in girum imus nocte et consumimur igni

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viernes, 1 de diciembre de 2017

El beso del principado

Una de aquellas noches híbridas de realidad y fantasía las tres lunas se alinearon y un rayo de luz azul abrió un portal entre ambos mundos. Entre vapores mortecinos surgió un espectral y hermoso personaje: Un soberbio Principado con tres pares de alas de plumaje áureo de las cuales se desprendían los resplandores de mil luceros, vigoroso como un gladiador y elegante como un noble... vestía una túnica blanca azulada bordada con filigranas de plata, larga y con aberturas a ambos lados que permitían apreciar sus piernas esbeltas pero bien formadas... calzaba caligas de cuero y llevaba una media armadura de metal con púas en la hombrera derecha de la cual se sujetaba una capa azul noche que le caía de lado con inadvertida elegancia... completaba su indumentaria un cinturón de cuero que le caía hasta la cadera del cual colgaba una vaina que guardaba una espada con empuñadura de plata adornada con zafiros... sus largos cabellos dorados y levemente ondeados caían sobre sus hombros y en alborotado desorden descendían por su espalda entre sus alas hasta su cintura y enmarcaban su rostro pálido en el que dormitaba una sobra de tristeza... y sus ojos eran como ascuas de azul fuego fatuo.

El espejo había desaparecido como por encanto pero ambos mundos aún estaban separados por un abismo oscuro y profundo... ignorante de cómo había sucedido me encontré en el filo del acantilado, descalza y vistiendo solo un delgado camisón, una fría brisa me estremeció. El bello Principado me sonrió y su sonrisa fue melancólica, como si sus hermosas galas y su irreal brillo fueran un gran peso.

Rutiló como un astro eclipsado, majestuoso y fatídico en su angelical belleza tenebrosa... echó hacia atrás su sedosa cabellera dorada con un majestuoso movimiento, desplegó sus alas de las cuáles se desprendieron millares de centellas de oro y en raudo vuelo atravesó el abismo de vapores mortecinos... batiendo sus magníficas alas atravesó la inmensidad desolada que nos separaba y llegó al lado del abismo en el que yo me encontraba, envolviéndome con sus alas y tomándome tiernamente entre sus brazos me estrechó amorosamente contra su pecho... no sentí temor, el fantástico Principado tenía el perfume del cielo, el calor de la ternura pero su aura estaba entristecida por la frialdad azul del invierno eterno... y me besó... sus labios se posaron sobre los míos con la suavidad de una mariposa que se posa sobre un capullo de rosa semiabierto... una dulce somnolencia me envolvió pero antes de caer desvanecida entre sus brazos alcancé a ver dos cuernos ocultos en su revuelta cabellera dorada.

Liliana Celeste Flores Vega, 1996


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