in girum imus nocte et consumimur igni

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martes, 12 de agosto de 2014

La niña que cazaba falenas

Era una niña callada y temerosa, prefería apartarse de sus compañeros de clase en la hora del recreo y quedarse en el salón para dibujar en su block escolar esbozos de las visiones oníricas que le mostraba el espejo. No participaba de las excursiones que organizaban en la escuela porque su salud era muy endeble, era delicada como un lirio de invernadero.

Había recibido una educación estricta y tradicional de parte de su familia, los juegos rudos y groseros de sus compañeros de escuela para ella eran palomilladas de chicos malcriados, no comprendía cuando ellos la tildaban de extraña porque para ella los extraños eran ellos.

Jugaba a servirles el té a sus muñecas, tenía un lindo juego de té de porcelana china con bordes dorados. Cazaba falenas y las guardaba en cajitas de fósforos o las atravesaba con un alfiler y las clavaba en un corcho. También le gustaba recoger hojas, tréboles y jazmines  de su jardín y guardarlos en un libro de poemas para que se secaran. Coleccionaba susurros de viento y jirones de nubes teñidos por el ocaso.

Los fines de semana, cuando no tenía deberes escolares pendientes, se entretenía viendo las ilustraciones de pinturas de las enciclopedias y libros de arte de la biblioteca de su casa... en ése entonces no sabía de autores ni de estilos pero se quedaba horas viendo las pinturas de Waterhouse, Goya y Hieronymus Bosch. También le gustaba escuchar música clásica, se perdía entre sonatinas, madrigales y nocturnos recordando memorias de épocas pasadas.

Y así transcurría la infancia de la niña que cazaba falenas... serena y dulcemente triste como la infancia de las niñas castellanas del siglo pasado, las horas se mecían lentamente por las oraciones de su madre y su abuela.

Cuando su abuela falleció sintió la irresistible atracción que ejerce el misterio de la muerte, como no le permitieron ir al entierro en venganza se robó un libro de oraciones de su abuela fallecida y muchas estampitas de santos y mártires, las guardó en un cajón y de noche las miraba... entonces la fascinación por las iglesias y los cementerios la envolvieron y jugaba haciendo capillas ardientes para sus muñecas.

Entonces quiso ser santa como lo había sido aquella tía tatarabuela suya pero el Diablo empezó a cortejarla y darle serenatas… ah, maldito sea el galante Don Juan de las Tinieblas que la sedujo, robó sus primeros besos y le dio de beber el rojo vino de la pasión.

Una noche muy oscura en la que la niña conoció la mordida del Dragón le pidió protección a su ángel de la guarda, aquél que tenía ojos color amatista y tocaba la mandolina… él le dijo que ella había nacido bruja y era la novia de Lucifer… entonces ella comprendió que su destino estaba atado a la Luna.

Liliana Celeste Flores Vega - escrito en 1996

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