in girum imus nocte et consumimur igni

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jueves, 19 de agosto de 2021

El hijo del dragón

Y a pesar de mi ira y tristeza no podía controlar el deseo que sentía por Jeraseth. Fui a buscarlo a la villa, subí a nuestra alcoba y lo encontré sentado en el lecho rasgueando algunas notas de aquella canción en su guitarra, vi un vaso y media botella de whisky sobre el velador.
 
— ¡Lilith! — exclamó con sorpresa al verme — no te esperaba, pensé que estabas molesta.
— ¡Estoy furiosa! — exclamé acercándome a él, anticipando mis acciones dejó la guitarra a un lado y se puso a la defensiva.
 
Me detuve firmemente frente a él y con todas mis fuerzas le di una, dos, tres bofetadas… le hubiera dado una cuarta si no fuera porque me empezó a doler la mano. Jeraseth las recibió sin inmutarse, ni siquiera se limpió el hilillo de sangre que le escurría del lado izquierdo del labio inferior. Sostuvo mi mirada desafiante e hizo una mueca dándome a entender “¿Eso es todo?”
 
En respuesta me senté a horcajadas sobre sus piernas, tomé su rostro con ambas manos y le di un beso, un beso que lo tomó tan de sorpresa que no supo corresponderme.
 
— ¡Abre la boca! — le exigí presionando las articulaciones de su mandíbula, él cedió y lo besé apasionadamente introduciendo mi lengua dentro de su boca.
 
Lo besé largo rato degustando el sabor a licor que tenía su boca. La alcoba estaba cálida pesar de que las puertas del balcón se encontraban abiertas, en la chimenea ardían algunos leños y en el aire flotaba un ligero aroma de sándalo. Jeraseth puso sus manos en mi cintura, pero yo me liberé con enfado de su abrazo.
 
— ¡Tus manos entrelazadas y detrás de tu nuca! — le ordené, él obedeció con una sonrisa dispuesto a dejarme hacer.
 
Le desgarré la camisa para lamer su cuello, morder sus hombros, retorcer sus pezones y acariciar su vientre. Jeraseth soportó mis ataques sin moverse y mordiéndose los labios para no emitir ni un gemido. Sentía su miembro viril enhiesto y caliente presionando contra mi pubis, pero mantuvo sus manos entrelazadas detrás de su nuca.
 
Me puse de pie para quitarme el vestido y le indiqué que se desnudara. En la espalda aún tenía las marcas del látigo que le dejé en nuestro anterior encuentro.
 
— ¡No me toques! — le grité cuando hizo un ademán de tomarme entre sus brazos para llevarme al lecho — siéntate al borde de la cama con las piernas separadas.
 
Obedeció, ya conocía ese juego. Me arrodillé entre sus piernas para lamer con ansias su sexo. Luego levanté mi rostro, sabía que le mostraba la imagen de una bacante ebria de deseo, con las pupilas dilatadas y los labios enrojecidos… introduje dos dedos en mi boca y los chupé para ensalivarlos, él ya sabía lo que venía a continuación.
 
Se apoyó con una mano sobre la cama, levantó un poco las caderas y con la otra mano sujetó sus testículos para facilitarme el acceso a aquella zona de su cuerpo. Tanteé su entrada y él se relajó para facilitar mi propósito, se tensaba con los dildos pero le gustaba cuando usaba mis manos. Lentamente lo penetré con mis dedos, sus jadeos me confirmaron que lo disfrutaba y volví a atender con mi boca su miembro viril. Sentía mis entrañas latiendo y mis fluidos goteando.
 
— Sigue — murmuró entre jadeos — así quiero tenerte siempre, de rodillas a mis pies, devorando mi verga como una puta.
 
Tuvo suerte que yo reaccionara retirando mis dedos de su interior antes de que mi rabia revelara mi aspecto bestial. Me incorporé y lo tumbé sobre la cama con un zarpazo, mi mano se había transformado en una garra y le dejé tres arañazos ensangrentados cruzando su pecho. De inmediato me monté a horcajadas sobre él y me empalé con su miembro erecto que se deslizó en mis entrañas húmedas y palpitantes. Jeraseth alargó la mano y estrujó uno de mis pechos.
 
— ¡Te dije que no me tocaras! — exclamé dándole un zarpazo en la mejilla — mantén tus manos entrelazadas y detrás de tu nuca.
Obedeció con una sonrisa a pesar del arañón que le había dejado en el rostro y empecé a cabalgarlo furiosamente.
 
— ¿Ya aprendiste la lección, hijo de Nergal? — le pregunté sin dejar de moverme de arriba para abajo mientras apretaba su tráquea — no matarás ni lastimarás a mis amigos.
 
Jeraseth sostuvo mi mirada, se mordió los labios y asintió levemente. Retiré mi garra de su cuello y seguí cabalgándolo hasta que el placer me envolvió en una oleada cálida y me desvanecí jadeante sobre su pecho. En ese momento él aprovechó para tomarme de las caderas y hacerme dar la vuelta quedando encima de mí, empezó a embestirme bufando como un animal salvaje y colocó una mano alrededor de mi cuello.
 
— ¿Y tú, princesa pleyadiana, también aprendiste la lección? — me preguntó mientras ejercía la presión suficiente para dificultarme la respiración — si no me rechazas no tendré motivos para matar o lastimar a tus amigos.
 
Me negué a responder y Jeraseth ejerció un poco más de presión, sujeté su brazo para hacerle saber que estaba empezando a apretar demasiado fuerte, pero él no desistió, repitió la pregunta y asentí… entonces retiró su mano y me besó apasionadamente. Rodeé sus caderas con mis piernas haciendo traba con mis tobillos y enlacé mis brazos alrededor de su cuello, Jeraseth sabía lo que yo quería cuando hacía eso, se levantó sosteniéndome entre sus brazos y me llevó a la terraza.
 
Bajo el cielo azul y púrpura desplegué mis alas de plumas blancas y él desplegó las suyas, esas alas oscuras y membranosas semejantes a las de un murciélago y que él pretendía que eran parecidas a las de un dragón. Sus alas habían sido restauradas y mejoradas con implantes mecánicos después de que Vesphurs se las desgarrara a zarpazos y mordiscos la vez que se enfrentaron en duelo.
 
Nos elevamos en el cielo en una cópula aérea. Sentí su energía cargada de pasión emanando de la abertura de su pecho y su intención de hacer lazos. El nido de mi pecho, en donde se están gestando las dos gemas que hemos procreado, se abrió para recibir su energía que alimenta a nuestras gemas y correspondí a su deseo entrelazando su lazo rojo con hilos azules que se extendieron buscando la abertura de su pecho. Lo sentí estremecerse llegando al orgasmo y su placer desencadenó en mí una deliciosa oleada de sensaciones.
 
Descendimos y nos quedamos tendidos sobre la hojarasca, estábamos exhaustos pero satisfechos y complacidos por el nuevo lazo que habíamos creado. Finalmente estábamos en paz.
 
— Creo que esta noche se celebra el cumpleaños de uno de tus amigos — me comentó mirando el cielo en el que empezaban a aparecer unas estrellas pálidas — ¿Te gustaría que fuéramos?
Sí — le respondí — será la primera celebración en el Reino del Este.
 
Cuando llegamos encontramos una celebración sencilla pero amena. Los carromatos de los cíngaros estaban dispuestos en un círculo y unidos por cadenetas de telas coloridas y campanillas, supe que también era un hechizo de protección. Leo estaba rodeado de sus amigos, vestido a la usanza de su clan y su cabellera dorada cayendo como una cascada de rizos hasta su cintura, sonrió al vernos y nos acercamos. Lo saludé con un abrazo y él me correspondió con un sonoro beso en cada mejilla, luego le extendió la mano a Jeraseth. Sabía que se me notaban las huellas que la mano de Jeraseth había dejado alrededor de mi cuello y él tenía la marca de mi zarpazo sobre su mejilla.
 
— ¿Ya empezaron con la fase tóxica? — nos preguntó Leo con una sonrisa divertida, pero en su mirada había una advertencia que Jeraseth entendió.
— ¡Brindemos! — exclamó César pasándonos una bota de vino.
 
Luego Jeraseth y yo dimos una vuelta por el lugar. Había una mesa larga con bocadillos, varias fogatas, bailarinas, músicos y saltimbanquis por doquier. Nos encontramos con Mordred quien estaba conversando con un grupo variopinto de artistas circenses.
 
— Necesito hablar con ella por un momento — le dijo a Jeraseth quien asintió, pero indicándome que no demorara demasiado.
 
Mordred me tomó de la mano y me llevó hasta la mesa, allí me levantó la barbilla y examinó las huellas que Jeraseth me había dejado en el cuello.
 
— ¿Esta vida fue la primera vez que le dijiste a Jeraseth que no te quedarías con él? — me preguntó frunciendo el ceño, yo asentí — entiendo, no está acostumbrado a que lo rechaces. Tuvieron suerte, las leyes de Gaia evitaron que Jeraseth hiciera algo peor y Nergal arregló lo mejor que pudo el error que cometió su hijo para evitar que su nombre se viera involucrado en un serio problema.
— Ya estamos en paz, Mordred — le dije — no quiero volver a hablar del asunto.
— Entiendo, él recibió su castigo y no queda más que aceptar como arreglaron el incidente — dijo Mordred — pero ¿sabes lo que hubiera hecho Jeraseth en un mundo medieval? ¿te imaginas tu aldea arrasada por el fuego mientras que él te llevaba a la fuerza en su caballo o tu castillo sitiado por sus tropas y tu gente muriendo de hambre hasta que tú aceptaras entregarte a él?
 
No era necesario que me lo dijera, ya lo había pensado.
 
— ¿Ahora entiendes el recelo de mi madre por los segundos consortes rojos? — me preguntó — los rojos son arrogantes y violentos, se obsesionan con las azules.
— Jeraseth nunca se había comportado así — le refuté intentando disculpar a mi segundo consorte.
— Porque nunca lo habías rechazado — me refutó airado.
— Jeraseth me ama — le respondí.
— No lo dudo, te ama, pero también está obsesionado y los celos pueden convertirlo en una amenaza — prosiguió — ya has visto cómo reaccionó ante una negativa de tu parte: dile que no y verás tu ciudad asediada por sus ejércitos, dile que no y verás tu mundo bombardeado por sus naves, dile que no y verás el bosque celta ardiendo.
 
Sabía que Morrigan no aprobaba mi unión con Jeraseth, pero nuestro matrimonio era una alianza con los anunnakis pactada por Killa y Nergal desde antes de nuestros nacimientos. Incluso Nergal no se había enojado cuando me presentaron a otros pretendientes rojos pues decía que su hijo y yo estábamos hechos el uno para el otro. Hace un mes había escuchado a Morrigan conversando con Nimué, ellas esperaban que yo pidiera la anulación de mi matrimonio con Jeraseth para tomar a Lucien como primer consorte y a Mordred como el segundo, se habían desilusionado al comprobar que mi deseo por Lucien solo era por el cuerpo que él estaba ocupando y que nunca desposaría a mi hijo. En esos momentos los músicos empezaron a tocar esa canción.
 
Run for your life
The empress is here, torture and fear
Run for your life
The beast has appeared, the end is near
 
Había supuesto que el apuro de traer de otra realidad al pequeño Merlín era una precaución ante una eminente amenaza de Sheithan, ahora comprendía a quien llamaban la bestia.
 
Merlin, son of a fallen angel
Merlin, a legend of the past
Foretold the story of two dragons
Fighting for the land
His name will live forever
 
— No, Jeraseth no se volverá como Sheithan — le dije a Mordred, pero la duda me amargó la boca y ensombreció mi corazón — él no es el hijo del dragón.
— Cálmate, Lilith — me dijo acariciando mi mejilla — Jeraseth no se volverá como Sheithan porque yo no lo permitiré, yo soy el hijo del dragón.
— Entonces ¿serás tú quien incendies aldeas y asedies castillos? — le pregunté.
— No, yo soy el hijo del dragón que luchará para proteger las tierras celtas — me respondió — ahora ve con él, pero recuerda, estaré vigilándolo.
 
Jeraseth estaba conversando con el grupo de artistas circenses, me dirigí a su encuentro, pero Morrigan se me interpuso.
 
Debemos de hablar sobre tu segundo consorte — me dijo Morrigan, sabía que tarde o temprano tendríamos esa conversación y estaba preparada.
— No te preocupes — le respondí — cuando mi hija Luana tenga la edad y la experiencia necesaria para ocupar el Trono de la Luna abdicaré entregándole la corona y el cetro, entonces me marcharé con Jeraseth a nuestra villa en el bosque de otoño en el Reino del Eterno Ocaso. Hace tiempo tomé esa decisión, además es lo que Luc quería que hiciera.  
— Tú no te puedes marchar ni abdicar, eres la reina de las tierras celtas hasta que llegue tu tiempo de ascender — me dijo para mi sorpresa — Lilith y Lucipher deben de estar juntos.
— Lilith y Lucipher son dos títulos que no volverán a usarse — le respondí — Luc fue el último Lucipher, ese título murió con él. Y yo renuncié al título de Lilith, subí al Trono de la Luna con mi verdadero nombre, yo soy Lily Anne la gris.
— Puedes llamarte como quieras, pero sigues siendo Lilith — me refutó — y mi hijo es…
— ¡Tú hijo no puede recibir el título de Lucipher solo porque un puñado de idiotas lo llamen así!  — exclamé y me di cuenta que mi voz había sido un graznido, mis manos se habían convertido en garras y mis alas, con plumas afiladas como navajas de argento, estaban desplegadas. Morrigan dio un paso atrás y bajó la cabeza.
Mi hijo es el hijo del dragón — murmuró — y tú no puedes escapar de tu destino, te llames Lilith o Lily Anne la gris… tú vislumbraste tu futuro cuando tomaste el cetro en el centro del laberinto, te viste sentada en un trono en lo alto de una colina, estabas vestida de blanco y tenías un cetro de plata coronado por un zafiro… a tu lado se alzaba otro trono donde estaba sentado un guerrero vestido de negro, él llevaba la armadura del dragón y empuñaba una espada de hielo llameante…
— Es cierto — le respondí recordando esa visión — y yo llevaba un anillo de oro con un rubí en el dedo anular, este mismo anillo que me dio Jeraseth cuando nos casamos… vi una planicie, bosques, castillos y fortalezas en la lejanía… el guerrero que estaba sentado a mi lado llevaba la armadura del dragón, pero el cielo detrás de nosotros era azul y púrpura. Tal vez tengas razón y ese guerrero sea tu hijo… entonces confía en el destino, los dos se llevarán bien.
— Créeme que es lo que más deseo por el bien de todos — me respondió Morrigan — si uno de los dos cede tal vez se lleven bien, pero mi hijo no será quien…
No tienes que decirlo, Morrigan — le respondí volviendo a mi apariencia habitual — yo me encargaré que sea Jeraseth quien ceda. Y tú, toma a tu hijo y termina de criarlo, todavía se comporta como un niño en el real. Jeraseth no agachará la cabeza ante un dragón de peluche.
 
Morrigan asintió y se retiró. Me dirigí a donde me esperaba Jeraseth, noté que estaba a la defensiva y supe que había visto mi encuentro con Morrigan y mi transformación.
 
— ¿Qué pasó? — me preguntó preocupado.
— Pasó que le dejé en claro a Morrigan que tú eres mi segundo consorte y nunca pediré la anulación de nuestro matrimonio — le expliqué tratando de no exagerar el asunto.
— ¿Por qué nuestro matrimonio es una alianza con los anunnakis? — me preguntó.
— Porque te amo — le respondí, le eché los brazos al cuello y le di un beso.
 
Fuimos a sentarnos con el grupo de juglares rojos que solían invitarse por iniciativa propia a todas las celebraciones que se hacían en el astral azul, estaban conversando y bebiendo vino alrededor de una de las hogueras. Un rato después Mordred se nos unió con una fuente de bocadillos.
 
Eso no alcanzará para todos, traeré otra fuente — dijo Jeraseth poniéndose de pie, supe que era un pretexto para que Mordred pudiera hablar libremente conmigo.
 
Mordred se sentó a mi lado. Esperaba sus preguntas, advertencias y reclamos, pero al parecer ya había hablado con su madre.
 
— Dame una oportunidad, te juro que no te defraudaré — me dijo.
— ¿Cuándo te convertirás en el dragón que empuña la espada de hielo? — le pregunté.
— Cuando tú te conviertas en Lily Anne la blanca — me respondió.
— ¿Tendré que caer a un abismo y luchar contra un balrog? — le pregunté usando la referencia.
— Ya caíste — me respondió — pero no es necesario que luches contra el balrog, será suficiente con que lo domestiques.
 
Jeraseth regresó con una bandeja de jamones, salchichas y quesos. Tomó un pedazo de salchicha bastante grande y se lo embutió en la boca a Mordred quien no tuvo más opción que tragársela. Luego se sentó a mi izquierda y me hizo lo mismo, aunque con más delicadeza.
 
— ¿No les parece extraño que Mortwuld no esté en la celebración? — les pregunté para iniciar una conversación, pero ellos se alzaron de hombros.
 
Pasamos un rato más conversando, bebiendo y comiendo con los juglares. De vez en cuando miraba al resto de personas buscando a Mortwuld, pero no lo encontré.
 
— Mi amor, ya es hora de que regresemos a la villa — me dijo Jeraseth y luego se dirigió a Mordred quien estaba bastante ebrio — ¿vienes con nosotros?
— Ni loco — le respondió Mordred trastabillando al ponerse de pie — la última vez que fui intentaste emborracharme con ese licor de bayas rojas.
— Te prometo que no volveré a hacerlo — le dijo Jeraseth sujetándolo del brazo.
— No confío en tu palabra — farfulló Mordred apoyándose en Jeraseth.
— El licor de bayas rojas te cayó mal y fui yo quien tuvo que limpiar todo tu vómito de la alfombra, no quiero repetir la desagradable experiencia — le respondió Jeraseth — además ya estás borracho, no necesito darte de beber más trago.
— Tus argumentos son buenos, entonces los acompaño — aceptó Mordred tambaleándose.
 
Llegamos a la villa prácticamente arrastrando a Mordred.
 
— Yo me hago cargo de ponerlo cómodo — me dijo Jeraseth llevando a Mordred a nuestra alcoba y haciéndome un gesto indicándome que los dejara solos por un momento — mientras tanto trae los cigarros que se quedaron en la biblioteca.
— ¿Estuviste leyendo? — le pregunté gratamente sorprendida.
— No, tú los dejaste allí — me respondió — te digo que los traigas ahora para que luego no me los estés pidiendo cuando ya estemos en la cama.
 
Fui a la biblioteca por los cigarros, cuando calculé que Jeraseth había tenido el tiempo necesario para convencer a Mordred, subí a nuestra alcoba. Los encontré a ambos desnudos en la cama… y Mordred estaba profundamente dormido.
 
— ¿Qué pasó, lo pusiste demasiado cómodo? — le pregunté a Jeraseth tomando un cigarro.
— Si, y se ha quedado dormido encima de mi brazo — me respondió fastidiado.
— Al menos no te vomitó encima — le dije encendiendo el cigarro en la flama de una vela.
— ¿Y ahora que hacemos? — me preguntó Jeraseth sacando su brazo de debajo de Mordred.
— Pues échale una manta encima — le respondí dando una calada — no le vaya a dar frío y luego tengas que limpiar aguas menores.
 
Liliana Celeste Flores Vega – 18 de agosto del 2021
Canción: Merlin - Legends for the Past - Freedom Call
Imagen: Luis Royo

 

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