Nos encontramos en un café. Luego hicimos las
compras necesarias para la noche que habíamos planeado y fuimos al hotel en el
que él se había hospedado. La habitación era amplia y elegante. La cama king size
ocupaba el centro de la misma, con un velador a cada lado y una alfombra
mullida de diseño moderno puesta al lado derecho que daba a la ventana con
cortinas color vino. Frente a la cama había una cómoda y sobre ésta un cuadro
de un paisaje montañés. El mobiliario lo completaban una mesa y dos sillas
colocadas en una esquina al lado de la puerta que daba acceso al cuarto de baño.
Le dije que encendiera las velas y las varillas de
incienso mientras que yo me cambiaba de ropa en el baño. Me quité la falda, la
blusa, las botas y las medias quedándome con el sujetador y las pantaletas de
encaje negro. Me miré al espejo, me retoqué el labial y me cepillé el cabello. Saqué
de mi bolso el babydoll de raso negro, las medias francesas de red y los
zapatos de charol rojo de tacón aguja. Como pareja ya habíamos incluido
“algunos juegos” en nuestros encuentros sexuales pero ésta era nuestra “primera
sesión de BDSM” planificada como tal. Me puse el babydoll, las medias y los
zapatos. Luego busqué en mi bolso el látigo de cinco colas que habíamos
comprado en la sexshop… las muñequeras, las tobilleras y el collar de cuero y
la cadena. Salí del baño.
La habitación estaba agradablemente iluminada a
media luz por las velas que él supo disponer en los dos veladores y la mesa.
También había dispuesto la botella de vino y servido dos copas. Las varillas de
incienso de rosa, sándalo, canela y clavo de olor perfumaban el ambiente. Él
estaba de pie al lado de la cama, físicamente no era exactamente “el tipo de
hombre” que siempre me había gustado, no tenía un “look” gótico ni metal pero
me gustaba mucho… sus ojos azules y su mirada de felino, sus labios delgados y
su sonrisa, sus facciones definidas, su porte… y sobretodo su cuerpo atlético
que desde el primer momento despertó en mí el deseo de someterlo y azotarlo.
Le ordené que se quitara la ropa. Dejé el látigo
sobre la mesa. Tomé una copa de vino y la bebí lentamente mientras que él se
despojaba de sus prendas hasta quedar completamente desnudo. Recorrí su cuerpo
con la mirada… sus pectorales definidos, su vientre, su pubis…
Dejé la copa vacía sobre la mesa y me acerqué a él
con el collar de cuero en la mano. Le ordené que se arrodillara sobre la alfombra
mullida, él obedeció. Le puse el collar, procedí igual con las muñequeras y las
tobilleras. Tomé el cenicero que estaba limpio, lo llené de vino, lo puse en el
suelo y le ordené que se pusiera “a cuatro patas” y lo bebiera a lengüetazos
como “un gatito bueno”… él lo hizo bastante bien y como recompensa le acaricié
la nuca y la espalda.
Luego tomé la cadena, se la enganché a la argolla
del collar y le ordené que caminara “a cuatro patas” como un felino, le hice
dar una vuelta completa a la habitación. Hacer eso con otro me hubiera parecido
algo sumamente ridículo pero con él… con él era algo excitante… la manera en la
que arqueaba la espalda y estiraba las piernas para dar cada paso… pensé que le
hacía falta “la cola” y tomé nota mental de conseguir una para la próxima
ocasión pero aún sin “ése detalle” mi hombre era “un animal hermoso”.
Terminado “el paseo” tomé el látigo y le ordené que
retozara sobre la alfombra como un jaguar. Disfruté de la exhibición de
elasticidad que me hizo, su mirada de felino en acecho, un animal ágil y fuerte
pero obediente a mis deseos… varias veces le hinqué el pecho y el vientre con
el tacón de mi zapato a lo que él respondió con zarpazos juguetones e intentos
de mordisquear mi pie, castigué “su malcriadez” con algunos latigazos ligeros.
Dejé el látigo, me arrodillé a su lado y empecé a jugar
a “rascarle la pancita”, él se dejó hacer sin poder evitar soltar algunas
risas, pasé por alto “ésa pequeña indisciplina” porque tiene una sonrisa
adorable. Proseguí acariciándole la nuca y los hombros… le pellizqué los
pezones, estirándoselos y retorciéndoselos. Él intentó acariciarme pero le dije
que no le había dado permiso para tocarme, me hizo un mohín de protesta y lo
amonesté por eso.
Seguí acariciando sus bien definidos abdominales y bajé
hasta su pubis… me gusta la pulcritud con la que mantiene su cuerpo depilado
manteniendo sólo una pequeña zona de vello alrededor de su miembro viril. Me
entretuve un buen rato acariciando su pubis, sus testículos y el interior de
sus muslos… él se dejó hacer, dócil y sumiso, mordiéndose los labios cada vez
que yo pasaba por alto el tocar su pene erecto.
Finalmente tomé su virilidad con mi mano derecha, él
dejó escapar un gemido de satisfacción y separó las piernas dándome facilidad
de movimiento lo que aproveché para estimularlo un buen rato… en su mirada vi
que él estaba anticipando que iba a hacerlo terminar masturbándolo y le dije
que recién estábamos empezando. Mis dedos estaban mojados con su presemen y le
ordené que los lamiera, él lo hizo con complacencia… jugué un buen rato con él metiéndole
los dedos en la boca y permitiéndole que los succionara a su gusto.
Luego deslicé lentamente mis dedos mojados con su
saliva por su cuello, su pecho, su vientre y su pubis hasta llegar otra vez a su
miembro viril… el ambiente estaba embriagadoramente cargado con el aroma exótico
de los inciensos creándonos la atmósfera de un místico serrallo. Volví a prestarle
atención a su pene que se encontraba tenso, caliente y palpitante… lo acaricié hasta
que mis dedos estuvieron otra vez lubricados con su presemen. Metí mi mano
entre sus nalgas y toqueteé su entrada, él se acomodó preparándose para la
intromisión de mis dedos pero le recordé que recién estábamos empezando… aunque
he de confesar que yo también estaba muy excitada y tuve que controlar mi deseo
de irrumpir en su cuerpo.
Me puse de pie y le ordené que me quitara las
pantaletas de encaje con la boca y sin ayudarse con las manos… no es tan fácil
como se cree y él terminó rasgándomela con los dientes, el forcejeo fue más
excitante de lo que me esperaba. Me quité los zapatos de charol y le ordené que
me quitara las medias de igual manera, eso le resultó más fácil de hacer… le
permití que me besara y lamiera los pies, las piernas y los muslos pero cuando
intentó lamer mis partes íntimas le aclaré que no le había dado permiso para
hacer eso, ésta vez se contuvo de hacer un mohín de protesta y acató en
silencio… lo recompensé acariciándole la nuca.
Enseguida le ordené que se arrodillara al borde de
la cama descansando la parte superior de su cuerpo sobre ésta… él afianzó sus
rodillas sobre la alfombra mullida, se inclinó en ángulo recto y se acomodó
cruzando los brazos sobre la cama y poniendo la cabeza sobre sus brazos a guisa
de almohada. La postura exponía su bonito trasero, lo contemplé un largo rato… la
tenue luz de las velas le daba un matiz cálido a su piel, la visión de sus
nalgas a mi disposición fue suficiente para que me empezaran a latir las entrañas…
tener a un hombre como él en ésa posición era muy excitante. Le acaricié la
nuca, la espalda y las nalgas… él respondió a mis caricias arqueándose como un
felino.
Tomé el látigo que había dejado sobre la mesa y descargué
un golpe sobre sus nalgas, él dejó escapar una exclamación, mas de sorpresa que
de dolor… le di un segundo golpe, ésta vez con mas fuerza y él me respondió con
un gemido… proseguí dándole más latigazos aumentando la intensidad de los
golpes gradualmente, sus gemidos también fueron en crescendo y me indicaron que
él lo estaba disfrutando incluso más que yo… habiendo encontrado la intensidad
y el ritmo adecuados seguí vapuleándolo hasta que sus gemidos se volvieron jadeos,
entonces me detuve. Ya habíamos practicado algunos juegos como flagelación con
una correa, tortura con mis pinzas de cabello y sesiones con cera caliente… así
que yo sabía diferenciar sus gemidos de placer, de placer doloroso, de dolor
placentero y de dolor… y esos jadeos eran de dolor. Sus nalgas estaban tumescentes
y enrojecidas, puse mi mano sobre ellas y las sentí demasiado calientes… le di la
oportunidad de decir nuestra palabra de seguridad pero no lo hizo, al contrario…
él giró la cabeza y me miró como preguntándome: “¿Vas a seguir o no?”
No quise seguir fustigando sus nalgas por precaución.
Descargué un golpe sobre sus muslos, él dejó escapar un gemido que reconocí
como de placer doloroso… proseguí azotándolo hasta que sus gemidos alcanzaron
el matiz de dolor y me detuve. Recompensé su docilidad acariciándole la nuca y
la espalda.
Dejé el látigo sobre la mesa y tomé la otra copa de
vino, le ordené que se incorporara y le di de beber un par de sorbos… le
permití que me lo agradeciera besándome las manos. Luego le ordené que volviera
a la postura anterior, tomé una de las velas y vertí unas gotas de cera
caliente sobre su espalda… él dejó escapar un gemido de sorpresa cuando la
primera gota cayó sobre su piel, proseguí derramando gotas de cera a lo largo
de su columna… sus gemidos se mantuvieron en el nivel de placer doloroso y noté
que él estaba frotando su sexo contra la cama.
Le dije que no le había dado permiso para
masturbarse de aquella manera pero él me respondió haciendo un mohín tan
delicioso que sólo lo amonesté por comportarse como un “gatito travieso” y apagué
la vela para atenderlo como se merecía, se lo había ganado. Le acaricié las
nalgas que aún estaban tumescentes y enrojecidas… yo estaba bastante mojada y lo
aproveché para lubricar mis dedos con los fluidos de mis partes íntimas… es
algo que ambos preferimos hacer, en lo posible evitamos usar lubricantes
artificiales a no ser que sea muy necesario.
Tanteé su entrada, él relajó su esfínter y le
introduje dos dedos… él recibió mi intromisión con una exclamación de placer…
busqué su próstata y se la masajeé suavemente hasta que su cuerpo me
correspondió con la rítmica palpitación de su recto y él empezó con ése
delicioso ronroneo que tanto excita mis sentidos. Proseguí por un buen rato hasta
que él llevó su mano a su pene para masturbarse… me detuve y retiré mis dedos
ignorando su bufido de protesta.
Me puse de pie y le ordené que se acostara en la
cama, él obedeció de inmediato… desenganché la cadena del collar, la pasé por
las argollas de las muñequeras e intenté asegurarla en una saliente de la
cabecera de la cama pero no se pudo, así que me conformé con dejarle los brazos
hacia arriba sobre su cabeza. Me incliné sobre él y rocé sus labios con los
míos dejándolo con el deseo de un beso. Lo repetí un par de veces antes de
besarlo apasionadamente introduciendo mi lengua en su boca, saboreando su
paladar y mordisqueando sus labios.
Lugo me coloqué entre sus piernas y acaricié sus
muslos y su miembro viril… desaté el lazo de mi babydoll de raso y lo usé para hacerle
una ligadura en la base del pene, él protestó con otro bufido y le di un par de
palmaditas en los testículos por eso.
Me puse a horcajadas sobre él y busqué la posición
adecuada para copularlo, me senté sobre su miembro viril, éste entró suavemente
en mi cuerpo gracias a lo lubricada que me encontraba… empecé a cabalgarlo,
primero despacio, acariciando su vientre y pellizcando sus pezones… luego fui
aumentando el ritmo… podía ver en su sus ojos sus ansias por venirse y la
angustia de no poder hacerlo por la presión que la cinta de raso atada en la
base de su miembro viril ejercía sobre su uretra, fue una de las cosas que más
disfruté de ésa noche… experimenté un orgasmo delicioso e intenso. Me quedé jadeando
un rato sobre él antes de levantarme.
Él estaba jadeando y me suplicó que le permitiera
venirse… me acomodé entre sus piernas, me incliné y lamí su pene, esperé que me
suplicara una vez más antes de albergar su miembro viril en mi boca… le desaté
la cinta y él eyaculó con un rugido de satisfacción. Mantuve su semen en mi
boca y lo besé pasando su descarga a su boca y obligándolo a que se lo tragara todo.
Finalmente le quité la cadena, el collar, las
muñequeras y las tobilleras… acabada la sesión él se tomó la libertad de quitarme
el babydoll y el sujetador, me tumbó sobre la cama, me besó, me acarició a su
antojo y me hizo suya a su modo.
Liliana Celeste Flores Vega - julio del 2014
Imagen: Google
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1 comentario:
Excitante relato, que experiencia tan exótica...
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