pero al desempacar sucede que los duendes vinieron
conmigo
escondidos entre los pliegues de mis vestidos.
Y me desbaratan los planes de una vida modesta,
me visten de lentejuelas y boas de plumas, me
lisonjean en la barra de un cabaret,
traen al pianista que me compone canciones, al
caballero galante de gustos exquisitos,
para completar la farsa invitan al triste poeta de
ojos azules
y me obligan a ahogar mi llanto entre carcajadas de
vino y oropel.
Y si vuelvo a hacer maletas se las arreglan para
venir conmigo
ya sea colgados de mi falda o siguiendo mis pisadas
como sabuesos,
siempre ávidos de arruinarme los planes de una vida
honesta
me exigen fingir melodramas en un escenario
sin dejarme tiempo de llorar mi propia comedia.
Y con aquellos duendes siempre vienen los fatuos
amores
el caballero triste que me ama y protege
compartiendo mi infortunio
no tarda en llegar el noble conde que me desea y
compra mis caricias
y para darle un tinte sangriento al drama
no olvidan al desdichado que muere jurándome amor.
Si me escapo amparada en la noche borrando mis
huellas
y logro encontrarme con el Arcángel Azul de mis
fantasías
no tardan los duendes en encontrar mi rastro
y se las arreglan para que la historia de amor
termine laureada como una desgarradora tragedia.
Y ahora que tengo a todos los personajes en la plaza
los duendes no disimulan sus sonrisas sarcásticas
pero esta vez seré yo la que escriba la última página.
Liliana Celeste Flores Vega - 1996
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