in girum imus nocte et consumimur igni

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miércoles, 5 de mayo de 2021

La muerte del sol

Lo miré a los ojos y en ese momento descubrí que sus ojos azules y luminosos se habían tornado grises y opacos… entonces lo entendí.
 
 — Ya sé cuál es el motivo de la tristeza que me embarga — le dije — es tan lógico y simple… cuando el sol se apague la luna dejará de brillar. Tal vez deba de aceptar que mi destino está unido al tuyo y esperar el ocaso sentada a tu lado.
 
Él me abrazó contra su pecho que percibí apenas tibio y supe que nunca volvería a sentir el calor que me había dado en las noches invernales. También noté que el antes vigoroso tamborileo de su corazón ahora era débil, como el tic tac de un desvencijado reloj que amenaza con detenerse en cualquier momento.
 
— No, no tiene por qué ser así — murmuró — otro sol puede iluminar a la luna. No permitiré que te conviertas en una dama gris condenada a deambular en los senderos incoloros del valle del olvido por mi ausencia. Quiero que cuando nuestros hijos asciendan al trono que les corresponde por herencia te retires con él a vuestra cabaña en el bosque de otoño, él te amará y te protegerá… y tú serás feliz amándolo y danzando descalza sobre la hojarasca al atardecer.
 
 Sabía bien a quién se refería.
 
— Pero… esa cabaña ya no existe — le recordé.
— ¿No han construido otra para vuestros pasionales encuentros clandestinos? — me preguntó algo incrédulo.
— No — le respondí.
 
Él acarició mi cabello y algunos mechones se quebraron como paja seca bajo el roce de su mano.
 
— Y éstas son las consecuencias de no encontrarte con él — dijo contemplando aquellos mechones quebrados y resecos que se quedaron en su mano — construyan otra cabaña y vuelve a verlo antes de que empiecen a caerse las plumas de tus alas y se opaque el brillo de tu mirada. Ya no debes de tener lazos conmigo, mi enfermedad te está debilitando… debemos de cortar los lazos que nos unen lo más pronto posible.
— No, aún no — le respondí aferrándome a él… pero añoraba los momentos vividos en aquella cabaña y deseaba danzar descalza sobre la hojarasca al atardecer.


Liliana Celeste Flores Vega – 14 de noviembre 2016
Imagen: Anne Stokes


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