in girum imus nocte et consumimur igni

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viernes, 16 de abril de 2021

Cuando la luna necesita un abrazo de sombras

Tres días después de recibir aquel beso del hijo de Morrigan volví a sentir aquella debilidad. Estaba escribiendo mis memorias cuando de pronto me sentí cansada y mareada, el frío y la oscuridad me envolvieron nuevamente… tuve que recostarme para descansar.
 
Me quedé dormida. Cuando llegué a mi mansión onírica en el Reino del Otoño encontré a Mordred esperándome en el saloncito de estar.
 
Vesphurs me pidió que estuviera al pendiente por si te sentías débil de nuevo — me dijo, tomó mis manos y examinó mi semblante — estás fría y pálida, creo que necesitas que lo hagamos todas las noches.
— Iba a pedírtelo — le respondí.
 
Mordred me acompañó a la alcoba y nos sentamos en el lecho, era una situación inusual y un poco incómoda. Los cortinajes del ventanal estaban cerrados, la tenue luz de las lámparas creaba una atmósfera de intimidad, se percibía un ligero aroma a incienso de rosa y sándalo, en la mesa había dos copas y una botella de vino dorado casi vacía… supe que Vesphurs y Niq habían estado juntos la noche anterior.
 
No sabía si recostarme en el lecho para que Mordred pudiera proceder como lo hizo la noche pasada o permanecer sentada. Pensé que si me acostaba pasivamente él podría interpretarlo como una invitación a algo más, así que me quedé sentada y él se sentó a mí lado… nos quedamos un rato en silencio contemplando los brocados de los cortinajes, ambos sentíamos lo forzado de la situación y no sabíamos cómo empezar.
 
El silencio se hizo incómodo, escuchábamos el tic tac del reloj de pie que estaba en una esquina de la alcoba como si estuviera apurándonos para que lo hiciéramos. Finalmente, Mordred acarició mi cabello propiciando un aproximamiento más natural… acercó su mejilla a la mía, sentí la excitante aspereza de su barba crecida. Recordé que Lucipher, las pocas veces que se mostraba cariñoso, solía hacer el mismo gesto y rasparme la mejilla con su barba.  
 
La tensión que había entre nosotros empezó a ceder. Mordred tenía los ojos oscuros, pero sus ojos no tenían esa oscuridad de abismo insondable que tienen los ojos de Mortwuld… tenía una mirada dulcemente seductora, sin esa malicia pérfida que tienen los ojos de los hijos de Thanatos. Rozó mis labios con los suyos, percibí un ligero sabor a vainilla, intercambiamos unos besos tímidos hasta que adquirimos confianza... entonces me abrazó con delicadeza acercándome a su cuerpo y me besó… su boca unida a la mía mientras que me insuflaba esa energía que hacía que se alejaran el frío y la oscuridad.
 
Me gustaba la sensación que me producía esa energía, era tan reconfortante… y adictiva. La tibia luz que Mordred me transfería había desplazado al frío y a la oscuridad, me envolvía una dulce sensación placentera. Entonces, al sentir que me había recuperado, él dejó de canalizarme energía… pero yo quería más, mordí sus labios suavemente como un reclamo.
 
— Dame más — le demandé sentándome sobre sus piernas y enlazando mis brazos alrededor de su cuello.
 
Sentí sus manos posándose sobre mis caderas con firmeza, lo besé e introduje mi lengua en su boca saboreando su paladar, quería más de esa energía...  él me correspondió apasionadamente canalizando la energía que yo deseaba con tantas ansias, acaricié su nuca y sus hombros sin dejar de besarlo. Sentí su cálida erección entre mis piernas, su excitación hacía la energía más deliciosa, casi embriagadora. Lo estimulé realizando un ligero vaivén con mis caderas, él arremangó las faldas de mi vestido para acariciar mis piernas… poco a poco me fue tumbando sobre el lecho buscando una posición más cómoda.
 
Mordred jadeaba sobre mí, con la mano derecha estrujaba uno de mis pechos y con la izquierda se apoyaba manteniendo el equilibrio para no cargarme con todo su peso… no puedo negar que yo también estaba excitada, aunque era más por la embriaguez que me causaba esa deliciosa energía que por sus caricias… pero cuando sentí su miembro viril buscando el camino entre mis muslos reaccioné y me desperté.
 
No pude estar tranquila durante el resto del día, necesitaba más de esa energía especiada con su excitación, se me había quedado como miel en los labios… también me pregunté cómo sería sentirlo dentro de mí… ¿Podría llenar, al menos por un instante, el vacío que me había dejado Lucipher? ¿Podría reemplazarlo?
 
Si, podría reemplazarlo por un mes, no más. Lo que Mordred me daba era energía "egregórica" como él mismo la había nombrado, la había acumulado durante años, pero al paso que íbamos se agotaría pronto. Solo Vesphurs podría reemplazar a Lucipher de manera permanente, teníamos que hacer el ritual para que él se convirtiera en Luzbel… pero yo tenía miedo que, aún después de someterlo a aquella transmutación, falláramos creando lazos de pareja entre nosotros.
 
Sentí nostalgia, extrañaba tanto a Lucipher. Entre lágrimas me quedé dormida. Cuando llegué a mi mansión onírica Mordred estaba esperándome en la alcoba a media luz.
 
Lamento mucho lo sucedido esta tarde — le dije pidiéndole disculpas por la manera intempestiva en la que lo había dejado y reconociendo que era mi culpa el haberlo provocado hasta llevar nuestro encuentro a una situación equivocada.
 
Como respuesta Mordred me tomó entre sus brazos y me besó apasionadamente, me dejé llevar por su vehemente arrebato tan parecido a los que tenía Lucipher cuando nos encontrábamos. Me llevó al lecho, entre besos y caricias nos despojamos de nuestras vestimentas hasta quedarnos desnudos. Sin duda él estaba deseoso de culminar lo que habíamos empezado esa tarde… y yo también. Me reproché sentir ese deseo, había llegado arrepentida de haber causado esa situación con Mordred, pero hace tantas lunas que no me sentía tan deseada por un hombre.
 
Si, estaba Vesphurs que me amaba y me deseaba… pero en nuestros encuentros siempre faltaba algo: la chispa adecuada… él no tenía esa esencia netamente masculina que era lo que me atraía de Lucipher, ahora sabía que se debía a su naturaleza dual y que ese era el motivo por el cual no habíamos podido crear lazos de pareja cuando lo intentamos la noche pasada… yo necesitaba un hombre que emanara ese olor de macho en celo y despertara mis deseos lujuriosos, un hombre como Mordred… pensé que si conseguía crear lazos de pareja con Mordred quedaría demostrado que el problema era la condición de Vesphurs.
 
— Espera — le dije recordándole que la decisión era mía — quiero verte.
 
Mordred se incorporó quedando de rodillas sobre el lecho. Tenía los mismos rasgos faciales varoniles que tiene en el real excepto por una ligera diferencia en el arco de las cejas. Su cabello era igual de oscuro, pero lo llevaba largo y le caía en mechones desordenados hasta los hombros. Contemplé la definida musculatura de su pecho y sus brazos, mi mirada recorrió su anatomía y se detuvo en su desafiante erección, era un hombre bastante atractivo… se mordió los labios, le complacía que lo examinara como si fuera un esclavo que se compra para satisfacer deseos lascivos, tenía el cuerpo perfecto para fustigar con un látigo… entonces noté que no tenía cicatrices de guerra ni marcas de ritual. Morrigan y Thur Pendragon no lo habían reconocido, él debería de llevar la imagen del dragón en la espalda y los anillos celtas en los brazos.
 
Percibí su nerviosismo, estaba a la expectativa esperando mi veredicto… si, era un hermoso y brioso semental, asentí con una sonrisa dándole mi aprobación… entonces Mordred se inclinó sobre mí y me besó, la energía que me dio con ese beso fue como un sorbo del mejor vino, definitivamente el añadido de su excitación la volvía embriagadora. Siguió lamiendo mi cuello y besando mis hombros, se entretuvo con mis pechos, bajó hasta mi vientre y se acomodó entre mis piernas. Lamió mi sexo y estimuló mi clítoris arrancándome gemidos de placer que tuve que moderar para no levantar las sospechas de mis doncellas de servicio.
 
Luego me tomó de las caderas y me penetró, centímetro a centímetro me consultaba con la mirada temeroso de que mi cuerpo no pudiera albergar toda su hombría, al llegar a cierto punto lo detuve, no por incomodidad ni dolor, lo hice porque Lucipher me llenaba hasta allí... no sé si Mordred lo entendió o solo pensó que esa era la medida que me complacía, me embistió respetando la pauta que le había dado… rodeé su cintura con mis piernas, era una postura bastante cómoda que a él le permitía sujetarme firmemente para mantener un ritmo acompasado y a mí me permitía admirar su cuerpo… y por primera vez, desde la muerte de Lucipher y mi separación de Jeraseth, me permití disfrutar del placer que me podía dar un amante.
 
Entonces sucedió… el ventanal se abrió empujado por el viento, la luz de la luna entró a la alcoba llenándola de su luz azul argento creando una escena fantasmagórica… los preludios encantados que preceden a una unión mágica. Sentí que en mi pecho se abría aquella hendidura que es el nido en donde se forman las gemas almáticas y la fuente de donde nacen los lazos mágicos… contemplé a Mordred, en su pecho también se había abierto aquella hendidura… de mi pecho surgió un lazo de luz azul argento con esencia de luna y de su pecho un lazo oscuro con esencia de noche… y los lazos nos unieron creando un vínculo mágico.
 
El deseo nos había unido, luz de Luna y oscuridad de Muerte. Un vínculo semejante al que tuve con Mortwuld durante el tiempo que Lucipher estuvo perdido en los mundos amarillos y que me convirtió en la Luna de la Muerte, la portadora del cirio que nunca se apaga, el fanal funeral con el que guiaba a los einherjers… un vínculo que me daba el poder de manejar la magia oscura. Mordred tomó mis manos y me levantó acercando su pecho al mío, me sujetó firmemente de la cintura y yo enlacé mis brazos a su cuello, nos besamos… la unión estaba consumada. Y sosteniéndome en ese abrazo se levantó del lecho, me apoyó contra la pared y siguió embistiéndome apasionadamente… nuestras bocas seguían unidas, me insufló esa energía a la que ya me había hecho adicta… cerré los ojos, esa tibia luz azul me llenaba y me envolvía.
 
— ¡Lucipher! — exclamé, él se detuvo y se retiró de mi cuerpo.
 
Me dejó de pie en el suelo, quedamos frente a frente pero las sombras cubrían su rostro, no podía ver su expresión… por un instante creí que se había molestado que lo llamara con un nombre que no era el suyo, aunque lo usurpara involuntariamente… entonces me empuñó del cabello y me arrastró al lecho, me empujó de bruces sobre los almohadones y me montó mordiéndome el cuello y los hombros como lo hacía Lucipher… deduje que ese detalle solamente se lo había podido haber comentado Vesphurs suponiendo que, tarde o temprano, terminaríamos en esa situación.
 
Mordred me penetró nuevamente con un solo movimiento brusco, pero sin olvidar la pauta que le había marcado… me embistió salvajemente y yo volví a cerrar los ojos imaginando que era Lucipher quien me hacía suya. Mientras él me presionaba contra los almohadones sentí que la hendidura de mi pecho volvía a abrirse como un nido preparándose para recibir la energía masculina fecundante y, en el momento culminante, sentí su energía fecundadora derramándose sobre mi espalda… luego me di cuenta que si hubiéramos estado frente a frente hubiéramos procreado una gema.
 
Después de nuestro pasional encuentro nos quedamos dormidos arrullados por las lejanas notas musicales de una flauta y un tambor, aún quedaban invitados a mi matrimonio con Niq acampando en los jardines y, habiéndose corrido el rumor de mis nupcias con Vesphurs, se habían quedado a la espera de la celebración.
 
Cuando nos despertamos encontramos a Vesphurs sentado en el sillón al lado de la chimenea, tenía en la mano un libro con cubiertas de cuero y estaba vestido con el mismo traje azul con ribetes de plata que había usado durante la ceremonia del Equinoccio.
 
¿Pudieron crear lazos? — me preguntó con una mirada escudriñadora, no supe cómo responderle — madre, digo, Lilith… no tienes que darme explicaciones ni disculpas por lo que han hecho, yo esperaba que lo hicieran… de hecho fui yo quien propició aquellas situaciones que parecían una mala broma que la magia absurda les jugaba.
— ¿Por qué lo hiciste? — le pregunté intrigada y molesta recordando todas esas situaciones que me habían puesto en un escenario comprometedor con Mordred.
— Porque después de la muerte de mi padre yo esperaba que te acercaras a mí y me vieras como su reemplazo — me respondió — pero en lugar de buscar el consuelo entre mis brazos te alejaste de mí y te encerraste en tu dolor… además quería que rompieras los lazos que tenías con Mortwuld, nunca me ha inspirado confianza y me enteré que había sido él quien te convenció que me vieras como un hijo y que la posibilidad de contraer nupcias conmigo era una aberración. Entonces se me pasó por la cabeza que Mordred te podría servir de consuelo por la pérdida de mi padre y de paso también podría alejarte de Mortwuld, aunque no funcionó porque lo rechazaste todas las veces que yo causé una situación para que estuvieran juntos… luego tuve ese presentimiento de que Mordred jugaría un papel más importante y era necesario tenerlo cerca, por eso hace unos días te sugerí que hicieras lazos con él, pero tampoco lo hiciste… así que me vi forzado a cortar tus lazos con Mortwuld y con todos aquellos que no considero dignos de mi confianza.
 
Un reproche tembló en mis labios. Me había resistido aquella noche que Vesphurs utilizó la tijera de plata para cortar mis lazos con los hassassins y los guerreros del norte, aquellos que fueron mis compañeros, hermanos y amantes durante innumerables vidas… pero reconocí que su decisión había sido la correcta.
 
— ¿Pudieron crear lazos? — insistió Vesphurs esta vez dirigiéndose a Mordred.
Si, pudimos crear lazos de unión — le respondió Mordred.
— Bien, entonces queda comprobado que yo soy el del problema — reflexionó Vesphurs.
 
Se puso de pie y dejó el libro sobre la cómoda haciéndome un gesto de tienes que leerlo.  
 
— Mordred, tienes mi consentimiento para tener intimidad con Lilith hasta que yo contraiga nupcias con ella el primero de mayo — le dijo Vesphurs con un tono de voz veladamente amenazante — espero que aproveches la oportunidad que, en otras circunstancias, jamás hubieras tenido.
 
Mordred bajó la mirada, había captado la amenaza y la sutil ofensa.
 
— Entonces nos das carta blanca por veintitrés días — le dije a Vesphurs con suspicacia — mismos días que supongo piensas aprovechar con Niq de la misma manera que, al parecer, aprovecharon la noche pasada.
 
Le señalé la mesa en la que aún estaban las dos copas y la botella de vino casi vacía.
 
— Nos encontramos aquí hace dos noches — me respondió — pero solo conversamos. No te niego que Niq quería continuar con lo que dejamos inconcluso la noche que Jeraseth nos interrumpió, pero yo no quise, es algo que debo de dejar de hacer si quiero convertirme en el hombre que deseas tener como esposo.
 
Vesphurs abrió el baúl, tomó una maleta y empezó a guardar su ropa y otras pertenencias.
 
— ¿Qué haces? — le pregunté intrigada.
— Pasaré estos días en el Templo del Sol ocupando la alcoba que era de mi padre — me respondió sin dejar de doblar y guardar sus prendas.
— Esa es la misma habitación que está ocupando Niq — le hice notar con cierta picardía.
— Ya no más — me respondió — anoche, cómo supuse que te encontrarías aquí con Mordred, fui a visitar a Niq al Templo del Sol. Hablamos seriamente sobre esta situación. Me dijo que no esperaba que ocupar el trono sería tan complicado, que lo estaba haciendo solamente por el bienestar y la estabilidad del astral azul, pero ahora que existe la posibilidad que yo pueda ocupar el trono como reemplazo efectivo de Lucipher desea presentar su renuncia. También está esperando la anulación de vuestro matrimonio. Y además rechazó cualquier puesto en el ejército o en el consejo que, como hijo de Xuqui, le pueda corresponder.
— ¿Renunció a todo sin pedir ningún beneficio? — le pregunté incrédula.
— No, obviamente pidió un beneficio — me respondió — me solicitó el puesto de guardián del Faro del Mar de la Eternidad, supongo que no tienes ningún inconveniente.
— No, ningún inconveniente — le dije pensando que en otros tiempos se lo hubiera dado a Leo.
— Entonces desde esta noche Niq ocupará el Faro y yo el Templo del Sol — concluyó.
 
Vesphurs se acercó al lecho y me besó… un beso ya no tan dulce como los que siempre me daba, un beso casi tan rudo como los que me daba Lucipher. Estaba cambiando aún antes de hacer el ritual, seguramente porque por primera vez reconocía su esencia masculina solar. Luego se arrodilló y tomó mis manos, sus ojos estaban húmedos.
 
— Madre — me dijo — perdón, sé que ya no debo llamarte así… quiero que sepas que todo lo que he hecho ha sido para quedarme a tu lado, pero lo que me unirá a ti como tu esposo también nos separará… cuando yo tome el lugar de Lucipher deberé de ocupar el trono en el Templo del Sol, mi residencia estará en el Reino del Sur.
— Entonces me iré al Reino del Sur contigo — le dije.
— No, tú deberás de permanecer en el Reino del Oeste — me respondió — te sentarás en el trono de la Luna, el que se encuentra en el centro del bosque. Lucipher me dijo que heredaste tus alas de lechuza del abuelo Khun quien es hijo de Lugh y Ariadna, antes de que recibieras el título de Lilith tu nombre era Lily Anne y te llamaban la Gris, la dama del laberinto de piedra… tuyo es el disco de plata, el poder de guiar las almas de los muertos y el don de manejar las mareas.
— ¿Tanto esfuerzo para estar juntos y terminar separados? — le pregunté sintiendo que las lágrimas resbalaban por mis mejillas — me quedaré sola en el Reino del Oeste.
— Estaremos unidos por lazos mágicos y yo te visitaré las noches de luna llena — me respondió sin poder ocultar sus lágrimas — no te quedarás sola, Mordred se quedará contigo, será el caballero de la reina. Recuerda que lo nuestro será un gobierno de regencia, no será por tanto tiempo, solo hasta que Luana y Luxor tengan la edad suficiente para hacerse cargo. Después estaremos juntos.

Liliana Celeste Flores Vega - 08 de abril del 2021
Imagen: Anne Stokes

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