yo asentí — entiendo, no está acostumbrado a que lo rechaces. Tuvieron suerte, las leyes de Gaia evitaron que Jeraseth hiciera algo peor y Nergal arregló lo mejor que pudo el error que cometió su hijo para evitar que su nombre se viera involucrado en un serio problema.
— Ya estamos en paz, Mordred — le dije — no quiero volver a hablar del asunto.
— Entiendo, él recibió su castigo y no queda más que aceptar como arreglaron el incidente — dijo Mordred — pero ¿sabes lo que hubiera hecho Jeraseth en un mundo medieval? ¿te imaginas tu aldea arrasada por el fuego mientras que él te llevaba a la fuerza en su caballo o tu castillo sitiado por sus tropas y tu gente muriendo de hambre hasta que tú aceptaras entregarte a él?
 
No era necesario que me lo dijera, ya lo había pensado.
 
— ¿Ahora entiendes el recelo de mi madre por los segundos consortes rojos? — me preguntó — los rojos son arrogantes y violentos, se obsesionan con las azules.
— Jeraseth nunca se había comportado así — le refuté intentando disculpar a mi segundo consorte.
— Porque nunca lo habías rechazado — me refutó airado.
— Jeraseth me ama — le respondí.
— No lo dudo, te ama, pero también está obsesionado y los celos pueden convertirlo en una amenaza — prosiguió — ya has visto cómo reaccionó ante una negativa de tu parte: dile que no y verás tu ciudad asediada por sus ejércitos, dile que no y verás tu mundo bombardeado por sus naves, dile que no y verás el bosque celta ardiendo.
 
Sabía que Morrigan no aprobaba mi unión con Jeraseth, pero nuestro matrimonio era una alianza con los anunnakis pactada por Killa y Nergal desde antes de nuestros nacimientos. Incluso Nergal no se había enojado cuando me presentaron a otros pretendientes rojos pues decía que su hijo y yo estábamos hechos el uno para el otro. Hace un mes había escuchado a Morrigan conversando con Nimué, ellas esperaban que yo pidiera la anulación de mi matrimonio con Jeraseth para tomar a Lucien como primer consorte y a Mordred como el segundo, se habían desilusionado al comprobar que mi deseo por Lucien solo era por el cuerpo que él estaba ocupando y que nunca desposaría a mi hijo. En esos momentos los músicos empezaron a tocar esa canción.
 
Run for your life
The empress is here, torture and fear
Run for your life
The beast has appeared, the end is near
 
Había supuesto que el apuro de traer de otra realidad al pequeño Merlín era una precaución ante una eminente amenaza de Sheithan, ahora comprendía a quien llamaban la bestia.
 
Merlin, son of a fallen angel
Merlin, a legend of the past
Foretold the story of two dragons
Fighting for the land
His name will live forever
 
— No, Jeraseth no se volverá como Sheithan — le dije a Mordred, pero la duda me amargó la boca y ensombreció mi corazón — él no es el hijo del dragón.
— Cálmate, Lilith — me dijo acariciando mi mejilla — Jeraseth no se volverá como Sheithan porque yo no lo permitiré, yo soy el hijo del dragón.
— Entonces ¿serás tú quien incendies aldeas y asedies castillos? — le pregunté.
— No, yo soy el hijo del dragón que luchará para proteger las tierras celtas — me respondió — ahora ve con él, pero recuerda, estaré vigilándolo.
 
Jeraseth estaba conversando con el grupo de artistas circenses, me dirigí a su encuentro, pero Morrigan se me interpuso.
 
Debemos de hablar sobre tu segundo consorte — me dijo Morrigan, sabía que tarde o temprano tendríamos esa conversación y estaba preparada.
— No te preocupes — le respondí — cuando mi hija Luana tenga la edad y la experiencia necesaria para ocupar el Trono de la Luna abdicaré entregándole la corona y el cetro, entonces me marcharé con Jeraseth a nuestra villa en el bosque de otoño en el Reino del Eterno Ocaso. Hace tiempo tomé esa decisión, además es lo que Luc quería que hiciera.  
— Tú no te puedes marchar ni abdicar, eres la reina de las tierras celtas hasta que llegue tu tiempo de ascender — me dijo para mi sorpresa — Lilith y Lucipher deben de estar juntos.
— Lilith y Lucipher son dos títulos que no volverán a usarse — le respondí — Luc fue el último Lucipher, ese título murió con él. Y yo renuncié al título de Lilith, subí al Trono de la Luna con mi verdadero nombre, yo soy Lily Anne la gris.
— Puedes llamarte como quieras, pero sigues siendo Lilith — me refutó — y mi hijo es…
— ¡Tú hijo no puede recibir el título de Lucipher solo porque un puñado de idiotas lo llamen así!  — exclamé y me di cuenta que mi voz había sido un graznido, mis manos se habían convertido en garras y mis alas, con plumas afiladas como navajas de argento, estaban desplegadas. Morrigan dio un paso atrás y bajó la cabeza.
Mi hijo es el hijo del dragón — murmuró — y tú no puedes escapar de tu destino, te llames Lilith o Lily Anne la gris… tú vislumbraste tu futuro cuando tomaste el cetro en el centro del laberinto, te viste sentada en un trono en lo alto de una colina, estabas vestida de blanco y tenías un cetro de plata coronado por un zafiro… a tu lado se alzaba otro trono donde estaba sentado un guerrero vestido de negro, él llevaba la armadura del dragón y empuñaba una espada de hielo llameante…
— Es cierto — le respondí recordando esa visión — y yo llevaba un anillo de oro con un rubí en el dedo anular, este mismo anillo que me dio Jeraseth cuando nos casamos… vi una planicie, bosques, castillos y fortalezas en la lejanía… el guerrero que estaba sentado a mi lado llevaba la armadura del dragón, pero el cielo detrás de nosotros era azul y púrpura. Tal vez tengas razón y ese guerrero sea tu hijo… entonces confía en el destino, los dos se llevarán bien.
— Créeme que es lo que más deseo por el bien de todos — me respondió Morrigan — si uno de los dos cede tal vez se lleven bien, pero mi hijo no será quien…
No tienes que decirlo, Morrigan — le respondí volviendo a mi apariencia habitual — yo me encargaré que sea Jeraseth quien ceda. Y tú, toma a tu hijo y termina de criarlo, todavía se comporta como un niño en el real. Jeraseth no agachará la cabeza ante un dragón de peluche.
 
Morrigan asintió y se retiró. Me dirigí a donde me esperaba Jeraseth, noté que estaba a la defensiva y supe que había visto mi encuentro con Morrigan y mi transformación.
 
— ¿Qué pasó? — me preguntó preocupado.
— Pasó que le dejé en claro a Morrigan que tú eres mi segundo consorte y nunca pediré la anulación de nuestro matrimonio — le expliqué tratando de no exagerar el asunto.
— ¿Por qué nuestro matrimonio es una alianza con los anunnakis? — me preguntó.
— Porque te amo — le respondí, le eché los brazos al cuello y le di un beso.
 
Fuimos a sentarnos con el grupo de juglares rojos que solían invitarse por iniciativa propia a todas las celebraciones que se hacían en el astral azul, estaban conversando y bebiendo vino alrededor de una de las hogueras. Un rato después Mordred se nos unió con una fuente de bocadillos.
 
Eso no alcanzará para todos, traeré otra fuente — dijo Jeraseth poniéndose de pie, supe que era un pretexto para que Mordred pudiera hablar libremente conmigo.
 
Mordred se sentó a mi lado. Esperaba sus preguntas, advertencias y reclamos, pero al parecer ya había hablado con su madre.
 
— Dame una oportunidad, te juro que no te defraudaré — me dijo.
— ¿Cuándo te convertirás en el dragón que empuña la espada de hielo? — le pregunté.
— Cuando tú te conviertas en Lily Anne la blanca — me respondió.
— ¿Tendré que caer a un abismo y luchar contra un balrog? — le pregunté usando la referencia.
— Ya caíste — me respondió — pero no es necesario que luches contra el balrog, será suficiente con que lo domestiques.
 
Jeraseth regresó con una bandeja de jamones, salchichas y quesos. Tomó un pedazo de salchicha bastante grande y se lo embutió en la boca a Mordred quien no tuvo más opción que tragársela. Luego se sentó a mi izquierda y me hizo lo mismo, aunque con más delicadeza.
 
— ¿No les parece extraño que Mortwuld no esté en la celebración? — les pregunté para iniciar una conversación, pero ellos se alzaron de hombros.
 
Pasamos un rato más conversando, bebiendo y comiendo con los juglares. De vez en cuando miraba al resto de personas buscando a Mortwuld, pero no lo encontré.
 
— Mi amor, ya es hora de que regresemos a la villa — me dijo Jeraseth y luego se dirigió a Mordred quien estaba bastante ebrio — ¿vienes con nosotros?
— Ni loco — le respondió Mordred trastabillando al ponerse de pie — la última vez que fui intentaste emborracharme con ese licor de bayas rojas.
— Te prometo que no volveré a hacerlo — le dijo Jeraseth sujetándolo del brazo.
— No confío en tu palabra — farfulló Mordred apoyándose en Jeraseth.
— El licor de bayas rojas te cayó mal y fui yo quien tuvo que limpiar todo tu vómito de la alfombra, no quiero repetir la desagradable experiencia — le respondió Jeraseth — además ya estás borracho, no necesito darte de beber más trago.
— Tus argumentos son buenos, entonces los acompaño — aceptó Mordred tambaleándose.
 
Llegamos a la villa prácticamente arrastrando a Mordred.
 
— Yo me hago cargo de ponerlo cómodo — me dijo Jeraseth llevando a Mordred a nuestra alcoba y haciéndome un gesto indicándome que los dejara solos por un momento — mientras tanto trae los cigarros que se quedaron en la biblioteca.
— ¿Estuviste leyendo? — le pregunté gratamente sorprendida.
— No, tú los dejaste allí — me respondió — te digo que los traigas ahora para que luego no me los estés pidiendo cuando ya estemos en la cama.
 
Fui a la biblioteca por los cigarros, cuando calculé que Jeraseth había tenido el tiempo necesario para convencer a Mordred, subí a nuestra alcoba. Los encontré a ambos desnudos en la cama… y Mordred estaba profundamente dormido.
 
— ¿Qué pasó, lo pusiste demasiado cómodo? — le pregunté a Jeraseth tomando un cigarro.
— Si, y se ha quedado dormido encima de mi brazo — me respondió fastidiado.
— Al menos no te vomitó encima — le dije encendiendo el cigarro en la flama de una vela.
— ¿Y ahora que hacemos? — me preguntó Jeraseth sacando su brazo de debajo de Mordred.
— Pues échale una manta encima — le respondí dando una calada — no le vaya a dar frío y luego tengas que limpiar aguas menores.
 
Liliana Celeste Flores Vega – 18 de agosto del 2021
Canción: Merlin - Legends for the Past - Freedom Call
Imagen: Luis Royo

 

viernes, 9 de julio de 2021

Los extraños sucesos de la casa de la locura

Los amables lectores de mi blog recordarán los extraños sucesos que Damon y yo vivimos a finales del año 2012 y supongo que algunos se preguntarán que sucedió con los pacientes de aquella atípica casa de reposo que se encuentra en un lejano paraje en el norte del país. Yo misma sentía esa curiosidad y desconocía que había sucedido con ellos... hasta hace un par de semanas que Damon y yo volvimos a visitar el lugar. 

Para aquellos que no han leído mi blog les contaré brevemente los hechos que son el preámbulo a este relato y les presentaré a los personajes protagonistas del mismo. No me extenderé en detalles que no vienen al caso… sólo mencionaré que una noche Todd, Damon y yo nos vimos involucrados en un confuso incidente que terminó con Todd recluido en aquella casa de reposo y con Damon y yo en la enfermería del Museo con heridas de cierta gravedad pues Todd, en aquél inexplicable episodio de locura, nos agredió físicamente.
 
Pasados algunos días nos trasladaron de la enfermería a una habitación en el edificio donde se aloja el personal del Museo. Damon y yo estábamos recuperados físicamente pero mentalmente nos encontrábamos al borde de un colapso porque durante las últimas noches habíamos tenido sueños más extraños de los que acostumbrábamos tener y nos obsesionamos con descifrar el significado arcano de los mismos. Salíamos de aquella habitación sólo para ir al baño, incluso comíamos allí… primero fue por evitarnos las miradas del personal del Museo a quienes nuestro amigo el arqueólogo, a falta de una mejor explicación para lo sucedido, les había dicho que la noche del incidente nosotros y Todd nos habíamos pasado con las drogas (así que nos había hecho fama de depravados y drogadictos) y luego por la obsesión que nos estaba consumiendo. Julio nos traía la comida y otras cosas que necesitábamos. Nosotros dormíamos, desayunábamos, pasábamos la mañana en la cama contándonos y comparando nuestros sueños, almorzábamos, pasábamos toda la tarde exprimiéndonos el cerebro tratando de entender el significado o mensaje de aquellos condenados sueños, cenábamos… y vuelta otra vez al enfermizo círculo vicioso.
 
Durante las últimas noches los dos habíamos soñado repetitivamente con un mundo con dos soles rojos y una luna opaca. El mundo tenía dos continentes con zonas desérticas, zonas volcánicas, montañas escarpadas y frondosas selvas. Los sueños que tenía Damon eran como una película que pasaba aceleradamente, los míos se centraban en un hecho o personaje determinado. Con la información reunida de los sueños de ambos habíamos podido armar un poco de la historia de ése mundo… pero lo que nos sacaba de quicio era que estábamos absolutamente seguros que esos sueños no eran recuerdos de nuestras vidas pasadas, no sentíamos familiaridad con ése mundo ni empatía con sus habitantes, a lo más nos recordaba mucho al mundo de Conan el bárbaro… sabíamos que no éramos partícipes de aquella historia, sólo unos espectadores… por lo tanto algo o alguien nos estaba mandando esas visiones oníricas y quería que las descifráramos.
 
Damon había visto la evolución de la humanidad nativa de ese mundo desde el estado de unos primitivos nómades hasta que formaron clanes, reinos e imperios… y como todos estos habían sido destruidos por guerras, pestes, desastres naturales y eventos sobrenaturales inexplicables. Yo había visto los rituales de los chamanes tribales danzando alrededor de un monolito gigantesco al son de unos tambores hechos con la piel de un animal muy parecido al mamut, la construcción de unas enormes pirámides escalonadas de piedra roja, la explosión de un colosal volcán que arrasó con una próspera ciudad, la edificación de una ciudad subterránea… a un sacerdote con una capa de piel de lobo sacrificando a un niño en un altar ante la estatua de un dios con la apariencia de un reptil, a una mujer guerrera crucificada en una plaza en medio de una multitud aullante, a una anciana ciega rezando arrodillada frente a un ara, a un nigromante descifrando los jeroglíficos de un pergamino en una biblioteca subterránea… en fin, todos eran personajes que aunque reconocía como arquetípicos sabía que no tenían nada que ver con nosotros.
 
La última noche soñé con una hechicera con el rostro tatuado que estaba haciendo un ritual en un templo de apariencia sumeria para invocar a un poderoso demonio… aunque algo debió de salirle mal pues lo que respondió a su llamado fue un humo negro que emergió de un pozo y la convirtió en piedra. Después vi como el mundo era invadido por naves espaciales tripuladas por unos seres de apariencia reptiliana quienes, con sus armas de avanzada tecnología, sometieron de inmediato a los de la raza nativa del mundo de los dos soles rojos… me desperté asqueada por las escenas brutalmente grotescas de matanzas, violaciones y sacrificios.
 
Fui al baño. Cuando regresé a la habitación encontré a Damon sentado en la cama con un aspecto bastante desaliñado, no me había dado cuenta de lo crecida que llevaba la barba y que hasta se le notaba un poco crecido el cabello… pensé en el aspecto fatal que debería de tener yo también pues hace días que después de bañarme sólo me pasaba el peine para desenredarme el cabello y cuando se me secaba lo enroscaba en un moño sujetándolo con un gancho.
 
Damon se puso de pie, tomó la cajetilla de cigarros que estaba sobre la mesa, encendió uno y empezó a fumar nerviosamente… me quedé atónita pues él no fumaba y se incomodaba cuando yo lo hacía. Noté que la mano le temblaba. Cuando terminó el cigarro me dijo: “No podemos seguir así, la obsesión por descifrar el significado de los sueños que tenemos cada noche nos está haciendo daño, además son cosas de un mundo rojo que no nos incumben. Debemos de alejarnos de este lugar, regresemos a Lima”.
 
Estuve de acuerdo con él y le pusimos punto final al asunto de los sueños del mundo de los dos soles rojos. Nos vestimos decentemente y buscamos al arqueólogo. Le dijimos que nos sentíamos bien, que queríamos regresar a Lima pero antes deseábamos visitar a nuestro amigo Todd y le preguntamos la dirección del hospital psiquiátrico en el que lo habían internado. El arqueólogo nos respondió que precisamente al día siguiente iría a visitar a Todd y que podía llevarnos.
 
Decidimos quedarnos una noche más. Luego del almuerzo recorrimos el Museo. Cenamos, nos retiramos a la habitación y esa noche nos permitimos una velada romántica escuchando música de Blackmore’s Night y bebiendo una botella de vino que nos consiguió Julio.
 
Julio nos despertó temprano pero según el arqueólogo era tarde y nos hizo desayunar con prisa. Subimos al asiento trasero de la camioneta con nuestros equipajes porque pensábamos regresar a Lima esa misma noche. El arqueólogo se acomodó en el asiento del copiloto, Julio se puso al volante pero en lugar de dirigirse hacia la carretera que llevaba a la ciudad tomó rumbo hacia el lado opuesto. Media hora después tomó un desvío internándose por un paraje desolado hasta que el asfalto desapareció y fue reemplazado por un camino de tierra… Julio se metió por varios recovecos… Damon y yo notamos que habíamos pasado dos veces frente a un árbol bastante peculiar, sin duda Julio estaba dando vueltas innecesarias para que nos desorientemos. Un par de horas después divisamos un antiguo caserón de dos pisos.
 
Julio detuvo la camioneta. Entramos al caserón, de inmediato nos dimos cuenta que el caserón no era un hospital psiquiátrico ni una casa de reposo convencional. Nos recibió una señora de unos cincuenta años, delgada y con cabello negro recogido en un moño alto. El arqueólogo le preguntó cómo estaba Todd, la señora le respondió que seguía en el mismo estado, aunque mas calmado. Luego llamó a un hombre de mediana edad de aspecto rústico y fornido, con más aspecto de carcelero que de enfermero… éste nos llevó hasta una puerta que llevaba a un sótano.
 
Damon tomó mi mano mientras bajábamos los peldaños de madera casi podrida de la escalera, sentí que se me encogió el corazón al pensar los días que Todd llevaba recluido allí. Luego de bajar la escalera nos encontramos en un pasillo mal iluminado con un foco que daba una luz amarillenta. Había varias puertas a ambos lados, unas de madera a la izquierda y otras reforzadas con rejas a la derecha… el arqueólogo nos dijo que Todd se encontraba en la habitación de la última puerta a la derecha y nos hizo un gesto para que lo siguiéramos.
 
Cuando pasamos frente a una puerta de madera escuchamos los sollozos de una mujer, detrás de la siguiente puerta oímos el murmullo de la voz de un hombre recitando una plegaria repetitiva... dimos un par de pasos más y nos sobresaltó un aullido que provino de detrás de una de las puertas reforzadas con reja, luego escuchamos gruñidos y arañazos contra la misma como si se tratara de un perro bastante grande encerrado. Damon le pidió explicaciones al arqueólogo sobre el lugar y los que estaban recluidos allí, él le respondió que era un asilo para aquellos casos que no podían mantenerse bajo control en un hospital psiquiátrico convencional.
 
Finalmente llegamos a la última puerta, el arqueólogo abrió la reja y luego descorrió la mirilla de la puerta de madera para constatar el estado en el que se encontraba de Todd… nos dijo que primero entraría él. Durante el tiempo que esperamos escuchamos que la persona o criatura que estaba encerrado unas puertas más allá seguía gruñendo.
 
El arqueólogo estuvo a solas con Todd aproximadamente veinte minutos, luego abrió la puerta y nos dijo que podíamos pasar. Era una habitación pequeña, casi una celda... el único mobiliario era una sencilla cama de madera con una sábana y una cobija... en una esquina había un inodoro con un lavabo encima como los que se ven en las celdas en las películas de presidiarios. Todd estaba sentado sobre la mísera cama con las rodillas recogidas contra su pecho y la mirada perdida en el vacío… nos conmovió verlo en ese estado.
 
Nos acercamos pero Todd no se percató de nuestra presencia. Notamos que estaba moviendo los labios pero no entendíamos sus balbuceos... me acerqué más a él, le acomodé un mechón de cabello detrás de la oreja y le dije parafraseando la serie de Stargate Atlantis: “Comandante, debe de salir de su estado de hibernación, necesito que se haga cargo de la nave nodriza”…  le di un beso en la mejilla, entonces pareció reaccionar por un momento, me miró y esbozó un amago de sonrisa… luego señaló a Damon con un dedo, murmuró algo ininteligible y volvió a sumirse en su estado casi catatónico.
 
El enfermero con aspecto de carcelero nos dijo que no era recomendable que nos quedáramos más tiempo con Todd y nos indicó con un gesto adusto que subiéramos. Nos llevó hasta una sala de estar donde estaba la señora que nos recibió sentada en un sillón leyendo un libro, al vernos nos dijo que faltaba una hora para que sirvieran el almuerzo pero que podíamos ir subiendo nuestros equipajes e instalándolos en las habitaciones del segundo piso. El arqueólogo tenía planeado quedarse una semana pero nos dio a elegir entre quedarnos una noche o que Julio nos lleve a la ciudad después del almuerzo. Damon y yo decidimos quedarnos una noche para volver a ver a Todd al día siguiente con la esperanza de hacerlo reaccionar.
 
El arqueólogo y Julio tenían habitaciones propias pues acostumbraban quedarse. La señora nos dijo que podíamos quedarnos aunque sólo tenían habitaciones para pacientes con camas estrechas pero podíamos unir dos… le respondimos que nos bastaba con dos colchones en el piso para no darles molestias pero el arqueólogo le sugirió que nos instalara en “la habitación”… la señora dudó un poco pero finalmente le indicó al enfermero con aspecto de carcelero que nos llevara.
 
El hombre, que se llamaba Alberto, nos indicó que subiéramos la escalera y nos llevó hasta una puerta al final del pasillo, cuando la abrió y nos hizo pasar a la habitación quedamos impactados, esperábamos una habitación sencilla casi austera pero ésta parecía sacada de una película de la época colonial: Una enorme cama con doseles de cortinajes de brocado ocupaba el centro… el mobiliario lo completaban dos veladores, un ropero, una cómoda, un tocador, dos sillones y un arcón de madera tallada. Alberto descorrió la cortina y abrió el ventanal para airear la habitación que tenía un intenso olor a humedad, se notaba que no la usaban con frecuencia… nos dijo que ésa era la única habitación con una cama grande, había sido ocupada por los abuelos y luego por los padres del actual dueño del caserón. Nos dejó para que nos instaláramos, Damon y yo sacudimos las sábanas y colchas… luego nos avisaron para que bajáramos a almorzar.
 
Durante el almuerzo la señora, que se llamaba Francisca, nos contó una breve historia del lugar: El caserón tenía casi un siglo de antigüedad, había sido construido por un italiano que se asentó en el lugar con su esposa y frecuentemente hacía reuniones con sus amigos que practicaban el espiritismo. La esposa tenía una salud muy frágil, condición que heredaron sus hijos, la mayoría de los cuales murieron antes de llegar a cumplir los dos años. Sólo sobrevivió una hija que luego se casó con un comerciante y tuvieron un hijo, años después ella se suicidó ahorcándose en un árbol de manzano que había en el huerto por motivos que nunca se aclararon… el comerciante dejó la casa intacta bajo el cuidado de un guardián y se fue a vivir a Lima con su hijo. Este hijo, el actual dueño del caserón, conoció al arqueólogo y accedió cederle el caserón con la condición que mantuviera intacta la habitación que ocuparon sus abuelos y sus padres. Nadie había dormido allí desde ese entonces, sólo la limpiaban de vez en cuando.
 
Terminado el almuerzo nos invitaron a pasar al despacho biblioteca que conservaba algunos de los muebles de época. El arqueólogo tomó asiento en el escritorio, doña Francisca le entregó unos folders y se sentó en una butaca, Damon y yo nos sentamos en un sofá cerca de una ventana. Doña Francisca tomó una cajetilla de cigarros que estaba sobre una mesita, noté sus dedos largos y nudosos, sus uñas eran muy largas y estaban manchadas de nicotina... y llevaba un hermoso anillo de plata quemada y turquesa en el anular. Nos ofreció un cigarro… yo acepté, Damon se negó. Permanecimos en silencio mientras que el arqueólogo revisaba los folders, luego nos dio un breve resumen de los casos de las personas recluidas.
 
Teresa era el nombre de la mujer que habíamos escuchado sollozando. Era hija de una señora amiga de la madre de Julio. Una vez fue de campamento al bosque de algarrobos con sus amigos y desapareció… los amigos dijeron que ella salió de la carpa a medianoche para orinar y no regresó, la buscaron por los alrededores hasta el amanecer, al no encontrarla regresaron y dieron aviso a sus padres. Teresa había tenido problemas con sus padres por causa de un muchacho pandillero con quien salía y pensaron que se había fugado con él… investigaron al fulano pero se comprobó que él ni siquiera había ido al campamento y que la noche en la que desapareció Teresa él había estado en un bar con sus amigotes de la pandilla… a pesar de todo el pandillero la quería y fue con los muchachos de su pandilla al bosque en donde la buscaron hasta debajo de las piedras, averiguó con otros pandilleros y hasta con unos tratantes de chicas que conocía pero no pudo ubicarla. Todos la buscaron infructuosamente.
 
Unos meses después Teresa apareció en el bosque de algarrobos en un estado lamentable, la encontraron unos turistas quienes la llevaron a una caseta policial. Luego la llevaron a un hospital donde los doctores la examinaron y dijeron que a la muchacha posiblemente la habían raptado y mantenido cautivo violándola consecutivamente hasta que quedó embarazada y le hicieron un aborto… afortunadamente físicamente estaba bien, sólo desnutrida y obviamente traumada por la experiencia pasada. Pero la historia que la psicóloga logró sacarle fue que había sido abducida por unos extraterrestres de apariencia reptiliana, ellos la habían fecundado, extraído el bebé y luego la dejaron en el bosque. La psicóloga les dijo a los padres de Teresa que esa era su forma de asimilar el trauma y que con un tratamiento adecuado podría recuperarse.
 
Pero la pobre muchacha insistía con que los extraterrestres le habían dejado unos implantes en el cuerpo y desesperadamente se cortaba intentando sacárselos. Fue entonces que Julio se interesó en el caso, la llevó con un doctor de confianza y luego de hacerle varios exámenes y unas radiografías detectaron que verdaderamente tenía un objeto extraño en un brazo, era del tamaño de una cápsula… se lo extrajeron y luego de analizarlo llegaron a la conclusión que la pequeña cápsula era de un metal desconocido con un bajo nivel radioactivo.
 
Julio investigó y averiguó que por las fechas en las que Teresa había desaparecido algunos pobladores de la zona habían visto luces extrañas, incluso hasta consiguió un video grabado por un aficionado en donde se veían unas luces que formaban un triángulo. Fue a la zona en donde había desaparecido Teresa con un fanático ufólogo y encontraron una zona quemada en donde no crecía la hierba y detectaron vestigios de radioactividad.
 
Julio le comentó el caso al arqueólogo y éste convenció a los padres de Teresa de llevarla a un lugar donde recibiría el tratamiento adecuado. Llevaba dos años internada allí… cuando ingresó la alojaron en una de las habitaciones del segundo piso. Se pasaba los días viendo las telenovelas y talkshows que trasmitían los cuatro canales de señal nacional que eran los únicos que captaba el televisor en aquél recóndito lugar o leyendo las novelas de moda que le traía su madre.
 
Parecía estar recuperándose hasta que empezó a quejarse de terribles dolores de cabeza y terminó dándose cabezazos contra la pared. Teresa explicó que los extraterrestres se estaban comunicando con ella y le mostraban imágenes del mundo en el que vivían, éste era un mundo con un sistema binario de soles y enormes pirámides escalonadas de piedra rojiza… ella no quería ver esas imágenes y por eso se golpeaba la cabeza. Le hicieron más pruebas y encontraron que tenía otro objeto extraño en el cerebro imposible de retirar. También empezó a caer en unos estados de trance durante los cuales garrapateaba fórmulas, ecuaciones de matemática avanzada y física cuántica que luego no sabía explicar. La encerraron en la celda del sótano un par de meses atrás cuando, sin motivo aparente, atacó a una de las enfermeras con un tenedor.
 
El arqueólogo nos preguntó nuestra opinión sobre el caso… ¿creíamos que podría tratarse de un caso verdadero de abducción o no?... Damon y yo nos miramos, ambos creíamos que existía vida inteligente en otros mundos y que este mundo había sido visitado por extraterrestres… pero la mayoría de los casos de abducciones que habíamos leído o visto en esos documentales tan de moda en la televisión no nos convencían.
 
El caso de Teresa tenía puntos a favor… al menos no decía que había sido abducida desde su casa mientras dormía en su cama, había sido abducida en el bosque de algarrobos, un lugar que era conocido como escenario de sucesos sobrenaturales. Lo de la fecundación por extraterrestres era un cliché pero había un informe médico que confirmaba que le habían practicado un aborto… aunque tal vez Teresa estaba embarazada, se lo dijo al tipo con quien salía, éste se negó a hacerse responsable, ella huyó, se prostituyó, se hizo el aborto y regresó inventando lo de la abducción (aunque era muy inocente de su parte pensar que le creerían)… pero ¿porqué inventaría que los extraterrestres le habían puesto implantes en su cuerpo y se haría daño por quitárselos?... tal vez por culpa y la necesidad de auto castigarse por haber abortado… aunque le habían encontrado un objeto extraño en el brazo y tenía otro en el cerebro, además estaban sus visiones (que describían un mundo bastante parecido al mundo de los dos soles rojos con el que Damon y yo habíamos soñado recientemente) y las fórmulas que garrapateaba.

El arqueólogo prosiguió con el siguiente caso. Mauricio era el nombre que le habían dado al hombre que habíamos escuchado murmurando la salmodia repetitiva, lo habían encontrado vagando desnudo en las pampas de Nazca y lo habían llevado a un hospital. El informe del médico que lo había atendido resumía que el individuo ingresó en un estado crítico de deshidratación y desnutrición por lo que le pusieron suero, se recuperó, pero se negaba a consumir alimentos excepto gelatina sin saborizantes… parecía sufrir de demencia pues solo balbuceaba palabras ininteligibles por lo que fue derivado a un hospital psiquiátrico. No tenía documentos y no había reportes de desaparición que coincidieran con su descripción, pero uno de los psiquiatras se hizo cargo de su tratamiento por lo curioso de su caso.
 
Según el informe que les había entregado aquél psiquiatra cuando el paciente ingresó solo repetía una extraña salmodia en un idioma desconocido y estaba en un estado de pánico pasivo. Poco a poco se ganó su confianza, el paciente se tranquilizó y empezó a hablar en español… entonces le preguntó cuál era su nombre pero como le respondió con una palabra en el idioma desconocido le dio un lápiz y un papel, el paciente escribió que su nombre era “M4U51C10” (por lo cual empezó a llamarlo Mauricio). El paciente aseguraba ser de otro mundo y mostraba como prueba sus manos y pies cuyos dedos estaban unidos por una membrana de piel… sin duda era un caso de sindactilia agudo. Como suele suceder en esos casos también tenía otros defectos congénitos en el cráneo y la cara, lo que le daba una apariencia bastante extraña que seguramente le había causado un trauma desde la niñez que lo había llevado a creerse de origen extraterrestre. Sus órganos internos y su metabolismo eran normales. Finalmente empezó a comer alimentos variados aunque rechazaba la carne, prefiriendo las frutas y verduras crudas.
 
Mauricio era de carácter pacífico y naturaleza bondadosa, se volvió bastante comunicativo y le gustaba charlar con el psiquiatra sobre el mundo del que creía ser nativo. Lo describía como un mundo con tecnología muy avanzada aunque carecía de atmósfera pues ésta había sido destruida hace mucho tiempo atrás por un desastre de origen desconocido pero había domos que cubrían algunas zonas haciéndolas habitables defendiéndolas de la radiación del sol rojo. Era gobernado por una élite de seres superiores a los que describía como unos humanoides altos, sin cabello, ojos negros sin pupilas y piel fosforescente. Decía que él era de la raza nativa de aquél mundo y explicaba que siglos atrás, cuando sucedió aquél desastre que destruyó la atmósfera, llegaron esos seres superiores en naves espaciales y los salvaron construyendo los domos… desde entonces los de su raza los habían reverenciado casi como dioses.
 
El era un obrero que trabajaba en las minas de donde extraían el mineral que servía para hacer funcionar las máquinas y naves espaciales. Lo que sorprendía al psiquiatra era el conocimiento que tenía Mauricio, un hombre aparentemente de origen humilde y que no había tenido acceso a mucha educación ya que sus padres no lo habían tratado del defecto congénito con el que había nacido, sobre las máquinas y naves espaciales que describía.
 
Contaba que a pesar de que aquellos seres superiores casi habían esclavizado a los de su raza no eran malvados ni crueles. Los de su raza eran tratados bien, vivían en lo que describió como un complejo de edificios rectangulares de paredes metálicas divididos en celdas, los hombres eran obreros y las mujeres eran destinadas a la reproducción que era por vía artificial y a la crianza de aquellos hijos. Tenían un horario de trabajo estricto pero la vida era llevadera, hasta les permitían seguir con algunas de sus costumbres y tradiciones.
 
Un día aciago el Sumo Sacerdote de los seres superiores anunció un terrible evento interestelar que abriría una puerta dimensional por la cual regresarían los Dioses sin Nombre trayendo la destrucción… entonces aquellos seres superiores empezaron a sacrificar a los de su raza en un intento de calmar la ira y el hambre de los Dioses sin Nombre. Todos los días hacían ceremonias en las que el Sumo Sacerdote recitaba una plegaria mientras que decenas de la gente de su raza eran obligados a entrar a unos hornos gigantescos.
 
Mauricio y otros obreros robaron lo que describió como unos trajes que protegían de la radiación y daban mantenimiento vital fuera de los domos protectores y huyeron. Llegaron hasta unas ruinas milenarias que según las leyendas de la gente de su raza habían sido construidas por los Dioses Olvidados, un portal de piedra y una estela con jeroglíficos aún se mantenían en pie, si las leyendas que contaba el anciano chamán de su gente eran ciertas ese portal los llevaría a otro mundo…  pero sus compañeros dudaban y no quisieron cruzar.
 
Mauricio, quien era aprendiz del chamán, descifró algunos de los jeroglíficos grabados en la estela de piedra, narraban la historia de los Dioses Olvidados que conocían un ritual para confinar a los Dioses sin Nombre en una prisión mística… éste era un ritual que sólo podía ser realizado por los hijos de aquellos Dioses Olvidados. La energía de los trajes que les daba soporte vital se agotaba, entonces él prefirió arriesgarse antes de morir y cruzó el portal… de allí sólo recordaba haberse despertado en una especie de pozo con una escalinata de piedra tallada, subió por ésta y se encontró en un desierto bajo un límpido cielo azul… el traje ya no le servía y se lo quitó… entonces vagó sin rumbo hasta que lo encontraron unos hombres.
 
Mauricio empezó a trabajar haciendo labores de limpieza en el hospital psiquiátrico. Según el psiquiatra mostraba una increíble adaptación al “mundo al que había llegado cruzando el portal”, su demencia era inofensiva y si le hacía feliz creerse extraterrestre no tenía motivos inmediatos para forzarlo a enfrentarse con la realidad… mas bien lo incentivaba a escribir sobre su mundo y la maravillosa tecnología de los seres superiores. Tuvo la idea de entregarle a Mauricio algunos libros de medicina que trataban de malformaciones congénitas como la que él sufría y otros de relatos de ciencia ficción parecidos a lo que él contaba con la intención de que poco a poco reconociera su realidad pero fue contraproducente. Mauricio se ensimismó demasiado en la lectura, cayó en un estado febril y empezó a delirar… decía que los Dioses sin Nombre vendrían a este mundo, que él había descifrado las señales inequívocas de su retorno y que tenía que encontrar a los hijos de los Dioses Olvidados.
 
Días después un terremoto destruyó la ciudad de Pisco y el hospital psiquiátrico quedó en ruinas. La mayoría de los pacientes fueron trasladados a otros centros de salud mental pero el psiquiatra quiso quedarse con Mauricio pues se sentía responsable por él y le interesaba mucho su caso. Lo había observado por mas de cinco años, sabía que era perfectamente controlable y su demencia no representaba un peligro tácito para la población… al contrario, Mauricio demostró tener cierta intuición o sexto sentido para ubicar a muchos heridos enterrados bajo los escombros.
 
Fue entonces que la casualidad quiso que Todd y Bartholomew fueran a Pisco como voluntarios para construir casas para los damnificados… escucharon el peculiar caso del “extraterrestre” que había ayudado a rescatar a varias personas gracias a un sexto sentido para encontrar heridos bajo los escombros y sintieron curiosidad de conocerlo. Luego de conocer los detalles de su caso Todd contactó de inmediato con el arqueólogo quien se comunicó con el psiquiatra que cuidaba de Mauricio y le dijo que tenían un lugar en donde podían hacerse cargo de él.
 
Mauricio llevaba allí varios años, desde que ingresó demostró ser muy comedido y agradecido, se encargaba de la limpieza y hasta se hizo cargo de cuidar a varios perros callejeros… pero hacía un par de años había recaído en ese estado febril, empezó a garrapatear símbolos en un cuaderno y a recitar esa extraña salmodia en un idioma desconocido. Una noche de luna llena mató a sus perros intentando hacer un ritual invocando a los Dioses Olvidados, le administraron sedantes y lo recluyeron bajo llave en su habitación del segundo piso… lo encerraron en la celda del sótano por atacar a mordiscos a Alberto cuando éste quiso obligarlo a tomar su medicina.
 
El caso de Mauricio era fascinante, fuera su historia real o producto de su mente desquiciada. El arqueólogo nos preguntó: “¿Qué opinan, Mauricio vino de otro mundo a través de un portal o es un chiflado con una imaginación asombrosa?... en ese caso ustedes son un par de locos porque también son de otro mundo”.
 
Nos reímos… Damon y yo le respondimos que efectivamente no éramos nativos de éste mundo pero no decíamos haber venido cruzando un portal, éramos almas viejas y errantes nativas de un mundo azul y en ésta vida habíamos nacido en éste mundo… pero el viajar de un mundo a otro a través de portales no era extraño para nosotros, lo recordábamos de muchas vidas pasadas… volvimos a reírnos, la explicación que estábamos dándole al arqueólogo era como para ganarnos estadía indefinida en una celda en el sótano… al lado de la que se merecía él por su teoría más disparatada que la de los alienígenas ancestrales.
 
El siguiente caso se trataba de un licántropo tal como Damon y yo lo suponíamos por los aullidos y gruñidos que habíamos escuchado. El arqueólogo nos contó el caso de José Luis, un mexicano que sufría de hipertricosis y había llegado hace muchos años atrás a Perú como parte de un circo en donde se presentaba como un hombre lobo. Yo recordé la publicidad de aquel circo. José Luis sabía que su condición se debía a una enfermedad y simplemente le sacaba provecho. Hicieron varias presentaciones en el país. En Trujillo conoció a una mujer, se enamoraron, él dejó el circo y se casaron. Durante años vivió feliz con su esposa trabajando como mecánico y tuvieron dos hijos que afortunadamente no heredaron su enfermedad.
 
Era un hombre muy querido por sus vecinos, bromeaba diciendo que las noches de luna llena sentía que su sangre hervía y se iba a tomar unos tragos con sus amigos al billar. Su esposa no se preocupaba que se fuera de juerga cada noche de luna llena y regresara ebrio al día siguiente, era una vez al mes, él era un hombre trabajador y tenía derecho a divertirse. Hasta que empezó a notar un cambio en el carácter en su esposo, cuando se acercaba la luna llena se ponía nervioso y malhumorado… se iba de juerga y regresaba al día siguiente muy sucio.
 
Entonces ella empezó a averiguar con los amigos de su esposo, ellos le dijeron que él iba al billar, tomaba un par de tragos y se iba... sin embargo regresaba a su casa al día siguiente. Su esposa sospechó que tenía una amante, así que le pidió a su hermano que lo siguiera… lo que contó el hermano era digno de una película de terror. El hermano esperó que José Luis saliera del billar y subiera a su camión… lo siguió en su carro y lo vio detenerse en una calle de mala reputación en donde recogió a una prostituta y con ella se dirigió a un descampado.
 
El hermano decidió acercarse al camión para enfrentar a su cuñado… pero entonces la prostituta se bajó precipitadamente del camión, semidesnuda y pidiendo socorro a gritos… José Luis bajó tras ella persiguiéndola, le dio alcance, la tumbó sobre el suelo y empezó a atacarla brutalmente a mordiscos. El hermano de la esposa de José Luis tomó una herramienta que llevaba en su carro y se acercó para auxiliar a la pobre mujerzuela… José Luis huyó hacia el descampado.
 
Encontraron a José Luis dos días después completamente loco creyéndose verdaderamente un hombre lobo, necesitaron ayuda de la policía para capturarlo. El caso corrió de boca en boca, tenían a José Luis encerrado en una carceleta de la comisaría sin saber que hacer con él, dudando entre llevarlo a prisión o a un hospital psiquiátrico. El arqueólogo se enteró del caso e hizo los papeleos para trasladar a José Luis al caserón. Se encontraba allí hace un año.
 
Había más pacientes en las habitaciones del segundo piso pero eran tranquilos. Una anciana que habían recogido mendigando en la plaza y decía ser la reencarnación de una sacerdotisa mochica, Todd la recogió mas por humanidad para darle un techo seguro y comida… pero hablando con la anciana había descubierto que era una mujer muy sabia y era muy interesante conversar con ella.
 
Había otra mujer que era otro supuesto caso de abducción y un hombre autista con obsesión por los rompecabezas y la cábala. Reconocimos que todos éramos unos chiflados (¿o iluminados?) lo único que hacía la diferencia que estuviéramos sentados allí y no encerrados en una celda del sótano era que todavía no le habíamos hecho daño a otros… Todd había cruzado esa línea.
 
El arqueólogo nos dijo que ya tenía algunas sospechas con Todd por aquellos incidentes con sus amigos que había llevado a su habitación y con los que supuestamente se les había pasado la mano en sesiones de BDSM… había querido creer que verdaderamente esos accidentes habían sido consecuencia de exceso de drogas y alcohol hasta el incidente sucedido con nosotros. Le debía al tío de Todd hacerse cargo de él y así lo haría… y nosotros le ofrecimos nuestro apoyo.
 
Durante la cena conocimos a doña Teodora, la anciana que Todd había recogido mendigando en la plaza. Era una anciana pequeña y encorvada, de rostro afable y muy humilde pero la sabiduría ancestral se reflejaba en su mirada… desde el primer momento no dejó de mirarnos a Damon y a mi como si quisiera decirnos algo.
 
En el caserón también se encontraba el padre Miguel, un sacerdote español renegado de la iglesia católica que se hacía cargo de los casos de supuesta posesión diabólica y realizaba exorcismos sin el permiso del Vaticano, yo lo había conocido años atrás la primera vez que viajé al norte con Luis cuando fuimos al Museo para conversar con el arqueólogo… en ése momento se encontraba recluido como paciente en una celda ubicada debajo de la pérgola del jardín después de ofrecerse como receptáculo y prisión de un demonio que había poseído a un inocente niño… su historia es muy interesante pero larga de contar y no viene mucho al caso de éste resumen, aunque para los que deseen conocerla podrán encontrarla relatada en una entrada de mi blog.
 
Para no alargar mucho este resumen diré que el padre Miguel logró liberarse del poder de ese demonio (o recuperarse de su episodio de esquizofrenia) el asunto es que se recuperó y volvió a hacerse cargo de los casos de supuesta posesión diabólica que extrañamente habían aumentado. También añadiré que, antes de regresar a Lima, Damon y yo pedimos permiso a doña Francisca para visitar a Mauricio en su celda y ella accedió… efectivamente su aspecto físico era peculiar pero explicable con los síntomas de su condición de sufrir de sindactilia aguda. Mauricio nos recibió amablemente, nos dijo que había estado esperándonos y nos entregó el cuaderno donde había escrito sus visiones y las señales que había vislumbrado sobre el inequívoco retorno de los Dioses Olvidados. Todd también se recuperó y volvió a sus actividades cotidianas como ayudante del arqueólogo en el Museo.
 
Y así pasaron dos años hasta que Damon y yo volvimos a viajar y visitamos a nuestro amigo el arqueólogo en el Museo. Es aquí donde comienza el relato que deseo contarles. Durante la cena nuestra curiosidad nos llevó a preguntarle al arqueólogo por el estado de los peculiares pacientes del caserón, entonces él nos contó que un par de meses después de nuestra visita al lugar había sucedido un incidente muy trágico.
 
El arqueólogo no conocía los detalles del lamentable incidente porque se encontraba en el Museo cuando sucedió. Julio se había quedado con los pacientes especialmente para seguir el caso de Mauricio quien mostró una notable mejoría después de hablar con nosotros, lo trasladaron a una de las habitaciones del segundo piso y volvió a hacerse cargo de dos perros callejeros. En general todos los pacientes mostraban una mejoría incluidos el hombre licántropo a quien algunas noches sin luna le permitían salir a tomar aire en el patio y preguntaba por su esposa e hijos. Teresa ya no sufría de aquellos delirios que la atormentaban y la llevaban a lastimarse, estaba atravesando una fase de locura pasiva y le contaba muy entusiasmada a las enfermeras que en sus sueños era visitada por un alien muy amable y caballeroso al que describía bastante parecido a los wraiths de la serie Stargate Atlantis y que éste le decía que la había elegido para que sea su mujer y que muy pronto vendría a llevársela en su nave y recorrerían juntos el cosmos.
 
La casa de la locura se había convertido en el hogar de unos locos felices… hasta que sucedió aquél fatídico incidente. Según lo que posteriormente le contaron el padre Miguel y el enfermero Alberto una noche hubo un incendio de origen misterioso, doña Francisca falleció victima del fuego en su habitación, esa misma noche Mauricio huyó del caserón, Teresa desapareció de su celda cerrada sin explicación razonable y Julio, quien había ido tras Mauricio, fue encontrado unos días después más allá de los bosques de algarrobos en una zona quemada en donde no crecía la hierba en un estado de shock tan grave que se habían visto en la necesidad de confinarlo en una de las celdas del sótano… el arqueólogo no ahondó más en el tema pero nos ofreció llevarnos al caserón para que el padre Miguel, quien ahora se encontraba dirigiendo el caserón y haciéndose cargo de los pacientes, nos contara con detalles lo sucedido.
 
Al día siguiente fuimos al caserón con el arqueólogo. El aspecto del caserón no había cambiado mucho a pesar del incendio pero la pérgola del patio trasero no existía y el jardín era un terreno yermo y quemado en el que no crecían ni las hierbas silvestres. El padre Miguel nos recibió en la biblioteca y nos contó los detalles del fatal incidente ocurrido a finales del 2012. En aquellos días los pacientes que por dos meses habían mostrado una notable mejoría empezaron a alterarse por la profecía maya del fin del mundo, ellos habían intentado calmarlos diciéndoles que la profecía no hablaba del fin del mundo sino del fin de una era marcada por la violencia y el comienzo de otra era más próspera y afortunada. El día 21 de diciembre doña Francisca sugirió preparar una cena para celebrar el Solsticio y alegrar a los pacientes, hicieron una parrillada en el patio trasero del caserón y llamaron a un chamán del pueblo quien hizo un ritual de florecimiento. El personal y los pacientes participaron de la cena y disfrutaron de un agradable momento. El padre Miguel reconoció que el chapucero ritual del chamán contribuyó bastante en sosegar los ánimos alterados de los pacientes. La mas entusiasta fue Teresa quien se hizo una corona de flores y le anunció a todos que esa noche su galán extraterrestre vendría por ella.
 
Luego llevaron a los pacientes a sus respectivas habitaciones y celdas de confinamiento, después el personal continuó con la celebración tomando vino en la biblioteca y pasada la medianoche se retiraron a descansar en sus respectivas habitaciones del segundo piso. El se acercó a la ventana para cerrar la cortina antes de irse a la cama y entonces vio a Mauricio cruzando rastreramente el patio trasero con el claro propósito de escaparse, de inmediato le dio aviso a Julio y al enfermero Alberto quienes fueron tras Mauricio quien ya había conseguido escalar el muro de piedra y se dirigía corriendo velozmente hacia el bosque de algarrobos.
 
El padre Miguel regresó al caserón, revisó a los demás pacientes del segundo piso y para prevenir otra fuga cerró con llave las puertas de sus habitaciones. No revisó a los pacientes recluidos en el sótano pues Alberto se había encargado de llevarlos y encerrarlos en sus celdas. Después fue a la biblioteca para llamar por teléfono al jefe de los ronderos para pedirle apoyo en la búsqueda de Mauricio pero la línea telefónica estaba averiada, solo se escuchaba un sonido de interferencia… entonces sintió un extraño temblor semejante a la onda expansiva de una explosión pero sin ruido y a través de las cortinas de la ventana vio un gran resplandor fosforescente que lo encegueció y cayó desvanecido en el suelo.
 
Cuando se recuperó y pudo ponerse de pie salió al patio trasero para averiguar el origen de aquel extraño resplandor fosforescente que había visto a través de las cortinas de la ventana y encontró la pérgola ardiendo en llamas… pero ése no era el extraño resplandor fosforescente que él había vislumbrado antes de desmayarse, el fuego que consumía la pérgola era de un peculiar color azulado y empezó a extenderse rápidamente por los matorrales del jardín… de inmediato tomó la manguera para apagar el fuego con la ayuda de dos enfermeras que también se habían percatado del incendio y acudieron a auxiliarlo pero el fuego se resistía al agua y las llamas crepitaban tomando formas malignas y parecían sisear una maldición en el lenguaje del Diablo… entonces él recordó que bajo ésa pérgola se encontraba la celda donde estuvo recluido durante el tiempo que se ofreció a ser el receptáculo de un demonio y dedujo que el demonio se había quedado prisionero en aquella celda protegida por los símbolos cabalísticos tallados en el techo de madera de la pérgola que estaba siendo destruida por ése fuego… empuñó su rosario, recitó una plegaria y el fuego infernal empezó a disminuir.
 
Ni bien habían controlado el fuego y se tomaban un minuto de descanso una de las ventanas del segundo piso de la casona, la correspondiente a la habitación que ocupaba doña Francisca, estalló… él vio las llamaradas, también de un color azulado, saliendo por la ventana… dejó a las enfermeras haciéndose cargo de lo que quedaba del incendio del patio trasero y volvió a la casona para auxiliar a doña Francisca y poner a salvo a los pacientes que estaban encerrados con llave en sus habitaciones del segundo piso y a los que se encontraban recluidos en el sótano.
 
Cuando llegó a la habitación de doña Francisca y abrió la puerta recibió una gran bocanada de humo con olor a azufre y supo que era imposible que ella estuviera viva en medio de ése horno infernal de malignas llamaradas azules que crepitaban y parecían sisear maldiciones… sólo atinó a arrojar su rosario al fuego y murmurar una plegaria por el alma de doña Francisca, entonces una lengua de fuego se alzó como si tuviera vida propia, lo alcanzó y prendió su sotana, él se la arrancó y la pisoteó… de inmediato se apresuró a liberar y poner a salvo a los aterrados pacientes del segundo piso y luego regresó por los pacientes que estaban recluidos en el sótano. Liberó al hombre licántropo quien aullaba terriblemente y salió corriendo hacia el patio ni bien abrió su celda, luego abrió la celda donde se encontraba Teresa pero la encontró inexplicablemente vacía y envuelta en un extraño resplandor fosforescente, el mismo resplandor que él había vislumbrado a través de las cortinas de la ventana de la biblioteca a la par que fue golpeado por esa onda expansiva sin sonido… sólo quedaba la corona de flores de la muchacha sobre la cama… en ése momento no pudo razonar y corrió velozmente a la biblioteca para rescatar los documentos importantes seguro que el caserón terminaría convertido en cenizas por el fuego infernal… luego salió al patio y reunió a los pacientes.
 
Extrañamente el incendio del caserón no se propagó, se consumió a si mismo y afectó solo la habitación de doña Francisca. Al amanecer llegaron los ronderos y les ayudaron a limpiar los escombros. Cuando subieron y entraron a la habitación de doña Francisca encontraron su cuerpo completamente calcinado sobre los restos quemados de su cama de madera en una postura que indicaba que ni había intentado levantarse mientras se quemaba, pero su brazo y su mano derecha, donde llevaba su anillo de plata con una turquesa, estaban intactos… ni siquiera sus largas uñas amarillentas por la nicotina se habían quemado.
 
Según las investigaciones que hicieron los ronderos el incendio del patio trasero se había iniciado por un carbón mal apagado de la parrilla sobre la que habían caído algunas hojas secas de las enredaderas de la pérgola y el fuego en la habitación de doña Francisca había sido causado por un cigarro que ella había estado fumando en su cama cuando se quedó dormida y  las favilas habían caído sobre las colchas… la explicación era razonable pero ellos no habían visto que en ambos fuegos las llamaradas eran de un peculiar color azulado.
 
En la mañana regresó Alberto cojeando y con un feo golpe en el pómulo, según lo que contó Julio y él lograron darle alcance a Mauricio y él consiguió someterlo pero Mauricio se resistió con una fuerza sobrehumana balbuceando que “los seres superiores estaban esperándolo en el bosque de algarrobos”… logró zafarse, le dio un brutal puñetazo en la cara y huyó… al intentar ir tras él se tropezó con una rama saliente, se torció el tobillo y Julio fue tras Mauricio. Los ronderos fueron a buscar a Julio y Mauricio, regresaron al atardecer trayendo a Julio en un estado de shock muy grave… lo habían encontrado en el bosque de algarrobos en una zona de terreno baldío que parecía quemado balbuceando incoherencias sobre una nave espacial que había aterrizado en aquel lugar y sobre unos extraterrestres de aspecto humanoide altos, sin cabello, ojos negros sin pupilas y piel fosforescente que se habían llevado a Mauricio.
 
Damon y yo intercambiamos miradas… ¿Teresa había sido abducida de su celda cerrada por su galán extraterrestre?... ¿los seres superiores se habían llevado a Mauricio en una nave espacial?... ¿un demonio había causado el incendio de la pérgola para huir de su prisión y luego había intentado apoderarse del cuerpo de doña Francisca y al no conseguirlo la había matado… o ésta había muerto en un extraño episodio de combustión espontánea?
 
El padre Miguel nos sirvió dos copas de pisco y nos ofreció unos cigarros, yo acepté uno, Damon rechazó su ofrecimiento educadamente… el padre Miguel me ofreció fuego, noté con cierto sobresalto que la llama que producía el encendedor era azulada. Miré los ojos del sacerdote renegado, aquellos ojos oscuros de mirada profunda que hacían que me pareciera la viva imagen del seminarista de los ojos negros y demoré mi mano sobre la suya que sujetaba el encendedor más tiempo del necesario mientras encendía mi cigarro… Damon protestó por eso… el padre Miguel le devolvió una pícara sonrisa, la misma que años atrás había causado los celos de Luis y le hizo una propuesta indecorosa… los tres nos reímos.
 
Tomé una de las botellas de macerado de pisco que el arqueólogo guardaba en el armario y serví tres vasos, el alcohol ayudaría a convencer a Damon de aceptar la picaresca propuesta del sacerdote renegado… no viene al caso que cuente con detalles lo que hicimos esa noche, el lector seguramente lo imagina. Me desperté antes de que rayara el alba y fui al baño, luego me senté en un sofá y encendí un cigarro mientras observaba a Damon y al padre Miguel durmiendo en la cama. Damon se despertó y con un gesto somnoliento me indicó que el olor del humo le molestaba… abrí la ventana para airear el ambiente…  entonces me pareció ver una sombra azulosa arrastrándose en el terreno yermo del jardín hasta el lugar que había ocupado la pérgola y desaparecer en la ergástula que ahora era un depósito de desechos… ¿sería el demonio regresando a su madriguera?
 
Nota final: Ha pasado un año más de aquella visita… algunas veces pienso en los extraños sucesos de la casa de la locura, luego fumo un cigarro y me alzo de hombros… hay cosas que no tienen una explicación razonable y no es prudente seguir indagando.

Liliana Celeste Flores Vega - 2015
Imagen: Google

miércoles, 30 de junio de 2021

La Lechuza en el Laberinto

LA LECHUZA EN EL LABERINTO
Novela de fantasía onírica y erótica.

Ya ha pasado un año desde cuando Lucipher se marchó para cumplir con la profecía que decía que su destino era sentarse en el Trono Dorado y gobernar sobre el Universo, nadie nos dijo que su magnífico reinado duraría una eternidad efímera. Cumpliendo esa engañosa profecía se inmolaron múltiples Soles. Y yo, Lilith, la Luna azul, quedé viuda… perdí al que fue mi hermano y mi esposo, perdí la luz que me iluminaba y me hacía brillar en el cielo nocturno. Y siento la pérdida… me falta su cálido aliento, su amor, su pasión y su deseo. 



CAPÍTULOS


Estrella y Lucero

Serás Luzbel

Cenizas



El seductor de sirenas

Las cadenas de la luna

El retorno de Pendragon

Tinuviel

Es un anhelo

Los funerales del Sol


Morrigan

Excalibur

Los hijos del Jaguar




viernes, 18 de junio de 2021

Memorias de un harén

Lucía era una flor rara arrancada de tierras lejanas y plantada en un invernadero oriental pero nunca quiso contarme de dónde venía ni como había llegado al harén… nunca hablaba de su infancia. Compartíamos una habitación del serrallo y dormíamos juntas sobre una mullida alfombra entre almohadones de terciopelo… mudos testigos de inocentes caricias que compartíamos en silencio mientras nos dejábamos envolver por las volutas de incienso.
 
Cuando el amo llamaba a una de nosotras a su alcoba la otra se quedaba como una felina enjaulada dando vueltas en aquella celda de terciopelo y oro… cuando una volvía la otra no le decía nada, ya tenía preparada la tinaja llena de agua tibia y aceite de benjuí… una se despojaba de la bata y de inmediato se metía a la tinaja mientras la otra tomaba la esponja y le refregaba el cuerpo quitándole de la piel el olor de aquél hombre moreno y sádico, borrando esos besos y caricias infames.
 
Lucía olía a harén, en los momentos tristes la abrazaba y me embriagaba con el perfume de rosa y bergamota que yacía en su cuello delgado y grácil… no podía evitar que mis labios se deslizaran por su piel tersa y bronceada… entonces ella reía y su risa era un arpegio como una cascada de oro… ella me besaba en la boca, miel y naranjas era el sabor que tenía su paladar… y éramos felices en ése infierno.
 
Me gustaba verla despertarse cada mañana estirándose como una felina, me deleitaba contemplando sus pechos generosos, su cintura estrecha y sus caderas cinceladas… Lucía tenía el sol en la piel y el cielo azul en la mirada. Me gustaba cepillar su cabello dorado que desprendía aroma de patchulí… y ella se convirtió en mi todo en medio de la nada.
 
Liliana Celeste Flores Vega (Lileth) - 2015
Imagen: Dibujo Fee Absinthe


miércoles, 16 de junio de 2021

Bardo

Lo conocí una tarde, en una de mis infantiles correrías buscando la tierra de las leyendas. Sus azules ojos de poeta presagiaban las tristezas que cantaría su arpa de viento en las madrugadas inciertas de amores. Yo me había escapado del Palacio de Invierno, cansada de fregar pisos de día y vestir seda de noche, tomé un atado de ropas y hui, allende hacia las tierras de occidente donde decían que existían ricas y soleadas viñas.
 
Cansada de caminar toda una jornada, me senté en la hierba para comer unos panecillos de manteca mientras pensaba si aventurarme caminando durante la noche o esperar la caravana de los elfos y pedirles amparo. Entonces escuché los cascos de un caballo quebrando la seca hojarasca, me puse de pie y sacudí mis ropas aldeanas, decidida a pedirle a un elfo que me llevara con él como sierva en las tierras de la bella gente que todo era preferible a seguir siendo cortesana.
 
Blanco era el esbelto corcel, lujosos los arreos y el joven que lo montaba, aunque no era un elfo, era tan hermoso como ellos: Ropajes de príncipe, rubios los cabellos, azul la mirada y una infinita tristeza nublando su alma. Se apeó como todo un caballero, hizo una reverencia y me preguntó si yo era un hada, negué con la cabeza, sorprendida de que llevando tan humildes ropajes de aldeana, me confundiera con una grácil criatura encantada.
 
Le dije que era huérfana y que me encontraba desamparada, me ofreció llevarme al palacio de su padre y me ayudó a montar a la grupa de su caballo. Bendecía mi suerte soñada cuando tras de nosotros rugió el cuerno y un tropel nos alcanzaba. Ebiliss, jinete en brioso corcel negro, desmintió mi pobreza y diciendo que yo era una princesa un poco tronada de la cabeza, refrenó la brida del blanco corcel, me obligó a apearme y a regresar con él. Asiéndome a la capa de Ebiliss, regresé al Palacio de Invierno con mis sueños rotos mientras que el joven príncipe, desconcertado por tan extraño encuentro se debatía entre una interrogante y una sonrisa.
 
Noches más tarde, resignada a mi destino, me arreglaba frente al espejo pues Aradia me había dicho que un noble capitán había solicitado mis servicios para su joven hijo que muy pronto se iba casar, terminé mi tocado y bajé al salón. Adramelech me esperaba al pie de la escalera, me tomó de la mano y me llevó a la mesa donde el noble capitán y su hijo esperaban... aquél joven que estupefacto me clavaba su azul mirada era el joven príncipe del blanco corcel.
 
El noble capitán jaló la silla y me invitó a sentarme, sonrió y nos dejó solos en la mesa acompañados por una botella de champagne, haciendo alarde de mi sangre fría serví las copas intentando que las manos no me temblaran. El joven príncipe debió de atar cabos y comprender inmediatamente los motivos de la princesa fugitiva, pero mi dignidad se puso careta de desmemoriada y lo invité a subir a la alcoba.
 
La alcoba convidaba a la molicie, amplio y mullido el lecho de doseles, los pebeteros suspiraban volutas azuladas de embriagadoras fragancias y las velas dibujan claroscuros mientras que yo me desvestía tras el biombo. Aligerada de ropajes, desvestida a medias me acerqué a él, quien hundido entre los almohadones del lecho más parecía una víctima en el cadalso que debutante de los placeres carnales por los que su padre había pagado con diamantes.
 
Y mis manos se deslizaron suavemente al desvestirlo, desnudos los dos, sentados en el lecho, él se limitaba a acariciar mis rizos con embeleso, sus ojos azules no se atrevían a recorrer la desnudez de mi cuerpo velados por sus pestañas con gotas de rocío. No pude sostener por más tiempo mi careta de carnaval y las lágrimas corrieron por mis mejillas, entonces él me abrazó rompiendo también en llanto, con el abrazo nuestros pechos se unieron y nos arrastró un mar de besos y caricias azules.
 
Sin palabras fue nuestro juramento de amarnos, pues el amor no las necesita cuando se expresa con el silencio de dos almas enamoradas, el inexperto en lujuria me enseñó con su inocencia la ciencia sagrada de hacer el amor. En la alborada, confundidos aún en un solo latido nuestros corazones, me confesó que él no quería casarse ni seguir la carrera de las armas como lo pretendía su padre, que había nacido bardo… ¡y que solo deseaba ser un poeta!

Liliana Celeste Flores Vega - mayo 2015
Imagen: Pixabay

viernes, 11 de junio de 2021

Vándalo

Rojos como el fuego sus desgreñados cabellos, azules como el cielo sus vivaces ojos de aventurero. Me invita a escaparme del Palacio de Invierno para que lo acompañe al bosque de abetos en sus correrías de niño travieso. Juntos crecemos... él es libre como el viento, inculto y salvaje como un caballo indómito que sólo desea correr en el páramo, intrépido como un vikingo que sólo anhela  hacerse a la mar.
 
Reniega de mi destino que me hace cortesana, detesta los bailes y banquetes en los que mis caricias se subastan, odia a los ricos nobles que pueden comprarlas y maldice su origen sin casta. Aquellas noches infames huye del palacio… al día siguiente, por la mañana, entra a mi alcoba con un ramo de brezos y los ojos enrojecidos por las lágrimas, la indignación inflama su pecho al verme ultrajada.
 
Me jura que se hará fuerte para cruzar los mares, que regresará con su barco cargado de tesoros con los cuales comprará mi libertad, que matará con su espada a esos nobles depravados, que me hará su esposa y me llevará al Palacio de Cristal. Me consuela, me acompaña al lago para que me bañe, cierra los ojos mientras dejo mis ropas en la orilla, cuando escucha mi chapoteo en el agua los abre, sonríe al verme nadar y me dice que soy la sirena de sus mares.
 
Y mientras se hace fuerte para cumplir con su promesa, intenta borrar con sus besos y caricias las marcas de lujuria que aquellos nobles degenerados dejaron sobre mi piel. Es un vándalo que sin partir a lejanas tierras opulentas comete pillaje robándome amor.

Liliana Celeste Flores Vega - mayo 2015
Imagen: Pixabay

miércoles, 5 de mayo de 2021

La muerte del sol

Lo miré a los ojos y en ese momento descubrí que sus ojos azules y luminosos se habían tornado grises y opacos… entonces lo entendí.
 
 — Ya sé cuál es el motivo de la tristeza que me embarga — le dije — es tan lógico y simple… cuando el sol se apague la luna dejará de brillar. Tal vez deba de aceptar que mi destino está unido al tuyo y esperar el ocaso sentada a tu lado.
 
Él me abrazó contra su pecho que percibí apenas tibio y supe que nunca volvería a sentir el calor que me había dado en las noches invernales. También noté que el antes vigoroso tamborileo de su corazón ahora era débil, como el tic tac de un desvencijado reloj que amenaza con detenerse en cualquier momento.
 
— No, no tiene por qué ser así — murmuró — otro sol puede iluminar a la luna. No permitiré que te conviertas en una dama gris condenada a deambular en los senderos incoloros del valle del olvido por mi ausencia. Quiero que cuando nuestros hijos asciendan al trono que les corresponde por herencia te retires con él a vuestra cabaña en el bosque de otoño, él te amará y te protegerá… y tú serás feliz amándolo y danzando descalza sobre la hojarasca al atardecer.
 
 Sabía bien a quién se refería.
 
— Pero… esa cabaña ya no existe — le recordé.
— ¿No han construido otra para vuestros pasionales encuentros clandestinos? — me preguntó algo incrédulo.
— No — le respondí.
 
Él acarició mi cabello y algunos mechones se quebraron como paja seca bajo el roce de su mano.
 
— Y éstas son las consecuencias de no encontrarte con él — dijo contemplando aquellos mechones quebrados y resecos que se quedaron en su mano — construyan otra cabaña y vuelve a verlo antes de que empiecen a caerse las plumas de tus alas y se opaque el brillo de tu mirada. Ya no debes de tener lazos conmigo, mi enfermedad te está debilitando… debemos de cortar los lazos que nos unen lo más pronto posible.
— No, aún no — le respondí aferrándome a él… pero añoraba los momentos vividos en aquella cabaña y deseaba danzar descalza sobre la hojarasca al atardecer.


Liliana Celeste Flores Vega – 14 de noviembre 2016
Imagen: Anne Stokes


lunes, 3 de mayo de 2021

Otra visita a Fantaso

No podíamos hacer mucho por Luzbel pues él necesitaba energía solar masculina, cualquier otro elemento podía contaminarlo. Entonces Mordred y yo decidimos investigar lo que pasaba en el reino de Fantaso, tomamos nuestras formas de cuervo y lechuza, cruzamos las sendas astrales hasta el plano de la fantasía y descendimos en medio de una plaza moderna rodeada de edificios altos de paredes blancas, grandes ventanas de vidrio polarizado y techos metálicos. Cuando nos miramos nos dimos con la sorpresa que estábamos con nuestra apariencia que tenemos en el real.
 
Esperamos que nos recibiera quien controlaba el lugar y se nos acercó una atractiva mujer de unos cincuenta años, vestía un traje sastre color azul marino con blusa blanca y zapatos negros de tacón, llevaba el cabello recogido en un moño y gafas de carey.
 
— Bienvenidos a la ciudad universitaria — nos dijo amablemente — soy la directora y los llevaré a la residencia para los estudiantes nuevos.
 
La directora nos llevó a un edificio de cuatro pisos con amplios ventanales. En la recepción se encontraba una señorita quien nos informó sobre los cursos que dictaban en aquella universidad: criptozoología, arqueoastronomía, ufología, angelología, lenguas muertas, religiones comparadas, elaboración de grimorios, etc. Mordred eligió arqueoastronomía y yo elegí criptozología, nos dieron nuestros carnets de estudiantes y nos indicaron el número de nuestras habitaciones.
 
Subimos las escaleras hasta el tercer piso. Entré a mi habitación usando el carnet como llave, Mordred entró a la suya que se encontraba al lado. Observé que la distribución era similar a la de la casa andaluza de hospedaje: a la derecha había una kitchenette, a la derecha la zona de estudio y al fondo una cama y un closet.
 
Me acerqué a la zona de estudio, constaba de un escritorio con una laptop y un estante con libros y útiles de escritorio. Revisé los títulos de los libros, trataban sobre criaturas de leyenda y mitos urbanos, títulos como La criatura del lago Ness, La bestia de Devonshire, El reino de las hadas, El hombre polilla, El chupacabras… nada que llamara especialmente mi atención. Luego examiné la zona del dormitorio, la cama era moderna con cajones abajo, abrí el closet y encontré ropa común y corriente como jeans, blusas y casacas.
 
Salí de la habitación y toqué la puerta de Mordred, él salió con un libro grueso con tapas de cuero bajo el brazo. Me describió una habitación similar, los títulos de los libros de arqueoastronomía no le habían llamado mucho la atención excepto ese que llevaba y encontró sobre el escritorio, me lo mostró y vi que en la portada tenía un símbolo parecido al auryn de la película Fantasía.
 
Fuimos a la cafetería, pedimos café y tartaletas. Vimos a otros estudiantes que también se reunían para comer y conversar. Mordred puso el libro sobre la mesa, lo tomé para darle otro vistazo y noté que el símbolo de su portada había cambiado a uno parecido al nudo de bruja, lo abrí y vi que sus hojas estaban en blanco.
 
— Tal vez todos los libros están en blanco — le comenté.
— Revisé algunos de los libros de arqueoastronomía, si tenían letras y dibujos — me respondió tomando el libro — pero éste es especial… ¿no lo reconoces?... es el libro de Fantasía.
 
En ese momento vi que el símbolo volvió a cambiar a la apariencia del auryn.
 
— Fue lo que pareció cuando lo vi bajo tu brazo — le respondí — pero cuando yo lo tomé el símbolo cambió al nudo de bruja y ahora que lo tienes tú ha vuelto a ser el auryn.
— ¿Ves?... te dije que era especial, es mágico — me dijo con una sonrisa infantil — cambia según quien lo tenga entre sus manos, está en blanco porque es uno quien debe de crear la historia.
— Punto para ti, mi querido druida — le respondí — ahora vamos a investigar el lugar.
 
Salimos del edificio y nos dirigimos hacia la plaza, entonces el cielo se nubló y vimos que se estaba formando una especie de nebulosa roja y azul, la nebulosa empezó a girar volviéndose morada y a extenderse como si fuera a abrirse un portal interdimensional.
 
— ¡Oh, no! — exclamé aferrándome a su brazo — ahora seguro salen unos tentáculos de ese hueco o se aparecen los aliens para abducirnos.
 
Nos quedamos mirando el cielo que se había oscurecido, se encendieron unas luces blancas en los faroles de las calles y bajo las cornisas de los edificios. Se habían formado dos nebulosas más, la gente señalaba el cielo y empezaba a correr buscando refugio.
 
— ¡Ya van a caer! — exclamó una chica que pasó corriendo a nuestro lado.
— ¡Tenemos que buscar refugio antes de que caigan! — exclamaron un grupo de muchachos que nos empujaron a una librería.
 
Ya estábamos en la librería cuando escuchamos un ruido semejante al que hace el granizo al caer, nos asomamos a la ventana y vimos que estaban cayendo meteoritos, algunos eran pequeños y se deshacían en el impacto, pero otros eran más grandes y llegaban a dañar el pavimento. La gente que estaba reunida en la librería había recuperado la tranquilidad y se entretenía viendo los libros. Entendimos que ese era el motivo por el que las edificaciones tenían techos metálicos con aleros que protegían las aceras.
 
— Es la lluvia — nos dijo un muchacho con gafas — dura unos minutos, no se preocupen.
 
Empezamos a revisar los libros que había en las estanterías, entonces me pareció ver a mi primo.
 
— El chico de allí se parece mucho a un primo mío — le dije a Mordred señalando a un muchacho que llevaba una polera de Star Wars — acércate y fíjate que libros está mirando.
 
Mordred se acercó y luego regresó a mi lado.
 
— Está viendo libros de teología y religiones comparadas — me respondió.
 
Vimos que la gente compraba libros pagándolos con los créditos de sus carnets de estudiantes, nos preguntamos cómo se ganaban los créditos. La lluvia cesó y la gente empezó a salir de la librería. El cielo había vuelto a la normalidad, observamos innumerables agujeros humeantes en la calzada, pero a la gente no parecía importarle, simplemente caminaban esquivando los escombros. Estaba anocheciendo y unos altavoces anunciaron las charlas que iban a empezar en los centros culturales invitando a los estudiantes a asistir para ganar créditos.
 
— Bueno, creo ya no tenemos nada más que ver aquí — le dije.
— Podemos ir a mi habitación para pasar un buen rato — me insinuó con una sonrisa y mirada pícara a la vez que pasaba su brazo sobre mis hombros.
— No — le respondí — para eso vamos a nuestra mansión en el astral.
— Entiendo, no te parezco atractivo con mi apariencia del real — me reclamó con un mohín.
— No seas tonto — le dije — es que no me parece un lugar apropiado.
— ¿Un beso? — insistió — mira, hay varias parejas besándose bajo los faroles.
 
Accedí, él me tomó entre sus brazos y me besó apasionadamente. Los altavoces habían dejado de anunciar las charlas y emitían una música romántica mientras que unos pequeños robots parecidos a las aspiradoras roomba reparaban los agujeros causados por la lluvia de meteoritos.
 
— ¿Y el libro que tenías? — le pregunté al notar que estaba con ambas manos libres.
— ¡Ups! — exclamó — creo que lo dejé en la librería.
— No importa — le dije — de todas maneras hubieras tenido que dejarlo para que podamos salir de este lugar, creo que no podemos llevarnos nada del reino de Fantaso al plano astral, yo tuve que soltar la amatista que me dieron en el concurso de belleza.
 
Caminamos entre las parejas que paseaban por la avenida y los grupos de estudiantes que salían de los centros culturales para dirigirse de regreso a la residencia universitaria hasta que llegamos a una calle solitaria, tomamos nuestras formas de cuervo y lechuza y volamos de regreso a nuestra mansión en el Reino del Oeste.


Liliana Celeste Flores Vega - 02 de mayo del 2021
Imagen: Google