Me quedé dormida, pero por alguna razón desconocida no pude
llegar al plano astral. Me encontré en medio de una plazoleta de ladrillos
rojos rodeada de casonas de estilo español. De pronto mi amiga Lucy apareció a
mi lado saludándome como si hubiéramos quedado de encontrarnos allí. En eso
vimos que se acercaban varias personas vestidas de manera variopinta.
— ¡Viene el Rey! — exclamaron esas personas con algarabía
señalando un lugar.
Entonces reparamos en un palacete con las puertas de madera abiertas,
de allí salió un hombre de unos cincuenta años, de tez blanca, cabello y barba rubios,
estaba ataviado con un traje principesco de color azul con galones dorados y
saludaba a todos con un rostro afable y benévolo.
Las personas a nuestro alrededor se arrodillaron al paso del
rey y nosotras hicimos lo mismo para no llamar la atención. El rey pasó acompañado
de dos oficiales saludando a todos con una sonrisa, las personas se fueron
poniendo de pie y se retiraron poco a poco. Nosotras nos habíamos quedado de
rodillas desconcertadas, entonces se nos acercó un hombre de cabello negro y
tez morena, llevaba un traje negro con emblemas rojos.
— De pie, hermosas señoritas — nos dijo con un gesto cortés
— bienvenidas al reino, síganme, les indicaré vuestros alojamientos.
Nos llevó a una de las casonas, esta tenía una distribución
en U con un patio estilo andaluz con una fuente en el centro, jardines, bancas
y faroles. Había varias puertas alrededor y nos indicó una habitación a cada
una. Ingresé a la mía, estaba decorada al estilo shabby chic… de entrada, al lado de una ventana, había una
mesita redonda con dos sillas… al otro lado había un rincón de lectura con un estante
con los libros de la colección Gótica de Valdemar, un sillón y una lámpara de
pie… al fondo, pegada a la pared, había una cama primorosa con una lámpara y
una cajita musical, al frente había una cómoda tocador con cofrecitos y
perfumes, en el espacio entre la cama y la cómoda había una puerta, la abrí
pensando que sería el baño pero era un closet con vestidos medievales y
estantes llenos de accesorios. Me quedé pensando que era todo lo que me gustaría
tener, como si me hubieran hecho un escaneo para fabricarme una habitación en
la que estuviera a gusto.
Salí de esa habitación y toqué a la puerta de la habitación
de mi amiga Lucy. La habitación tenía una distribución similar, pero en lugar
de un rincón de lectura había un rincón de labores con una estantería llena de
lanas e hilos, ella estaba sentada en el sillón tejiendo amigurumis y rodeada
de gatos parecidos a su gato Munki, pero eran de diferentes edades, había
gatitos pequeños jugando y gatos adultos acomodados en las sillas.
— Tenemos que salir de aquí — le dije alarmada — es el reino
de Fantaso.
— ¿Y qué? — me respondió — no siento que haya algo malo, es
bonito… aquí puedo tejer tranquila, también encontré una colección de los
discos del Calamar y Camila.
— Por eso mismo — le insistí — nuestras habitaciones tienen
todo lo que nos gusta y queremos tener porque es una trampa, quieren que nos quedemos aquí.
— Ay, Lilith — me replicó — haces mucho drama, nos podemos
despertar cuando queramos.
— Voy a averiguar como podemos salir de aquí y regresaré por
ti — le dije.
Salí de la habitación, crucé el patio y, aunque las puertas
estaban abiertas no pude salir a la plaza, había una barrera invisible que me
impedía pasar. Entonces regresé a mi habitación, me puse uno de los vestidos
medievales e intenté salir, esa vez si puede pasar.
Estaba en la plaza buscando una salida cuando me vi rodeada
de una muchedumbre, el tropel me empujó hasta un estrado muy ornamentado con telas
y flores.
— ¡Ya empieza el concurso de belleza! — decía la gente — la
dama que gane cenará y bailará con el rey esta noche.
Un guardia me tomó de la mano y me puso en una fila en la
que también estaban otras mujeres con vestidos hermosos y tocados de fantasía, también
estaban las princesas de los cuentos clásicos como la Cenicienta, Blancanieves y
Ariel con sus vestidos característicos y apariencia humana. Nos repartieron unas
piezas de cuarzo que supuestamente eran nuestros números para el concurso,
examiné la que me dieron, era un pedazo de amatista, pero no vi ningún número
grabado en ella.
Las candidatas empezaron a subir al estrado ornamentado mostrando
sus habilidades y gracias, algunas danzaban, otras cantaban. Me dije que no me quedaba
de otra que participar en el concurso y luego vería como salir de allí.
— ¡Tinúviel, Tinúviel! — escuché como fondo la voz de
Mordred buscándome.
Entonces llegó mi turno, me subieron al estrado. Desde lo
alto contemplé a la muchedumbre, entre las personas había criaturas fantásticas
como sátiros, mujeres ciervo y hadas.
— Muéstrenos su gracia, bella dama — me dijo el maestro de
ceremonias.
Seguía escuchando la voz de Mordred llamándome, supe que su
voz podía guiarme para salir de allí… entonces tomé mi apariencia de lechuza y me
elevé despojándome del vestido que cayó sobre el estrado. Batí mis alas con todas
mis fuerzas siguiendo su voz, me di cuenta que tenía la pieza de amatista entre
mis garras, la solté y seguí elevándome.
— ¡Tinúviel! — insistía Mordred llamándome.
Finalmente pude salir del plano de Fantaso y me encontré con
Mordred, quien bajo su apariencia de cuervo, estaba esperándome en las sendas
astrales.
Liliana Celeste Flores Vega - 28 de abril del 2021
Imagen: Candra
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