Estaba desconsolada,
después de todo lo que Vesphurs y yo habíamos hecho y aún teníamos que hacer
para poder estar juntos las obligaciones de ser los emperadores del astral azul
nos ubicarían en reinos diferentes. Recordé que Lucipher y yo tampoco habíamos
querido esa responsabilidad. En un principio nuestros hermanos mayores Sumaq,
la bella resplandeciente, y Kukul, el que cantaba como las aves, estaban
destinados para ser los herederos que ocuparían los tronos del Sol y de la Luna
respectivamente. Luc, que ese era el nombre de mi hermano antes de recibir el
título de Lucipher, estaba destinado a un matrimonio que crearía una alianza
con el astral amarillo, y yo, que en ese entonces llevaba el nombre de Lily,
contraería nupcias para forjar una alianza con el astral rojo.
Pero el orden del
astral azul se vio trastocado cuando Sheithan, el segundo consorte de nuestra
madre, la convenció de unir el astral azul con el astral rojo de manera
definitiva creando un único astral morado gobernado por ambos. Para eso
decidieron el matrimonio de Sumaq con Petrus, el hijo de Sheithan. Tenía
recuerdos borrosos de aquella vida en la que caminamos sobre un mundo cuya
geografía era parecida al altiplano andino. Killa era nuestra madre y Xiuel ocupaba
el lugar de nuestro padre Xuqui quien llevaba varios siglos desaparecido. Luc
también estaba perdido y yo había hecho lazos de unión con Mortwuld, no lo amaba,
pero él había sido mi consuelo desde que mi hermano había desaparecido, como
luna sin sol me había refugiado en la oscuridad, llevaba mi duelo de la mano
con la muerte.
Recordaba cuando
llegó Sheithan acompañado de su séquito. Estaba con Mortwuld en el mirador,
siempre oteaba el horizonte con la vana esperanza de algún día ver volver a
Luc, Mortwuld entendía mi tristeza y siempre estaba a mi lado como una sombra
que me cobijaba. Entonces divisamos la comitiva que se acercó hasta el portal
del castillo de piedra, Sheithan encabezaba la marcha y detrás cabalgaba
Petrus, su hijo. Era un guerrero de porte altivo y largo cabello negro, al
sentirse observado levantó la cabeza y nuestras miradas se encontraron, algo en
mi vibró en una frecuencia mágica, él era Sol… sonreí por primera vez en
siglos, él me devolvió la sonrisa y en sus ojos color esmeralda vi que él
también había sentido esa vibración mágica al percibir que yo era Luna. Corrí
con una nueva esperanza naciendo en mi corazón a avisarle a mi madre que habían
llegado los visitantes que esperábamos.
Durante la cena
hablaron de un matrimonio para reforzar la alianza que teníamos con los rojos.
Por primera vez yo había dejado mis ropajes grises y me había ataviado con un
vestido azul y llevaba una corona de flores blancas, Petrus estaba vestido como
un príncipe e intercambiábamos miradas esperando que decidieran nuestro
compromiso, era lo lógico, Sumaq era Sol y se casaría con Kukul que era Luna
para ocupar el lugar de nuestros padres cuando llegara el tiempo. Yo estaba
destinada a un enlace con un Sol rojo. Grande fue nuestra sorpresa y decepción
cuando mi madre y Sheithan dijeron que Sumaq se casaría con Petrus. Kukul se
levantó airado reclamando que Sumaq era por derecho su prometida. Empezaron a
discutir, Mortwuld me tomó del brazo y me sacó de la sala.
Empezaron los
preparativos para la boda. Caí enferma y me llevaron unos días a los
manantiales curativos. Me recuperé apenas lo necesario para asistir a la
ceremonia. Cuando llegué, del brazo de Mortwuld, me extrañó no encontrar a
Kukul. Le pregunté a mi madre dónde estaba mi hermano y ella me respondió que
él se había marchado… y supe que él no volvería como no había vuelto Luc ni
nuestro padre. Entonces Sumaq se puso de pie en medio de la sala y empezó a
cantar, su canto era como un trino de aves, como la voz de Kukul… sentí un
escalofrío y supe que habían hecho algo abominable: Lo habían sacrificado y
ella había devorado su gema.
Trastornada al conocer
el destino fatal de mi hermano salí de la sala, me derrumbé en el jardín y
rompí en llanto. Entonces Petrus se acercó a mí y me abrazó… me dijo que se
había enamorado de mí en el momento que nuestras miradas se cruzaron, que él
deseaba casarse conmigo, pero tenía que obedecer a su padre, se casaría con
Sumaq pero encontraría un pretexto para no consumar las nupcias astrales.
Escuchamos a Mortwuld buscándome, Petrus me besó y me dejó en el jardín. Vi a
Mortwuld acercándose y corrí con todas mis fuerzas hasta llegar al acantilado,
abajo rugía el mar y me lancé a sus aguas.
Me limpié una
lágrima. Petrus ya no estaba, él también había encontrado la muerte cuando fue
su turno de sentarse en el Trono Dorado… Vesphurs y yo habíamos asistido a sus
exequias en las que colocaron el cofre que guardaba los restos de su gema en
una hornacina en el Templo del Dragón. Entonces caí en cuenta que nosotros no
habíamos hecho exequias para Luc, nos negábamos tanto a aceptar su pérdida que conservábamos
el cofre que guardaba los restos de su gema en un altar en la Torre Estelar de
nuestra mansión y cuando hablábamos de él seguíamos llamándolo Lucipher como si
aún estuviera presente y llevando el título de Emperador del astral azul. Entonces
deduje que teníamos que realizar las exequias para que Vesphurs pudiera recibir
el título.
Era una situación
excepcional para nosotros. El primero en llevar el título de Lucipher había
sido nuestro abuelo Khun, quien lo estableció en memoria de su padre Lugh
cuando se unificaron todos los reinos del astral azul bajo un único gobierno después
del conflicto contra el Gran Terror Rojo. Khun le entregó el título a Xuqui
cuando ascendió, y de la misma manera Xuqui le otorgó el título a Luc cuando
ascendió. Nunca habíamos realizado funerales para un Emperador del astral azul.
No había un protocolo a seguir, pero Luc había ocupado el trono del Templo del Sol
del Reino del Sur, decidí que su funeral sería como los que se hacían para los
gobernantes de Huaca Sian.
El cofre que
guardaba los restos de su gema debería de ser depositado en una hornacina del
Templo del Sol en una ceremonia en la que sacrificaría a sus jaguares para que
sean los guardianes de su tumba. Luego el Templo del Sol sería sellado.
Vesphurs no ocuparía ese trono, así como yo había abandonado el trono del
Templo de la Luna del Reino del Norte para marcharme al Reino del Oeste él
debería de… y volví a quebrarme porque siguiendo esa lógica él debería de
marcharse al Reino del Este pues renacería como un nuevo Sol… y el sol nace en
el este.
El destino se
empeñaba en separarnos, cerré los ojos y me quedé dormida. Crucé las sendas
astrales y llegué a mi mansión. Mordred me estaba esperando en el balcón de la
alcoba, me recibió con una sonrisa seductora, estaba con una bata de baño con
el cabello aún húmedo y había preparado una mesita con una botella de vino y
dos copas.
— ¿En serio crees
que tengo ánimos para una velada romántica? — le reproché.
— Lo siento, no
quise que lo malinterpretaras — me respondió — estoy aquí para escucharte y
darte mi apoyo en todo lo que pueda.
Me refugié entre sus
brazos y lloré… lloré por todo lo que no había llorado: por la pérdida de Luc y
la muerte de todos los Soles que se inmolaron en el Trono Dorado, por las
infidelidades de Jeraseth, por el distanciamiento de Mortwuld, por la
indiferencia de los hassassins y los guerreros del norte, por todas las traiciones,
las mentiras y los secretos que había descubierto… y por el incierto destino
que me esperaba con Vesphurs. Mordred me abrazó estrechándome dulcemente contra
su pecho… me dejó llorar y gritar, incluso soportó estoicamente que le clavara
las uñas en el brazo y lo golpeara en el pecho mientras soltaba todo el dolor
contenido.
Cuando me hube
calmado me hizo sentarme en una de las sillas de mimbre, se arrodilló a mis
pies y secó mis lágrimas con el dorso de su mano. Le dije que teníamos que
hacer los preparativos para las exequias de Luc y le expliqué que había llegado
a la conclusión de que Vesphurs no debería de ocupar el trono del Templo del
Sol en el Reino del Sur y que le correspondería instalarse en el Reino del
Este.
— Cálmate — me dijo sirviéndome
una copa de vino y arrodillándose otra vez a mis pies — Luc tendrá un funeral
magnífico, digno del Emperador del astral azul que fue: el hijo del Dios Jaguar
que fue exiliado y olvidado, que sufrió traiciones y torturas pero, aun
teniéndolo todo en contra, se alzó como un Sol que trajo la luz a un astral
hundido en el caos y la oscuridad, un guerrero valiente, un héroe que se inmoló
en el Trono Dorado y un hombre que te amó durante milenios y luchó en nombre de
ese amor hasta conseguir que lo amaras. Yo mismo me ocuparé de los preparativos,
él se merece más que el sacrificio de sus jaguares, haremos un extraordinario torneo
en su nombre, los juglares cantarán himnos a sus hazañas y brindaremos en su
memoria… pero sin lágrimas, porque él nunca quiso que te convirtieras en una
luna menguante oscurecida por los velos luctuosos de un eterno duelo, él te
dejó a Vesphurs para que brillaras en el cielo nocturno con toda la
majestuosidad de una luna de plata.
— Sellaremos el
Templo del Sol — le dije conmovida — y el título de Lucipher morirá con él… nadie
más merece llevar ese título.
— No, nadie más lo
merece — me confirmó tomando mis manos — porque nunca habrá nadie más digno y
porque nadie más merece llevar esa carga. Yo también había llegado a la
conclusión de que Vesphurs no debería de quedarse en el Reino del Sur, pero
tampoco debe de quedarse en el Reino del Este. Precisamente estuve leyendo el
libro que te dejó… antaño el astral azul estuvo divido en cuatro reinos
principales: Scandia en el Norte, Huaca Sian al sur, Céltica al oeste y Sindhu
al este. Después que el Gran Terror Rojo arrasó con los astrales se suscitaron
muchos cambios, el astral rojo y el astral amarillo se reorganizaron en reinos que
asimilaron a los dioses sobrevivientes de los panteones que habían quedado destruidos.
Pero en el astral azul habían quedado muy pocos dioses, todo el panteón de
Sindhu fue aniquilado y los otros panteones quedaron incompletos, entonces se
unieron en un solo reino.
— Si — le corroboré — un solo reino bajo el gobierno de un Emperador y una Emperatriz,
aunque se mantuvieron las tradiciones y costumbres de cada reino original en
sus respectivos territorios. La sede se levantó en el centro, se construyó un palacio
con dos tronos, Sol y Luna respectivamente. El abuelo Khun con el título de
Lucipher y la abuela Shia con el título de Lilith fueron los primeros que
asumieron la responsabilidad como Emperadores del astral azul.
— Después de la
ascensión de Xuqui y Killa al plano primigenio, Luc y tú se instalaron en el
palacio y ocuparon los dos tronos respectivos — prosiguió siguiendo el hilo de
los acontecimientos — luego recibieron
la advertencia de un ataque inminente y el palacio fue destruido, entonces Luc se
fue al Reino del Sur y tú al Reino del Norte, pero he visto que en el Reino del
Sur frente al Templo del Sol hay un Templo de la Luna… ¿por qué no se fueron
juntos al sur para ocupar esos tronos?
Si lo habíamos
hecho, pero luego terminamos nuestra relación de pareja en el real y cada uno
tomó su camino.
— Si lo hicimos — le
respondí — pero por algún motivo no pude enlazarme adecuadamente con el trono
del Templo de la Luna. Y además la relación de pareja que teníamos en real se
había vuelto demasiado tóxica, decidimos separarnos y mantener nuestro
matrimonio solo a nivel astral para cumplir con nuestras obligaciones. Luc
ocupó el trono del Templo del Sol en el Reino del Sur y yo regresé al Reino del
Norte, que era el lugar en donde había vivido la mayor parte de mi existencia,
y ocupé el trono de la Luna en el Palacio de Invierno.
— ¿Sabes por qué no
pudiste enlazarte adecuadamente con el trono del Templo de la Luna en el Reino
del Sur? — me preguntó, le devolví la pregunta con la mirada porque sabía que
él tenía la respuesta — porque desde que empezaste a ejercer como shamana en
esta vida has tomado como orientación el lugar de tu nacimiento y no tu
verdadera esencia almática. Tú has nacido en un país bajo la influencia mágica
de Huaca Sian pero tu esencia vibra en la frecuencia del Reino del Oeste, anoche
Vesphurs dijo que heredaste tus alas de lechuza del abuelo Khun quien es hijo
de Lugh y Ariadna, tu esencia almática es céltica. De la misma manera que la
esencia almática de tu mejor amiga, quien también ha nacido en el mismo país
que tú, es mexica.
Ya lo había pensado antes
pues, aunque amaba las tierras en las que había nacido, siempre había sentido una
atracción por la cultura celta. En los sueños de mi infancia y en mis primeras
visiones en el espejo aparecían los castillos, los bosques y los círculos de
piedra de Hispania y Britannia, pero había creído que era producto de mi memoria
atávica por la mezcla de sangres que llevo y las historias que contaban en mi
familia sin reconocer que era la memoria de mi esencia almática.
— Pero yo soy hija
de Killa — reflexioné — es correcto que naciera en ese país.
— Si — me confirmó —
y también es correcto que nacieras con la mezcla de sangres que tienes, te
prepararon para estas épocas de cambio. El país en el que naciste es un reflejo
de Huaca Sian, te enviaron a nacer allí porque como hija de Killa primero tenías
que desempeñarte como su shamana pues ella es una diosa y ya no puede encarnar,
tú fuiste su herramienta para que ella pudiera hacer los rituales que tenía que
hacer en el real para cerrar un ciclo.
— Si, sé que durante
esos años fui su herramienta — le dije recordando — nunca tuve problemas para
realizar aquellos rituales en el real y además astralmente podía enlazarme
perfectamente con el trono del Templo de la Luna en el Reino del Sur.
— Deduzco que parte
de la herencia genética de tu contexto carnático te sirvió para poder realizar aquellos
rituales en esas tierras, aplicaste intuitivamente la magia de sangre — me
respondió — y astralmente podías enlazarte perfectamente con el trono del
Templo de la Luna porque tenías un vínculo que te hacía una con Killa, pero
cuando ella ascendió empezaste a tener problemas para vibrar en la misma
frecuencia del trono ¿verdad?
Tenía razón. Después
de que Killa y Xuqui ascendieron noté una diferencia. Las Huacas ya no me
hablaban como antes y empecé a tener dificultades de sintonía mágica, pensaba que
se debía a un bloqueo ocasionado por todos los problemas que tenía con Luc.
— Siente tu esencia
almática — me dijo mirándome a los ojos — perteneces a un grupo de recreación
medieval… lo que te llama son los castillos medievales, los bosques encantados,
las gestas de caballeros y los cuentos de hadas… te sientes auténtica cuando te
pones tus vestidos de princesa y recorres el castillo que se alza junto al mar,
lo he notado en tus fotografías, ese brillo en tu mirada. Tienes afinidad con
el Reino del Norte porque su vibración mágica es muy parecida a la del Reino del
Oeste. Por eso tú deberás de ocupar el trono de la Luna del Reino del Oeste, el
que se encuentra en medio del bosque encantado y fue el trono de Ariadna.
— Sé cuál es el
lugar que debo ocupar, lo sentí de inmediato cuando me instalé en este reino —
le dije con convicción — fue como volver a los sueños de mi infancia, me siento
en paz por haberme reencontrado con mi esencia almática y con la explicación
que me has dado no me quedan dudas de que es aquí a donde pertenezco… pero lo
que me entristece es que Vesphurs no se quede a mi lado, levantamos esta
mansión con la intención de que fuera nuestro hogar.
— Después de todo lo
que hemos hablado — prosiguió — ¿tú crees que Vesphurs, ya convertido en
Luzbel, vibrará en la misma frecuencia que el trono del Templo del Sol en el
Reino del Sur?
— No, no lo creo —
le respondí — él no es un jaguar de Huaca Sian como Luc, aunque llegó a hacer
su ritual de iniciación en el Amazonas.
Mordred me había
quitado un zapato y se entretenía acariciándome el pie, yo lo dejaba hacer
porque su toque delicado y acompasado me relajaba. Hizo un movimiento y la bata
se le deslizó por los hombros brindándome la vista de sus pectorales, me sonrió
con picardía… pensé que tal vez debería de dejarme llevar y olvidar las
preocupaciones entre sus brazos, beber el delicioso vino que me daba con cada
beso… pero sería un olvido y una embriaguez que me aliviarían solo por un
momento, me despertaría con una sonrisa que en el transcurso del día se
desvanecería.
— Luc era como nuestro
padre y como nuestra abuela, Shia, la leona de los dientes de sable — dije retirando
mi pie de sus manos y recogiendo mis piernas contra mi pecho encerrándome
nuevamente en mi dolor — la misma esencia salvaje e indómita. Vesphurs es
diferente… por eso decidí que él no ocuparía el trono en el Templo del Sol y
llegué a la conclusión de que, cuando renazca como un nuevo Sol, deberá de instalarse
en el Reino del Este.
— ¿Cuál es el animal
totem de Vesphurs? — me preguntó sentándose cruzando las piernas.
— Se convierte en un
felino blanco con alas de plumaje nevado — le respondí.
— Una variante del
grifo — murmuró para sí mismo — pero eso es ahora que tiene una naturaleza dual,
el felino blanco ha de ser la manifestación femenina y lunar.
Me quedé
desconcertada por su razonamiento. Ya había imaginado a Vesphurs como una
pantera blanca con pelaje suave y ojos azules.
— Pienso lo
contrario — le refuté — sus alas han de ser la manifestación femenina y lunar.
Cuando procedamos con lo que debemos de hacer seguramente será una pantera
blanca.
— No — dijo Mordred
con seguridad — ¿alguna vez, por deseo propio, te ha hecho suya montándote como
un felino salvaje?
No, por deseo propio
nunca lo había hecho, un par de veces Luc lo forzó a montarme de esa manera y
Vesphurs obedeció, pero no tenía ese salvajismo natural… él era apasionado y
tierno cuando me hacía el amor, le gustaba hacerme suya mirándome de frente, me
cubría con delicadeza y gracia como si fuera… como si fuera un ave.
— Vesphurs es el ave
— dijo Mordred haciendo eco a mis pensamientos — él te envía mensajes con colibríes,
puede controlar a las aves… además canta y le gusta anidarte entre sus brazos.
Es fiel, siempre dice que tú eres y serás su única mujer, por esa fidelidad tal
vez sea un cisne o una paloma, por su voz podría ser un gorrión… aunque yo creo
que por su elegancia es un pavo real. Y la esencia almática de Vesphurs también
es céltica, eso se nota a leguas… por eso él debe de quedarse en el Reino del
Oeste ocupando el trono que fue de Lugh.
— ¡Entonces Vesphurs
se quedará con nosotros! — exclamé emocionada.
— Si, él se quedará
con nosotros en el Reino del Oeste — me confirmó — ¿ahora entiendes por qué
había preparado una celebración?
Salté de la silla y
lo abracé y besé con tanto ímpetu que lo hice tambalearse en la postura en la
que se encontraba, pero él pudo mantener el equilibrio apoyando las manos en el
suelo, aunque faltó poco para que termináramos tumbados sobre los adoquines de
ladrillo… y nos reímos con una risa sincera y fresca llena de esperanzas.
Cuando nos calmamos
nuestras miradas se encontraron, yo había quedado a horcajadas sobre él, pude
ver el deseo en sus ojos… me tomó de la cintura y se mordió los labios, una
apasionada súplica de hacerme suya… y yo también sentí el deseo de hacerlo mío
pero tuve miedo, miedo de empezar a quererlo de la manera en la que alguna vez quise
a Mortwuld… me recordé que estábamos juntos por las circunstancias y me dije
que toda esa marea de sensaciones se debía a la energía egregórica, cuando ya no
fuera necesario que él me diera esa energía para sostenerme ambos dejaríamos de
sentir esa atracción. Me recompuse poniéndome de pie, me senté en la silla y
con un gesto le reclamé que mi copa estaba vacía.
— Nosotros regiremos
el Reino del Oeste — dije mientras Mordred llenaba mi copa de vino — además
restauraremos el orden del astral azul como fue en un principio. Serán cuatro
reinos, cada uno con dos gobernantes, sus esencias almáticas deben de
corresponderse con el reino que regirán para que puedan ocupar los tronos
respectivos de Sol y Luna en armonía mágica.
Mordred se sirvió
una copa de vino y se sentó en la silla frente a mí, aún sentía su mirada de
deseo. Teníamos que reorganizar los panteones. El problema lo encontraba en el
Reino del Este pues todos los dioses del panteón de Sindhu habían sido
aniquilados en las épocas que el Gran Terror Rojo asoló los astrales, pero encontramos
en el libro unas referencias sobre un panteón secundario que también se había
ubicado en esos territorios astrales: los dioses que en Gaia habían sido
conocidos como los griegos y que, durante el reinado de Sheithan como segundo
consorte de Killa, habían bebido la sangre del Dragón transmutando su esencia
azul a roja. Entre copas de vino y lujuriosas miradas furtivas, conseguimos elaborar
un plan a seguir.
— Entonces
¿renunciarás al título de Emperatriz del astral azul? — me preguntó.
— Si, gobernar todo
un astral es mucha responsabilidad — respondí.
— ¡Salud por eso, mi
reina! — exclamó y me besó.
Bebí de su boca ese
licor que me embriagaba más que el vino. Y ya no pude controlar más el deseo
que sentía por él, me puse de pie y me despojé de mi vestido, él se deshizo de la
bata y me recibió entre sus brazos… me senté sobre sus piernas, intercambiamos
besos y caricias… y el resto lo hizo la pasión acrecentada por nuestros intentos
de controlarnos durante la velada.
Tenía su hombría
dentro de mí, subía y bajaba en acompasado vaivén mientras él me sujetaba de la
cintura. Mi mirada clavada en sus ojos oscuros mientras enlazaba mis brazos
alrededor de su cuello, las piernas me temblaban pero lo estaba disfrutando
tanto… entonces volvimos a besarnos, cerré los ojos cuando Mordred insufló en
mí esa energía a la cual me había hecho adicta, mis alas de lechuza se
desplegaron y mis manos se volvieron garras sobre sus hombros… sentí unas ansias
de volar hacia el cielo nocturno en una cópula aérea pero yo no tenía las
fuerzas suficientes para levantarnos en vuelo… pero el lazo que nos unía hizo
que él sintiera el mismo vehemente deseo, Mordred se puso de pie sujetándome entre
sus brazos, rodeé sus caderas con mis piernas y sentí que desplegó sus alas… abrí
los ojos y vi sus alas de plumas negras como las de un cuervo.
Y unidos levantamos
el vuelo hacia la inmensidad de la noche. Nuestras bocas unidas en un beso,
volví a cerrar los ojos mientras batía mis alas y sentía el batir de las suyas
imaginándome que era Lucipher quien me sostenía entre sus brazos, rememorando aquel
vuelo que hicimos en la isla que emergió de las profundidades del mar para ser
el escenario del juicio de los Primigenios, aquella última vez que nos unimos en
una cópula ritualística como shamanes de Killa y Xuqui… el vuelo místico que
impulsó a nuestros padres a ascender al plano primordial.
— ¡Lucipher! —
exclamé estremeciéndome en un orgasmo de destellos azules.
— ¡Lilith! — exclamó
él agitándose al derramar su deseo dentro de mí.
Nos quedamos
suspendidos en la bóveda etérea, nuestros cuerpos vibrando en la misma sintonía,
nuestros pechos unidos reforzando el lazo íntimo que habíamos creado la noche
anterior… entonces escuchamos la música de las esferas y un resplandor de luz
blanca nos envolvió… abrimos los ojos, miramos hacia arriba y vimos una brecha
abierta en el techo del cielo. Mordred estaba deslumbrado contemplando la luz
que nos empezó a succionar, pero yo pude reaccionar a tiempo.
— ¡Hacia abajo! — grité
forzándolo a descender luchando contra esa fuerza que quería elevarnos.
Nos precipitamos en
una caída libre llevándonos de por medio golpes y rasguños contra el frondoso
ramaje de los árboles milenarios hasta que aterrizamos accidentadamente sobre
la hojarasca en algún lugar del bosque. Nos quedamos durante un buen rato
maltrechos y atontados, nos habíamos protegido mutuamente con nuestras alas
para amortiguar el impacto. Miré hacia arriba y pude ver que la brecha se
estaba cerrando.
— ¿Qué fue eso? — me
preguntó Mordred poniéndose de pie y sacudiéndose las hojas secas.
— Abrimos una brecha
hacia el plano primordial — le respondí conmocionada.
— ¿Qué hubiera
pasado si la cruzábamos? — me preguntó ayudándome a ponerme de pie.
— Hubiéramos
ingresado al plano primordial — le contesté sintiendo un escalofrío.
— ¿Eso hubiera tenido
consecuencias? — me preguntó quitándome unas ramitas del cabello.
— No en el astral —
le respondí — simplemente nos hubieran enviado de regreso a este plano. Pero
pudo haber tenido consecuencias fatales en el real, si el cordón que nos une a
nuestros cuerpos se rompía. Nunca debemos de repetir lo que hemos hecho esta
noche.
— Entiendo — dijo
abrazándome — pero fue tan hermoso volar contigo.
Empezamos a caminar
de regreso a la mansión.
— ¿Puedes transformarte
en cuervo? — le pregunté reparando en nuestro estado — sería incómodo que
lleguemos a la mansión desnudos y con tantos rasguños.
Mordred asintió tomando
la apariencia de un cuervo y yo tomé mi forma de lechuza. Sobrevolamos el
bosque y divisamos el lugar en el que se encontraba el trono que había ocupado
Ariadna, también vimos el lugar donde se alzaba el trono que había sido de
Lugh. Llegamos a la mansión e ingresamos a la alcoba por el balcón.
Liliana Celeste Flores Vega - 09 de abril del 2021
Imagen: https://www.deviantart.com/jdelnido
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