Mi arcángel de mirada triste (2014)
Debería de odiarte pero no puedo… el arcángel de mis sueños, el de la cabellera de plata y mirada amatista, recuerdo las noches de mi infancia en las que te sentabas al lado de mi cama con tu mandolina y me dabas serenatas nocturnas de luna… ahora comprendo la tristeza que nublaba tus ojos violetas, el secreto que temblaba en tus labios… era la culpa. Recuerdo que muchas veces me decías que eras malo, que habías cometido un pecado horrendo, que cuando lo descubriera te odiaría pero yo no podía creer que la maldad anidara en tu corazón… tu mano temblaba al acariciar mi cabello y repetías: “Princesita celeste y ensoñadora, no soy digno de ser tu guardián, he pecado”… y yo inocentemente creía que tu pecado era amar a la emperatriz niña de los cuentos de hada.
Debería de odiarte pero no puedo… el arcángel de mis sueños, el de la cabellera de plata y mirada amatista, recuerdo las noches de mi infancia en las que te sentabas al lado de mi cama con tu mandolina y me dabas serenatas nocturnas de luna… ahora comprendo la tristeza que nublaba tus ojos violetas, el secreto que temblaba en tus labios… era la culpa. Recuerdo que muchas veces me decías que eras malo, que habías cometido un pecado horrendo, que cuando lo descubriera te odiaría pero yo no podía creer que la maldad anidara en tu corazón… tu mano temblaba al acariciar mi cabello y repetías: “Princesita celeste y ensoñadora, no soy digno de ser tu guardián, he pecado”… y yo inocentemente creía que tu pecado era amar a la emperatriz niña de los cuentos de hada.
Muchas noches
me refugié bajo el cálido refugio de tus alas albas y te confiaba que sentía un
dolor y un vacio que no comprendía, una inquietud, una angustia de un algo que me
faltaba… entonces me enseñaste la magia del espejo de nieblas pero la Luna de
los Muertos cubrió de velos la luz del Lucero de la Mañana.
Entonces
intenté llenar ése vacío amándote, una noche me convenciste de huir del palacio
de invierno, me llevaste por cendales incoloros donde enfrentamos peligros innombrables
y me arrastraste a vivir una vida en un mundo desértico, no importaba, estaba contigo…
pero me dejaste abandonada a mi suerte… entonces te odié… te odié por tu único
intento de hacer lo correcto. Te capturaron y por centurias purgaste “tu
traición” en una lóbrega celda en donde se te pudrieron las alas… te perdoné y
volviste a ser mi arcángel triste.
¿Y qué
puedo decir de ti, mi querido tutor?... tu voz también me acompañó desde que
era una niña con canciones infantiles y dulces baladas, fuiste quien me mostró
la senda que me convirtió en una wako shamana y la inspiración de mis primeros
versos de amor. Recuerdo tantas vidas pasadas en las que fuiste mi guía, tu
pecho recibió mis lágrimas de una angustia que no comprendía, siempre protector
y paternal, nunca te aprovechaste de mi inocencia… te decía que eras el más
bueno que había conocido y tú me respondías con una sonrisa triste. Recuerdo la
primera vez que estuvimos frente a frente en ésta vida, tu mirada triste cuando
tomaste mi mano y me dijiste: “No soy digno de tomar tu mano, mi dulce dama
blanca”… no podía ni imaginar la oscuridad que albergaba tu alma. Me acompañaste
al descenso a los Infiernos y cuando el Nigromante alzó la guadaña me
susurraste que me equivocaba… ah pero los tejemanejes de la araña milenaria me
enredaron en sus artimañas.
Nunca
hablaron claro, nunca confesaron con todas las palabras… susurros y miradas de
culpa, intentos de hacer que se cruzaran nuestros caminos… pero no los censuro,
comprendo que sobre sus cabezas pendían la espada del Draco y el hacha de la
Degolladora.
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