in girum imus nocte et consumimur igni

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jueves, 10 de octubre de 2019

Las dolorosas


Hace unos años viajé a cierto pueblo de la serranía, como cosa curiosa la señora de la posada me contó que en las noches sin luna se ve una procesión de mujeres con hábitos y mantillas blancas, salen del cementerio murmurando una lúgubre letanía y se dirigen a la mina abandonada. Dicen que son las almas en pena de las madres, viudas, hermanas e hijas de los mineros que murieron en un derrumbe, ellas murieron días después intoxicadas por los gases y otros desechos químicos con los que se contaminaron al buscar entre los escombros de la mina los restos de sus familiares queridos... esa tragedia sucedió hace casi cien años.

En fin, que yo no le presté más atención a la historia pues esa clase de cuentos abundan en esos lugares. Pero he aquí que deseo contarles que unos meses atrás un amigo mío viajó a dicho pueblo, yo no le conté lo que me había contado esa señora de la posada aquella vez, la verdad ni lo recordaba hasta que mi amigo regresó de su viaje y me contó su espeluznante experiencia.

Llegó al pueblo y encontró alojamiento en un hostal de mochileros, el pueblo de por si no tiene mayores atractivos pero está a mitad de ruta de unas ruinas arqueológicas muy conocidas, así que muchas personas pasan allí una noche para descansar y luego siguen con su viaje.

Mi amigo estaba aburrido y decidió salir a dar un paseo por el pueblo, así llegó hasta el cementerio y vio unas extrañas luces amarillentas, se acercó y sintió frío, ese frío característico que viene del más allá... entonces vio a un grupo de mujeres vestidas de blanco que portaban cirios y entonaban un cántico triste... la curiosidad pudo más que el miedo, pues él no creía en fantasmas, y las siguió.

Ellas se dirigieron a la mina a abandonada, allí se despojaron de sus blancas vestiduras y él vio que tenían la piel amarillenta y llena de pústulas... luego escuchó un ruido que provenía de las profundidades de la mina, parecía que se estaban arrastrando de entre los escombros... allí si sintió miedo y regresó corriendo al pueblo.

Luego yo le conté lo que hace años me había contado la señora de la posada... Desde entonces mi amigo cree en los aparecidos.


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