Tres días después de
recibir aquel beso del hijo de Morrigan volví a sentir aquella debilidad.
Estaba escribiendo mis memorias cuando de pronto me sentí cansada y mareada, el
frío y la oscuridad me envolvieron nuevamente… tuve que recostarme para descansar.
Me quedé dormida.
Cuando llegué a mi mansión onírica en el Reino del Otoño encontré a Mordred
esperándome en el saloncito de estar.
— Vesphurs me pidió que estuviera al pendiente
por si te sentías débil de nuevo — me dijo, tomó mis manos y examinó mi semblante
— estás fría y pálida, creo que necesitas que lo hagamos todas las noches.
— Iba a pedírtelo —
le respondí.
Mordred me acompañó
a la alcoba y nos sentamos en el lecho, era una situación inusual y un poco
incómoda. Los cortinajes del ventanal estaban cerrados, la tenue luz de las
lámparas creaba una atmósfera de intimidad, se percibía un ligero aroma a
incienso de rosa y sándalo, en la mesa había dos copas y una botella de vino
dorado casi vacía… supe que Vesphurs y Niq habían estado juntos la noche
anterior.
No sabía si
recostarme en el lecho para que Mordred pudiera proceder como lo hizo la noche
pasada o permanecer sentada. Pensé que si me acostaba pasivamente él podría
interpretarlo como una invitación a algo más, así que me quedé sentada y él se
sentó a mí lado… nos quedamos un rato en silencio contemplando los brocados de
los cortinajes, ambos sentíamos lo forzado de la situación y no sabíamos cómo
empezar.
El silencio se hizo
incómodo, escuchábamos el tic tac del reloj de pie que estaba en una esquina de
la alcoba como si estuviera apurándonos para que lo hiciéramos. Finalmente, Mordred
acarició mi cabello propiciando un aproximamiento más natural… acercó su
mejilla a la mía, sentí la excitante aspereza de su barba crecida. Recordé que
Lucipher, las pocas veces que se mostraba cariñoso, solía hacer el mismo gesto
y rasparme la mejilla con su barba.
La tensión que había
entre nosotros empezó a ceder. Mordred tenía los ojos oscuros, pero sus ojos no
tenían esa oscuridad de abismo insondable que tienen los ojos de Mortwuld… tenía
una mirada dulcemente seductora, sin esa malicia pérfida que tienen los ojos de
los hijos de Thanatos. Rozó mis labios con los suyos, percibí un ligero sabor a
vainilla, intercambiamos unos besos tímidos hasta que adquirimos confianza...
entonces me abrazó con delicadeza acercándome a su cuerpo y me besó… su boca
unida a la mía mientras que me insuflaba esa energía que hacía que se alejaran
el frío y la oscuridad.
Me gustaba la
sensación que me producía esa energía, era tan reconfortante… y adictiva. La
tibia luz que Mordred me transfería había desplazado al frío y a la oscuridad,
me envolvía una dulce sensación placentera. Entonces, al sentir que me había
recuperado, él dejó de canalizarme energía… pero yo quería más, mordí sus
labios suavemente como un reclamo.
— Dame más — le
demandé sentándome sobre sus piernas y enlazando mis brazos alrededor de su
cuello.
Sentí sus manos
posándose sobre mis caderas con firmeza, lo besé e introduje mi lengua en su
boca saboreando su paladar, quería más de esa energía... él me correspondió apasionadamente
canalizando la energía que yo deseaba con tantas ansias, acaricié su nuca y sus
hombros sin dejar de besarlo. Sentí su cálida erección entre mis piernas, su
excitación hacía la energía más deliciosa, casi embriagadora. Lo estimulé
realizando un ligero vaivén con mis caderas, él arremangó las faldas de mi
vestido para acariciar mis piernas… poco a poco me fue tumbando sobre el lecho
buscando una posición más cómoda.
Mordred jadeaba sobre
mí, con la mano derecha estrujaba uno de mis pechos y con la izquierda se
apoyaba manteniendo el equilibrio para no cargarme con todo su peso… no puedo
negar que yo también estaba excitada, aunque era más por la embriaguez que me
causaba esa deliciosa energía que por sus caricias… pero cuando sentí su
miembro viril buscando el camino entre mis muslos reaccioné y me desperté.
No pude estar
tranquila durante el resto del día, necesitaba más de esa energía especiada con
su excitación, se me había quedado como miel en los labios… también me pregunté
cómo sería sentirlo dentro de mí… ¿Podría llenar, al menos por un instante, el
vacío que me había dejado Lucipher? ¿Podría reemplazarlo?
Si, podría
reemplazarlo por un mes, no más. Lo que Mordred me daba era energía
"egregórica" como él mismo la había nombrado, la había acumulado
durante años, pero al paso que íbamos se agotaría pronto. Solo Vesphurs podría
reemplazar a Lucipher de manera permanente, teníamos que hacer el ritual para
que él se convirtiera en Luzbel… pero yo tenía miedo que, aún después de
someterlo a aquella transmutación, falláramos creando lazos de pareja entre
nosotros.
Sentí nostalgia,
extrañaba tanto a Lucipher. Entre lágrimas me quedé dormida. Cuando llegué a mi
mansión onírica Mordred estaba esperándome en la alcoba a media luz.
— Lamento mucho lo sucedido esta tarde — le
dije pidiéndole disculpas por la manera intempestiva en la que lo había dejado
y reconociendo que era mi culpa el haberlo provocado hasta llevar nuestro
encuentro a una situación equivocada.
Como respuesta
Mordred me tomó entre sus brazos y me besó apasionadamente, me dejé llevar por
su vehemente arrebato tan parecido a los que tenía Lucipher cuando nos
encontrábamos. Me llevó al lecho, entre besos y caricias nos despojamos de
nuestras vestimentas hasta quedarnos desnudos. Sin duda él estaba deseoso de culminar
lo que habíamos empezado esa tarde… y yo también. Me reproché sentir ese deseo,
había llegado arrepentida de haber causado esa situación con Mordred, pero hace
tantas lunas que no me sentía tan deseada por un hombre.
Si, estaba Vesphurs
que me amaba y me deseaba… pero en nuestros encuentros siempre faltaba algo: la
chispa adecuada… él no tenía esa esencia netamente masculina que era lo que me
atraía de Lucipher, ahora sabía que se debía a su naturaleza dual y que ese era
el motivo por el cual no habíamos podido crear lazos de pareja cuando lo
intentamos la noche pasada… yo necesitaba un hombre que emanara ese olor de macho
en celo y despertara mis deseos lujuriosos, un hombre como Mordred… pensé que si
conseguía crear lazos de pareja con Mordred quedaría demostrado que el problema
era la condición de Vesphurs.
— Espera — le dije
recordándole que la decisión era mía — quiero verte.
Mordred se incorporó
quedando de rodillas sobre el lecho. Tenía los mismos rasgos faciales varoniles
que tiene en el real excepto por una ligera diferencia en el arco de las cejas.
Su cabello era igual de oscuro, pero lo llevaba largo y le caía en mechones
desordenados hasta los hombros. Contemplé la definida musculatura de su pecho y
sus brazos, mi mirada recorrió su anatomía y se detuvo en su desafiante
erección, era un hombre bastante atractivo… se mordió los labios, le complacía
que lo examinara como si fuera un esclavo que se compra para satisfacer deseos
lascivos, tenía el cuerpo perfecto para fustigar con un látigo… entonces noté
que no tenía cicatrices de guerra ni marcas de ritual. Morrigan y Thur Pendragon
no lo habían reconocido, él debería de llevar la imagen del dragón en la
espalda y los anillos celtas en los brazos.
Percibí su
nerviosismo, estaba a la expectativa esperando mi veredicto… si, era un hermoso
y brioso semental, asentí con una sonrisa dándole mi aprobación… entonces Mordred
se inclinó sobre mí y me besó, la energía que me dio con ese beso fue como un
sorbo del mejor vino, definitivamente el añadido de su excitación la volvía
embriagadora. Siguió lamiendo mi cuello y besando mis hombros, se entretuvo con
mis pechos, bajó hasta mi vientre y se acomodó entre mis piernas. Lamió mi sexo
y estimuló mi clítoris arrancándome gemidos de placer que tuve que moderar para
no levantar las sospechas de mis doncellas de servicio.
Luego me tomó de las
caderas y me penetró, centímetro a centímetro me consultaba con la mirada
temeroso de que mi cuerpo no pudiera albergar toda su hombría, al llegar a
cierto punto lo detuve, no por incomodidad ni dolor, lo hice porque Lucipher me
llenaba hasta allí... no sé si Mordred lo entendió o solo pensó que esa era la
medida que me complacía, me embistió respetando la pauta que le había dado… rodeé
su cintura con mis piernas, era una postura bastante cómoda que a él le
permitía sujetarme firmemente para mantener un ritmo acompasado y a mí me
permitía admirar su cuerpo… y por primera vez, desde la muerte de Lucipher y mi
separación de Jeraseth, me permití disfrutar del placer que me podía dar un
amante.
Entonces sucedió… el
ventanal se abrió empujado por el viento, la luz de la luna entró a la alcoba
llenándola de su luz azul argento creando una escena fantasmagórica… los
preludios encantados que preceden a una unión mágica. Sentí que en mi pecho se
abría aquella hendidura que es el nido en donde se forman las gemas almáticas y
la fuente de donde nacen los lazos mágicos… contemplé a Mordred, en su pecho
también se había abierto aquella hendidura… de mi pecho surgió un lazo de luz
azul argento con esencia de luna y de su pecho un lazo oscuro con esencia de
noche… y los lazos nos unieron creando un vínculo mágico.
El deseo nos había
unido, luz de Luna y oscuridad de Muerte. Un vínculo semejante al que tuve con
Mortwuld durante el tiempo que Lucipher estuvo perdido en los mundos amarillos
y que me convirtió en la Luna de la Muerte, la portadora del cirio que nunca se
apaga, el fanal funeral con el que guiaba a los einherjers… un vínculo que me
daba el poder de manejar la magia oscura. Mordred tomó mis manos y me levantó
acercando su pecho al mío, me sujetó firmemente de la cintura y yo enlacé mis
brazos a su cuello, nos besamos… la unión estaba consumada. Y sosteniéndome en
ese abrazo se levantó del lecho, me apoyó contra la pared y siguió
embistiéndome apasionadamente… nuestras bocas seguían unidas, me insufló esa
energía a la que ya me había hecho adicta… cerré los ojos, esa tibia luz azul
me llenaba y me envolvía.
— ¡Lucipher! —
exclamé, él se detuvo y se retiró de mi cuerpo.
Me dejó de pie en el
suelo, quedamos frente a frente pero las sombras cubrían su rostro, no podía
ver su expresión… por un instante creí que se había molestado que lo llamara
con un nombre que no era el suyo, aunque lo usurpara involuntariamente…
entonces me empuñó del cabello y me arrastró al lecho, me empujó de bruces
sobre los almohadones y me montó mordiéndome el cuello y los hombros como lo
hacía Lucipher… deduje que ese detalle solamente se lo había podido haber comentado
Vesphurs suponiendo que, tarde o temprano, terminaríamos en esa situación.
Mordred me penetró
nuevamente con un solo movimiento brusco, pero sin olvidar la pauta que le
había marcado… me embistió salvajemente y yo volví a cerrar los ojos imaginando
que era Lucipher quien me hacía suya. Mientras él me presionaba contra los
almohadones sentí que la hendidura de mi pecho volvía a abrirse como un nido
preparándose para recibir la energía masculina fecundante y, en el momento
culminante, sentí su energía fecundadora derramándose sobre mi espalda… luego
me di cuenta que si hubiéramos estado frente a frente hubiéramos procreado una
gema.
Después de nuestro pasional
encuentro nos quedamos dormidos arrullados por las lejanas notas musicales de
una flauta y un tambor, aún quedaban invitados a mi matrimonio con Niq
acampando en los jardines y, habiéndose corrido el rumor de mis nupcias con
Vesphurs, se habían quedado a la espera de la celebración.
Cuando nos
despertamos encontramos a Vesphurs sentado en el sillón al lado de la chimenea,
tenía en la mano un libro con cubiertas de cuero y estaba vestido con el mismo
traje azul con ribetes de plata que había usado durante la ceremonia del Equinoccio.
—
¿Pudieron crear lazos?
— me preguntó con una mirada
escudriñadora, no supe cómo responderle — madre, digo, Lilith… no tienes que
darme explicaciones ni disculpas por lo que han hecho, yo esperaba que lo
hicieran… de hecho fui yo quien propició aquellas situaciones que parecían una
mala broma que la magia absurda les jugaba.
— ¿Por qué lo
hiciste? — le pregunté intrigada y molesta recordando todas esas situaciones
que me habían puesto en un escenario comprometedor con Mordred.
— Porque después de
la muerte de mi padre yo esperaba que te acercaras a mí y me vieras como su
reemplazo — me respondió — pero en lugar de buscar el consuelo entre mis brazos
te alejaste de mí y te encerraste en tu dolor… además quería que rompieras los
lazos que tenías con Mortwuld, nunca me ha inspirado confianza y me enteré que había
sido él quien te convenció que me vieras como un hijo y que la posibilidad de
contraer nupcias conmigo era una aberración. Entonces se me pasó por la cabeza
que Mordred te podría servir de consuelo por la pérdida de mi padre y de paso
también podría alejarte de Mortwuld, aunque no funcionó porque lo rechazaste
todas las veces que yo causé una situación para que estuvieran juntos… luego
tuve ese presentimiento de que Mordred jugaría un papel más importante y era
necesario tenerlo cerca, por eso hace unos días te sugerí que hicieras lazos
con él, pero tampoco lo hiciste… así que me vi forzado a cortar tus lazos con
Mortwuld y con todos aquellos que no considero dignos de mi confianza.
Un reproche tembló
en mis labios. Me había resistido aquella noche que Vesphurs utilizó la tijera
de plata para cortar mis lazos con los hassassins y los guerreros del norte, aquellos
que fueron mis compañeros, hermanos y amantes durante innumerables vidas… pero
reconocí que su decisión había sido la correcta.
— ¿Pudieron crear
lazos? — insistió Vesphurs esta vez dirigiéndose a Mordred.
— Si, pudimos crear lazos de unión — le
respondió Mordred.
— Bien, entonces queda
comprobado que yo soy el del problema — reflexionó Vesphurs.
Se puso de pie y
dejó el libro sobre la cómoda haciéndome un gesto de tienes que leerlo.
— Mordred, tienes mi
consentimiento para tener intimidad con Lilith hasta que yo contraiga nupcias
con ella el primero de mayo — le dijo Vesphurs con un tono de voz veladamente
amenazante — espero que aproveches la oportunidad que, en otras circunstancias,
jamás hubieras tenido.
Mordred bajó la
mirada, había captado la amenaza y la sutil ofensa.
— Entonces nos das
carta blanca por veintitrés días — le dije a Vesphurs con suspicacia — mismos
días que supongo piensas aprovechar con Niq de la misma manera que, al parecer,
aprovecharon la noche pasada.
Le señalé la mesa en
la que aún estaban las dos copas y la botella de vino casi vacía.
— Nos encontramos
aquí hace dos noches — me respondió — pero solo conversamos. No te niego que
Niq quería continuar con lo que dejamos inconcluso la noche que Jeraseth nos
interrumpió, pero yo no quise, es algo que debo de dejar de hacer si quiero
convertirme en el hombre que deseas tener como esposo.
Vesphurs abrió el
baúl, tomó una maleta y empezó a guardar su ropa y otras pertenencias.
— ¿Qué haces? — le
pregunté intrigada.
— Pasaré estos días
en el Templo del Sol ocupando la alcoba que era de mi padre — me respondió sin
dejar de doblar y guardar sus prendas.
— Esa es la misma habitación
que está ocupando Niq — le hice notar con cierta picardía.
— Ya no más — me
respondió — anoche, cómo supuse que te encontrarías aquí con Mordred, fui a
visitar a Niq al Templo del Sol. Hablamos seriamente sobre esta situación. Me
dijo que no esperaba que ocupar el trono sería tan complicado, que lo estaba
haciendo solamente por el bienestar y la estabilidad del astral azul, pero
ahora que existe la posibilidad que yo pueda ocupar el trono como reemplazo
efectivo de Lucipher desea presentar su renuncia. También está esperando la
anulación de vuestro matrimonio. Y además rechazó cualquier puesto en el
ejército o en el consejo que, como hijo de Xuqui, le pueda corresponder.
— ¿Renunció a todo
sin pedir ningún beneficio? — le pregunté incrédula.
— No, obviamente
pidió un beneficio — me respondió — me solicitó el puesto de guardián del Faro
del Mar de la Eternidad, supongo que no tienes ningún inconveniente.
— No, ningún
inconveniente — le dije pensando que en otros tiempos se lo hubiera dado a Leo.
— Entonces desde
esta noche Niq ocupará el Faro y yo el Templo del Sol — concluyó.
Vesphurs se acercó
al lecho y me besó… un beso ya no tan dulce como los que siempre me daba, un
beso casi tan rudo como los que me daba Lucipher. Estaba cambiando aún antes de
hacer el ritual, seguramente porque por primera vez reconocía su esencia
masculina solar. Luego se arrodilló y tomó mis manos, sus ojos estaban húmedos.
— Madre — me dijo —
perdón, sé que ya no debo llamarte así… quiero que sepas que todo lo que he
hecho ha sido para quedarme a tu lado, pero lo que me unirá a ti como tu esposo
también nos separará… cuando yo tome el lugar de Lucipher deberé de ocupar el
trono en el Templo del Sol, mi residencia estará en el Reino del Sur.
— Entonces me iré al
Reino del Sur contigo — le dije.
— No, tú deberás de
permanecer en el Reino del Oeste — me respondió — te sentarás en el trono de la
Luna, el que se encuentra en el centro del bosque. Lucipher me dijo que heredaste
tus alas de lechuza del abuelo Khun quien es hijo de Lugh y Ariadna, antes de
que recibieras el título de Lilith tu nombre era Lily Anne y te llamaban la
Gris, la dama del laberinto de piedra… tuyo es el disco de plata, el poder de
guiar las almas de los muertos y el don de manejar las mareas.
— ¿Tanto esfuerzo
para estar juntos y terminar separados? — le pregunté sintiendo que las
lágrimas resbalaban por mis mejillas — me quedaré sola en el Reino del Oeste.
— Estaremos unidos
por lazos mágicos y yo te visitaré las noches de luna llena — me respondió sin
poder ocultar sus lágrimas — no te quedarás sola, Mordred se quedará contigo,
será el caballero de la reina. Recuerda que lo nuestro será un gobierno de
regencia, no será por tanto tiempo, solo hasta que Luana y Luxor tengan la edad
suficiente para hacerse cargo. Después estaremos juntos.
Liliana Celeste Flores Vega - 08 de abril del 2021
Imagen: Anne Stokes
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