Sueño de la hacienda, las peceras, los nazis y el niño demonio
4 septiembre 2007
Estaba en una hacienda mexicana como las que salen en las películas
de Pedro Infante. Yo me iba a casar con el hacendado quien era un hombre maduro,
rico y que todavía estaba guapo. Luego estaba caminando viendo los animalitos
cuando se apareció el capataz, era un tipo parecido a Chuck Norris. El me dijo
que un mercader había traído unos pececitos, que cogiera los que me gustaran y
que el hacendado los iba a pagar... luego me indicó que junto al bebedero de
los caballos estaba una tina de plástico de esas para bañar a los bebés, dentro
estaban los pececitos de colores y adornitos hechos en piedra pómez de
arrecifes y castillos.
Fui a la cocina de la hacienda a buscar mis dos peceras
(tengo dos peceras de verdad, una era de mis pececitos y la otra de la tortuguita)
y algo para coger a los pececitos, busqué una redecilla o algo parecido pero
solo encontré un cucharon. Cuando regresé ya no eran pececitos, se habían
convertido en sirenas y tritones pequeñitos... más contenta empecé a
atraparlos, había mas sirenas que tritones, logré atrapar a seis sirenas y las
puse en mi pecera grande. Luego quería atrapar a un tritoncito muy lindo pero
no se dejaba y se escondía entre las rocas, a las finales logré agarrarlo con
el cucharon pero cuando lo estaba levantando un tritón saltó y se colgó del
cucharon, así que los puse a los dos en la pecera chica. Luego los miré bien y
vi que el tritón mayor le estaba dando besos al tritoncito y me dije:
"Tsss par de tritones maricones, ahora voy a tener que atrapar otro tritón
macho para las sirenas"... pero cuando volví a ver la tina ya eran otra
vez pececitos de colores.
Después el sueño giró. Estaba en mi casa sentada en mi sofá
arreglando unos vestidos bonitos pero antiquísimos. Ingrid tenía las dos
peceras sobre su mesa de estudio y estaba poniéndoles una especie de columpio
hecho con una ruedita de plástico a los dos tritones... miré de reojo y me di
cuenta de que la pecera grande estaba vacía, le pregunté a Ingrid donde estaban
las sirenas y me respondió: "Ah, las boté por el inodoro, eran malas, metí
la mano para arreglarles sus piedritas y me mordieron"... y yo le
respondí: "Debiste de decirme para hervirlas vivas en una olla"
Luego estaba otra vez en la hacienda, en una alcoba muy
bonita con dos sirvientas y probándome un velo de novia muy lindo. En eso
escuchamos un ruido en el jardín como una pelea de gatos... una de las
sirvientas salió a ver, pasó un rato y no volvió... luego fue la otra sirvienta
a buscarla, pasó otro rato y tampoco regresó... entonces salí yo y me encontré
con Thanatos de pie apoyado en una higuera vestido como el fantasma de la ópera
y con su guadaña en la mano, le pregunté si él había matado a las dos
sirvientas... él puso cara de inocente, me respondió que no, que al contrario,
que había visto como un zorro volador se las llevaba pero que no había
alcanzado a salvarlas... yo no le creí.
Paréntesis porque me desperté, luego volví a dormirme y
seguí soñando esto:
Estaba en medio de un bosque con el velo de novia y un
camisón, cantando una rondinela y bailando como si estuviera loca. Empezó a
llover y yo seguía bailando mojándome toda... entonces se apareció un soldado
nazi, se quitó la chaqueta del uniforme, me la puso, me cargó y me llevó a mi
casa. En mi casa estaba mi madre, mi tía, Ingrid y varios soldados nazis pero
ellos estaban como que habían venido a protegernos de algo muy malo que iba a
suceder.
Me vestí y fui a la cocina para hacer sopa, Ingrid me estaba
ayudando pelando papas... en eso se escuchó una gran explosión y luego un gran
ruido como si estuvieran bombardeando... más explosiones... los vidrios de mi
casa se rompieron, las paredes se rajaron... nos asustamos mucho. Después de un
rato uno de los soldados nazis salió a mirar, luego regresó y nos dijo si queríamos
curiosear podíamos salir un rato... yo salí con Ingrid y vimos que sólo había
quedado de pie el mercado, mi casa y una de las casas de enfrente que es de una
señora solterona que vive de sus rentas... las otras casas habían desaparecido,
no había escombros, sencillamente ya no estaban y en su lugar estaban los
terrenos vacíos en tierra... tampoco había cadáveres pero yo sabía que había muerto
mucha gente.
Luego dos soldados nazis salieron a recolectar víveres del
mercado y los otros empezaron a apuntalar las paredes débiles y a acondicionar
en el patio un puesto de guardia. Después regresaron los dos soldados que
habían ido por víveres, trajeron muchas conservas de frijoles con tocino, atún
y pasteles de crema chantilly con fresas... y todos nos pusimos a comer felices
de la vida como si nada hubiera pasado.
Otro paréntesis… sigo con los sueños:
Fui a visitar a Julia pero no era su casa, era una casa de
un sólo piso, de esas antiguas con ventanas altas que hay por Magdalena (un
distrito de Lima cerca al mar). Me atendió un señor que supuestamente era su
abuelo y me dijo que ella había ido a entregar un bizcocho a una vecina. Me
quedé afuera esperándola, en eso vi a un niño como de tres años jugando solito
en la pista, los buses pasaban rápido y lo esquivaban para no atropellarlo, yo
iba a cruzar para salvarlo cuando vi venir a Julia y ella me gritó: "Nooo...
no lo toques, déjalo... ése niño debe de morir"
Julia y yo teníamos que ir a visitar a Lucita, pero ya no
era en el cubil, era un cubil nuevo y nosotras no lo conocíamos. Fuimos a un Mc
Donalds de donde Carmen y Mele nos iban a recoger para llevarnos al nuevo
cubil... y esperamos y esperamos pero ellas nunca llegaron. Decidimos ir solas,
teníamos la dirección y tomamos un taxi confiando que el taxista supiera como
llegar... el taxi paró un rato por la luz roja y vimos al niño de tres años
subiendo solito a un bus de color amarillo, él se dio cuenta que lo vimos y nos
miró y su cara se volvió fea como de un demonio de película de terror barata...
entonces quiso bajarse pero vimos una mano que lo jaló para adentro y la puerta
del bus se cerró... el niño golpeó la puerta y gritó queriendo bajarse pero el
bus arrancó y nosotras nos quedamos muy felices porque sabíamos que el niño ése
no iba a volver nunca mas.
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