in girum imus nocte et consumimur igni

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viernes, 1 de agosto de 2014

Rosa y sándalo

Nos encontramos en un café. Luego hicimos las compras necesarias para la noche que habíamos planeado y fuimos al hotel en el que él se había hospedado. La habitación era amplia y elegante. La cama king size ocupaba el centro de la misma, con un velador a cada lado y una alfombra mullida de diseño moderno puesta al lado derecho que daba a la ventana con cortinas color vino. Frente a la cama había una cómoda y sobre ésta un cuadro de un paisaje montañés. El mobiliario lo completaban una mesa y dos sillas colocadas en una esquina al lado de la puerta que daba acceso al cuarto de baño.

Le dije que encendiera las velas y las varillas de incienso mientras que yo me cambiaba de ropa en el baño. Me quité la falda, la blusa, las botas y las medias quedándome con el sujetador y las pantaletas de encaje negro. Me miré al espejo, me retoqué el labial y me cepillé el cabello. Saqué de mi bolso el babydoll de raso negro, las medias francesas de red y los zapatos de charol rojo de tacón aguja. Como pareja ya habíamos incluido “algunos juegos” en nuestros encuentros sexuales pero ésta era nuestra “primera sesión de BDSM” planificada como tal. Me puse el babydoll, las medias y los zapatos. Luego busqué en mi bolso el látigo de cinco colas que habíamos comprado en la sexshop… las muñequeras, las tobilleras y el collar de cuero y la cadena. Salí del baño.

La habitación estaba agradablemente iluminada a media luz por las velas que él supo disponer en los dos veladores y la mesa. También había dispuesto la botella de vino y servido dos copas. Las varillas de incienso de rosa, sándalo, canela y clavo de olor perfumaban el ambiente. Él estaba de pie al lado de la cama, físicamente no era exactamente “el tipo de hombre” que siempre me había gustado, no tenía un “look” gótico ni metal pero me gustaba mucho… sus ojos azules y su mirada de felino, sus labios delgados y su sonrisa, sus facciones definidas, su porte… y sobretodo su cuerpo atlético que desde el primer momento despertó en mí el deseo de someterlo y azotarlo.

Le ordené que se quitara la ropa. Dejé el látigo sobre la mesa. Tomé una copa de vino y la bebí lentamente mientras que él se despojaba de sus prendas hasta quedar completamente desnudo. Recorrí su cuerpo con la mirada… sus pectorales definidos, su vientre, su pubis…

Dejé la copa vacía sobre la mesa y me acerqué a él con el collar de cuero en la mano. Le ordené que se arrodillara sobre la alfombra mullida, él obedeció. Le puse el collar, procedí igual con las muñequeras y las tobilleras. Tomé el cenicero que estaba limpio, lo llené de vino, lo puse en el suelo y le ordené que se pusiera “a cuatro patas” y lo bebiera a lengüetazos como “un gatito bueno”… él lo hizo bastante bien y como recompensa le acaricié la nuca y la espalda.

Luego tomé la cadena, se la enganché a la argolla del collar y le ordené que caminara “a cuatro patas” como un felino, le hice dar una vuelta completa a la habitación. Hacer eso con otro me hubiera parecido algo sumamente ridículo pero con él… con él era algo excitante… la manera en la que arqueaba la espalda y estiraba las piernas para dar cada paso… pensé que le hacía falta “la cola” y tomé nota mental de conseguir una para la próxima ocasión pero aún sin “ése detalle” mi hombre era “un animal hermoso”.

Terminado “el paseo” tomé el látigo y le ordené que retozara sobre la alfombra como un jaguar. Disfruté de la exhibición de elasticidad que me hizo, su mirada de felino en acecho, un animal ágil y fuerte pero obediente a mis deseos… varias veces le hinqué el pecho y el vientre con el tacón de mi zapato a lo que él respondió con zarpazos juguetones e intentos de mordisquear mi pie, castigué “su malcriadez” con algunos latigazos ligeros.

Dejé el látigo, me arrodillé a su lado y empecé a jugar a “rascarle la pancita”, él se dejó hacer sin poder evitar soltar algunas risas, pasé por alto “ésa pequeña indisciplina” porque tiene una sonrisa adorable. Proseguí acariciándole la nuca y los hombros… le pellizqué los pezones, estirándoselos y retorciéndoselos. Él intentó acariciarme pero le dije que no le había dado permiso para tocarme, me hizo un mohín de protesta y lo amonesté por eso.

Seguí acariciando sus bien definidos abdominales y bajé hasta su pubis… me gusta la pulcritud con la que mantiene su cuerpo depilado manteniendo sólo una pequeña zona de vello alrededor de su miembro viril. Me entretuve un buen rato acariciando su pubis, sus testículos y el interior de sus muslos… él se dejó hacer, dócil y sumiso, mordiéndose los labios cada vez que yo pasaba por alto el tocar su pene erecto.

Finalmente tomé su virilidad con mi mano derecha, él dejó escapar un gemido de satisfacción y separó las piernas dándome facilidad de movimiento lo que aproveché para estimularlo un buen rato… en su mirada vi que él estaba anticipando que iba a hacerlo terminar masturbándolo y le dije que recién estábamos empezando. Mis dedos estaban mojados con su presemen y le ordené que los lamiera, él lo hizo con complacencia… jugué un buen rato con él metiéndole los dedos en la boca y permitiéndole que los succionara a su gusto.

Luego deslicé lentamente mis dedos mojados con su saliva por su cuello, su pecho, su vientre y su pubis hasta llegar otra vez a su miembro viril… el ambiente estaba embriagadoramente cargado con el aroma exótico de los inciensos creándonos la atmósfera de un místico serrallo. Volví a prestarle atención a su pene que se encontraba tenso, caliente y palpitante… lo acaricié hasta que mis dedos estuvieron otra vez lubricados con su presemen. Metí mi mano entre sus nalgas y toqueteé su entrada, él se acomodó preparándose para la intromisión de mis dedos pero le recordé que recién estábamos empezando… aunque he de confesar que yo también estaba muy excitada y tuve que controlar mi deseo de irrumpir en su cuerpo.

Me puse de pie y le ordené que me quitara las pantaletas de encaje con la boca y sin ayudarse con las manos… no es tan fácil como se cree y él terminó rasgándomela con los dientes, el forcejeo fue más excitante de lo que me esperaba. Me quité los zapatos de charol y le ordené que me quitara las medias de igual manera, eso le resultó más fácil de hacer… le permití que me besara y lamiera los pies, las piernas y los muslos pero cuando intentó lamer mis partes íntimas le aclaré que no le había dado permiso para hacer eso, ésta vez se contuvo de hacer un mohín de protesta y acató en silencio… lo recompensé acariciándole la nuca.

Enseguida le ordené que se arrodillara al borde de la cama descansando la parte superior de su cuerpo sobre ésta… él afianzó sus rodillas sobre la alfombra mullida, se inclinó en ángulo recto y se acomodó cruzando los brazos sobre la cama y poniendo la cabeza sobre sus brazos a guisa de almohada. La postura exponía su bonito trasero, lo contemplé un largo rato… la tenue luz de las velas le daba un matiz cálido a su piel, la visión de sus nalgas a mi disposición fue suficiente para que me empezaran a latir las entrañas… tener a un hombre como él en ésa posición era muy excitante. Le acaricié la nuca, la espalda y las nalgas… él respondió a mis caricias arqueándose como un felino.

Tomé el látigo que había dejado sobre la mesa y descargué un golpe sobre sus nalgas, él dejó escapar una exclamación, mas de sorpresa que de dolor… le di un segundo golpe, ésta vez con mas fuerza y él me respondió con un gemido… proseguí dándole más latigazos aumentando la intensidad de los golpes gradualmente, sus gemidos también fueron en crescendo y me indicaron que él lo estaba disfrutando incluso más que yo… habiendo encontrado la intensidad y el ritmo adecuados seguí vapuleándolo hasta que sus gemidos se volvieron jadeos, entonces me detuve. Ya habíamos practicado algunos juegos como flagelación con una correa, tortura con mis pinzas de cabello y sesiones con cera caliente… así que yo sabía diferenciar sus gemidos de placer, de placer doloroso, de dolor placentero y de dolor… y esos jadeos eran de dolor. Sus nalgas estaban tumescentes y enrojecidas, puse mi mano sobre ellas y las sentí demasiado calientes… le di la oportunidad de decir nuestra palabra de seguridad pero no lo hizo, al contrario… él giró la cabeza y me miró como preguntándome: “¿Vas a seguir o no?”

No quise seguir fustigando sus nalgas por precaución. Descargué un golpe sobre sus muslos, él dejó escapar un gemido que reconocí como de placer doloroso… proseguí azotándolo hasta que sus gemidos alcanzaron el matiz de dolor y me detuve. Recompensé su docilidad acariciándole la nuca y la espalda.

Dejé el látigo sobre la mesa y tomé la otra copa de vino, le ordené que se incorporara y le di de beber un par de sorbos… le permití que me lo agradeciera besándome las manos. Luego le ordené que volviera a la postura anterior, tomé una de las velas y vertí unas gotas de cera caliente sobre su espalda… él dejó escapar un gemido de sorpresa cuando la primera gota cayó sobre su piel, proseguí derramando gotas de cera a lo largo de su columna… sus gemidos se mantuvieron en el nivel de placer doloroso y noté que él estaba frotando su sexo contra la cama.

Le dije que no le había dado permiso para masturbarse de aquella manera pero él me respondió haciendo un mohín tan delicioso que sólo lo amonesté por comportarse como un “gatito travieso” y apagué la vela para atenderlo como se merecía, se lo había ganado. Le acaricié las nalgas que aún estaban tumescentes y enrojecidas… yo estaba bastante mojada y lo aproveché para lubricar mis dedos con los fluidos de mis partes íntimas… es algo que ambos preferimos hacer, en lo posible evitamos usar lubricantes artificiales a no ser que sea muy necesario.

Tanteé su entrada, él relajó su esfínter y le introduje dos dedos… él recibió mi intromisión con una exclamación de placer… busqué su próstata y se la masajeé suavemente hasta que su cuerpo me correspondió con la rítmica palpitación de su recto y él empezó con ése delicioso ronroneo que tanto excita mis sentidos. Proseguí por un buen rato hasta que él llevó su mano a su pene para masturbarse… me detuve y retiré mis dedos ignorando su bufido de protesta.

Me puse de pie y le ordené que se acostara en la cama, él obedeció de inmediato… desenganché la cadena del collar, la pasé por las argollas de las muñequeras e intenté asegurarla en una saliente de la cabecera de la cama pero no se pudo, así que me conformé con dejarle los brazos hacia arriba sobre su cabeza. Me incliné sobre él y rocé sus labios con los míos dejándolo con el deseo de un beso. Lo repetí un par de veces antes de besarlo apasionadamente introduciendo mi lengua en su boca, saboreando su paladar y mordisqueando sus labios.

Lugo me coloqué entre sus piernas y acaricié sus muslos y su miembro viril… desaté el lazo de mi babydoll de raso y lo usé para hacerle una ligadura en la base del pene, él protestó con otro bufido y le di un par de palmaditas en los testículos por eso.

Me puse a horcajadas sobre él y busqué la posición adecuada para copularlo, me senté sobre su miembro viril, éste entró suavemente en mi cuerpo gracias a lo lubricada que me encontraba… empecé a cabalgarlo, primero despacio, acariciando su vientre y pellizcando sus pezones… luego fui aumentando el ritmo… podía ver en su sus ojos sus ansias por venirse y la angustia de no poder hacerlo por la presión que la cinta de raso atada en la base de su miembro viril ejercía sobre su uretra, fue una de las cosas que más disfruté de ésa noche… experimenté un orgasmo delicioso e intenso. Me quedé jadeando un rato sobre él antes de levantarme.

Él estaba jadeando y me suplicó que le permitiera venirse… me acomodé entre sus piernas, me incliné y lamí su pene, esperé que me suplicara una vez más antes de albergar su miembro viril en mi boca… le desaté la cinta y él eyaculó con un rugido de satisfacción. Mantuve su semen en mi boca y lo besé pasando su descarga a su boca y obligándolo a que se lo tragara todo.

Finalmente le quité la cadena, el collar, las muñequeras y las tobilleras… acabada la sesión él se tomó la libertad de quitarme el babydoll y el sujetador, me tumbó sobre la cama, me besó, me acarició a su antojo y me hizo suya a su modo.

Liliana Celeste Flores Vega - julio del 2014
Imagen: Google

1 comentario:

Unknown dijo...

Excitante relato, que experiencia tan exótica...