Era
una niña callada y temerosa, prefería apartarse de sus compañeros de clase en
la hora del recreo y quedarse en el salón para dibujar en su block escolar
esbozos de las visiones oníricas que le mostraba el espejo. No participaba de las
excursiones que organizaban en la escuela porque su salud era muy endeble, era delicada
como un lirio de invernadero.
Había
recibido una educación estricta y tradicional de parte de su familia, los
juegos rudos y groseros de sus compañeros de escuela para ella eran palomilladas
de chicos malcriados, no comprendía cuando ellos la tildaban de extraña porque
para ella los extraños eran ellos.
Jugaba
a servirles el té a sus muñecas, tenía un lindo juego de té de porcelana china
con bordes dorados. Cazaba falenas y las guardaba en cajitas de fósforos o las
atravesaba con un alfiler y las clavaba en un corcho. También le gustaba
recoger hojas, tréboles y jazmines de su
jardín y guardarlos en un libro de poemas para que se secaran. Coleccionaba
susurros de viento y jirones de nubes teñidos por el ocaso.
Los
fines de semana, cuando no tenía deberes escolares pendientes, se entretenía
viendo las ilustraciones de pinturas de las enciclopedias y libros de arte de
la biblioteca de su casa... en ése entonces no sabía de autores ni de estilos
pero se quedaba horas viendo las pinturas de Waterhouse, Goya y Hieronymus
Bosch. También le gustaba escuchar música clásica, se perdía entre sonatinas,
madrigales y nocturnos recordando memorias de épocas pasadas.
Y
así transcurría la infancia de la niña que cazaba falenas... serena y
dulcemente triste como la infancia de las niñas castellanas del siglo pasado,
las horas se mecían lentamente por las oraciones de su madre y su abuela.
Cuando
su abuela falleció sintió la irresistible atracción que ejerce el misterio de
la muerte, como no le permitieron ir al entierro en venganza se robó un libro
de oraciones de su abuela fallecida y muchas estampitas de santos y mártires,
las guardó en un cajón y de noche las miraba... entonces la fascinación por las
iglesias y los cementerios la envolvieron y jugaba haciendo capillas ardientes
para sus muñecas.
Entonces
quiso ser santa como lo había sido aquella tía tatarabuela suya pero el Diablo
empezó a cortejarla y darle serenatas… ah, maldito sea el galante Don Juan de
las Tinieblas que la sedujo, robó sus primeros besos y le dio de beber el rojo
vino de la pasión.
Una
noche muy oscura en la que la niña conoció la mordida del Dragón le pidió
protección a su ángel de la guarda, aquél que tenía ojos color amatista y
tocaba la mandolina… él le dijo que ella había nacido bruja y era la novia de
Lucifer… entonces ella comprendió que su destino estaba atado a la Luna.
Liliana Celeste Flores Vega - escrito en 1996
Liliana Celeste Flores Vega - escrito en 1996
No hay comentarios:
Publicar un comentario