in girum imus nocte et consumimur igni

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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Vampiro

Un vampiro surgió de su hondo sepulcro acre
turbando la castidad de mi sueño de somníferos.

Llegó montado en un corcel negro con ojos de fuego
su rostro cubierto por un antifaz,
la oscura cabellera como cortina de noche
sobre los hombros.

Impetuosamente se abalanzó sobre mí
sediento de mi sangre estaba el vampiro...
sus colmillos se clavaron en mi cuello
y bebió con frenesí.

Los fármacos me habían hecho olvidar la fecha
pero mi instinto se doblegó a sus caricias
reconociendo en el vampiro enmascarado
a mi príncipe de tinieblas.

Y mi pecho correspondió las ansias de su pecho,
le ofrecí mis labios para que libara el deseo
y mi cuerpo para que saciara su lujuria
que se desencadenó sobre mi piel desnuda.

Y las estrellas pagaron el precio
de una noche inflamada de voluptuosidad sagrada,
íncubo de mi alcoba, caballero de mis leyendas
entre sus brazos me sentí prostituta y reina.

El esposo tomó a su esposa y no hubo reproches
los besos no necesitaron de palabras
ni las caricias pidieron permiso
para invadir territorio prohibido.

Y el vampiro partió con el alba
dejándome ebria de sangre y saciada de impudor.

Liliana Celeste Flores Vega - agosto de 1999


lunes, 11 de noviembre de 2013

Preludios de Borrasca

Preludios de Borrasca

La Luna como un curvo puñal de plata... en la lejanía preludios de borrasca.

- Lo sabía, siempre la misma historia repetida de mar y luna... sabes que tengo el derecho de obligarte a permanecer a mi lado... pero no lo haré, muchas veces te he puesto cadenas y solo he conseguido que tu cariño se trocara en odio... no es necesario que esperes a que se cumpla un año y un día para quedar libre de los lazos que te atan a mí, yo te libero... puedes irte con él ahora mismo si así lo deseas.

Ni amenazas ni reproches... está sentado en el lecho abrazando un almohadón y me esboza una triste sonrisa que me duele más que un ardiente cuchillo clavado en las entrañas.  Tomo mi bolso de viaje... el espejo de denegrido marco de plata, la bola de cristal, los naipes mágicos... y no puedo seguir empacando.

- Te quiero...
- Lo sé, me quieres... pero no me amas.
- Te voy a extrañar...
- Seguiremos viéndonos por nuestras obligaciones como shamanes y por nuestros hijos.
- Si, seguiremos viéndonos... pero... ¿si necesito hablar contigo?
- Tienes el espejo.
- Eh... me refería a...
- Puedes escribirle a mi hermano.
- Si, claro.

El libro de sombras, un cofrecillo... termino de empacar.

- Bueno... me voy.
- Los senderos del limbo aún no son seguros, que te acompañe la escolta.
- Está bien... cuídate.

Salgo de la habitación y cruzo el amplio salón en penumbras pero antes de llegar al portón me detengo y regreso... él sigue sentado en el lecho con el almohadón aferrado entre sus brazos, al sentir mi presencia hace un movimiento y oculta su rostro con sus cabellos.

- ¿Olvidaste algo?
- Si.

Me acerco a él, levanto su rostro, su mirada empañada por las lágrimas... lo beso pero él esquiva mi boca.


- No... no quiero tu lástima.
- No es lástima... 
- Si vas a decirme que en la puerta te diste cuenta que estás enamorada de mi... 
- Simplemente sentí un deseo irresistible de besarte.

- ¿Un antojo?
- Si, un antojo por el embarazo.


Me ofrece sus labios y lo beso tumbándolo sobre el lecho.

- Hum... ahora tengo deseos de acariciarte y de hacerte otras cositas.
- Entonces... ¿debo de dejarme hacer todo lo que desees por el bienestar de nuestro bebé?
- Exactamente... todo lo que yo desee.

- Pero él debe de estar esperándote.
- Pues que espere o que se entretenga haciendo marejadas.

La Luna cobijada entre las sombras... en la lejanía el mar azotando los acantilados.

- ¿Puedo venir cuando tenga deseos de verte?
- Solo si de verdad deseas verme... no lo hagas por lástima.
- Te avisaré enviándote una libélula.
- No es necesario, tienes la llave, puedes venir cuando lo desees... yo siempre estaré esperándote.
- ¿Siempre?
- Si, siempre... sé que llegará el día en el que te aburrirás del ruidoso vaivén de las olas y buscarás el tranquilo abrazo de las tinieblas.



Liliana Celeste Flores Vega - marzo 2009